Estos tiempos son difíciles

Segundo capítulo del libro On the play, cuenta la historia de Néstor, un joven que junto con su padre vive momentos de máxima pasión, disciplina y referencias en un mundo en el que tiene que aprender deprisa. Relaciones con amigos, primos, y desconocidos, rebeldía y chispas de vida en una serie que no te dejará indiferente.

"Yo elegí este tipo de vida y de nada me arrepiento, me siento plenamente complacido y agradezco cada uno de los minutos que me ha deparado compartir mi tiempo a tu lado."

Continuación del libro ‘On the Play’.

Capítulo anterior: ‘SOS. Rescue me’

Puedes leer capítulos anteriores o continuar sin hacerlo.

2.- Estos tiempos son difíciles

Al final del pasillo se veía la luz de la puerta principal del instituto, necesitaba salir de allí, respirar el aire, sentir que aquello tenía fin y que el tiempo no se había detenido, mi padre estaba en el despacho con el director, a mi me habían dicho que saliera y esperara fuera, al poco salió mi padre y mirándome me cogió de la mano con fuerza y me ‘arrastró’ de allí, llevaba mi mochila colgando del brazo de mala gana y la camisa salida del pantalón, no lloraba, porque me negaba a mostrar cualquier síntoma de abatimiento hasta que saliera de los dominios del director, de todos modos ya vendrían las lágrimas solas al enfrentarme a mi padre, llegamos al coche, me soltó la mano y me dirigí a la puerta del copiloto, mi padre se lo pensó para abrir y mientras que esperaba el leve sonido de la cerradura del cierre centralizado me dijo:

-nunca más te permitiré que me vuelvas a poner en ridículo, nunca más.

Iba a disculparme cuando se adentró en el coche y desapareció de mi campo visual… entré en el coche.

Salimos del aparcamiento y nos incorporamos a la carretera, mi padre conducía deprisa, estaba enfadado y me quedaba muy poco tiempo para intentar tranquilizarlo

-Lo siento mucho papá… ha sido una travesura sin importancia, no pensé muy bien lo que hacía, mis amigos… -iba mal por ahí porque no soporta que me culpe a los demás, aún menos cuando sabía perfectamente que era tan culpable como ellos- no debí hacerles caso, Carlos me dijo que no pasaba nad..

-¿Quieres callarte? Creo que no estás en condiciones de hablar, cuando lleguemos a casa te vas a enterar, he pasado demasiado tiempo escuchando tus escusas y descuidando tu educación.

  • pero quiero explicarte lo que ha sucedido, quiero que sepas que no es tan grave como te lo ha pintado el director.

-¡¡He dicho que te calles!!-gritó- hoy era un día especial, nos vamos a la playa, tenemos unas vacaciones por delante y ahora debo pensar qué va a pasar contigo, habíamos llegado a un acuerdo, lo habíamos hablado, tú te portabas como una persona adulta y yo te trataba como tal, pero si volvías a las andadas, si te comportas como un niño pequeño, asumirás un trato a ese nivel y me has dejado muy claro en que plano te mueves, no puedo creer que estuvieras fumando porros y bebiendo en la capilla mientras te revolcabas con Carlos

-Papá, no me revolcaba con Carlos, de verdad y no

-¡¡Silencio, YA!!- me lo dijo mirándome con los dientes apretados y el dedo índice hacia arriba.

En ese momento descubrí que todo estaba perdido y que nada me quedaba por hacer, llegar a casa y afrontar lo que tuviera que llegar. En la radio sonó Juanes…, ‘porque estos tiempos son difíciles y es más escasa la verdad’… y tanto que son difíciles, pensé yo.

Cuando atravesamos el umbral de la casa me informó que fuera a su despacho con la mayor seriedad del mundo. Solté la mochila, fui al baño, un pis, y subí a su despacho, esperarlo sentado podía empeorar las cosas, esperarlo con el pantalón bajado tampoco era muy adecuado, nunca lo había hecho antes y el rito que ya conocía requería que los pantalones me los bajara él, hacía tiempo que no me daba unos azotes, hice memoria y me costó recordar la última vez, pero esta no la olvidaría tan rápidamente. Me acerqué a la ventana, miré el jardín, la piscina, y el seto que nos separaba de la casa de los vecinos donde un perro corría jugando con una pelota en un jardín enorme, tanto como el nuestro. Estos momentos de espera me ponían muy nervioso, quería empezar y acabar con esto, quería que no estuviera enfadado conmigo, deseaba mostrarme arrepentido, deseaba acabar con aquella pesadilla y él sabía que yo sufría en esos instantes y se deleitaba en esas esperas, yo me lo imaginaba tomando un refresco, poniéndose cómodo y recreándose en mi espera, sabía que se excitaba pensando en el miedo que recorría mi cuerpo, en las sensaciones encontradas que tenía, porque en el fondo me deleitaba pensando que tendría que castigarme y que después me mimaría y me abrazaría con cariño… de repente abrió la puerta, no sé cuánto tiempo transcurrió, pero para mí siempre era mucho.

Se había quitado la chaqueta y la corbata, iba en camisa y pantalón del traje, los zapatos los llevaba sueltos y mostraba un semblante más relajado que antes, de todos modos estaba enfadado y sentándose en el sofá me acercó a su lado, manteniéndome de pie me desabrochó el cinturón, los dos botones del pantalón, la cremallera y me bajó los pantalones, me tomó sobre sus rodillas, me sacó el pantalón completamente y lo debió dejar sobre el sillón de al lado, yo sólo veía el suelo de madera:

-No te muevas, no intentes levantarte ni patalear, ya sabes que será mucho peor tampoco chilles ni montes jaleo, sabes que no me gusta.

-Vale

Empezó a pegarme con la mano, a buen ritmo, y con fuerza, el calzoncillo no me protegía casi nada y en muy poco tiempo empecé a sentir un quemazón insoportable y unas ganas enormes de frotarme, al principio me mantuve muy tranquilo y callado, pero después de un rato estaba gimoteando y quejándome en voz lo más baja posible. Se detuvo, pensé que llegaría una tregua, pero no, me bajó el calzoncillo, lo sacó completamente y siguió otro buen rato con la mano, me notaba latir el corazón en las nalgas, no podía parar de quejarme con los dientes apretados… entonces se detuvo y abrió un cajón de su despacho, sacó algo y me frotó las nalgas, las tenía tan ardientes que no podía saber de qué se trataba, pero el corazón me latía lanzado porque fuera lo que fuera no me iba a gustar, y entonces llegó el siguiente azote, y descubrí, para mi desgracia, que era la zapatilla, la suela de goma dura que ocupa gran parte del culete, que pica muchísimo y que después me arde tanto que no puedo dejar de frotarme en un buen rato, y no me puedo sentar en varios días sin quejarme hasta acomodarme con sumo cuidado…. Hacía meses que no recordaba ese quemazón, las nalgas se me encogían involuntariamente a la espera del siguiente azote, y él esperaba para cuando me relajaba y era insoportable, se concentraba un par de azotes en una nalga y otros dos en la otra y luego alternaba en la parte alta de los muslos, cuando te sientas es la zona que más apoyas, así que aquello iba a tener un infierno posterior, pero sólo pensaba en el infierno actual, las lágrimas me rodaban por las mejillas sin detenerse, la respiración era acelerada y los mocos goteaban con las lágrimas en el suelo de madera como confeti de una fiesta, hasta ese momento sólo había gimoteado sin mucha vocalización, ahora imploraba que parara, pedía perdón y lloraba desconsoladamente:

-sabes que no me gusta que me pidas perdón cuando te estoy castigando, así que hasta que considere estaremos aquí los dos, yo en una posición un poco más cómoda que tú.

Durante esa frase al menos paró, lo que me permitió coger una bocanada de aire y tratar de pensar un poco. Al pensar que aquello aun iba a continuar, ver un horizonte sin final y saber que aquello era mucho peor de lo que había imaginado, entonces pataleé un poco y perdí el equilibrio. Aquello no le gustó nada, me colocó con más fuerza sobre sus rodillas e inició una serie de golpes sin descanso, tuve que hacer un esfuerzo enorme para controlar los movimientos involuntarios de mis piernas, apretaba las nalgas con energía pero me dolía tanto que no podía parar de llorar y quejarme, comprendí que debía dejar de gritar y balbucear, que tenía que concentrarme en controlar mi dolor y así él pararía… y cuando pensaba que iba a desmayarme de puro dolor, se detuvo.

Me puso de pie, me miró a la cara y me secó las lágrimas mientras con la otra mano me frotaba el culo con suavidad y yo me seguía encogiendo porque no soportaba ni las caricias, a pesar de todo, saber que aquel rato había pasado y notar su mano tan diferente ahora, me hizo empezar a tener una erección, sólo se oían mis gimoteos entrecortados y él me miraba con sus ojos azules como un océano de paz, acercó sus labios a mi oído y susurró: ‘con Carlos, ¿no?, ¿con ese mequetrefe pretendes darme el cambiazo?, eso no está bien, tú eres mío, no voy a permitir que te portes así, tienes que aprender quien es cada uno’, entonces su lengua recorría mi cuello, notaba su respiración, su pelo frotándose con mi cara. A través del pantalón notaba su bulto, no me permitía tocarme, eso no podía hacerlo sin que lo consintiera, sólo él me rozaba con mucho cuidado en el glande que goteaba dejando en la tarima, junto con mis lágrimas un mosaico de círculos irregulares. Aquella era con diferencia una de las mayores palizas que me había dado, pero en ese momento yo estaba en un éxtasis de sensaciones tan contradictorias que no podría saber si fueron dos o diez los minutos que transcurrieron, entonces llamaron al timbre.

Me mandó al rincón con las manos entrelazadas en la nuca y se fue del despacho.

Me toqué el culo en cuanto salió, me dolía tanto que el más leve roce de mis dedos era una tortura, me ardía, lo tenía muy rojo, con moratones en la parte más baja, la que usamos al sentarnos, suele ser una de las partes que más atención le dedica mi padre porque sabe que me acordaré con mucha frecuencia de mi castigo, en ese momento estaba realmente furioso, me pasaba siempre después de una azotaina, sabía que me merecía un castigo, pero nunca me parecía adecuado… él conocía la ira que me llenaba y sabía canalizarla con varias sesiones de azotes hasta que ya no había espacio para ella y tenía que aprender a asumir que eso era lo que me merecía, él lo comparaba con la domesticación de un potro, y en cierto modo era algo realmente parecido.

Pasó un rato largo hasta que la puerta del despacho se volvió a abrir, no podía volverme, eso estaba más que prohibido, y una voz me habló:

-Sobrino, me parece que vamos a tener unas vacaciones moviditas contigo, ¿no?.

Mi tío Pedro llegó a mi lado, parecía que estaba al tanto de todo, me dio la vuelta, me abrazó con cariño y noté su perfume caro envolviéndome, en la puerta mi padre miraba la escena, Pedro me besó con la familiaridad que siempre tenía conmigo, al mismo tiempo me dio un cachetazo muy fuerte que me hizo encogerme porque el trasero me dolía muchísimo:

-Ya hablaremos tú y yo en la playa, que tienes que explicarme unas cuantas cosas.

Tenía los ojos verdes, la misma boca de mi padre, era elegante y altivo, y aquello era un aviso claro de que la conversación sería pronto y tampoco la iba a olvidar.

-Vamos a comer, coge la maleta y la bajas, te vistes que nos vamos ya.

Dijo mi padre mientras salió del despacho.

En mi habitación abrí la maleta que me había preparado Maruja, la mujer que se encargaba de la casa, estaba todo, cogí unas deportivas más y una chaqueta para las noches por si me daba frío.

Me vestí y me dispuse a bajar tal como me habían dicho. Tenía la nariz congestionada y los ojos húmedos de llorar, el culo me escocía con el roce de la ropa y no podía imaginarme lo que sería sentarme en el coche.

-ven aquí Néstor-me llamó mi padre desde el salón

En la mesa había preparado un par de gasas esterilizadas, se estaba poniendo unos guantes, y me sentó en un brazo del sofá donde estaba mi tío, me quejé claramente al sentarme

-te duele el culete ¿no? – sonrió con socarronería -A ver ese labio -Me cogió la cara y echó agua oxigenada en el corte del labio, me encogí porque me dolía mucho eso, agarró la barbilla con más fuerza y me sopló un poco, luego me puso yodo, lo tenía bastante hinchado y dolorido, pero no me quejé en exceso porque en ese momento me dolía más otra parte del cuerpo, luego con cuidado fue poniendo unos puntos de esparadrapo sobre el corte del labio y finalmente se aseguró de que había quedado bien.

-vamos

Pedro había dejado su coche en nuestro garaje. Cargamos el equipaje y nos subimos al jaguar y poniendo la alarma salimos de la casa.

Mi padre es odontólogo, por la mañana ejerce de catedrático en la Universidad y por la tarde lleva una clínica muy conocida donde opera a personas muy conocidas de temas maxilofaciares e intervenciones quirúrgicas dentales. Mi tío es gerente de varias empresas, una de ellas se dedica a la logística en aviones y transportes internacionales en trenes de alta velocidad, ambos viven holgadamente pero han llegado a la cima con trabajo constante y buena suerte.

Observé que mi primo no estaba allí, y me alegré de que no hubiera llegado, Pedro explicó que se había ido con Alberto y su hijo Antonio el día anterior y que llegarían al chalé por la noche, que Alberto tenía que resolver unos asuntos en la Universidad, otro que era profesor, y que no sabía muy bien cuando podría acabar.

De todos modos para mí era mejor que no hubiera llegado con su padre, porque no habría desperdiciado ninguna ocasión para mofarse de mí… en aquel momento me acordé de Carlos y una pena enorme me invadió, seguramente que él no estaba mejor que yo y además no lo vería en varias semanas, le hice una perdida que se quedó en eso, en perdida…sin respuesta.

A la salida de la ciudad paramos a comer en un restaurante muy elegante, pero con una decoración muy simple que favorecía los espacios vacios y el color blanco y azul en cada rincón.

Las sillas en los restaurantes no están pensadas para personas que les han dado una azotaina, así que al sentarme no pude evitar una muesca de dolor y Pedro me señaló con el dedo que me callara y me comportara… mi padre estaba encantado, y aún más cuando Pedro le acompañaba porque se sentía más apoyado.

-Entonces estabas fumando porros en el instituto

-En la capilla- completó mi padre

Sólo me quedaba bajar la cabeza y mirar el inmaculado mantel

-Las cartas, ¿desean algún vino en particular? ¿Les puedo recomendar algo de nuestro chef?

Mi padre le respondió al camarero:

-Sí, díganos.

-De nuestra cocina puedo traerles de entrantes un suflé de quesos o un tapeo de mar, de principal un ojo de bife con puré de patatas con olivas negras y tomates secos o salmón en salsa de miel con vegetales, también tenemos risotto de mar y el abadejo sobre patatas rôsti en crema de mostaza y eneldo con vegetales al vapor. De vino puedo recomendarles la bodega Solera Sur, con el premio anual de la crítica de este año

Pedimos los dos primeros propuestos al centro, dos rissottos y un salmón. Ellos tomaron vino, yo sólo agua.

Tras la salida del camarero después de servir las bebidas volvieron a la carga:

-O sea que en la capilla, y ¿bebiendo allí también?, y ¿de dónde sacáis las bebidas?

-Las tenía alguien en una petaca

-¿Quién?, ¿Carlos?

-No se papá, no lo recuerdo.

No pensaba decir ni un nombre, no iba a arreglar nada con eso y además no me apetecía culpar a nadie.

-Y con Carlos ¿Qué te traes con ese chico?

-¿Que tienes un amigo especial Nestitor?

Tragué agua para que no me vieran la cara, mordía con fuerza el borde del vaso, así eliminaba tensiones.

-No tengo ningún amigo especial.

-¿Y todo eso en la capilla?, madre mía, ¿pero no respetáis nada vosotros, no?- Se tomaba el vino a cortos tragos y se regocijaba en cada palabra que me lanzaba como dardos envenenados- y ahora ¿tienes que repetir todos los exámenes en septiembre?

-Tiene que hacer trabajos en verano y presentarse a todas las asignaturas en septiembre, si no aprueba lo expulsarán, y estoy hasta los cojones de tener que buscar sitios donde pueda permanecer al menos un curso sin que lo echen.

-ya he pedido perdón

-No, tú no has pedido perdón aún- me dijo mi padre bastante serio

Levanté la mirada para cruzarme con la suya, tragué saliva y pedí permiso para ir al baño y escapar de allí.

En el baño saqué un cigarrillo del paquete que guardo en el calcetín y fumé mientras le mandaba un sms a Carlos: ‘km v tdo, tío?, stoy camn d l plya, dme un tok cdo pueds hablr, m pdre me h djao el culo km 1 tmte, tu q?, sbes alg d la otr peñ?’

Tiré la colilla al váter y me enjuagué la boca y me lavé la cara y las manos para no apestar mucho, me sequé y salí de nuevo.

No hubo sms respuesta. Ni un toque siquiera. El silencio en el silencio.

El resto de la comida la pasaron mi padre y mi tío en una conversación suya de trabajo y de bolsa en la que ya estaban enfrascados a mi regreso del servicios.

Mientras ellos hablaban y comían yo miraba la pared de enfrente con un cuadro extraño de unos círculos azules, como el azul del fondo del mar. Tenía que organizarme y buscar alianzas que estabilizaran la situación tan dramática en la que estaba. Tenía que lograr que mi padre viera un cambio positivo en mí y ganarme al resto de acompañantes para hacer presión y poder disfrutar de la playa, del sol, de las horas sobre la arena, de los torsos bronceados, de las miradas, de las sonrisas, de todo.

Pedro pagó la cuenta y montamos en el coche de nuevo, aún quedaban dos horas y media para llegar