Estudiando Kineosología 11

Silvia se empieza a deshacer de los compromisos para empezar una nueva vida

Los días iban pasando y las reformas estaban progresando a buen ritmo. Marce estaba volcando buena cantidad de dinero, pero quería hacer una buena base de servicios para que fuera cómodo para los que se animaran a poner un negocio ahí.

Yo mientras tanto seguía con lo mío, y no me podía quejar, pero a pesar de que económicamente me iba bien, atender a Rosalía me incomodaba. No es que quisiera acosarme ni nada parecido, pero notaba que le quedaron las ganas y no quería que pasara nada más. Para decir verdad el miedo lo tenía por ella y por mí, todavía me rondaba en la cabeza la tarde en que nos desmadramos, y no le podía echar toda la culpa.

Caminaba una mañana pensando en que al fin, no era tanto lo que tenía que aguantar, unos meses nada más faltaban hasta que rindiera las ultimas materias y dejar este trabajo. Iba distraída en el momento que me crucé con Marcela, la futura contadora.

-Hola ¿cómo te va, donde estuviste escondida? – le pregunté mientras la saludaba

  • Uf…no me preguntes estuve buscando trabajo, y mira, en todos lados me tiran para atrás.

  • Ay ven a tomar algo y me cuentas.

  • No, te agradezco, pero me olvide el dinero en casa, así que mejor que no.

  • Pero ven mujer, te invito yo que hace rato que no hablamos, que de tu hermana tampoco se nada. – fuimos a un bar y pedí un desayuno para cada una – a ver cuéntame, ¿qué hay de eso que en todos lados te echan para atrás.

  • Pues eso es lo que hay, me toman los datos, pero cuándo buscan referencias, no hay caso, me mandan para afuera. Imagínate, yo había quedado con mi hermana que aunque yo me atrasara en el estudio, ella que es más aplicada se recibía de abogada, que solamente le falta un año, y después ella me ayudaba a mí. Ahora tuvo que salir a trabajar, y yo no tengo para la matricula. Estoy pensando meterme de prostituta hasta que termine la carrera Mónica, ahí no me van a pedir referencias

  • Estas loca ¿pero y por qué te salen malas referencias?

  • Porque le rompí la cabeza con un cenicero a mi antiguo empleador y se encargó de ponerme en una lista negra

  • ¿Y porque le pegaste?

  • Porque el hijo de puta me llamó a la oficina y me quiso follar. Hasta ahí no hubiese sido tan malo, que total, estaba bastante bien, pero va que saca una maleta llena de trastos, cadenas, látigos, cuerdas, consoladores, lo que te puedas imaginar, y quiso esposarme. Te imaginas lo que me pensaba hacer, agarré un cenicero de mármol de arriba del escritorio y se lo sacudí.

  • Oye ¿no estarías trabajando en las grandes tiendas?

  • Si, ¿cómo sabes?

  • No… es que me dijeron que al dueño le daba por ahí.

  • Le daba, y le debe de estar dando, la cosa que a mí me arruino la vida. No voy a dejar que mi hermana arruine su futuro por ese cabrón, total a mí follar me gusta, pues ahora lo haré por dinero.

  • Marcela, no seas tonta, una cosa es hacerlo porque te gusta, con quien te gusta, y otra con quien no conoces, que puede ser peor que el dueño de la tienda.

  • ¿Y qué quieres que haga? No voy a dejar que Mónica pierda su carrera, ahora consiguió trabajo por medio día, pero ya nos están tirando la bronca porque debemos el alquiler, si no lo pagamos esta semana, nos echan afuera.

  • Mira, no hagas locuras, yo te voy a prestar quinientos euros y dame esta semana que quizá te consiga algo mejor que andar putaneando por ahí.

El sábado hablé con Rosalía. Le expliqué que pronto iba a dejar este trabajo para dedicarme a lo mío, y le iba a conseguir una chica muy mona que podía hacer lo mismo que yo. También le dije, que era una de las que podía meterle una denuncia, y poco iba a importar el cambio de Mila por Guillermo. Así que, si no le gustaba como masajista, podía llegar a un arreglo por lo otro. Quedamos que en el próximo sábado iba a venir con ella.

Ya le había contado a Marce lo que pensaba hacer, estuvo más que de acuerdo. Después de saber lo que había pasado entre las dos, que siguiera atendiéndola, era algo que apenas soportaba. El domingo a la tarde me reuní con las dos hermanas. Nos saludamos y me agradecieron el préstamo, pero no sabían cómo devolverlo.

Las invité a mi departamento para conversar tranquilas, había preparado algo para comer y otro algo para tomar.

-Bueno Marcela, el sábado tienes que venir conmigo a dar unos masajes a una señora, si le gusta ya tienes trabajo.

  • Pero si yo no sé dar masajes, me va a sacar carpiendo.

  • Sí que sabes, tus buenos masajes te debes haber dado, no te hagas la estrecha.

  • Qué ¿ese tipo de masajes?

  • Sí, ese tipo, pero lo vas a tener que disfrazar un poco, tendrás que sobarla por el cuello, las piernas, bueno, por todo, pero lo principal es eso.

  • Oye, eso lo podía hacer yo que me gustan las mujeres. – dijo Mónica

  • Nunca me dijiste que eras lesbiana

  • Tampoco tengo porque andar diciéndolo por ahí.

  • Sí, tienes razón yo también lo soy y no lo ando pregonando.

  • Pero bueno, son lesbianas las dos y soy yo la que le tengo que hacer la paja a esa vieja.

  • Uhm…no te apures, que cuándo veas a esa vieja, no te va a caer tan mal, está mejor de lo que crees.

  • Pero dime una cosa, ¿voy a tener que ir a masturbarla todos los días, para sacar un sueldo más o menos?

  • No, los sábados nada más, así si quieres puedes estudiar de nuevamente.

  • ¿Y cuánto me va a pagar por paja para que nos alcance para vivir?

  • No te paga por paja, te paga mil euros por sesión, y si le haces alguna cosita más que le guste, te puedes sacar algo más.

  • ¿Mil euros por sábado? Por mil euros ¿qué cosita más? le como el coño, aunque no me dé más que eso.

  • No tendrás un trabajito como ese para mí. – preguntó Mónica

  • Ponte a la cola, que a lo mejor algo encontramos.

  • Silvia, porque no me enseñas un poco, como tengo que hacer.

  • A ver, tiéndete en la cama que traigo una crema y te explico. - Se tendió y empecé a darle por el cuello mientras le iba explicando. Mónica miraba interesada.

  • ¿Me vas a dar cómo le das a ellas?

  • Esa parte es como te la das tú en tu casa, si no sabes, le dices a tu hermana que te enseñe.

  • Ay que sosa ¿qué tiene una lesbiana que no tenga yo?

  • Ganas de andar con una mujer antes que con un hombre, y eso te falta a ti.

  • No te creas, que por mil euros, ya me empiezan a gustar. - Después que le hice una demostración seguimos conversando un poco de guasa, hasta que nos despedimos, quedando que el sábado a la mañana la pasaba a buscar.

Pasé la semana ocupada. El viernes la atendí a Inés, otra cuenta pendiente. Sabía que a Marce no le caía bien esa relación. No es que tuviera celos ni nada de eso, pero le daba una mala sensación, que la madrina pudiera disfrutar lo que no podía disfrutar ella.

Por otro lado, no podía decir nada porque gracias a ella nos conocimos y estamos como estamos.

El sábado pasé por Marcela a la mañana. Me estaba esperando, estaba bien arregladita como para lucirse (tenía con qué) subió al coche y mientras íbamos en camino, le fui comentando como era Rosalía. Le recalqué que si bien era buena, le gustaba manipular a la gente, pero si se ponía firme la iba a respetar.

Cuando llegamos se quedó pasmada con la bruta mansión, cuando seguimos a la otra, se desilusiono un poco

-Qué, ¿es a la casera qué tengo que atender?

  • No mujer, es a la dueña, pero tanta casa no le gusta, allí está, ven que te la presento. – las presenté y enseguida me di cuenta que a Rosalía le había caído bien.

  • Ay pero que niña guapa me traes – le dio dos besos – ven corazón, me parece que tú y yo, nos vamos a llevar muy bien. - Marcela se hacía la tonta, pero sabía de qué lado venían los tiros. Pasamos adentro de la casa y al ir hacía la habitación le dijo – ¿me imagino qué no tendrás inconveniente en darme los masajes en ropa interior cómo hace Silvia?

  • No que va, si te gusta así estaré más cómoda.

  • Así me gusta, que seas dispuesta nos vamos a llevar muy bien, pero te voy a pedir un favor. Tengo una gatita malcriada que se portó muy mal, y quiero que la castigues – no sabía lo que había preparado, y a Marcela mucha gracia no le hacía. Pasamos adentro y nos quedamos sorprendidas. Estaba Mina en su papel de gatita, a cuatro patas con una pollerita que no le tapaba nada maullando con el culo levantado.

  • Ves, a esta gatita tienes que castigar, aquí tienes esta fusta y ven que te pongo este arnés, tú elige el dildo que te parezca y te la follas como más te guste – nos habíamos quedado las dos de una pieza. Yo no sabía lo que hacer, no sabía que Rosalía iba a montar esa escena. Marcela se puso colorada y no sabía que pito tocar, me miraba, pero a mí no se me ocurría nada, por fin habló.

  • No, perdóname, pero eso no soy capaz de hacerlo, pensé que era contigo nada más.

  • ¿Estás segura qué no eres capaz?

  • Yo no podría hacerle eso a nadie.

  • ¿No quieres mirar bien a mi gatita? Ven, a ver si sigues pensando lo mismo. – se acercó lo suficiente, y empezó a cambiarle la expresión de la cara.

  • Este… este…– tartamudeaba – este hijo de puta; dame el arnés. - Se quitó las bragas y se puso el aparato, eligió el dildo más grande y comenzó a darle fustazos, Mina maullaba, arañaba la manta donde estaba arrodillada, de pronto le apuntó a la puerta del culo y empujó con fuerza. Los maullidos ya eran escandalosos, Marcela se movía metiéndole todo ese cacharro al mismo tiempo que lloraba.

  • Rosi, porque no la paras, le va a hacer mucho daño. – le dije

  • Déjala, déjala que se quite la rabia, Mina mientras siga maullando creo que lo disfruta. – mientras mirábamos, vemos a esta tener un orgasmo que manchó toda la manta y caer boca abajo. La espalda y las nalgas las tenía a punto de sangrar de los fustazos, el ano parecía la entrada del metro. Marcela lo miró y se paró llorando.,

  • Yo… yo no soy así, esto no me gusta hacerlo – hipaba – pero es que el me arruinó la vida, desde que me echó no pude conseguir trabajo por culpa de el – mientras lloraba a mares.

  • No llores mi amor, hiciste lo que tenías que hacer, no te sientas culpable porque se lo merecía – le susurraba mientras la apretaba contra su pecho y le acariciaba la cara.

– No llores más, no me gusta verte llorar – le iba pasando los labios por donde le corrían las lágrimas

– Déjame Deja que te quito esto – y le sacó el arnés dejándola desnuda por abajo.

  • Ya está, ahora para de llorar, mira estas mojando el sujetador, espera que te lo saco, vamos una chica linda como tú no tendría que llorar nunca – la carga emocional que debía tener Marcela era tal que no decía nada cuando la estaba secando a besos. Parece que las dos estaban idas, una porque se dejaba besar como si no fuera con ella, y la otra porque la estaba devorando donde había lágrimas y donde no las había-

No sabía lo que hacer. Podía adivinar en que iba a terminar, pero si Marcela no reaccionaba ¿qué podía hacer yo? La escena era surrealista, Mina tirada en el piso maullando de dolor, o de gusto que con ella nunca se sabía.

Rosalía con la cabeza metida entre las piernas de Marcela a los lambetazos, y esta con una cara doliente, que no se sabía si estaba en el paraíso o en el infierno.

Yo tampoco sé dónde estaba, lo que sé es que si estaba en el infierno, tan malo no debía de ser, porque en un momento la agarró de la cabeza y empezó a moverse más que cuando se estaba follando a Mina. Se quedó despatarrada, no sé si por la tensión o por el orgasmo, pero a Rosalía eso no le importaba, porque le metió una respiración boca a boca que la dejó con los ojos dando vuelta.

-

Ven bonita ¿estás bien? – le preguntaba mientras Marcela repetía

  • Yo no soy así, yo nunca hago estas cosas. – repetía compungida

  • Lo sé cariño, lo sé, pero no te preocupes, no vas a tener que hacerlo más si no quieres, y ahora a secar esas lagrimitas, que esos ojos no se hicieron para llorar, - le besaba los ojos, la apretaba contra su pecho, mimándola con sus caricias, y Marcela se dejaba mimar – Ahora date una ducha, así te despejas que te voy a preparar algo para ponerte – se fue como alguien que se hubiera quedado sin voluntad. Tan pronto entró en el baño, se vino hacía mí.

  • Tu eres mi ángel de la guarda, primero me mostraste el camino que tenía que seguir en mi vida y ahora me traes esta pequeña para que la haga mujer.

  • Yo creo que mujer ya es, pero trátala bien, no es lesbiana y quizá se desoriente en este ambiente y esté un poco perdida, para colmo le diste un repaso de vuelta y media.

  • No te preocupes, no hace falta ser lesbiana para agradecer una buena lambida de coño.

A ver Mina vete y vístete y por ahora no vuelvas. – se fue Mina caminando con dificultad por el dolor de culo, pero no iba para nada angustiada – llévate esas bragas son para ti.

En ese momento salió Marcela desnuda.

  • ¿Dónde están mis bragas?

  • No te preocupes por ellas, aquí tienes para elegir, mira pruébate estas – se agachó y se las puso, se la arregló como sabía hacer ella, se las alisaba, le acomodaba el sujetador, sin que Marcela se enterara de la sobada que le estaba dando. Al fin quedó con unas puestas y las otras se las dio para que se las llevara ¿Te vistes?

  • Bueno si quieres, pero yo pensé que querías que te de los masajes.

  • Si, que quiero, pero hoy creo que no estas para eso.

  • Pero yo necesitaba el dinero para pagar la pensión.

  • No te preocupes, vas a llevarte el dinero, pero ya que no estás estudiando ni trabajas, el lunes te espero a la tarde y me das los masajes, ¿o tienes que hacer?

  • Bueno, iba a buscar trabajo, pero con las referencias que tengo, tanto da.

  • Por el trabajo no te preocupes, si me atiendes bien ya lo tienes, empieza a buscar la forma de seguir estudiando, que voy a necesitar una contadora. Toma esto hasta el lunes te va a alcanzar, y tú toma esto que te lo mereces por todo lo que haces por mí. – diciendo eso nos dio un sobre a cada una. Lo agarré porque sabía que era inútil rechazarlos. Salimos de la casa calladas, miraba a Marcela y la notaba compungida.

  • ¿Te llevó a tu casa?

  • No, mejor vamos a comer algo, que la verdad tengo hambre. Te invito. – se me ocurrió que quería hablar conmigo para reprocharme el momento que pasó. Paramos en un restaurant de medio pelo, nos sentamos y después de pedir la comida, decidí aclarar las cosas

  • Marcela, sé que pasaste un momento desagradable, pero yo no pensé que iba a terminar en eso. Te dije que era manipuladora, pero tú tampoco ofreciste ninguna resistencia. Por lo que dijo, con ella podías solucionar tus problemas y estudiar, después queda en ti poner tus límites y no dejarte manejar. – me miró seria un momento, hasta que se le asomó una sonrisa.

  • ¿De verdad crees que es tan fácil manejar a una estudiante de contadora?

  • Bueno, no sé, pero me parece que hizo contigo lo que quiso.

  • Silvia, no te confundas. No te voy a negar que en el primer momento con el cabrón ese, se me salió la cadena, pero después, empieza a pensar que a lo mejor hizo conmigo lo que quise que hiciera. Ah entre paréntesis, le voy a tener que decir a mi hermana, que ya no me parece tan bobo eso de arreglarse entre mujeres.

  • ¿No me digas qué te gustó?

  • Mal no la pasé, y si aparte me pagan, que quieres que te diga, es mucho mejor que ser prostituta, y creo que si la tengo contenta, puedo sacar una buena porción.

  • Si le das el gusto, seguro que sí.

  • Y se lo voy a dar, y más sabiendo que el gusto de ella es también darme el gusto a mí.

Seguimos hablando mientras comíamos, pero ahora más tranquila. Aunque me quedé sin saber quién iba a manipular a quien en esa relación.

Estaba contenta, había solucionado lo de Rosario de la mejor manera. Había sacrificado algo de ganancia, pero ya no tendría que soportar la sonrisa socarrona de Marce, cuándo los sábados trataba de adivinar si me había pasado de masajes.

Habíamos hecho limpiar la pileta y la casa de los cuidadores, así que los domingos íbamos temprano a supervisar las obras, y esperar que vinieran mis tías al picnic y darnos un remojón. Marce con la fuerza que tenía en los brazos nadaba a la par nuestro. La verdad aprovechábamos el verano de la mejor manera.

La parte donde iba a poner el consultorio ya la tenía arreglada. El equipamiento lo tenía casi todo comprado, así que me dediqué a arreglar la casa de atrás que es donde íbamos a vivir, que por otra parte era enorme, ya que realmente eran dos con una cocina grande y un comedor como para un regimiento.

Las habitaciones eran espaciosas, y en la que íbamos a estar nosotras le instale el baño adentro, después quizá haríamos otros arreglos.

Tenía que empezar a ocuparme de como hacer para desprenderme del asunto de los masajes, no quería hacerlo en forma abrupta, sobre todo a mis clientes preferidas.

Quería comenzar con Inés. Sabía que a Marce le incomodaba, aunque no lo dijera.

Traté de serle sincera, le expliqué que, aunque le debíamos el habernos conocido, más todo lo que hizo por nosotras, el atenderla a ella y al mismo tiempo noviar con su ahijada, quedaba un poco chocante. Le prometí una sustituta que, si no le agradaba, seguía yo con los masajes. Había pensado en Mónica, después de todo fue ella la que me pidió un trabajo así. Cuando la encontré la invité a un café para hablar tranquilas.

-Bueno, por fin te encontré el trabajo que me pediste.

  • ¿Yo te pedí un trabajo?

  • ¿Y ahora qué pasa? ¿no me dijiste si te conseguía un trabajo como el de tu hermana?

  • Ay sí, claro ¿y me lo conseguiste?

  • Pues sí, si quieres el próximo viernes te presento y empiezas.

  • Pero yo no sé lo que hacer ¿es una señora mayor?

  • Mayor que tú sí, pero con que le hagas algo parecido a lo que les haces a tus novias, ya está.

  • Silvia, yo a la única novia que tuve, le hice bien poco, éramos chavalas.

  • ¿Pero no dijiste qué eras lesbiana?

  • Y…sí…me gustan las mujeres, pero aparte de la chica con la que me pillaron mis padres, nunca anduve más con otra.

  • Este es el caso más raro. Algunas andan con un montón y no se atreven a salir del closet, tú lo primero que hiciste fue reconocer que eres lesbiana y no saliste con nadie.

  • Es que no sé cómo encarar, no sé qué decirles, me parece que se van a reír de mí.

  • Mira Mónica, tú más de una vez te abras hecho un dedo, pues lo que tienes que hacer es justamente eso, nada más que disfrazarlo con algunos masajes para calentar el ambiente. Si quieres te puedo enseñar lo de los masajes, después el dedo te lo haces tú.

  • Bueno. Si me haces el favor, a ver si se me va un poco la vergüenza – fuimos a mí departamento y le enseñé como tenía que trabajar con los hombros, el cuello, la espalda, y de ahí para abajo solamente se lo expliqué con palabras. Creo que aprendió bastante.

No estaba muy tranquila, así que quedé con Inés de encontrarnos para explicarle la situación de Mónica, que ella decidiera si quería probar o no.

-Pero a ver ¿Qué me dices que es lesbiana pero no sabe lo que hacer con una mujer?

  • Bueno, algo así, le encantan las mujeres, pero es tímida y le da vergüenza que se den cuenta que no tiene experiencia, vino aquí a la ciudad porque sus padres la echaron por lesbiana, pero como no conocía a nadie, se dedicó a estudiar, y nada.

  • ¿O sea que es lesbiana pero no ejerce?

  • Algo así, pero no por qué no quiera, tu podías enseñarle bastante, te digo que es muy mona, seguro que te va a gustar.

  • Tráela que si es como dices ya consiguió profesora.

Eso me tranquilizó, sabía que por apariencia no había ningún problema. Mónica era una chica que tenía lo suyo. Una morena con un cuerpo que llamaba la atención a pesar de que no se preocupaba por realzarlo, venía de un pueblo en que no había mucho para lucir, en la ciudad tampoco el dinero le daba para hacer grandes cosas. Tenía 23 años, pero aparentaba menos y se vestía como una colegiala, ahora en verano andaba con unos pantaloncitos que hacía notar lo que llevaban adentro, pero claro, los piropos venían del lado de los hombres, y eso era lo que menos le interesaba.

El sábado la fui a buscar, estaba vestida como para ir a la Universidad, pensé en llevarla a casa para maquillarla un poco, pero decidí dejarla así, después de todo si tenía que volver, no iba a estar yo para arreglarla.

Cuando llegamos a la casa, quedó sorprendida del lujo que se notaba desde afuera.

-Oye, pero ¿estás segura de que esta señora va a querer que le haga masajes yo?

  • Mónica, esta señora va a estar encantada, no la vayas a tratar de señora o doña, tutéala como si estuvieras hablando conmigo, que no es una vieja. – cuándo Inés abrió la puerta se quedó sorprendida. Las presenté y pasamos, nos hizo sentar en el sillón.

  • Vamos a tomar un jugo, ven Silvia, ayúdame a prepararlo – fui hasta la cocina - ¿qué me trajiste, no me digas que es menor?

  • ¿Qué menor? si tiene 23 años y le falta poco para recibirse de abogada, qué ¿no te gusta?

  • Como no me va a gustar, tan tiernita que se ve, y timidita ella, tomate rápido el jugo y márchate que me parece que vas sobrando.

  • Ay, como me descartas de rápido, vamos que debe estar con unos nervios que por ahí se escapa, mira que la intimidaste.

  • Bueno voy a tratar de desintimidarla después que te vayas tú. – pasamos a la sala, y como me parecía, Mónica estaba inquieta, me miraba como esperando que le avisara cuándo se tenía que echar a correr. Inés se sentó pegada a ella, y ahí me di cuenta de que los masajes ya no le importaban, se había despertado la cazadora, iba por más.

  • No sé si le dijo Silvia, yo muy experta no soy, recién estoy empezando.

  • Corazón, por favor tutéame, y no te preocupes, que lo que no sepas te lo enseño yo. Bueno Silvia, gracias por traerme esta hermosa niña, si quieres te puedes ir.

Me fui antes que me echara de mala manera. No sé cómo le saldrían los masajes, pero me daba la impresión de que Mónica iba a aprender algunas lecciones de lesbianismo.

MONICA y INES

Tan pronto salió Silvia, Inés se arrimó un poco más, le acarició la cara.

-Estas nerviosa, ¿nunca hiciste masajes verdad?

  • No, pero si me dices yo voy a hacer lo que tú me digas, Silvia ya me explicó un poco.

  • Uhm, entonces pasamos a la habitación que ahí es donde siempre me los daba, ven ayúdame a desvestirme por favor – se desprendió la blusa y dejo que se la sacara. Abajo no tenía nada. Bueno, no tenía sujetador, pero tenía un par de tetas tan bien puestas, que dejaron a Mónica estupefacta, Inés se dio cuenta y se le escapó una sonrisa.

  • ¿Son reales?

  • ¿Cómo si son reales, no las ves?

  • Sí claro, no te ofendas, quise decir si no son operadas, no parecen reales.

  • Ay mira no quieras arreglarla más que la cagas, toca, aprieta – mientras le llevaba la mano – que te parece, que son de juguete. – Mónica apretó un poco la punta, el pezón se puso duro y salió al encuentro de la palma, sacó la mano rápido.

  • Están vivas – Inés se echó a reír.

  • Sí corazón, están vivas y hoy tú los vas a revivir más ¿verdad?

  • Son tan lindas, no sé, tu dime cómo quieres, ¿te quito la falda?

  • Sí, pero tú ponte cómoda que con ese pantaloncito no vas a poder moverte bien, déjame que te lo saco – se los sacó aprovechando a sobarle el culo y las piernas. Mónica estaba colorada como un tomate, y estaba caliente como un tomate caliente – quítate también el top que vas a poder moverte mejor – se lo sacó – uy, ¿pero mira quien dice que mis tetas son lindas? Pero si las tuyas son preciosas aún con el sujetador puesto, lo que deben ser si te lo sacas.

  • No son tan grandes como las tuyas

  • Pero deben de ser más lindas ¿a ver? – se las apretó un poco - ¿ves? Mira como salen, déjame quitarte el sujetador que como sigas así lo vas a romper.

  • Me da vergüenza, por favor déjamelo – lo decía medio compungida.

  • Bueno si te va a parecer mal déjatelo, ahora vamos a por los masajes – se tiró boca abajo – ¿Ya sabes cómo hacer? ¿no?

  • Sí, esta parte si, tú dime si hago algo mal – Inés se había puesto con la cara para el costado, y por el espejo de la cómoda podía ver lo que estaba haciendo – tienes la piel muy suave, da gusto darte masajes – pasaba las manos por la espalda acercándose al culo, lo miraba como hipnotizada, se mordía el labio, le temblaban los dedos cuando se iban abriendo paso entre los cachetes, recorrió el ano, pero no se animó a meterlos, siguió hasta la vulva y ahí si metió los dedos dentro mientras con la otra mano, le apretaba los glúteos con los nervios que le daba lo cachonda que estaba. Inés se la hizo más fácil, abrió más las piernas para dejar que los metiera como quisiera. Estaba excitada por lo que le estaba haciendo, y más todavía al ver lo excitada que estaba la otra. Cerró los ojos y se dejó ir en un orgasmo profundo que le supo a gloria. Quedó quieta esperando que sacara la mano, Mónica seguía acariciándola como ida, como si tuviera ganas de llorar.

  • Para un poco que me compongo, ven acuéstate al lado mío mientras. – se acostó pegada a ella y preguntó.

  • ¿Lo hice bien, te gustó?

  • Sí, me gustó, pero tienes que aprender a hacerlo mejor.

  • Si me enseñas vas a ver que aprendo rápido

  • Seguro que vas a aprender rápido se ve que eres muy inteligente.

  • Bah, no será tanto, si fuera muy inteligente sabría un montón de cosas que no sé.

  • Bueno, nadie nació sabiendo, hay cosas que no se aprenden en los libros, yo voy a tratar de enseñarte y tú déjate enseñar, ven acuéstate tú, espera déjame sacarte la ropa que te voy a mostrar como tienes que hacer.

  • ¿Me… me quieres dar los masajes tú?

  • Y claro ¿cómo te voy a enseñar si no? – Mónica no era tonta, sabía lo que se le venía y no estaba dispuesta a evitarlo, desde que se había venido del pueblo, tenía la impresión que había mucho más que las naderías que había hecho con su amiga, se dejó desnudar y se tiró en la cama. Inés se untó las manos con la crema y apoyó su pubis en ese delicioso culito que de solo mirarlo la hacía babear. Le estaba haciendo lo mismo que le habían hecho a ella, pero le estaba explicando que era diferente. Era diferente, porque ahora era ella la que estaba magreando esa espalda, la que estaba llegando con sus manos a ese culo que la enloquecía, la que metió la mano entre las piernas y tiro para arriba dejando ese monumento en pompa, la que, en un arrebato, metió la cabeza entre las piernas y lamió ese regalo de los dioses que hoy le tocaba a ella.

  • ¿Inés que me haces? – Inés sabía bien lo que Mónica estaba sintiendo, y sabía que lo estaba disfrutando a pleno.

  • Si no te gusta me avisas – no le llegó ningún aviso, lo que le llegó fue el movimiento contra la palma de la mano apoyada en el clítoris, escuchaba sus gemidos y más ganas le daba, pero se movía tanto que le sacudía la cabeza, le metió dos dedos en la vagina y se contentó con lamerle ese culito que la hacía desvariar. La corrida de Mónica fue desbastadora, con las dos manos tuvo que levantarla en el aire para llegar a ese coño jugoso que tanta gana le había dado de escurrir.

Mónica había quedado con la cabeza apoyada en la almohada y el culo para arriba, siendo devorada por el antojo de Inés que al ver que casi estaba inconsciente, la fue dejando caer despatarrada en la cama. Se acostó al lado de ella y mientras le acariciaba el pelo le metía la lengua en el oído.

  • ¿Cómo estuvo el masaje?

  • ¿Así masajeas tú? ¿cómo haces el amor? – le contestó mientras la miraba con los ojos achinados.

  • Es cuestión de que quieras que te enseñe

  • Inés, yo vine para hacerte pasar un buen rato, pero tú me destrozaste.

  • Si quieres te puedo destrozar cada vez que vengas ¿qué te parece?

  • Me parece que voy a tener que aprender bien como destrozarte a ti.

  • No te creas que es tan difícil, es cuestión de ponerse – mientras hablaban se iban acercando hasta que sus alientos fueron todo uno. El beso fue largo, Mónica con todo el fuego de haber sentido por primera vez un orgasmo de semejante magnitud, Inés con la sabiduría de quien tiene muchos labios besados y sabe degustar una saliva tan joven como la que le ofrecían en ese momento. Así estuvieron un rato, Inés la separó y le ofreció una teta que tanto había admirado.

  • Prueba a ver si esta operada – Moni se puso colorada pero la tomo con su boca y empezó a chupar, a medida que lo hacía, más entusiasmo agarraba, era la primera vez que tenía a su disposición una teta que no fuera las de ella – despacito mi amor que no se va a terminar – la retiró despacito – déjame un poco más – te dejo, pero tengo dos y después si quieres, hay más cosas para chupar haya abajo, Mónica entendió, pero hasta que no se sacó bien el gusto ahí arriba, no empezó con la expedición a conocer otros sitios a chupar, fue bajando baboseando todo a su paso, hasta que llegó hasta la fuente del Nilo. Ni lo pensó nada para buscar ese promontorio que asomaba entre esos labios carnosos, metió la lengua separándolos y haciéndose dueña de esa pepita, caliente, turgente, que parecía que salía al encuentro de su boca. Buscó su sabor y se deleito con ese gusto indefinido que agradaba más a su cerebro que a sus papilas, descubrió el camino que la llevaría al centro de su deseo, y lo recorrió hasta llegar al sitio que tanto había soñado en sus fantasías.

  • Corazón, gírate que lo podemos disfrutar juntas – Mónica no estaba como para hacerle caso, tuvo que ser ella la que se giró, hasta poder meter la cabeza entre sus piernas y dibujar el famoso número que podía saciarlas de gozo a las dos. De ahí en más, las lenguas trabajaron a destajo sin repetir una palabra del diccionario. Mònica se extasiaba recorriendo la ruta que llevaba del clítoris a la vagina trasvasando los jugos de esta a la suavidad de aquel. Sentía al mismo tiempo la experiencia de Inés en llevarla hasta el éxtasis, y una especie de mini orgasmos se sucedían, algo que en sus sesiones de autosatisfacción nunca le había pasado. Inés si bien no llegaba a tanto, el ver como hacía gozar a esa chiquilla, la ponía en un estado de placer absoluto. Al fin tuvo que ser ella la que pidió pausa. La atrajo hacia sí, y aguantó la embestida de la niña que con la cara mojada se lanzó a sus labios, para seguir haciendo lo que terminaba de hacer en los otros.

  • Bonita, para un poco que el mundo no se va a terminar mañana.

  • Uy, perdona, pero es mi primera vez de verdad ¿te moleste mucho?

  • No, no me molestaste, te digo en broma, no sabes el gusto que me diste, pero también hay que descansar, yo soy una viejita al lado tuyo.

  • Anda viejita, ya me comería una viejita como tu todos los días si pudiera. - Inés se echó a reír ante la salida.

  • Mira, que te parece si comemos algo para recuperar fuerzas

  • No sé, se me va a hacer muy tarde, ¿si aprovechamos un ratito más aquí?

  • ¿Tienes algo que hacer mañana?

  • No, pero es que no tengo coche y no sé si voy a conseguir taxi más tarde.

  • Y porque no te quedas a dormir conmigo y mañana te llevo yo.

  • ¿Me vas a dejar dormir contigo?

  • Yo sí ¿y tú me vas a dejar dormir?

  • Ay, ni que fuera una come mujeres, aquí la que mandas eres tú

  • Pues entonces te mando que me acompañes a ducharnos y después comemos.

Se fueron a duchar, y gracias a la madurez de Inés lo consiguieron. Cuando terminaron le dio una camiseta que le llegaba a tapar media nalga, era peor verla así que sin nada.

  • Mira un poco la tele mientras yo preparo algo – se quedó Mónica en la sala esperando que la llamara a comer. Al rato vino con una fuente de bocadillos fríos y unas cervezas – a ver si te gusta, es lo que encontré.

Se pusieron a conversar de todo un poco, hasta que Inés le preguntó.

  • ¿Por qué no me cuentas cómo es eso de que eres lesbiana, pero esta es tu primera vez?

  • Bueno, tampoco no es que no haya estado con alguna chica, pero no así

  • Anda cuéntame cómo estuviste, y porque piensas que eres lesbiana.

  • A mí siempre me gustaron las chicas, pero en mi pueblo de eso ni hablar. No es que no las hubiera, pero todo a escondidas. En el preparatorio tenía una amiga que también le iba por ahí, y bueno cuando nos recibimos quisimos festejarlo entre las dos, y un día que mis padres se habían marchado, fuimos a mi habitación, nos desnudamos y mientras nos besábamos nos masturbábamos. Me acuerdo que la tenía agarrada de la nuca con una mano mientras me metía los dedos con la otra, ella hacía lo mismo y la estábamos pasando de vicio. Nos mató el entusiasmo, no escuchamos la puerta de calle, y mis padres nos pillaron. Mi amiga se fue vistiéndose a las corridas. Mis padres, el cabreo que se agarraron fue de tragedia. Me dieron una semana para agarrara mis cosas y me marchara, que no querían una anormal en casa, y un montón de cosas más que ni me quiero acordar.

  • ¿Y qué hiciste?

  • Llamé a mi hermana que me lleva tres años y estaba estudiando y trabajando en la ciudad, Puf… cuando le conté me dijo de todo.

  • ¿También te dijo qué eras anormal?

  • Y…algo así, me dijo que solamente una anormal se podía dejar pillar así sabiendo como eran nuestros padres, si no tenía otro sitio donde hacerlo, pero al fin me dijo que me viniera a vivir con ella. Me propuso que como yo tenía más facilidad para estudiar que ella, y como no iba a alcanzar el dinero para estudiar las dos, ella iba a dar las materias que pudiera, y que cuando me recibiera con lo que ganara la ayudaba a terminar la suya.

  • ¿Te quiere mucho tu hermana?

  • Siempre nos quisimos mucho y nos ayudábamos, lo que pasa es que después se quedó sin trabajo, y tuve que emplearme aunque sea unas horas en un Mac Donald, pero ahora ya consiguió. Igual si puedo ayudarla mejor.

  • Bueno, me contaste tu vida, pero no me dijiste porque no estuviste nunca más con una chica, con lo bonita que eres, no me digas que no pudiste ligar con alguna.

  • Es que con el sacrificio que estaba haciendo mi hermana, lo lógico es que me dedicara a estudiar.

  • Mónica, un acostón tampoco es que te quitara mucho tiempo.

  • Es que no conocía a nadie, y me daba vergüenza, por ahí salía con una que cuando viera que solo sabía masturbarme, se burlaba de mí.

  • A ver, siéntate aquí, encima mío. – la sentó sobre las rodillas - ¿conmigo no te da vergüenza?

  • Contigo no, me tratas tan bien, yo se que algunas cosas las debo hacer mal, pero me gusta cuando me enseñas, vas a ver que aprendo rápido.

  • Ya vi que aprendes rápido, y me gusta mucho enseñarte para que nadie se burle. Ves cuando tengas una chica como estas tú, le tienes que acariciar el culito así, y le puedes mimar el botoncito como te hago yo, - Mónica apoyo la cabeza en el hombro, mientras le pasaba los labios por el cuello - también le puedes meter algún dedito, lo mueves despacito así, si te parece que con dos es mejor, prueba, si en vez de estar sobre tu hombro busca besarte es porque le está gustando – apenas escuchó eso arrimo los labios a los suyos en un beso de deseo, cuando se separó, Inés siguió hablando – a lo mejor le gusta tanto, que te pone una de sus tetitas en la boca para que las degustes así como vas a hacer tú.

Mónica se sacó la camiseta y le ofreció el seno a la gula de esta, sentía esos dedos hacer maravillas dentro suyo.

  • Inés me corro, Inés no aguanto, no pares aaahh……

  • ¿Ves que no es tan difícil? Si haces así no vas a pasar vergüenza con nadie.

  • ¿Sera que yo no te pueda enseñar nada?

  • No sé, puedes probar, pero mejor si pruebas en la cama, ¿te llevo?

  • ¿Me llevas?

  • Pues claro, hay que tratar bien a las alumnas, sobre todo si quieren recibirse de lesbianas.

  • La aupó y la llevó así hasta la cama, la depositó suavemente, se saco el camisón que tapaba sus desnudez y se acostó a su lado, se pegó a ella, y esa noche Monica aprendió como para graduarse de lesbiana, con notas sobresalientes.

Espero no aburrirlos, pero ya estamos llegando a la culminación, gracias por leer y comentar