Estoy muerto Capítulo 2-Decisión 1.

A veces una decisión, saca algo oscuro de nosotros; pero cuando ni nosotros mismos sabemos quienes somos, probablemente ignoramos si eso venia de serie o entro en el cambio. Eso suponiendo que hubiera cambio, porque directamente pudo no haberlo habido; simplemente que su marido ya fuera así...

Estoy muerto

Capítulo 2. Sexo sin amor

Cuando se me permite entrar en la casa para dormir, me encuentro con otra situación incómoda en la que ni siquiera había pensado que me encontraría en ella; Cely comienza a desnudarse, tratando de ser erótica.

La sigo observando unos instantes, dándome cuenta de que cuando se quita toda la ropa y toda esa roña; es bien hermosa, pero no me despierta sentimiento alguno…salvo el de mi virilidad y en un principio trato de resistirme a usarla como hombre, porque ella me ama; se siente como mi esposa, pero para mí el sexo solo sería sexo. Pero una extraña sensación en mi interior, una necesidad anhelante; un deseo irrefrenable y una pasión desdichada, me obliga a hacerlo casi como si fuera una necesidad apremiante el acto en sí.

Jalo un brazo que pasaba cerca mío, de un solo tirón la tiro sobre la cama; su cara de asustada y de sorpresa lo dicen todo, a mi me da igual y mientras me desnudo con un ansia viva me sitúo sobre ella. Empiezo a besarla con desesperación, como si cada beso me diera el aire que requiero para sobrevivir; a tocarla explorando su cuerpo, como si cada roce o tocamiento fueran los latidos que me mantienen vivo. Rozo mi piel con ropa o sin ropa, me da igual que piel contiene ropa o no la contiene; lo que me importa es disfrutar, me olvido de tener cuidado en nada de lo que hago y cuando dejo su boca libre…

—   Asher, me haces daño.

La miro y sonrío, escucho sus palabras; pero no me importan lo más mínimo, ¿Quién es ella? Nadie, ¡nadie para mí! La voy a utilizar para calmar mis mas bajos instintos y nada más. Ella esta asustada, temblando; sus ojos denotan miedo, pero la verdad es que me da igual.

Tapo su boca con mis labios, quitando las manos de su cuerpo; alternando una o las dos, he logrado desnudarme por completo. Ella hace un sonido, tratando de resistir mi lengua penetrando en su boca; pero es obvio que ella no quiere ni es capaz de hacerme daño, mis manos siguen tocándola sin piedad y buscando mi propio placer…sin control alguno, ella se retuerce cuando le duele que le apriete mucho los pechos o las nalgas; se queja cuando le muerdo los labios y trata de quitarse en vano, empieza a llorar cuando la penetro sin piedad y sin preliminares. Esta claro, que a ella le ha dolido; ya que incluso a mi me ha dolido, a pesar de todo esta mojada y cuando empiezo a moverme sin piedad alguna empieza a gemir. Le doy fuerte y rápido, olvidándome de su placer; solo busco correrme dentro y olvidar, que ella también requiere de atenciones.

A pesar de mi rudeza, del dolor que le produzco con mis besos sangrientos o tocamientos brutales; ella tiene un orgasmo brutal, que le hace temblar toda y gritar en mis labios. Se arquea completa, me aprieta contra si con sus piernas; noto los espasmos en su raja, su humedad desmesurada y sus lagrimas caer por su cara que me hacen sentir el sabor salado a la par que metálico en sus labios.

Entonces descargo brutalmente en su interior, mientras ella trata de quitarme con piernas y brazos con todas sus fuerzas; pero es inútil, yo soy mucho mas fuerte y descargo todo dentro de ella. Hasta la última gota.

Cuando ya me he saciado, se la saco sin contemplaciones; la observo ahí encogida, temblorosa y llorando. Sangrando por la rajita y los labios, con moratones por todo su cuerpo; sus piernas marcadas por su resistencia al final, sus ojos observándome con miedo y abiertos de par en par.

Intentando entender solo una cosa, ¿Quién soy? Porque aunque tenga el cuerpo de su marido; no soy su marido, pero eso es algo que tratamos de entender los dos.

Me dejo caer en la cama, le doy la espalda; me tapo y preparo para dormir, cuando ella se calma.

—   ¿Qui-quién eres?

Titubea nerviosa.

—   No lo sé, Cely; no lo sé.

—   Haz el favor, de no llamarme Cely; nunca más.

Me pide, no le veo la cara; pero su voz es de asco, de repugnancia y lo peor de todo es que me da igual.

—   Como quieras, buenas noches.

El silencio es la respuesta, poco a poco me quedo dormido; a ratos en la noche la escucho llorar, incluso rezar…pero el sueño profundo me traga, sumido en un sinfín de pesadillas; pesadillas muy variopintas, pero ninguna llega a despertarme.

Una de ellas es que ella misma me mata en la noche, otra distinta es de que el sheriff nos pilla aquí y me remata; la siguiente es que hay dos yo dentro de mi y cada uno trata de mandar el cuerpo, pero ninguno consigue sobreponerse al otro.

Lo que si tengo claro, es que todo esto es un caos; tan caótico como mi vida, probablemente más.

A la mañana siguiente, despierto cuando el sol ya ha salido; me levanto un poco confuso al no ver a Cely a mi lado, solo sangre y semen en la cama. Todo me duele un poco menos que ayer, excepto la cabeza; que me duele más, no me preocupo demasiado y es que supongo ella me haría daño ayer.

Voy a la cocina, allí la veo mirarme con cara de pocos amigos; esta sentada en la silla y junto a ella, una sola mochila. Tiene la cara demacrada, los labios hinchados; llenos de heridas, los ojos juntos a dos grandes ojeras. Lo poco que muestra la ropa que lleva hoy de piel, se notan varios cardenales o marcas; sus ojos me muestran rencor, le sonrío al verla.

—   Supongo que decirte, que me devuelvas a mi marido; no servirá de nada ¿me equivoco?

—   No te equivocas

Ella piensa unos segundos, antes de hablar; como si tratara de hacer una imagen mental, sobre mi o mejor dicho de su marido.

—   Lárgate, en esta mochila te he puesto lo necesario; para que sobrevivas, al menos unos días.

—   ¿Por qué? ¿no quieres venir conmigo?

—   Porque… ¿acaso te importa?

—   Supongo que no, pero a ti si ¿tengo razón?

—   Si, la tienes; pero mira lo que me has hecho en un solo día, es obvio que seas quien seas…hay algo que no está bien contigo.

—   Puede ser.

Por algún motivo, aceptarlo; me apena, no por ella sino por mí.

—   Entonces hazme caso, coge la mochila y no vuelvas; al menos no, sin saber como devolverme a mi marido.

Agarro la mochila, la miro y sonrío; ella desvía su mirada, aprieta los labios.

—   Cuídate, con suerte nos veremos algún día.

—   Espero que no seas tú, sino el verdadero Asher; el que me vea.

Me voy a marchar, cuando escuchamos una voz; que con su grito, marca claramente su autoridad.

—   Soy el sheriff Cliver, Asher; algunos vecinos te vieron anoche, será mejor que salgas con las manos en alto o entraremos a buscarte y morirás.

Abro los ojos de par en par, luego la miro a ella; ella resopla, me señala la puerta de atrás.

—   ¡¿No me has oído?! Contare hasta 3 y si no, enviare a buscarte.

Antes de moverme, planeo bien mi siguiente movimiento; pues este podría llevarme a mi muerte o incluso a la muerte de Celeste, que no me importa mucho pero al menos trata de ayudarme.

Decisión :

— Salir por la puerta principal (lee el Capítulo 7)

— Salir por detrás (salta directamente al Capítulo 8)

— Quedarme en casa y fingir que no estoy (ve al capítulo 9)