Estudiando Kinesiologia 7
De como Silvia se ve envuelta en una relación turbia, y como influye en su animo
Después de la noche pasada con Lisa, las cosas volvieron a la normalidad. La primavera estaba avanzando, tocaban días de calor mechados con otro de frio. Las clases en la universidad se ponían más intensas, dado que se acercaban los exámenes. No era un problema grande para mí, ya que estaba bastante avanzada tanto en teoría como en práctica.
En el consultorio de mi tía, se agolpaba el trabajo. La gente quería estar bien para el verano y se preparaban para las vacaciones. Había días que no dábamos abasto, y Elisa los días que no abría la academia, venía ayudar poniendo los aparatos, controlando el tiempo, atendiendo a la gente, en fin, en todo lo que fuera necesario.
Cómo yo era la más pequeña, me empezaron a llamar la Peque. Lo decían por la edad porque de cuerpo, andábamos ahí, ahí.
Con tanto trabajo, tuve que rechazar algunas clientes porque me faltaba el tiempo. Eso no se lo decía a Claudia, porque si lo llegaba a saber me ponía de vuelta y media. Sí, me las arreglaba para conformar a las que le decía mis tres mosqueteras, las que me habían traído la suerte.
Los sábados no tenía Uni. No tenía consultorio, y generalmente a lo de Marce iba a la tarde. Por eso cuando Marta me dijo si podía atender a una cliente de ella el sábado a la mañana, no le puse inconveniente. Me dio la dirección y quedamos que le iba avisar que aceptaba.
Esa mañana amaneció caluroso, y por cómo calentaba el sol, más caluroso iba a estar. Salí con mi Ibiza a recorrer unos pocos kilómetros, que es a la distancia que estaba.
Era una calle de mansiones lujosas, cuando llegué a la dirección, me encontré con un caserón majestuoso que me hizo dudar si no estaría equivocada.
Llamé, salió atenderme el jardinero, le expliqué quién era, y que la señora me esperaba. Me abrió el portón y entre con el coche hasta donde estaba la casa. Allí me estaba esperando una señora más joven de lo que había supuesto, podía estar por la treintena y nada más.
-Hola, tú debes ser Silvia la masajista, mucho gusto, me llamo Rosalía algunos me llaman Rosa, otros Lia, llamame como te parezca. – me hizo entrar a un salón como para hacer un casamiento.
Todo era enorme, todo era lujoso. Me incomodaba esa sensación de pequeñez que me hacía sentir semejante casa, lo contrario de la dueña, que se hacía notar por su sencillez.
-Mira, no te dejes impresionar por este boato que esto es solo dinero y no hay nada más adentro, ven hay una casa de huéspedes atrás, vamos a ir ahí que vamos a estar más tranquilas.
La casita de huéspedes ya me la dieran a mí para vivir, estaba completamente equipada, con una habitación en suite, donde un sillón enorme daba cara a un televisor que tapaba media pared. Aun así, sobraba espacio para pegarse una carrerilla. Por la ventana se veía una piscina de las que no cualquier club la tiene. Estos estaban forrados en dinero y no hacían nada para disimularlo.
-Ven ponte cómoda, te traje aquí porque ese caserón es agobiante, de echo yo duermo siempre aquí, aunque a mi marido le gustaba más aquello.
Que, ¿estas casada?
Sí, pero no te preocupes, estamos separados de hecho, y Marta me está tramitando el divorcio, por eso te recomendó tan bien, y por lo que veo no exageró. Me dijo que darte tres mil euros por lo que hacías era barato, y el cabrón de mi marido por lo menos me debe este gusto – Me quedé sorprendida por la cantidad, pero esta gente no conocía el valor del dinero.
Bueno tú dirás, tienes una cama enorme, un sillón enorme, ¿dónde quieres?
Me parece mejor la cama, espera que me desnudo, tú también te puedes sacar un poco de ropa, de paso me alegras la vista. No quiero prender el aire porque así en cueros seguro que me resfrío. – si nada más quería que le alegrara la vista, por tres mil, bien se lo merecía. Me saqué la blusa y el pantaloncito, quedándome en bragas y sujetador.
¿Entonces no me pongo el guardapolvo?
Mejor que no, los guardapolvos me hacen acordar a una maestra que tuve, y no es el mejor recuerdo para cuándo me hagas los masajes.
Estaba acomodando las cremas, cuándo irrumpió la figura más estrambótica que pudiera imaginarme. Medía cerca de 1,80, pelo largo; un aro en cada oreja; vestido con bragas y sujetador; una cadena en la cintura de donde colgaban dos juegos de esposas; traía una fusta y un maletín que dejo en el piso para cerrar la puerta con llave, y empezó a gritar.
¡Así que esto es lo que ocultabas! Lesbiana de mierda, nunca me dejaste verte con otra mujer, así que esta es la gatita con la que te revuelcas, pues ahora yo voy a ver como dice miau.
¡Guillermo! Sal de aquí inmediatamente que tienes prohibido acercarte a menos de dos mil metros, vete de aquí que te van a meter preso – gritó rosalía
No sé si me van a meter preso, zorra, pero tu amiguita hoy va a maullar como la gata puta que es; ven gatita, que lindo culito que tienes te lo voy a dejar bien coloradito con esto, ven que tu papito te va a enseñar a maullar en varios idiomas con los juguetitos que tengo en el maletín – me decía blandiendo la fusta. Hice como que me quería escapar y se abalanzo para sujetarme. El IPON fue perfecto, dio con toda la espalda en el suelo y aproveché para caerle en el pecho con la rodilla, el poco aire que le quedaba se le fue ahí.
Sabía que le iba a costar llenar los pulmones nuevamente y me daba tiempo para lo que iba hacer, aparte note que era grande pero fofo. Miré a Rosario que me miraba asombrada.
¿No abran preparado esto entre los dos?
No, ¿cómo crees? habla con Marta, él no podía acercarse a la casa, te lo juro – le creí.
Entonces el que va aprender a maullar va a ser tu marido. – le puse las esposas en las manos y en los pies, y con la cadena que traía lo trabé para que no tuviera casi movimiento. Mientras dejaba que recuperara el aliento, abrí el maletín y me quedé con la boca abierta. Había visto todo tipo de aparatos en casa de Marta, pero ahí aparte de todo eso, tenía pinzas grandes, chicas, un látigo, corsé con puas, y cosas que ni conocía ni me imaginaba, pero todas para lastimar.
Ya que estaba furiosa, ver eso me enfureció más, el hijo de puta quería usar eso conmigo. Lo empujé hasta que quedo boca abajo.
¿Así que yo era la que iba aprender a maullar? ¿a ver cómo te va esto? – le di dos fustazos en el culo y soltó dos grititos como si no le dolió mucho. Tenía ganas de hacerlo gritar fuerte; pero tenía ganas, pero no tenía estomago para pegarle a nadie así. Dejé la fusta para terminar con esto y marcharme, cuando veo que la agarra Rosario.
Espera y mira esto – le dio dos fustazos – maúlla gatita linda – miau, miau – respondió el marido al tiempo que levantaba el culo
Uhm… me parece que esta gatita tiene que maullar más fuerte, a ver quiero escucharla – y le empezó a dar fustazos al tiempo que los maullidos ya se parecían más bien a un felino - ¿sabes porque me separo – me preguntó – me enteré y tengo las pruebas que este cabrón, encerró a algunas chicas en su oficina insonorizada y usaba esto que ves aquí con ellas y después las amenazaba con ponerlas en una lista negra.
Oye, pero ¿quién es para poder amenazar tanto?
El dueño de las grandes tiendas, ¿te das cuenta el poder y el dinero que tiene? Pero ahora no le sirve para nada, aunque me parece que encontró su destino.
¿Qué le vas hacer? Mira que yo no quiero que me metas en cosas raras.
No tengas miedo, lo había sospechado y hoy lo voy a comprobar – se fue donde tenía apoyada la cabeza contra el piso y se la levantó
– A ver mi gatita ¿quiere que mamita le de otros azotitos?
– Bueno si quieres – contestó con una vocecita de cualquier cosa menos de un hombrón como el – como respuesta recibió un bofetón que le dio vuelta la cara
-Miau, la gatita solo tiene que maullar, y ahora te voy a dar el gusto – se pasó atrás y le empezó a dar. Era raro, porque maullaba pero levantaba el culo como pidiendo más. Tenía todo colorado y las bragas hechas tirones, pero se seguía moviendo como si estuviera disfrutando. Era un espectáculo surrealista, tenía conocimiento que existían esos vicios, pero nunca lo había visto. Rosario fue al cajón y tomó un consolador de regular tamaño.
-Mi gatita se puso cachonda, vamos a tener que calmarla un poco; a ver como grita mi gatita cuándo se la follan – lo agarró de los pelos y le levantó la cabeza – a ver como ensaliva esta cosita que le vamos a meter en el culito. Pensé que se iba a quejar iba insultar, algo para protestar, pero nada, se la metió en la boca y la chupó hasta que le mandó, le puso una almohada debajo de la cara para que no diera contra el piso.
– Bueno ahora vamos a sacarle la calentura, ¿a ver cómo gritan las gatas cuando se la follan? – Los gritos que pegaba eran parecidos a las gatas, pero aparte mordía la almohada, Rosario buscó las llaves de las esposas y le sacó las de los pies. Era algo que no me gustó, aparte que no me gustaba nada de lo que veía. Pensé que se podía parar y que iba a dar guerra, pero nada, se quedó quietecito. Le volvió a meter el chirimbolo y le daba como si lo estuviera follando, los gritos no se sabían si eran de dolor o de gusto, de pronto notamos como se estaba corriendo en un orgasmo que lo dejó desmayado o así parecía.
-Rosario, para, a ver si lo matas, mira como quedó
No te preocupes que está mejor que nosotras. Creo que está cumpliendo su sueño.
Pues ten cuidado cuándo despierte, yo no quiero más peleas.
No, espera, te tengo que pagar, pero aun puedes hacer algo más por mí.
¿Pero que me vas a pagar si no te hice nada? Aunque no fue mi culpa.
Silvia tú no sabes lo que hiciste, pero es mucho más de lo que te imaginas, y quisiera completarlo si me ayudas.
¿Me quieres explicar lo que hice?
Pues me arreglaste la vida, estaba tramitando el divorcio, pero ya no me voy a divorciar, ya creo que lo tengo bien agarrado y que le gusta que lo tenga. Ayudame a estar segura.
¿Cómo quieres qué te ayude?
Mira, él estaba loco por verme en una situación lésbica, pero no porque lo enojara, sino porque lo deseaba, ¿le damos el espectáculo a ver cómo reacciona?
No, yo lo más que puedo hacer es darte los masajes como tratamos y nada más.
Por muy bien que lo hagas, y estoy segura que me va a gustar, eso no es lo que espera, lo que quiero es que me vea como te como el coño.
¡No! no, Rosario, eso no es lo mío, yo doy masajes y no hay razón para que cambie.
¿Diez mil razones no son suficientes?
Joder mujer. Pero si por mucho menos puedes encontrar cientos, ¿porque yo?
Porque él te vio a ti, y tú eres la que está aquí ahora. Si quieres pídeme más, es mi futuro.
Bueno está bien, ¿cómo hacemos? – no me gustaba nada, pero eran diez mil razones
Cuándo despierte, nosotras vamos a estar sentadas en el sillón, yo voy a empezar a besarte, tú quedate quieta y dejame todo a mí, te desnudo y ahí te como entera, que trabajo no me va a costar; por ahí hasta tienes un orgasmo, y sino finge un poco.
Cuando volvimos, estaba tirado nos miró con una sonrisa bobalicona como si estuviera en el paraíso.
-A ver, mi gatita, le vamos a poner algo para que se divierta mientras yo converso con Silvia. – fue a buscar al maletín y saco un vibrador, revisó que tuviera pilas, lo probó y se lo planto en el culo a Don Guillermo, que era el nombre del maridito, y le dio al control. No sé si le dolía, pero se le escuchaba un ronroneo que más parecía de gusto.
Se sentó al lado mío y me dio un beso. Me habían dado mejores, pero no era malo, me besaba por el cuello mientras me sacaba el sujetador de la forma más erótica. Era una buena artista con una mala partenaire. La miraba hacer todo perfecto, y me gustaba lo que veía, pero es que no lo sentía. Corría su boca sobre mi cuerpo, haciendo escala en mis senos para seguir el recorrido que la llevaba a mi sexo. Ahí demostró el compendio de habilidades que poseía. La miraba con la admiración de ver todos los recursos que disponía. Debía ser una amante apasionada y tengo que reconocer que hasta llegó a prenderme una llamita de calentura, pero nada más ver al maromo convertido en seudo gata moviendo el culo con el vibrador puesto, el termómetro pasaba la línea del cero para abajo.
Tampoco podía dejarla ahí toda la mañana gastándome el coño. La notaba empeñada en arrancarme un orgasmo, y me daba pena. Ya qué no podía tenerlo por lo menos disimular, y disimulé. Comencé a gemir y a mover la pelvis contra su boca, me retorcía, levantaba las piernas mientras la había agarrado del pelo, metiendo su cabeza contra mi almeja y gritando como si viniera el fin del mundo y esta fuera el ultimo orgasmo. Don Guillermo había apoyado la cabeza en la almohada y la baba le corría por la comisura mientras miraba con los ojos como platos. Al fin me dejé deslizar por el respaldo, sofocada como si me hubiese corrido para el libro Guinees. Rosalía se abrazó a mi cintura, tratando de recuperar la respiración, no porque ella sí tuviera un orgasmo, simplemente porque el apretón que le había pegado, no la había dejado respirar. Fue subiendo besando mi cuerpo, mis senos, mi cuello, y al llegar a mi oído me susurró.
-Como actriz mereces un diez, como amante, o eres un desastre o yo soy una inútil - yo también le contesté en un susurro.
Que quieres, con tu marido mirando ahí, no me calientas ni metiéndome una plancha en el culo. – se echó a reír y antes de separarse me dio otro beso como para revisarme si tenía las amígdalas en su lugar.
A ver qué le pareció a la gatita puta ¿aprendiste cómo se trata a una mujer – miau – le sacó las esposas de las manos, ahora podía moverse como quisiera, se volvió al sillón y lo llamó abierta de piernas – vente para aquí con tu mami – se acercó gateando metiendo la cabeza contra su pelvis - ¿ves cómo le hice a Silvia? Pues ahora tienes que hacer lo mismo, y mejor que lo hagas bien, porque si no estos dos fustazos serán un bocadillo comparado con los que te vas a llevar.
Lo agarró de la cabeza y se la metió contra su coño, el lamía como un desesperado, cuando le metía la lengua, se le notaba en el cuello la fuerza que hacía para llegar más adentro. Muévela, muévela gritaba Rosalía, mientras le daba un azote, que a esta altura no sé si era un sufrimiento o un placer. En ese momento le aumentó la intensidad al vibrador. Eso fue el aquelarre. El se atrevió a abrirle completamente las piernas mientras le lamia con angurria toda la raja, y ella lo agarró de los pelos atrayéndolo, mientras se movía como una contorsionista en la boca de él.
Rosalía se corrió con una intensidad envidiable, pensé que a lo mejor estaba actuando, pero cuándo Don Guillermo se separó para maullar como una gata en celo, le vi toda la cara mojada de los jugos de su esposa. Era raro, (bueno ahí todo era raro) pero estaba convulsionado frotándose contra el pubis como si fuera todo lo que siempre hubiese querido. Ella lo tomó de la barbilla y le acarició la cabeza mientras le decía cariñosamente.
-Mi gatita se portó muy bien, aunque me parece que ahora se corrió sin mi permiso, pero como aprendió bien la vamos a perdonar – miau contestó – bueno, ahora te voy a dar la ropita que te vas a poner en casa, esperame aquí.
Ven Silvia, ayudame a escoger la ropa para mi gata.
Rosalía, te ayudo, pero ¿no podías prestarme una bata que después me quiero dar un baño?
Si mujer, toma esta es cortita, pero tú tienes conque lucirla. Fijate entre esta ropa ¿Cuál crees que le quedara bien a mi gatita?
Pero esta es toda de mujer ¿de qué lo vas a vestir?
De lo que realmente quiere. Tu mira lo que le puede quedar mejor y no te preocupes. – empezamos a escoger y no nos poníamos de acuerdo yo separaba algo sobrio, elegante, ella no, sacaba lo más escandaloso que tenía. Al final le dije que si él aceptaba que lo vistiera como se le diera la gana. Pensaba que fuera del papel de gata con esa ropa la iba a sacar cagando. Fuimos nuevamente al sillón y se sentó en el mismo sitio pero más recta, con lo cual si bien la cara de él estaba frente al coño de ella no se tocaban. Le volvió a levantar la cara para que pudiera mirarla bien
Mira, desde hoy las cosas van a cambiar y mucho, no quiero siempre una gatita en casa, así que te vas a sacar ese aparato del culito, y te vas al otro baño y te das una ducha. Desde ahora aquí en casa eres Guillermina, te voy a llamar Mina porque es más corto, lo importante es que cuando llegues te cambies y te vistas de lo que realmente eres, ¿me entiendes? – miau contestó, plaf un bofetón le dio vuelta la cara – miau hacen los gatos y te dije que eres Mina y yo soy tu mami ¿entendiste ahora? – si - ¿si qué? – si mami – Bueno así está bien, ahora ponte esta ropita y como premio te dejo usar las bragas y el sujetador de Silvia. Voy a pedir que traigan unas tapitas para picar y unas cervezas, después nos las llevas a la pileta que tenemos que conversar y ya es el mediodía
Rosalía, yo no sé qué más puedo hacer aquí, si quieres te doy los masajes, pero más allá de eso ¿Qué pito toco? Y aparte me tengo que ir sin bragas
Los masajes los dejamos para la próxima, que por la propaganda que te hicieron no los quiero perder, y de las bragas no te preocupes que te vas a ir con ellas, vete a bañar que te espero.
Entré al baño y era un lujo, estaba para quedarse a vivir ahí, cómo serían los de la casa principal.
Me duché con esmero, no sabía porque, pero me sentía sucia, me envolví en un toallón y salí a la habitación, sobre la cama había como diez conjuntos de bragas y sujetador en juego.
-Que ¿los coleccionas?
Si tu marido fuera dueño de las tiendas de lencería más grandes ¿no tendrías todo esto?
Pues sí, es algo que me encantan, ¿puedo elegir un conjunto?
Elije los que quieras, vístete que vamos a afuera que se está mejor, te espero
Elegí un conjunto negro que era un escándalo, pero ya lo guardaría para una buena ocasión. Pensaba en Marce, quizá tuviera la suerte de que alguna vez me lo sacara ella. No quería mostrarme como abusadora, así que no agarré ninguno más.
Terminé de vestirme y me fui hasta las reposeras donde me esperaba Rosalía.
-Ven siéntate que ahora traen las cosas, “Mina apura que ya estamos” – gritó, al segundo se apareció Don Guillermo transformado en Mina con la bandeja y los bocadillos. Era la cosa más estrafalaria, tenía puesto una minifalda que casi se le veía el culo, las piernas depiladas, una sudadera por donde se veía el sujetador que yo había traído puesto, con un relleno que no le daba una forma creíble, unas sandalias que le quedaban chicas, y se había pintado los labios y maquillado como un pintor de grafitis.
Ay Mina, que trabajo vamos a tener si queremos sacar de ti una señorita.
Ay mami, es que no me diste tiempo.
Bueno trae las cervezas – trajo las cervezas y las dejo sobre la mesa - ¿a ver cómo te quedan las bragas de Silvia, se levantó la mini y mostro el culo todo colorado de los fustazos – te quedan muy bien, ahora vete y dejanos hablar – diciendo eso le pego una nalgada con fuerza – ay mami.
Mira, te hice quedar porque noto que todo esto te desagrado, ¿qué es lo que peor te cae?
Lo peor…, ver a una persona sometida, yo no lo consentiría y me parece hasta obsceno.
Te parece y lo es en casi todos los casos, no te diría en este, lo que tú ves como sumisión, es una especie de liberación para él. Cuando me enteré las barbaridades que había hecho con varias empleadas, busque las pruebas y se las llevé a Marta para que me gestionara el divorcio. Le pensaba sacar todo el dinero posible, pero así todo, siempre me quedó la duda porque lo hacía. También sospechaba algo de su travestismo. Sé que se tiene vestido de mujer y contratar a lesbianas para pasar una noche, decía que eran reuniones de negocios. Pensé que la obsesión de él, era ver un encuentro lésbico, pero hoy me di cuenta que la obsesión de él es ser lesbiana, quiere ser mujer y sentirse como mujer.
Pero ¿estas segura que le da por ahí? ¿Entonces no piensas divorciarte?
No, le voy a pedir a Marta que pare con la separación y que busque a las chicas que sometió este hijo de puta, para indemnizarlas y parar los posibles juicios.
Oye, pero si sigues pensando que es tan hijo de puta, ¿no te es mejor separarte?
Es que pienso que es un enfermo, un reprimido, siempre quiso ser mujer y tanto acallar sus deseos lo convirtió en un monstruo, y mucho de lo que hacía era lo que deseaba que le hicieran. Ahora en casa por lo menos va estar liberado.
Terminamos las cervezas y las tapas, y nos entramos en la casa a buscar mi bolso
Bueno, te deseo suerte, pero a mí creo que ya no me necesitas.
Silvia, yo puedo hacer que se sienta mujer, pero no lo es, por favor, vente el un sábado que quiero probar como mueves esas manos tan elogiadas, en mi cuerpo, ¿vienes?
Esta vez ¿no va estar tu marido? Si me dices que no va estar vengo
Te prometo que no, avisame cuando y vente tranquila, toma lo que tratamos.
Que ¿me vas a dar los diez mil? No es que no los quiera, pero no hice casi nada.
Como que no, simulaste un orgasmo que aun estando en el sitio apropiado casi me lo haces creer, y me arreglaste el futuro. Qué más puedo pedirte. Llevate estos conjuntos por si los andas perdiendo por ahí como los perdiste hoy.
Me despedí con un beso en la mejilla, tomé mi coche y volví a casa con un regusto amargo. Había visto una parte de la naturaleza humana que no alcanzaba a comprender, y no tenía mucho interés en comprenderla. Cómo se produce la degradación de una persona, y cómo me puedo sentir mal, llevando en el bolso diez mil razones para estar contenta, y las siento como diez mil razones para considerarme más puta.
La semana siguiente me sentí mal. No es que físicamente tuviera inconvenientes, estaba depresiva. Tenía que atender a Susi, algo que siempre me excitaba, pero esta vez lo hacía mecánicamente, tanto así que me sugirió que si tenía algún problema podíamos dejarlo para otro día. Ahí me di cuenta, que mucho de mi éxito, se debía a que sentían que de alguna manera participaba haciendo mío el placer que les brindaba.
Atendí a dos mujeres más, pero sin ganas, simplemente estaba trabajando. Me había quedado en la mente, él porque con el trabajo que me había hecho Rosalía, no había podido llegar al orgasmo. Me sentía puta, sentía que esos diez mil euros no habían comprado mis servicios, me habían comprado a mí. El viernes fui a lo de Inés, con ella pude disimular más, pero así todo le miraba las tetas (que eran mi punto débil) y no me decían nada, el erotismo se me había ido a la mierda.
A la noche cuando me acosté me puse a pensar en los momentos que pasé con Marce, con mi tía y Elisa, los orgasmos que me sacó Lisa. Eran mis pensamientos cuando venía excitada, después de haber dado unos buenos masajes y que me ayudaban a darme satisfacción sola. Pero ahora no tenía excitación ni ganas, solamente sentía que de a poco me estaba prostituyendo.
Seguía yendo a ayudar a mi tía, ahí encontraba el interés que me daba aprender la profesión que realmente me gustaba, pero ni ahí pude disimular mi desasosiego. Cuando salí ese viernes a atender a Inés, mi tía me pidió que esa noche fuera a cenar con ellas que tenía que hablarme.
Cuando llegué pasaban las diez de la noche, no tenía importancia al otro día no teníamos que trabajar. Y había decidido no ir a lo de Rosalía. Ya me estaban esperando con la cena servida. Comimos conversando de cosas cotidianas, tratando de disimular que algo no andaba bien. Terminamos de cenar y Elisa nos invitó a sentarnos en el sillón a tomar un café.
Por idea de Elisa me llamaban cariñosamente la Peque, por la estatura no era, pero en edad era evidente.
Me sentaron en el medio, y empezó hablar Claudia.
-A ver Peque, pensé que siempre que tuvieras un problema ibas a confiar en nosotras ¿Qué es lo qué cambió que no quieres contarnos? Hace días que te veo mal y tu ni noticias
No tía, no me pasa nada, es que estoy preocupada por los exámenes.
Peque no me tomes por tonta, si no quieres decirme está bien, pero creeme que me decepcionas, siempre íbamos a estar una para la otra.
Espera amor, a lo mejor no quiere contarte estando yo. Me voy a la habitación así hablan solas. Dijo Elisa
No Elisa, no es por eso, no te vayas por favor, es que es algo que me cayó muy feo.
A ver, sea lo que sea no veo que no lo puedas contar aquí, nosotras te trataremos de ayudar – me decía mientras me sentaba en sus rodillas como cuando era pequeña. Elisa se arrimó a ella y me subió las piernas sobre sus propios muslos – vamos, desembucha que te escuchamos.
Les conté todo, como me había peleado con ese hombre, y como me había vendido dando un espectáculo lésbico casi en público, cuando terminé me puse a llorar, algo raro en mí. - Fue Elisa la que contestó
-Pero ¿eso te puso tan mal? Peque tienes que pensar que este es un trabajo, que te estás haciendo un futuro, que lo que hiciste también fue un favor que le hiciste a esa señora.
Si te quiso pagar ese dinero es porque lo que hiciste lo valía, que le ves de malo – comentó Claudia.
Es que me siento como una prostituta, como qué me vendí yo.
No seas boba, tu no vendiste nada, en todo caso si fueras tú la que le hubiese comido el coño sin tener ganas, podrías pensarlo, pero así no – apoyó mi cabeza sobre su pecho mientras me acariciaba el pelo.
Pero es que desde esa vez no hay nada que me excite, ni pensando en cuando lo hicimos entre las tres; es un castigo.
Sabes que te pasa, estas muy sola, le das el gusto a todas, pero de ti nadie se ocupa. Tienes que tratar de arreglar con Marce, no se puede estar siempre mirando la comida y seguir en ayunas.
Me empezaron hablar, a explicar que eso estaba en mi cabeza. Que la pelea con el tipo ese y los nervios no me dejaron funcionar cuando Rosario me comió el coño, y después era solo un complejo. Mientras tanto, Claudia me acariciaba los hombros mientras me besaba el cuello. Elisa me pasaba la mano por la parte interior de mis muslos. Me dejé hacer, era todo tan suave. Tan tierno, que cuando una mano pasó sobre mis pezones haciéndolos despertar, un suspiro se me escapó haciendo notar que mi frigidez no era tan fría como me parecía.
Sentía las caricias llegar hasta mis ingles y pasar sobre mis bragas, me aferré a Claudia que ya se internaba por debajo de mi sudadera, me separó.
-Corazón, te vas a quedar a dormir aquí, mejor que te vayas desnudando – diciendo eso me saco toda la ropa de la parte de arriba dejando mis senos al aire. Respire como hacía días que no respiraba. Respire el aire puro, y respire el aliento puro que me transfirió en un beso. Elisa seguía sobándome la almeja por arriba de las bragas, y me tenía enloquecida.
Por favor tía quítamelas.
¿Qué quieres que te quite? - Preguntó Claudia
No, le digo a la tía Elisa. – esta saltó hacia mi boca
Si mi peque, tu tía te va a mimar mi ángel. – mientras me daba un beso lleno de cariño. Me sacó la falda y las bragas, dejándome como Eva, pero sin la hoja de parra. De la boca siguió besando para abajo, parando para besar a Claudia (ese si apasionado) y siguió hasta llegar a mi vulva. No me podía extrañar de lo que era capaz de hacer, y de lo que me podía hacer sentir. Su lengua hacía maravillas, parecía que conocía todos los puntos que me hacían vibrar de placer.
Claudia se había adueñado de mis senos haciéndose un festín que compartíamos, pasaba la lengua por las areolas haciendo que mis pezones brotaran para estrujarlos con los labios. Tanto placer de arriba se complementaba con el de abajo. Donde Elisa escribía el cuento más erótico que alguien pudiera escribir en un clítoris. Posiblemente la alegría de saber que seguía siendo la que era, hizo que ese orgasmo lo sintiera diferente a todos. De golpe se me fueron los complejos, ya no sentía esa sensación de putanga que me tenía estresada los últimos días, había gozado sin culpas y sin miedos.
-Tengo las tías más maravillosas del mundo – no había terminado de decir eso cuando Elisa me agarro a besos, en la cara, en los ojos, todo era bueno para que me besara.
¿Qué te pasa? – preguntó Claudia.
Me dijo tía, soy la tía, eso es lo que me pasa, ¿verdad peque que también soy tu tía?
Claro que eres mi tía, pero mejor no me la hagas sufrir a Claudia porque te coso el coño.
Ay que rica mi sobrina ¿estás segura que no te vamos a coser nada?
Que, ¿Qué me quieren coser?
Claudia, agarrala por adelante dejame la parte de atrás. - esta se acostó en el sillón y me arrastró hasta llevar mi coño a su boca, mientras que Elisa me pasaba la lengua por el ano. Era una sensación indescriptible, dos lenguas dándome placer con una sabiduría que, si antes tenía miedo a la frigidez, ahora me estaba acojonando que me convirtieran en ninfómana. Eran incansables, no pararon hasta sacarme dos orgasmos más.
Quedé destruida, sentada en el sillón mirando con que pasión se besaban. Cuando pararon para respirar miraron hacía mí.
-Uy la peque esta rendida ¿la llevamos a dormir?
- Llevala tú que le voy a buscar un camisón. – fue Elisa la que me cargo, me sentó en la cama cuando Claudia llegó con el camisón, me lo pusieron y después de darme un beso cada una, se fueron a comprobar si les había contagiado la frigidez.
Estaba tan contenta que no tenía sueño, escuchaba el escándalo que hacían esas dos, y me agradaba. Daría mis ahorros porque fueran siempre así, que se amaran como se aman, y que me siguieran queriendo como me quieren.
Pensaba que de a poco iba conociendo los distintos niveles del sexo. Primero con mi tía, amor filial; después con Marce, sexo por amor; con Lisa, sexo por pasión; con Rosalía sexo obsceno; y ahora con mis tías sexo por cariño, por ternura, decididamente era una chica con suerte.
Los ruidos se habían acallado se habrían quedado dormidas. De golpe me acordé cuando era pequeña como me gustaba dormir abrazada a mi tía. Fue una tontería, pero tenía tantas ganas que se me dio por mirarme en el cuerpo de Elisa. Me levanté despacito y entré a la habitación de ellas, estaban abrazadas como me gustaba estar a mí, entraba una tenue luz por la ventana y podía verlas con bastante nitidez. Me dio un ataque de ternura, ¿cuándo podre tener mi amor para poder dormir así? Fui a salir silenciosamente cuando una corriente de aire hizo golpear la puerta. Elisa se despertó y me vio.
-Peque ¿Qué pasa?
No, nada es que me sentía sola y me acordé cuando dormía con la tía como duermes tu ahora, perdoname ya me voy.
¿Qué pasa? – preguntó Claudia un poco asustada.
Nada, que la peque se siente sola.
-Traela para aquí, ponla en el medio.
Ven acuéstate, pero quitate ese camisón que te vas sentir más acompañada – me lo quitó y me hizo acostar.
No las estaré molestando ¿no?
No boba, tu no molestas nunca, tu eres nuestra sobrina, tu eres nuestra.
Claudia me abrazó de atrás y me atrajo, mi culo quedó contra su pubis y sus tetas eran el colchón de mi espalda. Elisa metió su pierna entre las mías y creo que le llegaba al coño de Claudia, sus tetas se toreaban con las mías. Así en un emparedado entre dos mujeres hermosas y sexualmente activas, dormí envuelta en su cariño sin ningún deseo sexual pero segura que no era por frigidez.
No sé si este relato está bien encuadrada en esta categoría, pero la trama va a seguir más bien por aquí. Espero que me avisen si voy corrigiendo errores. Gracias