Estrecha

Un policía denuncia a una bella mujer árabe que encenderá su pasión, desencadenando una situación no demasiado ortodoxa para un policía respetable

Estaba resultando una mañana de lo más agotadora; el recorte presupuestario había reducido los efectivos al máximo y éramos una de las pocas patrullas policiales en la ciudad. Nos estaban friendo a servicios desde primera hora de la mañana y no habíamos parado ni para respirar.

Nos dirigíamos en ese momento hacia la zona del río, pues al otro lado se encontraba nuestra jefatura y necesitábamos realizar unos trabajos en el ordenador. Parecía que las transmisiones nos daban un respiro, al tiempo que el día lucía en todo su esplendor, por lo que circulábamos disfrutando del sol del sur en su vertiente más primaveral y benefactora.

Como en nuestro oficio no puedes estar nunca completamente relajado, pues eso puede acarrearte muchos problemas, no pude por menos que advertir algo extraño en el coche que circulaba junto a nosotros: lo primero que llamó mi atención fue un brazo  de blancura nívea, hermosísimo en su redondez, carnoso, resaltando sobre una camiseta negra de manga corta; a continuación me resultó muy extraña la postura en la que la joven propietaria del bello brazo mantenía su cabeza, anormalmente ladeada sobre su hombro izquierdo…

- Huuuummm, Pepe, mira esa chica del coche junto a nosotros… o tiene serios problemas de cervicales… ¡o está utilizando su teléfono celular mientras conduce…

- Pues claro que está hablando… activa las señales de emergencia, vamos a detener su vehículo

Tras las pertinentes señales acústicas y luminosas, la conductora  advirtió nuestra presencia, dejó de utilizar su teléfono y detuvo su vehículo.

Al viajar yo de copiloto, me correspondió bajar del vehículo y requerir a la conductora su documentación para proceder a denunciarla por la infracción; esto me dio la oportunidad de contemplar de cerca a la bellísima conductora del vehículo, una mujer de rostro redondeado, joven, con unos sugestivos y almendrados ojos de color miel enmarcados en unas gafas con mucho estilo, media melena sobre sus hombros, unos labios carnosos y pintados con mucho gusto que resaltaban aún más su preciosa boca…

- Buenos días, señorita, por favor, muéstreme su documentación personal y la del vehículo.

- Claro, agente, ¿pero qué sucede?

- Bueno, creo que no hace falta explicarle que no puede Ud. utilizar el teléfono mientras conduce, debemos denunciarla.

Ella se apeó del vehículo para continuar hablando conmigo, lo que me dio la oportunidad de contemplar su figura; entiendo que no a todos los hombres les pueda gustar una mujer como aquella, pero la verdad es que a mí cada vez me gusta más ese tipo de mujer: estaba con unos kilos de más, pero distribuidos de forma que la convertían en una de mis idolatradas gorditas bellas. Vestía unos pantalones de tela delgada y bastante ceñidos que no dejaban nada a la imaginación, mostrando sus muslos redondos y generosos, su tripita prominente y un ombligo de prometedores deleites, un culo redondo como un pan candeal, una cintura estrecha que se derramaba en sus caderas, ensanchándose como el río cuando se entrega a la mar… y sus tetas… para sus tetas necesitaría un tratado completo y no las describiría con toda la justicia que merecían: eran dos melones enormes y retadores, embutidos en un sostén que incluso aunando esfuerzos con su escueta camiseta negra, fracasaban en el intento de contener aquellas dos maravillas, que se rebosaban por encima del sujetador, alegrando la vista de quien escribe, que no cabía en sí de gozo ante la admiración de tanta abundancia y belleza.

Por último aquella mujer terminó de hacerme caer rendido ante sus encantos cuando se acercó a mí y pude advertir su perfume, podría aventurar tal o cual fragancia, pero seguramente erraría en mi cábala, tan sólo puedo afirmar que si algún día puedo permitirme una casa con jardín, me gustaría que ese fuera su olor, su perfume. Embriagador, fresco pero envolvente y evocador de estados de ánimo de gozosa y exaltada alegría… no sé qué más decir acerca de cómo olía aquella bellísima mujer que tanto me estaba gustando.

Al facilitarme su documentación, pude advertir que era árabe, se llamaba Aisha –como la mujer que da título a uno de los mayores éxitos de mi admirado Khaled- y era mayor de lo que su rostro juvenil sugería, tenía 32 años, aunque eso poco importaba, era bella, hermosa y… protestona. No paraba de reparar y hacer mohínes disconforme con que la denunciara por su infracción… pero yo estaba absorto en mi doble tarea. Intentaba concentrarme en examinar su documentación y al mismo tiempo seguir embriagándome con el perfume de esa mujer que me estaba alegrando la mañana so pena de tenerme un poco descentrado, aunque bendito el motivo de mi situación.

Como Aisha, erróneamente, pensó que el agente no prestaba demasiada atención a sus argumentos para escapar a la multa, decidió poner en juego sus argumentos más contundentes, procediendo a plantar sus dos poderosísimas y espectaculares tetas pegadas a mi carpeta de denuncias y a  mi mano derecha. Inmediatamente dejé de escribir, detenido en el acto ante la sorprendente iniciativa de Aisha. Aquello me generaba muchas dudas, porque no hay que olvidar que estaba trabajando y que el uniforme implica que debes respetar mucho al ciudadano –aunque lamentablemente no sea recíproco en demasiadas ocasiones-, no dando lugar a situaciones en las que uses el uniforme y tu cargo para conseguir determinados favores y prebendas… pero uuuuuffff… Aisha me tenía subyugado y ¡qué diablos! La fortuna favorece a los audaces y aunque yo no lo soy habitualmente, tampoco encontraba todos los días una mujer que me gustase tanto, además, creo que con respeto y buen gusto, a todo el mundo le agrada que le tributen admiración hacia su persona, así que decidí no pensarlo más y lanzarme:

- Mire, Aisha, por mucho que Ud. Insista, no me está permitido retirarle la denuncia, aunque bien que lo siento en su caso…

- ¿Por qué lo siente? –Aisha respondió inmediatamente a mi escarceo, pues acompañó su pregunta con una seductora sonrisa que la embellecía aún más-.

- Porque es Ud. guapísima y me tiene embelesado… perdone que se lo diga así, no se incomode, porque no suelo hacer esto a menudo, aunque bien es verdad que tampoco encuentro mujeres que me gusten tanto como Ud. de todas formas discúlpeme si le he molestado con mis cumplidos.

- ¡De ningún modo! Es Ud. un poco inflexible en su trabajo pero por otro lado me agrada lo que me ha dicho y ha sido muy respetuoso y caballero en sus palabras, así que al contrario, me ha halagado mucho saber que le gusto…

Alea jacta est… cruzado el Rubicón y visto que las señales eran alentadoras, indiqué a mi compañero, que se acercaba hacia nosotros para ayudarme, que volviera al vehículo para hacer gestiones por la emisora. Él adivinó cuál era la “gestión” que yo intentaba realizar con la bella Aisha, por lo que discreto regresó hasta el patrullero para dejarme la iniciativa.

- Bueno, Aisha, por mi parte ya he terminado con la denuncia… siento que nos hayamos tenido que conocer de esta manera, es una verdadera pena…

-        No tiene por qué terminar así, ¿no?

La sonrisa seductora y franca de aquella mujer me estaba perturbando, no podía ser verdad que aquella hermosura estuviera tan receptiva a mis cautos avances para conseguir algo más, pero había que decidirse pronto, pues no podía estar allí flirteando con ella más tiempo a la vista de todos.

-        Aisha, la verdad es que me gustaría conocerla algo mejor, me gusta Ud. mucho y sería una pena que el recuerdo que me quede de una mujer tan hermosa como ud. sólo sea el haberla multado.

-        No tiene por qué ser así. ¿Podemos tutearnos? Si quieres te dejo mi teléfono y me llamas para tomar algo y… conocernos mejor.

A su seductora sonrisa ahora unió una honda respiración que hinchó sus pulmones y catapultó sus maravillosas tetas hasta unos límites que terminaron por derribar la poca cautela que aún me quedaba, esas tetas, esa cara guapa… esa mujer me tenía arrebatado y parece que ella también era bastante receptiva y la atracción era mutua.

Me facilitó su teléfono, lo cual me permitió deleitarme con la contemplación de su manita gordezuela, como la de una madonna de Rubens, de uñas perfectamente cuidadas e impecablemente pintadas, garabateando grácilmente su teléfono en un papelito que me entregó regalándome una nueva y aún más seductora sonrisa, al tiempo que acercaba peligrosamente a mí sus imponentes tetas, hasta casi rozarlas con mi uniforme. Sabía cuál era el poder de su pecho y lo usaba con sapiencia y descaro.

- Bueno, espero que no te hagas de rogar para llamarme y quedar, que seas un poco más flexible conmigo en el futuro que hoy con la dichosa denuncia…

- No te quepa la menor duda, Aisha, corramos un tupido velo sobre el motivo que ha llevado a nuestro encuentro y que a partir de ahora sólo quede, al menos por mi parte,  el placer de haber conocido a una mujer tan bella como tú.

Aquello marchaba, Aisha sonrió complacida y satisfecha ante mis requiebros –sinceros por otra parte-, tomó su documentación de mis manos, no sin dejar pasar la oportunidad de rozar el dorso de la derecha con la suya, tan delicada y blanca, con esas uñas granates perfectas y atrayentes… Se dio la vuelta y se dirigió hacia su coche contoneándose, moviendo consciente y magistralmente su fabuloso culazo, embutido en la delicada tela de su fino pantalón, hipnotizándome y fijando mis ojos en la afanosa e inútil búsqueda de las delatoras líneas de sus braguitas marcadas bajo el pantalón, pues yo buscaba una prenda acorde al volumen generoso de las formas de su amplio trasero, resultando infructuosa mi búsqueda en aquella zona, aunque finalmente Aisha, sabedora, como toda mujer, que un hombre SIEMPRE les mira el culo a la menor oportunidad, me volvió a dar muestras de su generosidad: al llegar a su vehículo se giró nuevamente hacia mí, sonriendo, cerciorándose de que efectivamente estaba pendiente de su sensacional culo, aquilatándolo, disfrutando de su contemplación, calentándome con las expectativas que creaba en mi imaginación febril… tras ello abrió la puerta de la conductora y se dispuso a guardar la documentación en la guantera del lado opuesto, apoyando para ello una rodilla sobre el asiento, introduciendo su cuerpo de cintura para arriba en el interior, dejando bien expuesto su prominente culo, respingón, ofrecido a mi lujuriosa vista, demorándose sin prisa alguna, sabedora de que cada segundo era un placer y un suplicio a la vez para aquel espontáneo admirador que le había surgido inesperadamente.

Pude comprobar, merced a que su pantalón se recogió un poco hacia abajo debido a la forzada postura, que Aisha usaba un tanga blanco con lunares negros, cuyo estrecho triangulito no era suficiente para tapar su “huchita”, el inicio de la raja de su culazo. Aquello era demasiado, me estaba mostrando su culo, sus bragas, si no fuera porque estaba trabajando, no hubiera dudado en acercarme y propinarle una buena nalgada, porque ese trasero y esa mujer lo estaban pidiendo con silenciosos gritos.

La flacidez con la que mi miembro viril arrostró el comienzo de mi intervención policial con Aisha había ido dando paso a una expectante fase morcillona que por último, dada la contemplación de sus prominentes nalgas, estaba dando paso a una cada vez más evidente erección, visible a través del pantalón de mi uniforme, que no pasó desapercibida para la cada vez más libidinosa Aisha, que de reojo vigilaba los estragos que su trasero provocaba en su lanzado admirador.

Tras tomarse su tiempo y dilaciones debidas en ordenar su documentación, Aisha se reincorporó, volvió a sonreírme de forma muy intencionada y se introdujo en su vehículo, abrochó su cinturón de seguridad y dijo:

- Bueno, agente… ¿Cómo te llamas?

- Dyomedhe…

-        Es que me gusta saber el nombre de los hombres que me requiebran y me atraen… bueno ¿me llamarás?

-        Tenlo por seguro, Aisha

-        Pues no te demores, que tengo ganas de volver a verte… en otras circunstancias –dijo mientras, fija su mirada en mí, acomodó la correa de su cinturón de seguridad entre sus tetas, respirando hondo y disfrutando al comprobar que yo no perdía de vista cómo la cinta casi desaparecía entre aquellas dos prominencias tan fabulosas-

-        Como no te vayas de una vez, creo que hoy me van a despedir de la policía

-        Me encantaría ser la responsable jajajajaja

Aisha me lanzó un beso y arrancó, sin dejar de mirarme por el retrovisor de su automóvil. Cuando me acerqué al patrullero, mi compañero Pepe sonreía irónico y comprensivo, pues no había perdido detalle del jugueteo que había surgido entre Aisha y yo, ya se sabe: la policía “siempre vigilante”…

- Compañero, creo que la gordita bella te ha puesto cardíaco, no?

-        Cardíaco es poco para cómo me tiene; sigue su vehículo a bastante distancia y sin prisas.

-        Huy huy huy… compi, que te vas a quemar con el culazo de la morita bella…

-        No seas mamón y dale que la perderás de vista, ha girado a la izquierda en la siguiente; ve pendiente que voy a mandarle un sms

-        Jajajaja no tienes remedio, eres un calentón sin remedio

-        Ya Pepe, pero es que esto es distinto, sabes que no suelo ligar en el trabajo, pero esta mujer me ha gustado mucho, hacía tiempo que no me pasaba nada igual.

Abrí el billetito que Aisha me había dado con su número, lo añadí a mi agenda y redacté un sms: “Me ha gustado mucho el jueguecito de la guantera, se te veía hermosa. Me encantas”. Lo envié y seguimos persiguiendo discretamente el vehículo de Aisha.

El vehículo se detuvo unos segundos en un semáforo en rojo y poco después mi teléfono comenzó a alertarme de un sms nuevo: “No es nada para lo que te espera si sigues poniéndome tan traviesa…” Aquella mujer era muy juguetona y decididamente incorregible en el tema de usar el teléfono mientras conducía. Continuamos siguiéndola hasta que se desvió a una zona cercana a un parque nada transitada, momento que aproveché para hacerle nuevamente señales con la sirena para que se detuviese.

Me apeé del patrullero y me dirigí hacia su coche ante la mirada pícara de mi compañero que se lo estaba pasando de miedo con el jueguecito que nos traíamos los dos.

Cuando llegué a su altura Aisha se había quitado las gafas y su lengua jugueteaba maliciosa con una de sus patillas, mismamente como si estuviera felando un pequeño pene. Sonreía divertida ante la nueva fase del juego, aunque creo que no se esperaba mi reacción. Lentamente me acerqué a su ventanilla, con una rápida mirada me cercioré de que no había testigos molestos cerca y me incliné, hasta poner mi rostro a la altura del suyo.

- Eres una niña muuuuy mala

- Lo sé… pero te gusta, ¿verdad?

Decidí que aquello no iba ya a ninguna parte si no forzaba nuevamente la situación, por lo que sin mediar palabra le sonreí, introduje mi cabeza por la ventanilla y comencé a besarla.

Aisha no se resistió a mi beso en absoluto, comenzó a corresponder, ofreciendo sus labios, dejando que mi lengua buscara despaciosa pero ávidamente la suya, que jugueteara con esos dientecillos nacarados que tanto embellecían su seductora sonrisa. Pronto comenzó a acariciar mi cara y a juguetear con sus dedos en mi oreja y pelo, por lo que no perdí la oportunidad de con dos dedos pasar de forma muy tenue, rozando apenas, sobre sus tetas, lo que le arrancó un ahogado suspiro, señal de que Aisha estaba al menos tan excitada como yo.

- Aisha, me tienes muy caliente, me encantaría acariciar ahora mismo tus tetas, porque me tienen loco desde que las vi

-        Nada te lo impide…

-        ¿De veras?

-        Nada, de veras, tócame, lo estoy deseando

Levantó un poco su camiseta, con una mirada pícara y atrevida, mostrándome un sujetador de lunares a juego con el tanga que me había enseñado unos minutos antes. Sus espectaculares pechos pugnaban por escapar de la insuficiente tela, mientras unos pezones del tamaño de una galleta asomaban desafiantes punzando el tejido de la sufrida prenda.

Introduje mi mano dentro de su sostén y amasé delicadamente su teta derecha, sopesándola, rodeando su pezón como un lobo hambriento antes de lanzarse sobre la presa.

-        Me estoy poniendo cachonda… si sigues no te dejaré ir sin que acabes lo que has empezado… oooooohhh sigue, sigue…

Mi compañero dio dos toques cortos y seguidos de claxon, señal de advertencia, por lo que sin prisas me incorporé y simulé estar dando indicaciones a la ocupante del coche, momento en el que pasó cerca de nosotros un vehículo con dos ancianos dentro que miraban fisgones a ver si pillaban algo de lo que allí se cocía, ajenos sin embargo de la verdadera naturaleza de la situación.

- Aisha, querida, debo marcharme

-        De eso nada, antes de irte quiero que me toques

-        Pero si ya te he tocado…

Desabrochó su pantalón y lo bajó un poco, mostrándome sin el menor recato su tanga, que claramente estaba empapado.

- Sí, pero quiero que me toques un poco aquí abajo, tengo ese antojo… anda tócame, verás cómo estoy de calentita…

No lo pensé ni un segundo y nuevamente me incliné para poder acercar mi mano hasta el tanga de Aisha. Sin más dilaciones, pues mi situación no lo permitía, introduje mi mano bajo su prenda y pude comprobar que tenía su coño casi totalmente depilado, sólo adornado por una tira de vello recortado sobre su prominente monte de Venus, por el que me deslicé hasta tocar dos abultados labios vaginales, los cuales pude separar sin dificultad, dado su estado de humedad, introduciendo mi dedo corazón entre ambos, lo que provocó que Aisha se arquease contra su asiento, separando un poco más sus muslazos, lo que definitivamente franqueó mi acceso a su clítoris y al resto de su encharcada vagina.

- Aaaaahhhhhhh, ¡qué gusto, agente, sigue tocándome que me gusta mucho cómo lo haces!

-        Estás ardiendo y muy mojadita, Aisha, eres muy traviesa y me estás poniendo muy malo y no podré hacer nada para remediarlo

-        Sigue tocándome… asíiiii, siiiiii…. Meteme los dedos… oooooohhhhh qué gusto, estoy ardiendo…. Sigue un poco más que me correré…. Ooouucccccccchhhhhhhh noooooo, no metas tanto los dedos en mi coño, noooooooo, para!!

-        ¿Qué ocurre, no te gusta?

- Me encanta, pero no metas más los dedos, sigue acariciándome, acaricia mi clítoris… assiiiiiiiii… mmmmmmmmmm qué caliente me tienes… ¿quieres que te toque un poco la polla?

-        ¡De eso nada! Quiero seguir conservando mi empleo.

Continué masajeando su clítoris por espacio de dos o tres minutos, tras lo que Aisha comenzó a gemir y contonearse sobre su sillón, corriéndose sin reparo alguno con mi mano sobre su coño y las tetas casi totalmente expuestas a mi lasciva mirada, obligándome a dejar mi mano inmóvil sobre su vagina, notando cómo sus fluidos continuaban saliendo de su coño, empapando sus bragas y mi mano.

Aisha estaba relajada y satisfecha, recostada en su sillón, disfrutando los ecos de su orgasmo, cada vez más lejano pero aún placentero, con una sonrisa muy elocuente y sin que su rostro denotara el más mínimo rubor o arrepentimiento.

En ese momento mi compañero dio dos nuevos toques de claxon y con un gesto convenido me advirtió de que teníamos un nuevo aviso y debíamos acudir, por lo que recompuse un poco mi vestimenta, hasta donde mi exiguo pantalón –para tanto miembro como ahora albergaba- me permitió y me despedí de Aisha.

- Bueno Aisha, debo marcharme, tenemos un aviso, creo que esto tendrá una continuación, ¿no?

-        No te quepa la menor duda, agente Dyomedhe, por mí no quedará, porque me ha gustado pero me queda cuerda para mucho más..

La besé ardientemente y regresé al patrullero, donde me aguardaba la reconvención de mi compañero.

-        Bueno, “sargento Sigfredi”, te queda algo de sangre en el cerebro para trabajar o la tienes toda donde yo creo? Jajajajaja

La contestación que le di a mi compañero, así como el resto del servicio de aquel día fueron mucho más prosaicos y menos interesantes que el relato que ahora nos ocupa, y lo que sucedió después con Aisha… eso será materia para la segunda parte de este relato… (continuará)

Agradeceré sus comentarios. dyomedhe@hotmail.com