Estudiando en Barcelona 6
Ya he acabado el instituto. Así que me voy a la ciudad, a Barcelona, a estudiar farmacia. (Cada capítulo puede leerse de manera individual respecto de la serie)
Me llamo Marta. Tengo 18 años recién cumplidos. Soy de una pequeña ciudad a unos cien kilómetros de Barcelona. Las notas me han fueron bien, y la selectividad también. Decidí estudiar farmacia en la Universidad de Barcelona. Con cuatro compañeras del instituto alquilamos un piso. Buen ambiente, buenas amigas en la facultat, .... un curso lleno de aventuras y experiencias.
Llegué al piso muy feliz pero un poco abrumada. Al entrar me crucé con Claudia, que me saludó con una sonrisa. Estaba muy mona. Le devolví el saludo y me fui a mi habitación. Cerré la puerta y me tumbé en la cama. Una cama de matrimonio, muy amplia. Me había tocado la mejor habitación del piso.
Me puse a pensar. Estaba descubriendo un nuevo mundo y me estaba gustando mucho. Pero me podía complicar un poco la vida. No buscaba nada serio. Y no quería que nadie lo buscara y hubiera algún malentendido. También empecé a pensar en alguno de los ligues. Sobretodo en dos, Claudia y Laura. Las dos tenían algo que les hacía diferentes. Si alguna vez buscaba algo serio, seguro que pensaría en alguna de ellas.
Al día siguiente coincidí en el desayuno con Claudia y Montse. Montse era otra de las compañeras del piso. Estudiaba bellas artes. Aunque siempre vestía bastante tirada tenía su punto. En medio de la conversación Claudia preguntó quien se quedaría el fin de semana en el piso. Yo contesté que no, que lo haría el siguiente. Montse lo haría al revés. Y Claudia contestó que ella haría como yo.
Me fui a clase. Repartí los apuntes que me había fotocopiado entre las amigas. Eran exámenes de otros años de un par de asignaturas que me había dado Josefa, una chica un año mayor que nosotras, pelirroja con pecas y, por desgracia, con novio. Estaban Laura, que me dio las gracias con una especial simpatía, Eloisa, la tímida, Sara, la juerguista y Julia, la aplicada. También había hecho un par más de copias. Una para Rocío. Era del grupillo, pero siempre iba a su aire. Y la otra para Vanessa. No era del grupillo, se hacía con otra gente, pero era la chica más guapa de la clase. Rubia, cabello largo con alguna ondulación, ojos verdes y un tipo de vértigo. Pocas chicas he visto como esta. Se que tenía novio, pero yo no perdía la esperanza. Estuvimos hablando muy agradablemente. La invité a tomar un café después de clase, pero ella lo rechazó de manera muy educada.
Después de la clase nos fuimos a comer ya que a la tarde teníamos prácticas. Las prácticas normalmente duraban un par de semanas por cada asignatura. Las que nos tocaban ahora eran las de parasitología, que eran las primeras. Y se acababan aquella semana. Las daba una chica joven llamada Almudena. Tenía unos 25 años. Era muy simpática y agradable, daba gusto hacer las prácticas con ella. Además, era muy mona, unos bonitos ojos, cabello castaño liso, con media melena. Y debajo la bata escondía un cuerpo escultural. Curvas de vértigo y unas bellas piernas.
Aquel día era jueves, así que era el penúltimo día que haría clase con ella. No sabía que gustos tenía, si le interesaban las chicas. Pero por si acaso me puse muy provocativa. Ya lo había hecho los días anteriores, pero este un poco más. Llevaba el top que más me marcaba. No es que tenga unos grandes senos, gasto una 85, pero hay que lucirlos. Y abajo una mini cortita y que me marcaba mi culito respingón.
La clase de prácticas transcurrió con total normalidad. Tenía al lado a Laura, con la que nos íbamos riendo un montón, haciendo chistes y coña durante toda la clase. Al acabar, yo me retrasé, como cada día. Era acabar justo la práctica y vaya, aún me quedaba limpiar.
Almudena se descordó la bata. Desde mi sitio la veía perfectamente. Llevaba una camisa blanca ajustada, que le marcaban unos senos grandes y voluptuosos. Y unos tejanos ajustados, que escondían unas preciosas piernas. Pero no se quitó la bata. Empezó a venir hacia mí. Me puse un poco nerviosa.
Hola, eres Marta, ¿no?
Si.
Almudena sonrió. – Nos dan una ficha con cada una al empezar el curso, no pienses nada raro.
Le devolví la sonrisa. Intercambiamos cuatro palabras. Más no porqué no había tiempo. ¡Resulta que veraneamos en el mismo pueblo! Almudena rió.
Que bueno, que pequeño que es el mundo.
Y que lo digas.
Oye, ¿y porqué no vamos a tomar algo?
Puf, no me lo podía creer. – Si claro, estará bien hablar del verano.
Pues venga vamos, que es un pelín tarde.
Venga.
Nunca había recogido tan rápido. Mientras Almudena se quitó la bata, de espaldas a mí, dejándome contemplar su bonito culo. Redondo y bien apretado por el tejano. Daban muchas ganas de agarrarlo con las manos. Cogimos nuestras cosas y nos fuimos. Me llevó a un bar cercano a la facultad. Nos pedimos un par de bebidas y nos sentamos en una mesa.
Tuvimos una conversación muy agradable. Primero hablando de temas intranscendentes, luego de la facultad, los profesores, que cómo me iba y cómo me había adaptado, ... Le pregunté que cómo era ser profesora. A ella lo que le gustaba era investigar, trabajar en el laboratorio. Pero que para estar en la facultad, también tenia que hacer clases.
Se empezó a hacer tarde, aquella conversación no duraría mucho más. Así que decidí empezar a jugármela. A ver si había suerte. Dado que estábamos hablando de la asignatura le comenté que tenía un par de dudas. Antes de que le pidiera ayuda, ella se ofreció. Pero le respondí que no la recordaba exactamente, que tenía que ver los apuntes.
Pues si quieres, mañana en la clase de prácticas lo contestamos.
Vale. – Dije, quedándome un poco dubitativa. – Pero vivo aquí al lado, si quieres lo podemos ver en un momento.
Vale, - contestó, dibujando una encantadora sonrisa.
Salimos del bar. Yo vivía un par de calles más abajo, con lo que el trayecto no fue muy largo. Mientras seguimos hablando de su trabajo, de que hacía en el laboratorio. Llegamos al portal de mi casa, mientras ella iba diciendo,
- Pero bueno, ya ves, hay cosas mucho más agradables que trabajar todo el día con heces.
Les sonreí mientras abría la puerta del portal. El ascensor estaba allí mismo, con lo que entramos inmediatamente, mientras yo le pregunté.
- ¿Y que te parecería más agradable?
Almudena en un primer momento no me contesto. Se me quedó mirando a los ojos, con una cara un tanto picarona.
Pues por ejemplo, tú eres mucho más agradable.
Que va, tu si que eres agradable, - dije mientras apretaba el botón del ascensor, - aunque trabajes rodeada de heces.
Almudena rió ligeramente de mi comentario, mientras mi mano que había apretado el botón del ascensor se situó sobre su hombro, empezando a acariciar su cabello. Ella se dejó hacer, así que me acerqué más a ella y la besé suavemente en los labios. Ella respondió a mi beso. Sentí sus labios carnosos sobre los míos. Dulces, sabrosos. Nuestras lenguas empezaron a jugar, mientras mis manos se posaron en sus caderas, para llegar a su culito. Lo acaricié, apreté y empujé contra mi, sintiendo su entrepierna contra mi pierna.
El ascensor se paró. Cogí la mano de Almudena y salimos. Puse la llave en la cerradura, de espaldas a ella. Noté como ponía sus manos sobre mi espalda, acariciándola. Empecé a girar la llave, muy lentamente, para darle tiempo para jugar conmigo. Sus manos se movieron desde su espalda, con suavidad, para situarse sobre mis senos. Empezó a acariciarlos, a apretarlos, mientras gemí flojito. Acabé de abrir la puerta y tiré mi cuello para atrás. Almudena lo empezó a besar, a recorrer con su lengua.
Cogí su mano y entramos en el piso. La senté en el sofá y me senté sobre sus rodillas. Nos seguimos besando, con pasión. Me subió la mini y empezó a acariciar mi culito. Luego me subió el top y desabrochó mi suje. Me lamió mis senos, con suavidad, con la lengua. Hasta que me mordió un poco el pezón. Gemí. Le miré a los ojos, estábamos a mil. Miré su camisa, con sus voluptuosos senos. La empecé a desabrochar poco a poco, sintiendo como se iba excitando. Quedaron sus senos al aire, con el suje. Almudena arqueó la espalda, para facilitarme que se lo quitara. Lo hice y los levanté, contemplándolos. Grandes, redondos, ... Los empecé a besar, a jugar con ellos. Los recorrí con mi lengua, hasta llegar a sus pezones, que mordí ligeramente.
Me acerqué a su oreja y le susurré, - Almudena, tendríamos que ir a mi habitación, que aún llegaran mis compañeras de piso. – Sonrió. Nos levantamos y entramos.
- Ei, vaya cama, está muy bien. – Me dijo, con una sonrisa picarona.
Le empecé a quitar la camisa, que cayó al suelo, seguido de su suje. Ella hizo lo propio con mi top y suje. Siguieron sus pantalones y braguitas, mi mini y mi tanguita. Nos tumbamos en la cama y volvimos a besarnos, apasionadamente, mientras nos íbamos acariciando. Finalmente Almudena se medio levantó, dirigiendo su boca a mi sexo. Lo empezó a besar, mientras ponía su entrepierna sobre mi cara. Empezamos a besarnos nuestros labios, poco a poco, recorriéndolos. Nuestras lenguas jugaron con nuestros clítoris, haciendo un gran 69.