Estudiando en Barcelona 2
Ya he acabado el instituto. Así que me voy a la ciudad, a Barcelona, a estudiar farmacia
(relato anterior: http://www.todorelatos.com/relato/78830 )
Agosto acabó, llegó el setiembre y con él las clases. Así que pronto tocaría ir al piso de Barcelona. Nueva vida, por primera vez vivir sin mis padres. Convivir con compañeros de pisos, conocer a nueva gente en la facultad. Las incertidumbres de si nos llevaremos bien en el piso, si conoceré gente y me integraré en la facultad, ... Muchos nervios. Además había novedades en el piso. Una amiga de Lucia, Noe, tenía que montar un piso con otras amigas. Pero el invento no salió bien y se quedó colgada. Lucía, al ver que había una habitación con dos camas le dijo de venirse. Eso si, primero Lucía me llamó para que lo supiera. Antes de que yo le pudiera decir nada, la misma Lucía dijo que me cambiaba la habitación, que yo me fuera a la de matrimonio que ella ya compartiría con Noe. A mi me pareció bien. A Noe la conocía, pero no la había tratado mucho. Si Lucía quería que viniera, le tocaba compartir a ella. Y bueno, yo más feliz que un anís, ya que sin comerlo ni beberlo me quedaba la habitación más deseada del piso.
De las cuatro compañeras del piso, dos habían empezado las clases antes que yo, Claudia y Montse. La primera hacía derecho y la segunda bellas artes. Las otras dos, Lucía y Noe iban a la misma facultad, matemáticas.
Ya a finales de Agosto hice un primer viaje en coche con ropa y cosas. Lo coloqué todo en la habitación de dos camas, aún no había pasado lo de Noe. Lo bueno de esto es que cuando empecé las clases, pude ir el mismo día que empezaba. Madrugón, tren y directa a la facultad. Que nervios. Llegué a lo que sería mi clase el próximo año. Era inmensa. Éramos chopotocientos. Muchas chicas, un 82% mujeres y el resto chicos. En verano ya me decían que que putada ir a una clase con tanta chica, pero claro, para mi estaba muy bien.
La clase estaba bastante llena, así que me tocó sentarme bastante para atrás. Me senté al lado de una chica. Nos presentamos, se llamaba Sandra. Cuando me giré vi que venía otra chica para sentarse. Y Dios, que chica. Preciosa. Rubia, cabello largo con alguna ondulación, ojos verdes y un tipo de vértigo. Pocas chicas he visto como esta. Y además le tocaba sentarse a mi lado. Nunca pude imaginarme tener tanta suerte. Se llamaba Vanessa. Estuvimos charlando, con Vanessa, Sandra y otras chicas de al lado, como Laura, una chica de la misma Barcelona, Gloria, una tía muy simpática y agradable, Eloisa, muy reservada, casi que no habló, ... Tías muy legales y de muy buen rollo. Antes de ir a estudiar, una tía mía, a la que expresé mis miedos a no cuajar en la clase, me hizo ver que en el fondo todas nos encontramos igual, así que todo acaba siendo muy fácil. Eso si, lo que no hice nunca fue dejar de lado a Vanessa. No podía.
La mañana fue larga. Nos tocaron cuatro clases, parásitos, inorgánica, historia y mates. Las clases fueron bastante "light", los profes no pegaron mucha caña. No era el día. Y nosotras aprovechábamos para ir conociendo a los compañeros de clase. Entre clase y clase, durante esos cinco minutos, el tiempo cundía mucho y se conocía a mucha gente.
Y bueno, sin quererlo ya había pasado la mañana. Las chicas nos despedimos. Al hacerlo pensé lo que me gustaría que llegara el nuevo día para volver a ver a Vanessa. Y para el piso. Yo, con mi 1,71, delgadita pero no en exceso, pelo castaño, media melena, ojos marrones, carita dulce, que nunca ha roto un plato, labios fino el superior más grueso el inferior, talla 85 y un culito respingón. No soy espectacular pero me considero guapa. Con mi top amarillo, sin escote pero que me marca bastante, unos tejanos ajustados y una simple mochila como equipaje.
Llegué al piso. La puerta de entrada ya daba directamente al comedor. Y allí me encontré con Claudia, leyendo. Es la chica pijita del piso. Rubia con ojos marrón clarito, un poco más alta que yo, delgadita y con un tipo con buenas curvas, un buen tipo. Llevaba una camisa de marca blanca y unos tejanos también de los buenos.
Ei tía, ¿como va todo?
Ei Marta, que ilusión de verte. - la verdad es que las dos nos alegrábamos de vernos. - No te esperaba hoy.
Jajajajaja, como eres tía, ya os dije que hoy empezaba las clases.
Claudia sonrió. - Lo siento, se me pasó.
- Pasa nada.
Nos sentamos en el sofá del comedor y empezamos una amena conversación. Cómo habían ido las vacaciones, que tal iba por la facultad, que si tal profesor era así, anécdotas que habían pasado, cómo se estaban organizando ella y Montse en el piso, ... La verdad es que fue muy amena y el tiempo pasó volando. Entonces me cortó.
Oye Marta, quizás deberíamos ir a comer. Montse, hoy, también tiene clase por la tarde. Comerá en la facultad, no hace falta que la esperemos.
Me parece bien.
Con Montse vamos a un bar que hay aquí abajo. Está bastante bien.
Me quedé atónita.
- Claudia, la gracia del piso es que nosotras nos hagamos la comida. Nos saldrá mucho más barato y con la parte de paga que ahorremos, tendremos más para nuestras cosas.
Se quedó pensativa.
- La verdad es que tienes razón. Pero no se tía. Yo nunca he cocinado. Siempre lo ha hecho mi madre. La verdad es que no tengo mucha idea.
No me sorprendió mucho lo que me dijo. Quizás era hasta bastante esperable.
- No te preocupes tía. Ya cocino yo. Y si quieres hasta te puedo enseñar. - Y cuando dije eso medio me reí. Ella también.
Fuimos al super y compramos cuatro cositas. Haríamos espaguetis carbonara. Engordan un poquito, pero bueno, un día es un día. Puse a hervir la pasta. Claudia miraba atentamente, pero la verdad es que los espaguetis tampoco tienen más dificultad. Cuando pasaron los quince minutos de ebullición le dije a Claudia que los escurriera ella.
Me dirás que soy un poco tonta, pero ni eso he hecho en mi vida.
No te preocupes, es muy sencillo.
Y con mis manos cogí las suyas. Fue algo que salió natural, instintivo, pero cuando me di cuenta de lo que hacía se me hizo un nudo en el estómago. Puf, tenia cogida a Claudia con las manos. Unas manos finas y cuidadas. Ella estaba de espaldas a mi, y yo de cara a ella. Con una mano le hice coger el cazo con los espaguetis. Con la otra el escurridor. Y entonces pasó uno de mis peores momentos. Que desastre. Calculé mal con el cazo y una parte del agua fue a parar a la camisa de Claudia. Toda su barriga mojada.
Que haces tía !!! - dijo dejando caer golpe cazo y escurridor en el fregadero.
Ostia !!!! Lo siento mucho. - dije, soltando sus manos y buscando un trapo desesperadamente. Claudia se empezó a quitar la camisa, mientras yo encontraba uno. Con la camisa fuera le empecé a secar la tripa, sin dejar de pedirle perdón. Ella se sentó encima de la mesa de la cocina.
No te preocupes - me dijo medio sonriendo - tampoco es tan importante. - Eso me tranquilizó. Y entonces me di cuenta de lo que estaba haciendo. Claudia tenía un vientre perfectamente plano, y unos senos voluptuosos. Estaban recubiertos por un sujetador muy sexi. Haciendo ver que miraba su barriga, no podía dejar de mirarlos.
Gracias, me tranquiliza, - le dije, al fin. - Ah, - dije con cara de medio en broma - y que sexi que estás así.
Ella soltó una sonrisa. - Gracias Marta, pero tu si que eres sexi.
- ¿Yo? Que va. Tú si que lo eres. - La situación me estaba poniendo bastante tonta, así que decidí seguir a ver donde me llevaba. - Tienes un pelo fantástico. - Y mientras lo decía se lo iba acariciando. Ella no se inmutó, no respondió negativamente. - Una cara muy dulce. - Y mi mano bajó a su rostro, a sus mejillas que las fui acariciando. Claudia cerró los ojos. - Y unos labios muy dulces. - Mis dedos empezaron a recorrer el contorno de su boca. Dulcemente, suavemente. Ella volvió a cerrar los ojos y además suspiró. Me lancé y intercambié mis dedos por mis labios.
La empecé a besar. Mis labios recorrieron los suyos. Y al poco ella también entró en el juego. Mi mano derecha se puso sobre su cintura y la izquierda siguió acariciando su rostro. Noté como sus brazos se ponían sobre mis hombros, juntando sus manos a mi espalda, para que no me pudiera escapar. Y sus piernas rodearon mi cintura. Seguimos un rato jugando, humedeciendo nuestros labios. Mi mano izquierda empezó a bajar por su cuello, poco a poco, hasta llegar a su seno, y lo acarició por encima de su suje. Mientras mis labios también bajaron y empezaron a recorrer su cuello. Oh Dios, era fantástico.
Después de jugar con su cuello, mis labios volvieron a subir. Cuando tuvimos las caras a la misma altura, nuestras narices se juntaron. Y ambas nos sonreímos. Enseguida nos volvimos a besar. Noté como sus manos se separaban y empezaban a bajar por mi cuerpo, hasta posarse sobre mis pechos. Oh si, como me gusta que me toquen ahí. Empezó a jugar, a acariciarlos, sin prisas. Mis manos también empezaron a actuar, a moverse. Fueron hacia su espalda a desabrochar su suje. Pero ahí Claudia me paró. Separó sus piernas, sus manos se posaron en mi cintura y separó su boca de la mía..
Lo siento. Nunca he hecho algo así. - Yo tampoco, pero no se lo dije. Cogí con mi mano izquierda su mano derecha.
No te preocupes. Tú tan sólo déjate llevar.
Me empecé a mover, tirando con mi mano de la suya, y la llevé a mi habitación. La habitación estaba enmoquetada, con un escritorio, gran armario, ventana amplia (con las cortinas corridas) y una gran cama de matrimonio. La cama tan sólo tenía la bajera. Me giré de cara a ella. Mi mano dejó la suya y ambas fueron a hacer lo que habían querido hacer, deshacer su suje. No opuso resistencia, así que al poco estaba viendo sus senos. Era el cielo. Cogí sus manos y las puse sobre mi cintura, encima del top, dándole a entender que me lo quitara. Y así lo hizo. Al aire quedó mi suje. No era tan sexi como el de Claudia (que bien vestía aquella pijilla), pero potenciaba mucho mis encantos. Aún así no tardó mucho en caer.
Nos volvimos a besar, mientras nuestras manos empezaban a jugar con nuestros respectivos senos. Uf, todo esto me ponía a mil. Empecé a recorrerlos con las manos, a acariciarlos, hasta que mis pulgares se pusieron sobre sus pezones y empezaron a acariciarlos. Claudia gimió muy suavemente. Luego mis manos empezaron a bajar, pasando por su vientre y llegando al botón de sus tejanos. Lo desabroché. Separé mi boca de la suya y me agache para quitárselos, braguitas incluidas. Su sexo me quedó en mi frente. No estaba del todo depilado, como el mío, pero estaba muy bien arregladito. No lo toqué ni hice nada, aún no era el momento.
Me volví a levantar, y cuando estábamos de frente, Claudia me imitó. Me desabrochó el tejano, se agachó, y me lo fue quitando. No se pudo estar de acariciar y apretar con la mano mi culito respingón. Cuando se volvió a levantar le di un beso, uno rápido, que teníamos trabajo. La empujé a la cama, quedando sentada en el borde. Yo me senté sobre sus rodillas de cara a ella. Y nos volvimos a besar, mientras ella posaba sus manos sobre mis nalgas. Jugamos así durante unos instantes. Luego me aparté y nos estiramos bien cómodas sobre la cama. Los besos siguieron, mientras nuestras manos fueron sobre nuestros sexos. Empecé a acariciar el de Claudia, mientras ella hacia lo propio con el mío. Oh, que gusto. Lo fui acariciando, recorriendo, mientras notaba como jugaba con el mío. Noté como empezaba a introducir un dedo, pero eso no era lo que quería. Separé mi mano de su sexo, y separando ligeramente su cuerpo del mío. Ella lo entendió y bajó su mano. La seguí besando, mientras la besaba para que se quedara totalmente estirada, bocaarriba. Cuando ya la tenía en posición, separé mis labios de los suyos y me incorporé. Me moví para ponerme en posición de 69, poniendo mi sexo en su cara y mi cara en su sexo.
Empecé a recorrer el contorno de su raja, mientras sentía su lengua jugando con mi clítoris. Me estremecí y empecé a hacer lo mismo. Jugueteando, haciendo círculos. Noté como se introducía un dedo suyo dentro de mi, y yo también hice lo propio. Un dedo que iba recorriendo el sexo y una lengua jugueteando con el clítoris. Noté como Claudia se estremecía. Yo tampoco fui menos, gemí y moví un poco las caderas, dejándome llevar por el placer. Nuestros coños ya estaban bien mojados, y ya estábamos introduciendo el segundo dedo. Las dos jadeábamos. Yo un poco más fuerte que ella, que soy un poco más escandalosa. Nuestras caderas no dejaron de contornearse. El placer era máximo. Seguimos jugando así hasta que nos corrimos.
Puf, había sido extasiante. Me separé de ella y nos tumbamos la una al lado de la otra, mirándonos a la cara, con cara de haber disfrutado mucho.