Estrenando a los chicos

Las mejores mamades de Barcelona son gratis. Y así lo descubrieron estos tres jóvenes deseosos de probar por primera vez el placer oral. Otra historia de Boca Ávida.

Rafa, Miguel y Gabriel eran tres amiguetes que, cuando podían, se reunían en casa de los padres de uno de ellos para visionar algún vídeo guarrillo, mientras se marcaban unas pajas corales, aderezado, si el mercado y la economía lo permitían, por unos cigarrillos perfumados con hachís. Son cosas que se hacen cuando eres un crío. Los chavales estaban en los últimos cursos del instituto, debían tener unos 16 años.

Me encontraron a través de una web de contactos en internet hace ya algún tiempo. Intercambiamos direcciones y enseguida quedamos para una cita a través de un chat. Las cosas me gustan así, directas. Cuando alguien empieza con indecisiones, titubeos y vacilaciones, pierdo el interés pues enseguida me doy cuenta de que es una pérdida de tiempo.

A los tres chicos les gustaba juntarse para masturbarse, "cada una con la suya", decían. Era una especie de competición, apostaban a ver quién eyaculaba antes o quién conseguía un mayor número de orgasmos en una sesión. Por lo que pude deducir se trataba de una especie de gamberretes muy calientes, pero sin ningún tipo de experiencia con chicas. El caso es que en su calentura habían decidido que querían experimentar una felación y valoraron varias opciones. Descartaron, evidentemente, hacérselo entre ellos, pues sus "principios" les marcaban que meterse el pene de otro chico en la boca era una mariconada. Sus exiguos recursos económicos les impedían contratar los servicios de una meretriz. Por otro las chicas de su edad parece ser que huían del que debía ser el trío más salido de la clase. Finalmente dieron con mi ficha de contacto y me consideraron la opción ideal.

En un principio el hecho de que fueran menores de edad y de que fueran tres me tiró un poco atrás, pero luego de conversar con ellos y darme cuenta de como eran, y de cercionarme que a esa edad no era delito (al menos entonces) mantener algún tipo de relación sexual con ellos, dimos el paso y quedamos.

El punto de reunión era la casa de unos de ellos, Gabri, cuyos padres periódicamente le dejaban sólo unos días para realizar algún tipo de viaje de trabajo o negocios. Esa mañana iban a aprovechar la semana cultural del instituto para marcarse unas faltas "justificadas" y quedar conmigo.

Sobre las 10:30 aparecí en la dirección acordada. Me abrió Gabri, el anfitrión, un muchachito rubio, de piel clara y ojos azules, delgado y de figura delicada.

  • ¡Hola David! - saludó sin ni siquiera preguntar si era yo - Ya te estabamos esperando.

  • Muy bien, fantástico. Entonces pasemos, creo que tengo un poco de trabajo - bromeé - y me gustaría poder hacer unos encargos antes de que cierren las tiendas al mediodía.

  • Aquí está Miguel y ese es Rafa - me indicó mientras entrabamos al salón de la casa.

Rafa era un chico algo grueso, aunque sin exceso, y bajo, de cabello castaño y sonrisa socarrona. Miguel era la antítesis de Gabri: moreno, de ojos oscuros y piel tostada, de cuerpo robusto y ya con sombra de afeitarse el mostacho.

  • ¡Llegó nuestra putita! - Gritó alborozado Rafa.

  • ¡Hey! Tranquilito, chaval. ¿Verdad que a ti nadie te a llamado mono pajillero de mierda?

Me di cuenta que tenía que hacerme respetar. Una cosa es que les fuera a hacer unas cuantas mamadas y otra que se pudieran cagar en mi cabeza tranquilamente. Los otros dos se rieron.

  • Déjalo estar, que está más salido que el pico de la plancha - me dijo Miguel

  • Sí va más caliente que la pipa de un indio. - comentó Gabri - ¿Quieres una birra?

Pude observar que encima de la mesita que estaba delante del sofá había ya alguna cerveza vacía y un cenicero lleno de colillas de tabaco rubio. No me encantó la idea de que ya hubieran bebido, pues si a los niñatos ya les cuesta de por sí correrse con una mamada, si han bebido alcohol, todavía más. A mi me gustan los trabajitos rápidos y efectivos, y no soy amante de pasarme tres horas dale que te pego con la cabeza arriba y abajo.

  • No, no, dejemos la bebida para después, seguramente necesitaré refrescarme la boca. - les guiñé el ojo - ¿Dónde queréis que lo hagamos?

  • Pues aquí, ¿no? - contestó Miguel, como una obviedad, mientras miraba el sofá

  • ¿Aquí, delante de los demás? Bueno... como queráis...

  • Claro, hombre, si no, no tiene gracia - Gabri me clavó su mirada azul.

Evidentemente, no había caído yo en que, si se hacían las pajas juntos, por que no iban a compartir su primera "relación sexual" con sus compañeros. Nunca se me había ocurrido que llegaría el día que practicaría una felación con público.

  • Está bien, pues, sentaos y pollas fuera. ¿Como empezamos? ¿Gabri, que es quien juega en casa?

Los tres se encogieron de hombros y se sentaron, pegados el uno al otro en el sofá, Gabri a la derecha, Miguel en el centro y Rafa a la izquierda. El rubio se apresuró a bajarse el pantalón de chandal que llevaba, ante la atenta mirada de sus amigos, dejando al descubierto un pene blanco como la leche, con el glande totalmente cubierto por el prepucio, y que nacía de unos testículos pequeños y compactos, cubiertos por un ligero vello rubio, casi albino. Me arrodillé ante el y, agarrando con dos dedos la flácida polla, empecé a besarle la parte superior de los muslos, acercándome cada vez más a su ingle.

De reojo miré a sus vecinos de sofá, que observaban fijamente la escena. Miguel ya se estaba sobando el nabo por encima del pantalón. Yo continué con lo mío. Cuando mi besos alcanzaron los huevos de Gabri, su polla se empezó a hinchar entre mis dedos, y yo inicié un suave movimiento masturbatorio. Seguí con las caricias de mis labios hasta que llegué a juntarme con los dedos que agarraban ese miembro. Me paré a observarlo. No era muy grande, a conjunto con su dueño, pero era perfecto, recto, suave, casi de cera, era realmente un caramelo listo para comer. Deslicé la piel hacia abajo, haciendo que el capullo quedara al descubierto. Encontré un poco de resistencia.

  • Si te hago daño o te molesta algo que haga, dímelo, por favor.

Gabri asintió, clavándome de nuevo sus ojos azul cielo en lo más profundo de los míos, y dándome a entender que de momento todo iba de fábula. Su polla palpitaba entre mis dedos. Mi lengua se dirigió a ella, y en tres o cuatro lengüetadas, de arriba a abajo, la mojé bien de saliva para que resbalara mejor entre mis labios. Puse mi mano izquierda bajo su nalga derecha, me acomodé bien, y haciendo pinza con los dedos de mi mano derecha sobre la base de su pene, manteniendo la piel retirada del capullo, empecé a meterme lentamente la dura polla entre mis labios. Subía y bajaba la cabeza, y en cada movimiento un poco más de ese nabo entraba en mi boca, siempre cuidando de mantener la presión ideal y suficiente saliva en la boca para que el roce fuera suficiente pero no molesto. Finalmente mis labios llegaron a tocar su pubis y esperé unos momentos con el nabo dentro de la boca.

  • Tíos... ¡esto es una pasada! - dijo a sus camaradas.

  • ¡Hey, tío! Voy a reventar de caliente - aseguró Miguel.

Yo continué con el movimiento arriba abajo de mi cabeza, realizando una mamada de manual. Al tiempo, mis dedos acompañaban a mis labios para aumentar la excitación del chaval. Él por su parte, de vez en cuando suspiraba o movía las caderas hacia arriba, indicándome que buscaba mayor velocidad o más profundidad. Finalmente un aumento de la cadencia de los suspiros y una respiración más profunda y entrecortada, marcaron el inicio del orgasmo del muchacho. Su polla empezó a palpitar dentro de mi boca.

  • ¡Joder, tíos! ¡Me estoy corriendo! ¡Que pasada! ¡Que gustazo!

Continué chupando hasta que el pobre se relajó. Retiré mis labios del pene, todavía erecto y palpitante. No debió sacar mucha leche, pues casi no sentí nada en la boca; debió mezclarse con mis abundantes babas. Gabri exhaló un último suspiro contenido y, con los ojos cerrados se recostó tranquilamente en el sofá. Al girar la vista me encontré a Miguel, con los pantalones y los calzoncillos en los tobillos y agarrándose la polla, totalmente trempada.

  • ¡Va, va, chúpamela a mí! Por favor, estoy muy caliente...

  • Sí, hombre, que hay para todos.

El rabo de Miguel, pese a lo que su físico podía hacer pensar, no era mucho mayor que el de Gabri, la principal diferencia es que estaba circuncidado. Lo que sí tenia era más vello púbico, más duro y espeso. Esto me hizo desistir de empezar mi servicio oral por los testículos, sino que los empecé a acariciar con una mano, mientras empezaba a besar y lamer su vientre, menos piloso, dirigiéndome hacia la punta del capullo. Poco a poco, y sin utilizar mis manos, me lo fui metiendo en la boca, paseando la lengua por todo el dorso del glande.

  • ¡Oh, síiiii!!!! ¡Chupa, tío, chupa! Mámamela bien.

  • Llénale la boca de lefa - le animó Rafa.

Miguel estaba como un loco, sentía su polla a punto de explotar, durísima. Coloqué mi mano izquierda sobre su vientre, haciendo una ligera presión y con mi mano izquierda hice un cuenco para sostener sus cojones, mientras aumentaba el ritmo de mi mamada y presionaba más fuerte con la lengua sobre la base del capullo. Sabía que no podía tardar mucho, y tenía que ahorrar esfuerzos, pues todavía me quedaba Rafa por vaciar.

Mi intuición no me engañaba. En menos de un minuto Miguel puso sus dos manos sobre mi cabeza, presionándome hacia abajo, al tiempo que levantaba su pelvis para hacer la penetración más profunda y, entre gritos y gemidos, se corrió escandalosamente, eyaculando directamente en mi garganta, sin darme tiempo a reaccionar o rechazar su descarga.

Tan pronto como se sintió aliviado, retiró sus manos de encima de mi cabeza, dejándose caer en el sofá. Yo a la vez me aparté de aquel falo que se había clavado casi en mi esófago, tragué saliva e intenté relajar un poco la garganta.

  • Gracias tío... realmente eres fenomenal... - susurró.

  • Nada, hombre, a mandar.

  • Ahora yo - inquirió Rafa

Tenía ya la polla agarrada por la base, apuntando al cielo. Era más o menos como las otras dos en longitud, pero sensiblemente más gruesa y venosa, y con un glande gordo y amoratado por la excitación. Sin perder tiempo me dirigí a la faena. Lubriqué con la lengua ese capullo reluciente e hinchado y empecé a darle chuponcitos en la punta, alternando con lengüetazos de arriba a abajo del falo. Me lo metí en la boca y empecé a chupar. El grosor de ese aparato hacía incluso incómoda la felación. Por suerte domino bien las técnicas del placer oral.

Al cabo de un rato sin percibir ninguna reacción que indicara que lo estaba haciendo bien, decidí ayudarme con la mano, agarrando fuertemente la base con los dedos índice y pulgar de la mano derecha y acompañando el movimiento ascendente-descendente de mi cabeza.

Aquello parecía no acabar nunca, y cuando ya casi estaba a punto de desistir, un chorro de líquido espeso y de sabor alcalino inundó mi boca. Luego otro chorro. Y luego empezó el orgasmo.

  • ¡Ooooooaaaaahhhhh! ¡Que bueno! ¡Tíos, es una bestiada de bueno! ¡Síiiiiiiiiiiiiiiii!

Chupé, y chupé, y chupé, pero ya no salía nada más. Rafa había eyaculado antes de tener el orgasmo. A veces ocurre. Mientras iba desalojando poco a poco el grueso rabo de mi boca, percibí una respiración entrecortada y un movimiento rítmico a mi lado. Miguel se estaba masturbando mientras miraba extasiado la escena. Acabé de sacarme la polla de Rafa de la boca, y sin darme tiempo a reaccionar, la mano izquierda de Miguel se apoderó de mi cabeza y la atrajo hacia su regazo.

  • ¡Corre, tío, chupa, que me corro!

El primer chorro de semen no me dio tiempo y se estrelló entre mi mejilla y mi oreja. Cuando el siguiente salió disparado, el nabo de Miguel estaba de nuevo enterrado en mi garganta. De nuevo gozó con gritos y gemidos, depositando su leche directamente en mi estómago.

Finalizada la faena miré a los tres chicos. Acababan de tener su primera experiencia sexual con otra persona y me habían concedido el honor que esa persona fuera yo.

  • Bueno, ahora creo que sí que me he ganado esa cerveza.

  • Una y las que quieres, tío. Realmente eres genial. - Sonrió Miguel, ya más calmado.

  • Muchas gracias, me ha gustado... - La cara de Gabri ahora era angelical.

Después de la cerveza todavía dio tiempo para una tanda de repetición para Gabri y Miguel. Rafa pareció poco interesado en repetir la experiencia. Y de Gabri ya os hablaré otro día...

Ya sabéis, si algún día necesitáis aliviaros, podéis poneros en contacto conmigo.