Estudiando Kiniesología

A nuestra masajista, le llegan nuevas clientas

Empecé la semana entusiasmada, siempre me pasaba cuándo tenía un objetivo, y el mío era tratar de volver a introducir a Marcela en la universidad, y para eso se me ocurrió averiguar por la otra Marcela que estudiaba contaduría y se daba en la misma facultad. Para simplificar las cosas prefiero dejar como Marcela a la futura contadora, y Marce a la futura estudiante, no sé porque, pero la forma más cariñosa se la dejo a ella.

Esa semana no había quedado ni con Inés ni con Susi, vería como acomodarlos para quedar con una cada semana, pero por lo pronto tenía más tiempo para dedicarlo a conseguir matricularla.

Hasta donde había llegado tenía buenas calificaciones y eso ayudaba, pero el año estaba muy avanzado para que pudiera entrar en el programa de ese año.

Fue Mónica, la hermana de Marcela futura abogada, y que por lo visto daba para eso la que consiguió exponiendo la situación, pasarle las clases libres como adelanto al próximo año.

Durante la semana nos comunicábamos por el móvil, y el jueves pasé a preparar todos los papeles para hacer el pedido formal. Marce lo tenía casi todo preparado, por lo que ese mismo día lo mandamos.

El sábado fui con mi ordenador a acompañarla y ponerme a estudiar o por lo menos tratar, vería cómo venía la cosa, yo no iba a forzar ninguna situación.

Fue un día normal, como tenía los apuntes de antes del accidente tenía material para estudiar. Había perdido la función de dedicarse y por ahí se dispersaba y se ponía a conversar, hasta que la condicioné a una disciplina que era la que usaba yo, dos horas de estudio intenso y un descanso mental para que no se nos embarullen las cosas.

En los intervalos hablábamos de las cosas que teníamos en común y de las diferencias.

Ella era arriesgada, le gustaba la velocidad, competitiva jugaba muy bien a los bolos y amaba la noche y su entorno, se había dado cuenta que lo de ella eran las mujeres y aprendió a seducirlas; tenía con qué. Estaba acostumbrada a ser independiente y nunca prometía nada, todo lo que ofrecía era momentáneo para no defraudar a nadie.

Lo mío era casi la antítesis, acostumbrada a fijarme donde estaba apoyada antes de dar el siguiente paso, la filosofía del yudo me enseñó a ser paciente, a esperar el movimiento ajeno para definir el mío, y hasta ahora me dio resultado, pero creo que me estaba saltando algo de mis conceptos.

Ya cuando dimos por terminada la sesión de estudios, pasamos a la sala con ánimo de seguir conversando un poco más. Fue como sincerarnos, con nuestros defectos que no me parecieron tantos, y nuestras virtudes que tampoco me parecieron tantas.

Quedamos reconociendo la atracción mutua que nos profesábamos, pero dándonos cuenta que teníamos que darle tiempo al tiempo para saber si esa atracción era más que eso o era un calentón pasajero. De cualquier manera, mientras yo me dedicara a los masajes, no había nada de qué hablar.

Estaba en un estado zen. Había ido a estudiar y me había dedicado a eso, en ningún momento se me ocurrió acosarla y aun cuando nos confesamos nuestros gustos, ni ella ni yo pasamos de mirarnos con ternura, como para llevarlo al plano sexual.

Carolina nos había dejado la cena hecha, había salido con su novio y no sabía si iba a volver, cenamos y pusimos la tele para ver alguna película, encontramos una que prometía ser entretenida, Marce trajo unas cervezas y nos quedamos recostadas una a la otra, era reconfortante estar así, sentía una especie de paz dentro mío que parecía que lo sentía en el paladar.

La película valió la pena, pero nos tuvo hasta las dos de la mañana.

-Bueno es hora de irme que esta vez no traje el coche y tengo que llamar un taxi.

  • Y que te vas a ir a esta hora, quedate mañana desayunamos juntas y te vas tranquila.

  • ¿Y dónde duermo?

  • Duermes conmigo, ¿acaso no eres capaz de portarte bien? –

  • Si, que soy capaz, si no me lo pones difícil lo soy.

  • Ya sabemos en qué quedamos, tenemos que aprender a ser amigas mientras no podamos ser otra cosa – me causó satisfacción saber que esperaba llegar a ser otra cosa.

  • ¿Me vas a prestar algo para ponerme para dormir?

  • Sí, mujer que ahí hay un montón de pijamas de cuando no le sobraban nada.

  • Marce por favor, no empieces a condolerte porque me voy

  • Tienes razón, perdona, pero estoy tan acostumbrada a hacerlo y que me demuestren lastima, que por ahí se me va, pero dame un tiempo que ya me voy acostumbrar que ya se que con eso no voy a ningún lado, y menos contigo.

Me puse un pijama que me quedaba que ni hecho para mí, me acosté con la incertidumbre de cómo nos íbamos a comportar, porque una cosa es decirlo y otra llevarlo a los papeles; tan pronto me acosté se pegó a mí.

  • ¿Sabes una cosa? Voy a tratar de que podamos ser amigas mientras tanto, pero me parece que no voy a necesitar dos o tres veces para empezar a quererte, aunque sepamos que por ahora solo nos queda ser amigas y esperar.

  • Yo voy a esperar, y sé que va valer la pena, y aunque no lleguemos a nada, quiero disfrutar de tu amistad y ayudarte y que me ayudes.

-  Vivir con una ilusión, para mí es bastante.

  • Mejor durmamos, - me dio un beso en la mejilla y se arrebujo pegada a mí y así nos quedamos dormidas.

A la mañana nos despertamos aún abrazadas, se me quedó mirándome con una sonrisa, me dio un pico para decirme.

-Creo que a pesar de todo nos podemos comportar como amigas.

  • Claro que podemos, pero preparate para cuándo pasar a mayores, que ahí pobre de ti.

  • ¿Pobre de mí? Pobre de ti, que aún no sabes que amiga te echaste.

Diciendo eso se pasó a la silla que tenía al lado de la cama y salió para el baño.

  • ¿Quieres que te ayude?

  • No, puedo sola, después si quieres te ayudo yo a ti.

  • Gracias, pero yo también puedo sola.

Extrañamente al despertar y sentirla pegada, no me despertó ninguna ansia sexual, solamente experimente una sensación de ternura, que me daba ganas de seguir arropándola en mis brazos.

Luego de ir al baño yo, desayunamos juntas, en completa camaradería, nos despedimos con un beso de cariño, pero nada más que eso.

Llegué a casa, no había nadie, me dejaron una nota que se iban a una fiesta de pueblo no sé a dónde. Con lo que había estudiado tenía cumplido el cupo, por lo que decidí leer un libro de psicología que había sacado de la biblioteca, no es que quisiera ahondar en eso, pero quizá me ayudara a entender un poco las situaciones que me parecían extrañas.

Esa semana fue ajetreada, Susi el miércoles con su sensualidad a flor de piel, y esa forma de ser, donde un beso valía casi tanto como un orgasmo.

El viernes con Inés, donde me mostró su agradecimiento de lo que había conseguido de su ahijada, se había enterado que ya estaba estudiando y estaba más entusiasmada que yo. Me preguntó cómo habíamos arreglado, que ella se hacía cargo de pagarme lo que fuera, con tal de tenerla contenta. Cuando le dije que no había nada que pagar, que todo era porque nos habíamos hecho amigas, no lo podía creer.

-Pero Silvia, tu trabajas de esto, tienes que cobrar tu trabajo, ¿Qué pasó?

  • Pasó que nos hicimos amigas, que quedamos en estudiar juntas, y bueno yo también tengo una vida fuera de esto, y nos llevamos bien, nada más.

Estaba tan contenta que ese día tuvo tres orgasmos, no le cobré el extra, pero sabía que de alguna manera me lo iba a recompensar.

Cuando ya me iba a ir, me pidió que la esperara a que se vistiera que tenía que hablar conmigo.

-Saca dos cervezas y esperame que ya voy, vete tomando si quieres.

Me senté en la sala esperando que llegara, cuando se apareció, se sentó al lado mío y me preguntó.

-Dime, ¿cómo es eso con Marcela? ¿cómo arreglaron?

  • No hay nada raro, simpatizamos y nos dimos cuenta que nos llevábamos bien, y que podía ayudarla a seguir estudiando, y para mi es una amiga, que no vas a creer que me sobran.

  • ¿Y no te dijo nada de lo que estás haciendo? Mira que la conozco y en eso cuando realmente quiere es egoísta.

  • No llegamos a tanto, estamos en un impase, por ahora cada cual, en su vida, si la cosa llega a más veremos, pero cuándo me reciba y pueda trabajar de lo que estoy estudiando, esto que hago queda en el recuerdo.

  • ¿Y piensan esperar hasta entonces?

  • No sé, eso con el tiempo lo veremos, mientras tanto somos amigas, nada más que eso.

  • Bueno, te agradezco lo que conseguiste y todo lo que necesites para ayudarla me lo pides, que me estás haciendo un favor. Pero no te hice quedar para eso, te quería decir que la abogada del estudio jurídico que me lleva mis asuntos, la doctora Mirta Aguirre, piensa un poco como yo, y tuvo unos cuantos desencantos. Mira, ¿qué te tengo que decir?, necesita un poco de desahogo sin compromisos y pensé en ti, te digo que es un poco loca pero buena persona, y por el dinero no te preocupes que no se fija, ¿si quieres le doy el número y que te llame, te parece?

  • Si dices que es buena persona pues dáselo, y voy a ver qué es lo que tiene de loca. Me va a venir bien, tengo que juntar para poner el consultorio; que ya comprometí a tu ahijada para que me lo administre.

  • Te digo que es loca porque según ella, tiene lo último que hay en el mercado para meterse por el coño, pero esas cosas hay que tomarlas con pinzas, a veces se habla mucho, pero a los hechos no es tanto.

  • Bueno yo no voy a sacar el tema, pero puedo sugerirlo y si le va que sea ella quien lo diga, pero ¿de dónde sacas tus amigas, que sabes tanto de ellas?

  • Del club, los hombres tienen su club exclusivo, pues nosotras tenemos el nuestro, tenemos gimnasio, piscina, tenis, juego de salón y cotorreo, que lo que no se sabe ahí, no existe.

  • Entonces si estás tan bien informada correré el riesgo

  • Entonces le doy el número y tú decides.

Volví a casa con buen humor, cuando llegué estaban las dos enamoradas haciendo vida de hogar. La cena estaba hecha así que comimos mientras me preguntaban cómo me había ido. En verdad estaban queriendo saber cómo me encontraba. Sabían que era un trabajo insalubre para lo que era mi carácter, pero ya me podía dominar y no influía tanto en mi ánimo como al principio.

Quedaron tranquilas, pero supongo que en algo se sentían culpables de no complacerme, Elisa se había llenado de culpa por haberme sacado a mi tía, pobre, me hacía gracia, estaba creída que simulaba que estaba bien. No le cabía en la cabeza que alguien no lamentara no tener sexo con Claudia después de haberlo tenido, y no me creía que estaba feliz con la felicidad de ellas.

Me fui a la cama pensando que al otro día iría a estudiar con Marce y que quizá me quedara a dormir, era un oasis entre tanto ajetreo, pero aparte era un oasis emocional, no sé por qué razón cuando estaba con ella ya no pensaba tanto en el sexo, sino que sentía la calidez que me transmitía, las ganas de protegerla, mimarla, que se yo, la cosa es que me sentía bien. Le había pedido a Inés que no le contara que aumentaba la cartera de clientes. Para mí era la forma de llegar más rápido a mis sueños, pero era la forma más distante de llegar a los de ella, si es que los tenía.

El martes siguiente me llamó la tal Mirta, me empezó hacer un cuento que estaba estresada, que tenía un trabajo loco y necesitaba desestresarse y me habían recomendado, y si podía atenderla y no sé cuántas cosas más, le hice notar la conveniencia de abrir los poros y esas cosas, pero ya estaba informada, por lo que me hizo pensar que Inés ya le había contado más de lo que me dijo.

Puf, si siempre hablaba tanto, sí que iba a ser un trabajo insalubre, quedamos para el jueves, no era lo mejor para mí, pero después trataría de pasarlo a otro día si es que seguía atendiéndola.

Se ve que a ese club no iban pobretonas como yo, porque la casa que se echaba no era de las que se vendían con hipoteca.

Me recibió vestida con un pantaloncito que un poco más chico y no se notaba, un top diminuto que mostraba que las tetas estaban ahí y que se aguantaban solas, un aroma a recién bañada con un tenue perfume que me encantó.

Si quería sorprenderme lo consiguió, no se la edad que tenía, pero suponía que era más de la que demostraba, porque más de treinta no aparentaba.

Pasamos a una sala acorde con la casa, nos presentamos, o mejor dicho  se presentó y me presentó a mí, porque no paraba de hablar.

-Mira, perdona si hablo mucho pero cuándo estoy nerviosa no puedo evitarlo.

  • Pero ¿Por qué estás nerviosa?

  • Es que es la primera vez que recurro a esto, pero estoy muy estresada y meterme en rollos siempre me sale mal, así que unos masajes relajantes quizá sea lo que necesito.

Pasamos a la habitación y se sacó el top. Mi madre, que tetas tenía, ya me estaba preocupando no sabía si realmente todas eran hermosas por ese lado, o me habían criado con biberón y era la causa que todas me gustaran.

Se tiró en la cama.

-Por favor, ¿me podías sacar el pantaloncito tú?

  • Si, como no, si se te hace más cómodo. – se lo iba sacando y me di cuenta que no llevaba bragas, estaba depilada con mucho arte, tenía el pelillo recortado cómo una flecha que señalaba el blanco, que por cierto tan blanco no era, que sus horas de sol tenía que haber llevado emparejarlo con el resto del cuerpo.

Yo iba mirando lo que iba descubriendo y ella miraba mi cara seguramente para ver mi reacción, debo haber hecho algún gesto admirativo porque una sonrisa le tapo la cara.

-Bueno, veo que te cuidas mucho, no puedo entender que con este cuerpo, los rollos te salgan mal.

  • Uf, tú no sabes, las mujeres son muy complicadas.

  • ¿Y tú no lo eres?

  • Posiblemente sí, pero nunca pido más de lo que doy, y eso no lo hacen todas.

  • ¿Y con los hombres no probaste?

  • Probé, ellos te piden todo y no quieren darte nada.

  • Pues mira, yo te voy a dar todo lo que pueda, y después me dices si es tanto como te pido, anda date vuelta que empiezo a traición.

  • Que ¿me vas atacar por la espalda?

  • No, te voy atacar más abajo.

  • Huy que miedo – dijo riendo

Empecé como siempre, cuello, brazos, columna, hasta al camino señalado, correr la mano entre los glúteos, y tentar un poco la primera entrada, solamente preguntó.

  • ¿Por ahí también van los masajes?

  • Si tú quieres sí, a la mayoría le resulta gratificante, te diría que te calma los nervios, te da una sensación de abandono que hace que tu cuerpo se relaje, pero si no quieres no pasa nada, siempre hay otras formas.

  • No, qué va, si a las otras le va bien porque no a mí. – le fui metiendo el dedo y entró como si nada, diría que ya se había lubricado con alguna crema le pasé la otra mano por abajo levantándola un poco de la vagina, pero sin moverla, dejando que fuera ella quien buscara su ritmo.

  • ¿Cómo lo sientes? A veces donde uno va bien dos van mejor, quieres que pruebe.

  • Bueno prueba, si tú qué sabes, lo dices por algo será, ¿no me dolerá?

  • Lo voy a meter despacio, tú me dices – estaba segura que no le iba a doler, pero si le caía bien hacer un poco de teatro, que lo hiciera - ¿te duele?

  • Un poquito, pero si me va hacer bien aguanto.

  • Claro que te va hacer bien, muévete a tu gusto – empezó a hamacarse y fui corriendo los dedos de la vagina hasta que solita los encontró, y solamente tuve que empujar para introducírselos por completo, después de eso fue un desvarío, empujaba como buscando más, agregue otro dedo por delante y los gemidos se hicieron más elocuentes hasta conseguir una corrida de vicio.

Quedo un poco fatigada, se dio vuelta para decirme lo fuerte que había sido.

-Me hiciste sudar.

  • Eso también te hace bien, elimina las toxinas.

  • Creo que eliminé unas cuantas, pero me dejaste el culo dolorido – cosa que no le creí, ahí cabía más de lo que le había metido.

  • A veces pasa eso, lo que pasa que aunque me recorto las uñas, a veces sin querer te puedo lastimar, por eso muchas me hacen hacerlo con algún aparato de esos que hay justo para eso.

  • No me digas, ¿tienes de esos trastos?

  • ¡No! yo no, esos cada una los tiene a su gusto yo solamente los uso y se ve que les da buen resultado, algunas vieras cuantos tienen.

  • Yo antes tenía una muchacha que me cuidaba la casa, que tenía una colección que ni vieras.

  • ¿Y nunca los usaste?

  • Me da miedo, si lo hicieras tú qué sabes, me animaría.

  • Pues si los tuvieras podíamos probar.

  • Es que los tengo, esta chica se fue a USA y tenía miedo de pasarlos por la aduana y los dejo, espera que voy a buscarlos. - ella sabía que no me lo creía, pero yo me hacía como la que sí, y contentas las dos.

Se trajo una caja de regular tamaño, pero que adentro tenía una colección que en mi vida había imaginado que existían.

-Joder que esa muchacha sabía cómo sacarse el estrés.

  • ¿Te parece que sirva alguno?

  • Me parece que sirven todos, solo hay que ver los que te aguantas.

  • Hay, los que me aguanto, ¿es que me piensas desfondar?

  • No mujer – dije riendo – es que hay tantos, que seguro que alguno te va a sacar el estrés, o por lo menos te vas a olvidar que lo tienes, a ver con cuál quieres que pruebe.

  • Escoge tú qué sabes más que yo de estas cosas.

  • Te digo, por las otras me fijo que cuánto más grande son más las agradecen.

  • Por hoy empieza despacio, después si no me duele seguimos con alguno que llene más – no dije nada, pero para llenarla a ella buen tamaño necesitaba.

  • A ver, date vuelta.

  • ¿Y así es que no puedo ver?

  • No, no puedes, esto lo tienes que sentir, es tu cuerpo el que tiene que trasmitirte las sensaciones, no los ojos, relajate y dejame a mí.

Escogí uno más chico para atrás y otro más voluminoso para adelante, se los mostré.

  • ¿Te parecen estos?

  • No sé, probemos si me duele mucho te aviso.

Agarré el más gordo y empecé a pasárselo por la vulva, lo dejaba en la puerta y cuando veía que se preparaba para que se lo metiera, lo corría por afuera y lo pasaba varias veces por el clítoris para volver nuevamente a la entrada, se lo había hecho como tres veces, y ya la tenía bufando, hasta que no aguanto más y me gritó,

  • Metémelo de una buena vez. – no esperé más, lo apoyé en la entrada y se lo metí de golpe, soltó un grito, le había metido el que tenía apoyado en el culo, igual entró como si nada que cosas más grandes deben haber pasado por esa puerta, pero la sorpresa la pudo – eres mala me lastimaste.

  • Pero si me dijiste que lo metiera.

  • Sí, pero el otro.

  • Ah bueno, perdona, - y sin más le metí el de adelante.

Resopló abrazada a la almohada, un gemido ronco salió de su garganta.

-Me estas destruyendo, más mala no puedes ser.

  • Esto te hace más resistente el carácter y te prepara para combatir el estrés.

  • Si, y para combatir el estrés me tienes que romper el culo.

  • Pero no mujer vas a ver que se te pasa y el gusto que te da - y comencé a moverlos, estaba mordiendo la almohada y parecía que hacía gárgaras, el mete y saca lo hacía desparejo, por ahí metía uno cuando sacaba otro y otras veces los metía juntos, ahora lo único que decía es que era mala.

  • ¿Quieres que pare?

  • Si dices que me va hacer bien sigue, pero eres mala, lo podías haber hecho más despacio.

  • Más despacio no te hubiera dado el mismo resultado, si quieres lo hago despacio.

  • No sigue así, pero metelos los dos juntos, - lo empecé hacer – sí que eres mala te estas riendo de mí.

  • No Mirta, no me río, lo que te pasa es que no paras de hablar, por eso no te das cuenta lo bien que te hace.

  • ¿Me dices que soy una charlatana?

  • Te digo que hablas mucho, callate un poco y escucha el ruido de lo qué va a darte placer – un plop, plop se escuchaba del artilugio que le hacía como ventosa entre tantos jugos de la vagina, se quedó callada como ronroneando, ahora era ella la que buscaba empalarse en los cacharros, yo solamente los giraba para que los sintiera por todos lados. No duro mucho, con un grito angustioso se corrió escandalosamente quedando tirada en la cama como desmayada.

Parecía desmayada pero no lo estaba, cuándo le fui a sacar los aparatos me pidió.

-No, dejalos un poquito más, después sacalos despacito. – esperé un rato y después fui sacándoselos con delicadeza, salieron sin dificultad.

  • Mirta te quedó el culo como una O, pero grande.

  • Y cómo no me va a quedar si me lo rompiste descaradamente.

  • Pero yo no sabía qué te iba a quedar así, y fuiste tú la que dijiste que ese era el tamaño.

  • Sí, pero abusaste todo lo que se te dio la gana, vete al baño que en el botiquín hay una crema para esto.

Efectivamente, había una crema para el ano, y no estaba llena, no era la primera vez que la usaba.

-Debe ser esta que dice para el ano.

  • Y sí, si dice anal para que te crees que sea, ¿para lavarse los dientes?

  • Cuándo te pones acida, no te vendría mal lavártelos con esto.

  • Pero que maldad que tienes – se puso boca arriba – anda ponme un almohadón abajo y pasame la crema para que me calme – se agarró las piernas por detrás de las rodillas y dejo todo a la buena de dios, tomé un poco de crema con el dedo y le empecé a pasar por el redondel.

  • Silvia, pasame por dentro, si me destrozaste toda, no sabes lo que me duele – no le creía para nada, pero estaba para darle el gusto.

  • Silvia de paso ¿no me pasarías esta otra crema por delante? Creo que algo de daño también me hiciste, - sabía que no era cierto y ella sabía que yo lo sabía, pero el juego era así, y me hacía un poco de gracia.

  • También por dentro ¿verdad?

  • Si, pero despacio que me dejaste muy irritada.

Le fui metiendo dos dedos con suavidad, los giraba tratando de encontrar las partes que más le gustaran, tenía los ojos cerrados y una sonrisa bobalicona, cómo dejándose estar.

  • ¿Quieres que te pase un poco por el clítoris por si lo tienes irritado?

– Y si tú quieres pasame

  • ¿Cómo si yo quiero? Si quieres tú, que a mí no me va nada en eso.

  • Pero no te entiendo, si con lo que hiciste ya está cubierto el servicio, ¿vas a seguir sin cobrarme aparte?

  • Mirta no soy un taxi que te cobra por kilómetro, me pediste que te pase la crema, y pensé que te iba a gustar un poco más, pero si no quieres ya está.

  • ¡No! ¡sí que quiero! lo que pasa que no sé porque lo haces.

  • Mira mejor lo dejamos así, tú no me entiendes, y yo a ti tampoco, no va a terminar en nada bueno.

  • Silvia, no te enfades, lo que pasa es que eres diferente. Anda no te vayas y pasame por donde quieras; ya vas a ver qué vas a terminar conociéndome. – me dijo mimosa.

Con eso quise entender que me iba a seguir llamando, aunque dijera que era mala. Seguí moviendo los dedos dentro de ella y usaba el pulgar para contentarle clítoris. Veía en su cara el placer que le daba, y me gustaba, era tan bonito ver una mujer en la cúspide del placer, y que fuera yo quien se lo proporcionara, que, en otra escala, sentía tanta satisfacción como ella.

Se corrió apaciblemente, y quedó medio adormecida, la dejé descansar mientras me iba a lavar. Al salir del baño ya estaba levantada vestida con una bata, seguramente no tenía nada debajo.

– Un día te podías quedar a acompañarme [VM1] .

– No me digas que no te bastó –

  • No te lo digo por eso, es para que me acompañes.

  • No me vengas a decir que no puedes conseguir compañía. Pero ¿cuántos años tienes? Porque pareces mucho más joven que tus amigas del club.

  • Los parezco porque lo soy, tengo 29 años.

  • Entonces no puede ser que no consigas compañía.

  • Conseguir, consigo, pero una, que no voy a meter a cualquiera en mi casa y cuándo meto a alguien, me enamoro y la cago, siempre la que termina mal soy yo.

  • Y no tienes miedo de enamorarte de mí.

  • No me lo creo, tú ya se a lo que vienes, aparte que eres tan directa hablando, que no creo que me den ganas.

  • Pues mejor, porque yo ya estoy enamorada, o por lo menos creo.

  • ¿No me digas? ¿y no te dice nada por hacer esto?

  • Te dije que estoy enamorada, no de novia, y tampoco lo voy a estar mientras haga esto.

  • ¿Y piensas dejarlo? No te veo tan romántica cómo para renunciar a ganar este dinero.

  • Veremos; tampoco te veo con tanto carácter para ser abogada.

  • ¿Porque te parece?

  • Te veo tan tierna, tan vulnerable, que no se me hace verte discutir en un estrado ante los jueces. – se echó a reír.

  • Tendrías que preguntarle al exesposo de Inés lo tierna que soy, ¿o te crees que mis clientes me contratan porque soy vulnerable?

  • Será así, pero no lo parece, te pones tan mimosa en la cama, que pareciera que cualquiera puede abusar de ti.

  • Silvia, nunca te fíes de lo que puede parecer una mujer en la cama, que tú en la cama seguramente pareces lo que no eres. – me quedé pensando que a lo mejor me faltaba mucho que aprender.

  • Bueno, aunque tus intenciones sean buenas, mañana tengo que ir a la universidad temprano así que no puedo quedarme.

  • Esta bien, pero me lo debes, te voy a avisar cuando puedas venir y a ver si no eres tan mala, que creo que esto me saca bien el estrés.

  • Seré tan mala como tú quieras, avisame con tiempo por si tengo otro compromiso.

  • Ya te diré, toma y gracias, me lo hiciste pasar mejor de lo que pensé – me dio un pico de despedida y me fui con un sobre que parecía bastante provechoso.

Llegué a casa y no había nadie, conté el dinero y me quería morir, eran 2500 euros, no entendía el poco valor que esta gente le daba al dinero, pero bueno, tampoco es que le iba a enseñar yo, si lo querían gastar así mejor para mí. Comí algo de lo que siempre teníamos preparado y me acosté pensando que tenía que aprender mucho. Si Marce sería todo lo que me encandiló en la cama, o tendría otra faceta que no conocía. Una pregunta que solo el tiempo me iba a contestar.

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