Estoy muerto

¿Qué hay detrás de la muerte? es una pregunta curiosa, difícil de responder; llena de misterio, porque los únicos que pueden contestarlo...son los únicos que no vuelven, probablemente esta historia le de una respuesta a esa incógnita; entonces si te lo preguntas, deberías de simplemente leerlo...

Estoy muerto

Introducción

Despierto, en una cama de paja que no recuerdo; sin recordar nada, salvo que he muerto.

Ni siquiera recuerdo como morí, ni como me llamo; solo imágenes de una lucha encarnizada, caer al suelo mientras sentía la muerte llegar y el frio agónico del que sabe que está muerto...que solo es cuestión de tiempo, pero antes o después; morirás; observo todo lo que me rodea, apáticamente y es que solo busco algo que me suene o me recuerde algo.

Nada, imágenes; sonidos y sensaciones, perturban mi mente.

— Asher, ¿cómo te encuentras?

Pregunta una muchacha de pelo negro y ojos marrones, entrando en la habitación; con ropa más rota y remendada que bonita, ella no parece fea y tampoco linda...solo descuidada, deja una cesta en una mesa y se aproxima a tocar tu frente.

— ¿Asher?

Artículo, confundido; hasta usar la voz, me duele. Ella te mira perpleja unos instantes.

— ¿ese es tu nombre o no?

Ríe, es evidente que cree; que es una broma.

— si tú lo dices, ese será ¿quién sois mujer?

Su gesto se ensombrece durante unos instantes, luego frunce el ceño.

— ¿estás hablando en serio o es otra de tus bromas? Porque si es así, no tiene ninguna gracia.

La miro tratando de recordarla, incluso de recordar el nombre de Asher; pero es inútil, tan solo consigo que me aumente la jaqueca.

— lo siento, no recuerdo nada; solo mi muerte, una pesadilla horrible y agónica.

Su gesto se vuelve triste, mira hacia bajo; ves los ojos llenarse de lágrimas, tratando de serenarse, te empieza a contar y alguna lagrima resbala por su mejilla.

— eres mi esposo, ambos trabajamos el campo; hace poco una banda de ladrones paso por aquí y luego el sheriff del condado te golpeo en la cabeza, acusándote de haber dado cobijo a los criminales y desde entonces he estado cuidándote hasta que despertaste hoy.

— ¿qué paso realmente?

Digo tocando mi cabeza, notando una venda en la misma; luego la observo, parece ruborizarse al notar como la miro.

— ellos pasaron por aquí y nos robaron, pero el sheriff no nos creyó, te golpeo la cabeza con una vara de hierro; creyó que estabas muerto, por eso no te prendió.

Aprieta los puños, por eso te das cuenta lo que siente; ira, esta furiosa con el sheriff.

— el sheriff volverá ¿no deberíamos irnos?

Le preguntas, ella asiente; pero parece disgustada o preocupada, quizás ambas.

— ¿y adonde iremos?

— a cualquier lugar, menos este; empezaremos de 0, donde nadie tenga nada contra nosotros.

— ¿y si no nos aceptan?

— pues seguiremos viajando.

Ella duda unos instantes, luego te mira directamente.

— ¿estás en condiciones de viajar?

— ayúdame a levantarme, lo averiguaremos juntos.

Ella se aferra a ti con todas sus fuerzas, que no son muchas; entre los dos conseguís enderezarte, te mareas un poco, pero la cosa queda allí.

— ¿todo bien?

Pregunta temerosa de tu respuesta.

— todo bien

Dices más para convencerte a ti mismo, que a ella.

Entre los dos te levantan, te das cuenta entonces que eres un metro más alto que ella; al menos, ella te abraza y medio rodea el estómago.

— me alegra verte de pie.

Medio gimotea, se nota que ha sufrido últimamente.

— ¿cuánto llevo en cama?

— tres días y 2 noches.

— ¿es de noche?

Ella asiente preocupada, tu gesto se llena de preocupación; piensas: mejor saldremos mañana al alba, ahora recojamos todo lo que podamos cargar.

— ve preparando la cena, voy a organizar el equipaje.

— ¿sabrás guiarte por nuestras tierras?

— no me alejare de la casa.

Te mira un tanto intranquila, pero no le queda más remedio que aceptar; te obedece, se pone a preparar la cena. Salgo por la puerta, encuentro un hacha de cortar leña; la agarro con la mano y me pongo a observar a mi alrededor, no es más que un campo en medio de la nada en una montaña y rodeado de bosque. Tenemos algún que otro animal, algunos cultivos que le quedan poco para germinar; otros a los que podría sacarle las semillas, una pequeña casa con otras herramientas un tanto destartalada.

Agarro un carro y un caballo, que pasta libre por la zona; le echo animales, plantas y herramientas por igual. Para cuando entro en la casa, huele que alimenta; se me hace la boca agua y el estómago me ruje. Ella sonríe, tiene una linda sonrisa; sus ojos se iluminan mirándome, la verdad es que ni me suena, pero parece linda y más linda que antes.

— hay cosas que no cambian.

Dice entre risas, sonrío; a pesar de que no sé a qué se refiere.

— huele bien.

Digo un poco cortado, la luz de sus ojos y la sonrisa se desvanecen un poco.

— siéntate Asher, ahora te llevaré la comida.

— ¿cómo te llamas?

— Celeste, aunque tu siempre me llamabas: Cely.

Dice más como una súplica, que como una información; que ya debiera saber.

— está bien, Cely; comamos, aunque a decir verdad me gusta más Celeste.

Ella se ruboriza, lleva la comida para mí; se mantiene expectante, esperando que la pruebe.

— ¿qué haces?

Arqueo una ceja, sorprendido; ella no parece entenderme.

— ¿cómo que, qué hago?

— ¿por qué no te sientas, a comer conmigo?

Ella parece perpleja, ante esa pregunta.

— pero las normas y la tradición dictan que la esposa, coma después del marido.

— esta es mi casa ¿o me equivoco?

— no, claro que es tu casa.

— entonces mi casa, mis normas.

Ella sigue perpleja, mirándome sin moverse.

— ¿necesitas una invitación? Coge un plato y siéntate a comer conmigo.

Ella titubea nerviosa, pero finalmente lo hace; te observa un poco más, antes de comer incomoda.

— ¿esta buena, verdad?

— eh...si, la hice yo.

— eh...lo sé.

Ambos estamos incómodos, por mi lado; no la conozco ni la recuerdo, por el suyo por lo visto comer a mi lado es incómodo para ella y me supongo...que ya se acostumbrará. Terminamos de comer con un silencio en cierta medida incomodo, al terminar trato de fregar los platos; pero ella en un veloz instante, me los quita de las manos y casi los tira en el intento.

— ¿qué crees que haces?

Me levanta una ceja indignada.

— iba a fregar los platos, tú cocinas; yo friego, es un trato justo.

— ¡de ninguna manera! Sigue trabajando en lo que quieras, pero... ¡fuera de mi cocina!

Me quedo perplejo ante su actitud, pero me echa a la calle en suaves empujones; miro la puerta cerrada y suspiro, hago nuestro equipaje para mañana y será fácil pues apenas tenemos de nada.

Cuando se me permite entrar en la casa para dormir, me encuentro con otra situación incómoda en la que ni siquiera había pensado que me encontraría en ella; Cely comienza a desnudarse, tratando de ser erótica.

Decisión :

— ...No estoy preparado... (lee el

Capítulo 1)

— Un polvo gratis, es un polvo. (salta directamente al

Capítulo 2)

— ¿se supone es mi mujer? Porque no... (ve al

capítulo 3)