Estudiando en Barcelona 1

Ya he acabado el instituto. Así que me voy a la ciudad, a Barcelona, a estudiar farmacia

Me llamo Marta. Tengo 18 años recién cumplidos. Soy de una pequeña ciudad a unos cien kilómetros de Barcelona. Estamos en verano, justo después de acabar el instituto. Las notas me han ido bien, y la selectividad también. Tengo una buena nota, con lo que puedo estudiar lo que quería, farmacia en la Universidad de Barcelona.

Varias compañeras de mi clase también estudiarán allí. Así que decidimos montar un piso. Estuvimos buscando durante el mes de Julio. Éramos cuatro chicas (nuestros padres nunca hubieran aceptado un chico). Nos costó bastante encontrar uno que estuviera bien, ya que el problema de Barcelona es que muchos pisos, viejos, tienen la habitación de la criada. Se trata de una habitación muy pequeña, un zulo, donde apenas cabe una cama y un armario. Y ya no hablemos de una mesa para estudiar. Y claro, nadie se quería quedar estas habitaciones. Después de mucho buscar encontramos uno con cuatro habitaciones muy amplias. El piso estaba amueblado, así que todas tenían su cama, escritorio, armario. Una de ellas tenía cama de matrimonio (supongo donde dormían antes los padres, dueños de la vivienda) y otra, la más grande, dos camas. Las otras dos eran más normales. Dos daban a un patio interior, y eran más tranquilas, otras dos a la calle. Tenía dos baños, uno más grande, con bañera, y otro más pequeño y estrecho, con plato de ducha. Todas estas estancias daban a un pasillo, con una puerta al principio que daba al comedor y a la cocina. Así quedaban perfectamente separadas las zonas de noche y las de día y si alguien quería dormir mucho podría hacerlo tranquilamente. El comedor era muy grande. La casa no tenía recibidor, se entraba directamente al comedor. Estaba enmoquetado, como mucha parte de la casa. Los propietarios eran alemanes, y allí hay más tradición de moqueta. Tenía una televisión sencilla pero funcional, dos sofás, mesita, estanterías, un pequeño armario, .... Y una puerta que daba a la cocina. Totalmente equipada. Allí también estaban, en un rincón la lavadora.

Enseguida nos enamoramos del piso y pagamos la señal. Mis compañeras se llamaban Claudia, una chica rubita pijita, Montse, estudiante de bellas artes, con lo que siempre iba vestida un poco tirada, aunque tenía su punto y Lucía, una morena con un buen tipito. Yo, por mi parte, mido 1,71, delgadita pero no en exceso, pelo castaño, media melena, ojos marrones, carita dulce, que nunca ha roto un plato, labios fino el superior más grueso el inferior, talla 85 y un culito respingón. No soy espectacular pero me considero guapa.

Decidimos repartirnos ya las habitaciones, ya que todas estudiábamos cosas diferentes, con lo que cada una empezaría un día distinto, así que cada una iría al piso escalonadamente. Montse nos pidió una habitación. Para sus estudios necesitaba espacio y una habitación, la normal que daba a la calle, le iría muy bien. Aceptamos. Claudia nos pidió una habitación que diera al interior, ya que vivía en un pueblecito muy pequeño y muy tranquilo, con lo que no estaba acostumbrada a los ruidos de la calle, y no podría dormir. Aceptamos y le adjudicamos la de interior normal. Quedaban la de matrimonio, que daba al patio interior, y la de dos camas. Obviamente tanto Lucía como yo queríamos la de matrimonio. Nos la jugamos a piedra, papel, tijera y gano ella.

Nada, me miré mi futura habitación. La verdad es que estaba muy bien, eliminaba una de las camas y me quedaba una habitación inmensa. Bueno, ahora a casa, que son vacaciones y a la vuelta ya haré los cambios que toquen.

En Agosto nos fuimos a veranear al piso de la costa. Iba muy bien para ayudar a pasar la calor, relajarse, descansar y coger fuerzas para la nueva vida que me esperaba en setiembre. Mis padres me dejaron invitar a una amiga, Sofía. Era rubita con cabello largo, un poco más bajita que yo pero con mejor tipo, unos senos más grandes y con la piel clarita. Era muy mona. De siempre me han gustado las chicas, pero he hecho muy poca cosa, nada reseñable. Y, aunque soy lanzada, nunca me ha gustado hablar de mis gustos con mis amigas. Casi ninguna de ellas los sabía y mis futuras compañeras de piso, compañeras de clase con las que me llevaba bien pero que no eran amigas, tampoco.

Con Sofía nos conocíamos de hacía años, cuando empezamos el instituto. Allí, al cabo de un mes o dos ya teníamos hecha la cuadrilla de amigas. Lástima que los estudios nos separaran. Ahora tan sólo nos veríamos los veranos, en el pueblo. Bueno, y eso poco, ya que pronto empezaríamos con los curros de verano y esas cosa.

Sofía vino para pasar diez días. Mucha playa, bañitos en el mar, a la tarde en la piscina del edificio. Y un par de días que estuvo nublado aprovechamos para visitar los lugares cercanos. Y por la noche salíamos de fiesta. Nos lo pasábamos muy bien, congeniábamos mucho. Y además, siempre que podía me deleitaba con su tipito. Normalmente no lo hago, pero el verano, con el calorcillo es terrible. Ropa ajustada y corta.

Una noche, cuando estábamos acabando de cenar, el calor se hizo insoportable. El Agosto se hace pesado. Así que le propuse a Sofía ir a la playa a bañarnos en vez de salir. Mi padre se puso contento, ya que no le gustaba mucho que saliéramos por ahí. Sofía asintió. Acabamos de cenar y subimos a la habitación. Como nuestro pisito era pequeño, ella y yo compartíamos habitación. Sofía aún no se había cambiado el bikini, pero yo si. Ella se sentó en su cama y yo me puse a cambiarme, mientras seguíamos charlando. Me quité mi camiseta, no llevaba suje, de espaldas a Sofía y de cara al armario. Tuve la sensación que Sofía me miraba, de hecho noté como la conversación medio se cortaba por un instante. Decidí investigar un poco los gustos de Sofía, muy disimuladamente, no quería perder una amistad. Me puse el suje y me quité el pantaloncito corto y las braguitas que llevaba a la vez. También de espaldas a Sofía, con lo que ella podía contemplar mi culito respingón. La conversación medio se cortó otra vez, pero más tiempo. Gire un poco la cara, para ver la suya. Nos entrecruzamos las miradas un instante, ya que ella enseguida la apartó, tímida. Yo seguí con la conversación, para no dar más importancia al asunto. Me acabé de poner el bikini, me giré de cara a Sofía. Se levantó, cogimos toallas y nos fuimos a la playa cogidas de la mano.

La lleve a una cala tranquila que había cerca. Tan tranquila que en aquel momento no había nadie. Nos bañamos. Como no había sol y no había nada más que hacer, estuvimos jugando como unas niñas pequeñas, tirándonos agua, nadando, charlando. Nos lo pasamos muy bien. Al rato decidimos ir a la orilla a las toallas. Nos tumbamos mirándonos una a otra. Seguíamos conversando, pero yo me moría de ganas de besarla. Así que decidí lanzarme un poco más.

  • Sofía, mientras estábamos en la habitación y yo me cambiaba, me pareció que me mirabas.

Sofía medio se ruborizó. - Si, te miré un poquito.

  • Pero esto no es justo. A mi también me hubiese gustado verte a ti.

  • Pero que dices. Yo te miraba porque hablaba contigo. Además, tampoco veo el porque.

  • Pues porque eres muy guapa.

Nos quedamos unos instantes, que se hicieron eternos, mirándonos la una a la otra.

  • ¿Seguro?

  • Si, si. - Asentí, mientras con mi mano empecé a jugar con su cabello. Nos volvimos a mirar, pero esa vez la mirada de Sofía era diferente. Decidí jugármela. Acerque mis labios a los suyos, y empecé a besarla. Primero era un beso sencillo, un poco cutre. Pero a medida que avanzaba nuestros labios empezaron a jugar más. Y luego nuestras lenguas se empezaron a entrecruzar. Mi mano jugaba con su pelo y su cuello. Con suavidad, con finura. Podía sentir la humedad de sus labios. Finalmente nuestros labios se separaron. Nuestras narices medio chocaban y no nos dejábamos de mirar sin parar de sonreír. Oh Dios, no me podía creer que estuviera con una chica como Sofía.

Nuestros labios se volvieron a juntar, a jugar, mientras mi mano dejó de jugar con su cuello, y fue bajando suavemente hacía sus senos. Los empecé a acariciar, con el reverso de mi mano, por encima del bikini. Mientras sentía como su mano bajaba por mi espalda, se posaba en mi culito y lo apretaba. Mis labios dejaron de jugar con los suyos y empezaron a recorrer su cara, su cuello, mientras mi otra mano iba a sus senos. Le levanté el suje por debajo y puse mis manos sobre ellos. Acariciándolos suavemente. Noté que su respiración se profundizaba. Nuestros labios seguían jugando, con el cuello, la cara, y noté como Sofía ponía sus manos sobre mi seno. Oh Dios, como me gusta que me toquen ahí. Empezó a jugar con él, y mi excitación se disparó. Mis manos también jugaban con los suyos. Los acariciaba con dulzura. Con los pulgares empecé a acariciar sus pezones y noté como se excitaba. Y a mi me volvían loca, así que decidí bajar mi cara y empezar a lamerlos con dulzura, con suavidad. Primero el izquierdo, recorriéndolo. Luego el otro. Como veía que ella no se atrevía, me desabroche el suje. Ella lo entendió y empezó a jugar con ellos.

Estábamos muy calientes, las dos. Una de mis manos empezó a bajar, acariciando su barriga, su ombligo y llegar a sus braguitas, donde empecé a acariciar su sexo, por encima de ellas. Ella mientras tanto bajó su cara y empezó a lamer mis senos. Yo tenía una mano en uno de los suyos, la otra cerca de su sexo y ella besándome de esa manera. Cuando acabó, subió su cara nos miramos. En nuestros ojos se veía la excitación del momento. Nos besamos. Yo introduje mi mano dentro de sus braguitas. Empecé a acariciar su sexo, suavemente, con dulzura. Y ella me imitó. Le bajé las braguitas, la puse más cómoda, separándole las piernas y humedecí mis dedos con mi boca. Ella hizo lo mismo. Y empezamos a jugar con nuestras partes mientras no dejábamos de besarnos. Primero acariciando, luego jugando con el clítoris y finalmente introduciendo los dedos. Podía sentirlos dentro de mí, como me recorrían, y mientras no dejábamos de besarnos. Llegamos al orgasmo casi al mismo tiempo.

Nos quedamos un rato en las toallas tumbadas. Eso si, nos pusimos bien los bikinis. Casi que no hablábamos, nos mirábamos, sonreíamos y nos acariciábamos. Lástima que pasado mañana se fuera a su casa. Amores de verano flores de un día son.

Espero que les guste, espero sus comentarios.