Estudiando en Barcelona 9

Ya he acabado el instituto. Así que me voy a la ciudad, a Barcelona, a estudiar farmacia. (Cada capítulo puede leerse de manera individual respecto de la serie)

Me llamo Marta. Tengo 18 años recién cumplidos. Soy de una pequeña ciudad a unos cien kilómetros de Barcelona. Las notas me han fueron bien, y la selectividad también. Decidí estudiar farmacia en la Universidad de Barcelona. Con cuatro compañeras del instituto alquilamos un piso. Buen ambiente, buenas amigas en la facultad, .... un curso lleno de aventuras y experiencias.


Era lunes y vuelta a empezar la semana. Levantarse, vestirse, arreglarse, desayunar … Todo ello coincidiendo con las otras compañeras del piso. Claudia era la chica pijita del piso. Rubia con ojos marrón clarito, un poco más alta que yo, delgadita y con un tipo con buenas curvas, un buen tipo. También estaba Lucía. Morena, ojos marrón oscuro, cabello largo con alguna ondulación. Pero sobretodo un buen cuerpo. Y lo sabía lucir. Luego había Montse, estudiante de bellas artes, con lo que siempre iba vestida un poco tirada, aunque tenía su punto. Finalmente estaba Noe, la última en llegar al piso. Estudiaba lo mismo que Lucía, Mates. Era fina y dulce. Rubia, ojos azules, altura media y delgadita.

Nos íbamos tropezando las unas con las otras. En el baño, preparando el desayuno, … Pero siempre con una sonrisa de por medio. Salí la primera para clase. En el rellano de la puerta me encontré a una de las vecinas esperando el ascensor. Había coincidido con ella no hacía mucho tiempo. Era una Erasmus de noruega. Un poco más alta que yo, pelo largo y rubio, piel clarita y voluptuosas curvas. Se notaba que venía de allí.

  • Hola – dije, empezando la conversación. – De buena mañana y ya toca ir a clase, ¿no?

  • Si, la verdad es que da mucha pereza. ¡Y más un lunes!

A las dos se nos saltó una sonrisa. Llegó el ascensor y subimos.

  • No nos hemos presentado todavía. Soy Marta. – Dije, con ganas de intimar más. La chica valía la pena.

  • Cierto. Mucho gusto, yo soy Kari.

Nos dimos los dos besos de rigor.

  • ¿Y qué estudias? – Le pregunté.

  • Económicas.

  • Ostras, yo farmacia. Tu facultad está delante de la nuestra.

  • Si, que gracia.

El ascensor llegó abajo, y mientras salíamos le pregunté.

  • Pues así debes ir en el mismo bus que yo.

  • Si, que bien, porqué siempre voy sola.

Fuimos a la parada, esperamos al bus y cuando llegó, subimos. Todo ello mientras íbamos charlando. Me contó porqué había escogido Barcelona, como había ido su integración, las cosas que le gustaban y las cosas que le extrañaban, ....

También hablamos sobre las compañeras de piso, y como iba la convivencia. En su piso eran cuatro. Ella, una italiana, una libanesa y una china. La pobre tenía un shock cultural con la ciudad y con las tres compañeras de piso!

Fue una conversación muy amena. De hecho quedamos de ir juntas a la facu los lunes, que era cuando coincidíamos. Y de vez en cuando miraba disimuladamente sus senos, grandes y apretados en su top. Y al bajar del bus, al despedirnos añadió:

  • Ah Marta. Y este viernes hacemos una fiesta en el piso. De inauguración. Si queréis podéis venir las del vuestro.

  • Muchas gracias. Pues sí, ya hablaré con ellas y seguro que se animan.

Que bien, pensé. No sabía si le gustaban las chicas ni cómo serían sus compañeras de piso, pero valía la pena conocerlo. Al poco de despedirnos me giré para ver su bonito culo.

En clase coincidí con las otras chicas del grupo. Laura, que a pesar de nuestro par de encuentros, en grupo mantenía las distancias. Eloísa, Sara, Julia y Rocío. También hablé en algún momento con Vanessa, una de las chicas más espectaculares con las que me he cruzado. Pero no se veía nada más allá de una conversación.

A la noche, durante la cena, expliqué a las chicas del piso la conversación con Kari. Lo maja que era y que nos habían invitado a la fiesta. Lucía se apuntó rápido. Claudia no tardó mucho. Montse no estaba entusiasmada pero también lo hizo. Y finalmente, Noe siguió al grupo.

La semana siguió igual que el lunes. Sin nada interesante a destacar. Hasta el jueves, donde habíamos quedado las de la facu para salir. Así que después de cenar me vestí. Esa noche me vestí un poco más traviesa. En las últimas salidas con ellas, había hecho algún bailoteo pegado con Sara. Y tenía ganas de probar a ver si iba más allá. Me puse un sujetador atrevido, sin tirantes y que se encajaba por delante. Y un vestido azul ajustado, con escote y corto hasta las rodillas.

Nos volvimos a encontrar a la entrada de la disco. Laura, Julia y Eloísa iban como siempre. Arregladas con camisa o con top, con tejanos o con mini. Y Sara volvió a venir vestida exuberantemente. Esa noche vino con un vestido bien ajustado y escotado, mostrando bien sus curvas. Morena, cabello liso y ojos oscuros. Estaba muy guapa.

Fue una noche genial, nos lo pasamos en grande. Bailamos, nos reímos, bebimos. Algún grupo de chicos se nos acercó y nos reímos con ellos y de ellos.

Seguí apretando a Sara. Algunos bailoteos, alguno de sensual, alguno donde nuestras curvas rozaban, … Pero la sensación era que no pasaría de allí. Decidí no intentar nada, aunque seguí bailando con ella. Era divertida y estaba muy guapa.

Al final, cansada, decidí tomar la última e irme. Me fui para la barra a buscarla. Allí me crucé con un chico de la facultad, Jose. Iba con una chica muy maja. Cabello castaño y muy rizado. Una cara muy bonita y dulce, con ojos marrones, piel un poco morena y una agradable sonrisa. De tipo estaba bien, pero no era espectacular. Vestía bien pero sin provocar mucho. Camisa blanca un poco entreabierta pero sin mostrar nada ni estar ajustada y unos tejanos un poco apretados.

  • Hola Marta, ¿qué tal? – Saludó Jose.

  • Bien, ¿y tú? – Nos dimos los dos besos de rigor. Pregunté, - ¿y ella?

  • Si, perdona, os presento. Ella es Carmen y ella Marta.

Nos dimos los dos besos.

  • ¿Y qué tal la noche?

  • Bien. He venido con un grupo de amigos.

  • Muy bien. Yo también, aunque ahora iba a hacer la última copa e irme. Ya es tarde.

  • La verdad es que sí. Bueno, nosotros nos vamos con los otros. Me alegra de verte. – Dijo Jose despidiéndose.

  • Bueno, a mí me apetece una copa más. – Interrumpió Carmen. – Si no te sabe mal, me tomo una y vengo, ¿vale? – Le dijo a Jose.

  • No Carmen, no hay problema.

  • ¿Te sabe mal si te acompaño? – Me preguntó.

  • No, claro que no. – Respondí un poco sorprendida.

  • Y Jose, no os preocupéis por mí. Quizás me vaya luego, es un poco tarde.

  • Claro.

Sin más nos despedimos de Jose y fuimos para la barra. Nos pedimos un par de combinados y empezamos a hablar.

  • Y vas a clase con Jose, ¿no?

  • Si, en Farmacia. Aunque con Jose no tenemos mucho trato. – Me sinceré.

  • Es muy majo.

  • Si. Y tú, ¿qué estudias?

  • Arquitectura.

  • ¿Y qué tal?

  • Bien. Lo que si tiene pesado es cuando te hacen hacer maquetas o trabajos y tienes que estarte hasta las tantas para acabarlo a tiempo. Pero me gusta.

  • ¿Y eres de Barcelona?

  • No, de fuera. Aquí estoy compartiendo piso.

  • Como yo. – Respondí contenta. - ¿Y qué tal las compañeras de piso?

  • Muy bien. Muy majas. Estamos en un piso no muy lejos de la facultad. Yo me he traído el coche, pero voy a clase a pie. Sólo lo uso para ir al pueblo. Somos tres chicas y hay muy buen ambiente. Todas nos comportamos y cumplimos con la limpieza.

  • Importante. Nosotras somos cinco y también cumplimos todas.

  • ¿Cinco? – Preguntó Carmen, sorprendida.

  • Si. Íbamos a ser cuatro, pero al final una amiga de una de las chicas se quedó colgada. Como tenemos una habitación muy grande, las dos comparten.

  • Pues tiene mérito tener buen rollo con tanta gente.

  • Si.

  • ¿Y qué tal ha ido la noche?

  • Muy bien. Hemos quedado con unas amigas de clase. Quedamos los jueves. Y nos lo hemos pasado muy bien. ¿Y tú?

  • También nos lo hemos pasado en grande. Pero ya se hace tarde y la noche se acaba.

  • Si.

  • ¿Y ligar, has ligado?

  • Ostras, - exclamé, sorprendida. - ¿Y esa pregunta?

  • Perdona. Pero te he visto vestida así que he supuesto que, aparte de estar con las amigas, intentabas ligar.

  • Pues sí. – Y decidí sincerarme. La verdad, supuse que nunca más la volvería a ver, así que pensé en descargarme en ella. – Una de las chicas de clase.

  • ¿Y qué tal?

  • Pues mal. Llevo un par de semanas intentándolo, pero al final no me atrevo. No tengo claro que ella esté interesada en una chica y no quiero tener malos rollos en clase.

  • Lógico. No es una situación fácil.

  • Si. – Di el último sorbo a mi bebida. – Me lo he pasado muy bien, con las amigas, la fiesta. La lástima es no haberla acabado con ella. Pero bueno Carmen, ha sido un placer. Es bastante tarde ya y mañana tenemos clase. Me pillo un taxi y para casa. Cuídate mucho.

Y mientras me estaba levantando para darle los dos besos de despedida me soltó.

  • Si quieres te puedo llevar yo. También me voy ya.

  • A perfecto, muchas gracias. A esta hora marcha mucha gente y cuesta encontrar taxi.

Dicho esto salimos las dos del local. En un momento que se me adelantó me pude fijar en su culito, apretado por sus tejanos. Había aparcado el coche no muy lejos de allí, así que llegamos pronto. Subimos y le dije donde tenía el piso.

Mientras íbamos viajando teníamos una charla muy amena. Carmen era muy simpática y con una agradable sonrisa. Al llegar a un semáforo en rojo, redujo de marcha al frenar. Al quitar la mano del embrague la puso sobre mi rodilla, que no estaba cubierta por mi corto vestido.

Esperé un poco, sin inmutarme por su mano, hasta que giré mi cara y la miré.

  • Huy, perdona. ¿Te molesta? – Me preguntó, sin quitar la mano.

  • No.

  • ¿Y te gusta?

  • Si.

Acercó su cara hacia mí, yo también me incliné un poco, y me dio un beso, al que yo correspondí. Sentí sus labios, húmedos y suaves. Mientras su mano se deslizó a mi muslo, dentro de mi vestido. Fue un beso largo, aunque al final nos tuvimos que separar, el semáforo se puso en verde.

Arrancó, y después de poner la marcha, volvió a poner la mano sobre mi muslo. Nos íbamos haciendo miradas, con sonrisitas. Estábamos tontas perdidas. Llegamos pronto. No costó aparcar. La cogí de la mano y la llevé al portal. Allí no pude resistirme y le di un buen besó, mientras con mis manos la cogía por la cintura. Ella pasó las suyas por encima de mis hombros, acariciando mi nuca con sus manos.

Entramos y subimos al ascensor. Allí nos volvimos a juntar. Nuestros labios no dejaron de jugar, mientras nuestras lenguas se entrecruzaban. Puse mis manos sobre su culo, apretándolo contra mí. Sentía su entrepierna contra mi pierna y la mía contra la suya.

Llegamos y bajamos del ascensor. Abrí la puerta del piso. La primera habitación era el comedor, grande, amplio y enmoquetado.

  • Ei, que chulo. – Dijo Carmen.

Me llevé un dedo a su boca, cerrándola para que no hiciera ruido.

  • Deben estar todas dormidas. – Respondí en voz baja.

  • Perdón.

Cogida de la mano la llevé por el pasillo que distribuía hacia las habitaciones. Oímos un gemido en voz baja de la habitación de Lucía. Nos paramos. Los gemidos, flojitos, seguían.

  • Bueno, todas todas no duermen. – Me dijo con una sonrisa picarona. Le devolví la sonrisa.

  • Es la ligona del piso.

  • Así que está follando, ¿no?

  • Eso parece. – Le respondí, apretando un poco su mano.

  • Bueno, pues nosotras también follaremos. – Y después de decirlo me dio un buen morreo. Delante de la habitación de Lucía.

Entramos en mi habitación. Yo iba delante. Al pararme ella cruzó sus manos por delante de mi barriga y apoyó su barbilla sobre mi hombro.

  • Grande, cama de matrimonio, moqueta, … está muy bien - susurró a mi oído.

Me dio un beso en el cuello, mientras separaba sus manos y subían por mi espalda. Bajó la cremallera de mi vestido, que dejó caer en el suelo. Me di la vuelta y nos empezamos a besar, mientras yo la estiraba hacia el borde de la cama. Me senté y ella sobre mis rodillas.

  • Encaje por delante … - Dijo.

Desabrocho mi sujetador, dejando mis senos al aire. Me empezó a besar en la boca, mientras su cabello rizado caía sobre mío. Me encantaba aquel cabello tan rizado. Empezó a jugar con sus manos con mis senos. Acariciándolos, apretándolos. Luego me pellizcó un poco los pezones y gemí un poco, en voz baja para no despertar.

Mis manos estaban sobre su culo, jugando con él. Lo dejé y empecé a desabrochar su camisa. Al abrirla vi que no tenía sujetador, cosa que me excitó más. Tenía unos pechos un poco pequeños, pero de bonita forma. Dejé caer la camisa en el suelo y empecé a lamerlos. Eran muy sabrosos. Los recorrí, me puse uno en la boca y con la lengua jugué con su pezón. Gimió. Con los dientes mordí un poco el pezón y gimió un poco más.

Mientras seguía comiendo sus senos, empecé a desabrochar sus tejanos. Cuando notó que se los estaba quitando, junto con sus braguitas, se levantó un poco y ella misma lo acabó. Me dio un beso en la boca, mientras me quitó las mías.

Las dos estábamos completamente desnudas. Ella, mientras me besaba en los labios, me fue empujando para atrás. Pasamos de estar sentadas en el borde de la cama a estiradas en ella. Me seguía besando, mientras con las manos íbamos jugando con los pechos de la otra.

Puso su pierna sobre mi sexo, y el suyo sobre mi pierna. Empezó a moverse, deslizando su pierna y su sexo sobre la mía. Separó su cara de la mía. Su rostro era de total excitación, como yo, mientras dejaba caer su rizado pelo sobre mí.

Al rato paró. Nos miramos. Estábamos totalmente excitadas. Me dio otro beso y empezó a girarse, poniendo su cara sobre mi raja y la suya sobre la mía. Empezó a lamerme, notando como me recorría su lengua. Yo hice lo propio, y las dos fuimos comiendo a la otra. Introduje un dedo dentro de ella, sin dejar de lamer. Ella hizo lo mismo y me sorbió el clítoris. Gemí, pero sin poder contenerme. Yo también lo hice. Las dos íbamos gimiendo, sin poder aguantarnos. Hasta que nos corrimos.

Se volvió a girar y se puso a mi lado. Nos besamos. Hablamos de lo bien que lo habíamos pasado y nos dormimos.