Estudiando en Barcelona 5

Ya he acabado el instituto. Así que me voy a la ciudad, a Barcelona, a estudiar farmacia. (Cada capítulo puede leerse de manera individual respecto de la serie)

Me llamo Marta. Tengo 18 años recién cumplidos. Soy de una pequeña ciudad a unos cien kilómetros de Barcelona. Las notas me han fueron bien, y la selectividad también. Decidí estudiar farmacia en la Universidad de Barcelona. Con cuatro compañeras del instituto alquilamos un piso. Buen ambiente, buenas amigas en la facultat, .... un curso lleno de aventuras y experiencias.


Un poco lo que pasó el día después con Lucía fue parecido a lo que pasó con Claudia. En el caso de Claudia era seguir manteniendo la distancia pero a ella se la veía un poco tímida, en cambio Lucía mostraba más como si no hubiera pasado nada. Con más indiferencia sobre lo acontecido. Con más carácter.

Y para mi mejor. Me hubiese sido muy difícil resistirme a Lucía. Morena, cabello largo, ojos oscuros, naricita respingona, pero sobretodo un muy buen tipo, con unas curvas de vértigo. Y le gustaba lucir el tipo. ¿Quien podía resistirse? Pero lo que no quería era un rollo en el piso. Ya estaba bien yendo a mi aire.

A la mañana fui a clase, donde coincidí con las compañeras del grupillo. Habíamos hecho buenas migas. Laura, era la más mona. Era de la misma Barcelona. Un poco pijilla, siempre iba muy arreglada. La ropa no la llevaba muy ceñida, pero como había comprobado, tenia buenas curvas. Cabello oscuro pero cortito, como un chico. Ojos claritos, tez blanca y un buen culito (siempre he pensada que a las chicas que llevan el cabello corto les destaca más el culo). Era muy simpática y con muy buen sentido del humor. Siempre nos reíamos. Eloisa, muy tímida al principio, pero poco a poco se iba lanzando más. Sin exagerar, pero se iba lanzando. Tenía el cabello canela, muy ondulado sin ser muy rizado, un poco bajita y con buen tipito. Sara, que el primer día se había sentado delante del todo, se dio cuenta que no era lo suyo, con lo que vino con nosotras. De hecho era la que nos llevaba por el mal camino. Cuando una clase no le gustaba, nos empujaba a ir al bar. Castaña, de mi altura, con un cuerpo con un poco más de curvas que yo. También estaba Julia. Quizás era la más seria del grupo. Cuando Sara nos convencía, ella se quedaba y luego nos fotocopiábamos sus apuntes. Era muy maja, nunca nos ponía ninguna pega por ello. Morena, cabello liso, ojos oscuros. Normalmente usaba lentes, pero algún día que no se las había puesto, aparecía con unas gafas que le quedaban bastante mal. De hecho no tenía mucho gusto con la ropa. También había una chica, Rocío, que era un poco outsaider del grupo. Nunca se sentaba en el mismo sitio en la clase, con lo que iba un con muchos grupillos de la clase. Era un poco despistada e iba mucho a su aire. Cabello liso, rubio a mechas, la verdad que le quedaba muy bien. Ojos verdes, muy majos. Con gafas, pero que le quedaban bien, le daban un toque. Y con muy buen tipo, con muchas curvas. Un buen culito y unos senos muy majos.

Aquella tarde teníamos prácticas, así que nos quedamos a comer en el bar de la facultad. Y después de comer había quedado con Josefa. Tenía un año más que yo. Pelirroja, con alguna peca y muy buen cuerpo. Lástima que tuviera novio y que además fuera de la facultad.

Me despedí de las amigas diciéndoles que nos veríamos en clase de prácticas. Laura, que estaba caminando a mi lado me dijo que si quería me acompañaba. Normalmente Laura no le gusta lucir su cuerpo. Viste bien pero sin marcar. Pero aquel día llevaba un pantaloncito corto, mostrando sus bellas piernas y marcando su culito respingón.

  • No hace falta Laura, enseguida nos vemos. – Le contesté.

  • Vale, pues nos vemos ahora. – Dijo. Y se fue. No pude evitar mirar un poco su culito, mientras se alejaba. Se giró, me sonrió. La saludé para disimular un poco. Y me fui.

Josefa me dio algunos exámenes de un par de asignaturas. Ella iba un curso por delante y tenía material. Y al final, muchos exámenes son parecidos, con lo que van muy bien para estudiar. Ella era de mi pueblo, con lo que después estuvimos diez minutos hablando de marujeos del pueblo.

Nos despedimos y me fui corriendo a clase de prácticas. Llegaba justa de tiempo y no quería llegar tarde. Nunca me ha gustado pero además estaba la profesora de prácticas, Almudena. 25 años. Muy simpática y agradable, daba gusto hacer las prácticas con ella. Además, era muy mona, unos bonitos ojos, cabello castaño liso, con media melena. Y como había podido comprobar la semana pasada, un buen cuerpo debajo de aquella bata. Le gustaba marcar el tipo, con lo que aquella semana me había propuesto hacer también. Y como no, mi mejor baza, el culito repingón. Así que me puse un tejano corto y apretadito.

Llegué justito a tiempo y me senté en mi tamburete. Al lado tenía a Laura y en la misma mesa estaban las otras del grupo. Primero Almudena explicó lo que teníamos que hacer aquel día y después nos dejó hacer. Entonces empezamos las chicas a cuchichear mientras íbamos trabajando. Laura aquel día estaba muy divertida, pero procuraba aguantarme la risa, estábamos en clase. Les expliqué que Josefa me había dejado exámenes de otros años y todas me pidieron copias.

  • Vale, después de las prácticas me paso un momento por la copistería y os saco copias.

Me dieron las gracias. Acabamos las prácticas. Como últimamente yo iba un poco retrasada. Era de las últimas. Como ya acabábamos, Almudena se sacó la bata. Top apretado, marcando sus dulces senos. Mini, luciendo sus hermosas piernas. Me deleité un poco, pero no demasiado para que no se notara. Acabé de recoger. Era mi turno. Me puse a espaldas de Almudena y me saqué la bata. Me incliné un poquito, para marcar aún más con el culito.

No sé si sirvió de nada, pero me había gustado intentar provocar a ese bomboncito. Y al salir me despidió con una sonrisa. Le devolví el saludo y me fui. En la puerta me esperaba Laura.

  • Ei tía, ¿que haces aquí?

  • Te esperaba. Me sabe mal que vayas sola a sacar las fotocopias.

  • Gracias tía. Pero no hacía falta. Será poco tiempo, diez minutillos. No te preocupes. Ves para casa. – Le dije, aunque mi mente quería lo contrario. Poder ver ese culito y esas piernas, hoy que llevaba pantalones cortos ... Y la camisa blanca, no le marcaba, pero yo sabía que escondía.

  • No te preocupes, de verdad. Y me sabe mal que estés todo este rato haciendo algo para nosotras sola. Como mínimo hacerte un poco de compañía.

  • Pues vale.

Y nos fuimos. La copistería fue diez minutos de cola, donde me reí mucho con Laura. Y luego cinco de hacer las copias. Le di las suyas a Laura y ella pagó su parte. Salimos de la facultad.

  • Bueno chica, muchas gracias por la compañía. Se agradece. – Le dije en tono de despedida.

  • No te preocupes. Gracias a ti por esto, - dijo, levantando las fotocopias. Le sonreí como agradecimiento.

  • Vale, nos vemos mañana.

  • Vale. – Entonces se quedó pensativa. – Oye Marta, hoy he venido con el coche de mi padre, que iba justa de tiempo. Si quieres te puedo acercar en un momento.

Ir al piso era un momento, veinte minutillos andando y ya me había acostumbrado, no me importaba. Pero ir con Laura era un gusto, así que acepté sin dudarlo. Subimos al coche. Le dije donde vivía y arrancó. Al poco la llamaron al móvil. Se paró

  • Si Fran, dime. A ver que lo miro. – Empezó a buscar por el asiento de detrás. – Si está aquí. Si que puedo traértela, pero ahora estoy llevando a una amiga. Oye, que no te viene de diez minutos. – La conversación fue subiendo de tono. – Fran, tío, que es un momento. No me jodas. Está bien, está bien. – Y colgó.

Se me quedó mirando.

  • Marta, lo siento, tengo que llevarle esto a mi hermano. Le corre prisa.

  • Laura, - le dije, con una mirada tierna. – No te preocupes, no hay problema. Vamos a tu casa primero. No me viene de diez minutos.

  • Gracias tía. – Dijo, con unos ojazos supertiernos, que me fundieron.

Fuimos a su casa. Pedazo chalet en la parte alta. Nunca lo habría dicho por tal como vestía. Aparcó en la entrada de su párquing. Allá estaba quien debería ser su hermano. Cogió la mochila y salió del coche. Se la dio de mala manera, casi tirándosela. Y recriminándole que se la hubiera dejado en el coche. El chico cogió una moto y se fue. Laura se quedó parada. Salí del coche.

  • ¿Estás bien? – Le pregunté.

  • Nada, no te preocupes. ¿Pero me dejas tomarme una copa antes? – Asentí. Pelearse con su hermano no debería haber sido agradable para ella.

Entramos en la casa. Vaya pedazo de casa. El comedor era inmenso, con buenos muebles, todo mármol, ... Y al fondo un gran ventanal desde donde se veía una gran piscina, con cascada, bien decorada, ... Me quedé estupefacta al lado de esa ventana.

Laura se rió.

  • Laura tía, es una pasada.

  • Gracias. Siéntate en el sofá, que te traigo algo. – Asentí con la cabeza. – ¿Qué quieres tomar?

  • Una Coca cola.

Laura sonrió. – Bueno, pero le meteré algo de alcohol.

Me senté en el sofá. Al poco vino Laura con las bebidas y se sentó a mi derecha. Tomé un trago. ¡Cómo lo había cargado la cabrona! Esto seguro que subía rápido.

  • Barco, casa, .... – empecé diciendo, rompiendo el hielo.

  • Si. ¿Y qué te pareció el paseo en barco?

  • Me gustó mucho, la verdad.

  • Ya me dijo Ester que te “enseñó” el barco. – Dijo con sonrisa picarona. Me quedé blanca. Seguro que se lo había contado todo. Madre mía, que vergüenza. Pocas veces me he querido fundir tanto como en aquel momento. Laura lo vio. Y después de tomar un trago dijo – Tranquila Marta, no pasa nada.

  • Ostras tía, no se me estoy muriendo de vergüenza.

  • Que no tía, no te preocupes.

  • ¿No te molesta? Seguro que era tu cama ....

  • No pasa nada. Ahora ya sé que quizás tengo alguna oportunidad. – Y tomó otro sorbo. Me quede estupefacta. No me esperaba esta reacción. Y decidí cambiar de actitud.

  • Una no, conmigo tienes muchas. – Respondí, con mirada picarona.

  • ¿A si? – y mientras decía eso, empezó a acercar su cara a la mía. Me quedé quieta, para dejarme llevar. Llevaba muchas veces tomando la iniciativa, hoy tocaba que alguien jugara conmigo.

Sus labios tocaron los míos, y se fundieron. Un beso suave, dulce, de unos agradables labios. Con sus manos acariciaba mi barbilla. Seguro que le gustaba acariciar y a mi me gusta mucho que me toquen. Al poco empecé a sentir su lengua y respondí con la mía. Su mano derecha dejó mi barbilla y se posó sobre mi pierna. Sentí como acariciaba mi rodilla y subía por mi muslo, hasta donde mi pantaloncito le dejaba.

Su otra mano bajó de mi barbilla al cuello, mientras nuestras lenguas no dejaban de jugar. Lo acarició con suavidad. Y siguió bajando, acariciando mi pecho, poco a poco, rozando de vez en cuando mis senos. Sentía sus besos, sus labios, me mordió el labio con dulzura. Y bajo su mano sobre mi seno derecho. Lo cogió todo y jugó con él. Sentía como disfrutaba, como me lo apretaba.

Hice lo mismo y puse un mano sobre el suyo. Primero con el reverso de mi mano, acariciándolo con suavidad. Y luego giré la mano y empecé a jugar con él. Era inmenso. Sentía su pezón erecto.

Laura se movió y se sentó sobre mis rodillas, sin que nuestras bocas se separaran. Moví mi mano sobre su culo, recorriéndolo. Sus manos se volvieron a situar sobre mi barbilla, pero rápido bajaron por el cuello hasta mis senos. Empezó a acariciarlos. Respondí empezando a deshacer los botones de su camisa. Me moría de ganas de ver aquellos grandes senos que había visto aquel día dentro del bikini. Dejé caer su camisa en el suelo. Senos grandes, redondos y con un suje que los embellecía. Mis manos fueron a su espalda y lo desabrocharon. Cayó al suelo y los contemplé de reojo. Redondos y  firmes. Mis manos fueron a ellos. Mmmmmm. Mis labios dejaron su boca y empezaron a recorrer su cuello. Fueron bajando lentamente. Laura vio mis intenciones y me lo dejó fácil. Se fue levantando, poniéndose más erguida, dejando sus senos en mi cara. Mi lengua los empezó a recorrer, a lamer, disfrutando de ellos. Mientras mis manos se pusieron por dentro de su pantaloncito, sintiendo su culito. Mi lengua encontró su pezón. Empezó a jugar con el, con dulzura. Hasta que le di un pequeño mordisquito. Laura gimió de placer.

Empezó a quitarme mi top. Le facilité el trabajo. Lo tiró al suelo y luego mi quitó mi suje. Contempló mis senos y los empezó a acariciar. Suspiré de gusto. Dejó uno y empezó a recorrerlo con sus labios. Suaves, tiernos. Cerré los ojos y me dejé llevar por los caminos del placer. Su lengua se movía, recorriéndolo todo. Haciendo círculos cada vez más estrechos. Hasta que llegó a mi pezón. Su lengua empezó a acariciarlo, a jugar. Lo mordió con suavidad y gemí de placer.

Levantó la cara y nos miramos a los ojos. Las dos mostrábamos nuestra calentura con la mirada. Juntó mi frente con la mía y nos dimos algunos besos, cortitos, mientras nos íbamos sonriendo. Acarició mi mejilla, mientras me daba otro beso cortito y acto seguido se levantó de mis rodillas para sentarse a mi lado. Empezó a desabrochar mis pantaloncitos. Me los quitó, seguido de mis braguitas. Se levantó y dejó también dejó caer los suyos, dejándome ver su sexo, bien depiladito.

Acercó su cara a la mía, empezándome a besar. Y mientras lo hacía, me iba empujando hacía atrás. Hasta que quedé totalmente estirada en el sofá, con ella encima mío. Me siguió besando, mientras notaba las caricias de su mano en mi sexo. Caricias dulces y suaves. Dejó de besarme y sus labios recorrieron mi cuello, senos, barriga ... hasta llegar a mi concha. Entonces se volteó, dejando la suya sobre mi cara, lista para un sesenta y nueve. Sus labios primero recorrieron el interior de mi muslo, excitándome más aún. Luego se fueron a mis labios y yo la imité. Nuestros labios y dedos jugaron intensamente, sin compasión. Hasta que nos corrimos.

Nos sentamos una al lado de la otra, medio abrazadas. Durante un rato corto, cuando nos empezamos a vestir, no fuera que llegara otra persona.