Esto pasa...

Mi amante Victor consigue que un supermacho se acueste conmigo.

HOY

Por: Andrea delCastillo

Adolorida, física y emocionalmente. Así me encuentro. Y todo por complacer a mi novio-amante Víctor.

El dolor físico se que pronto pasará; el otro dolor, el emocional, el que me puede traumatizar para todos los días de mi mierda vida, es el que me preocupa.

Mi edad ya no está para andar con esas danzas. Hace apenas un año o dos, pues tal vez sí lo hubiera disfrutado más de lo que lo disfruté hoy. Porque sería muy hipócrita de mi parte decir que no lo disfruté. Pero no lo disfruté con la intensidad que lo hubiera disfrutado antes.

Todo empezó con la llamada telefónica que me hizo Víctor para que fuera a su casa, pues sus hijas no iban a estar en varios días. "vente preparada" me dijo, "te tengo una gran sorpresa".

Yo me alborocé como quinceañera. Ni siquiera le pregunté como quería que fuera preparada; ya sabía de que se trataba.

Me hice un aseo total, una depilación completa y me perfumé suavemente con "Poison".

Me vestí como a él le gusta (solo ropa intima). Tenía que vestir ropa masculina exteriormente, pues él vive algo retirado de mi casa.

Subí a mi auto y me dirigí a ese encuentro que había estado esperando desde hace días, pues sabía que sus hijas iban a salir a un paseo de su colegio de varios días.

Llegué en pocos minutos a su casa. Él me esperaba en la puerta y ni siquiera alcancé a tocar y ya estaba adentro.

Nos besamos y me pasó a la sala, donde me encontré de manos a boca con un muchacho de unos veinte años, alto, fornido, guapo. Con una barba de tres días que le confería un aire de virilidad increíble.

De todo su cuerpo se desprendía un aroma a macho que de inmediato me excitó. Sin embargo pude contenerme e interrogué a Víctor con la mirada.

"Es Manuel, ya te había hablado de él". Me dijo; "Es el que trabajaba conmigo en el taller de muelles".

Efectivamente, ya me había hablado de él. Me había comentado de sus características viriles, de su potencia sexual y del tamaño de su miembro.

En algunas ocasiones habían hecho fiestas en el taller y al calor de las copas, llevaban putas de por el rumbo (Cerca del mercado de abastos), y se las cogían entre todos los del taller y ahí se había dado cuenta Víctor de las cualidades de Manuel.

Ya me había dicho Víctor que Manuel le "entraba" a todo: mujeres, jotos, travestís, etc., y que a lo mejor le gustaría yo, pues sabia que mamaba muy rico.

A mi me dijo alguna vez que le gustaría ver como me cogía Manuel, pues su verga era en extremo grande, y que dudaba que me entrara toda. Y desde luego, me negué a aceptar un encuentro con Manuel, pues no se trataba de que yo me prostituyera así nada más.

Total que de esto que les cuento ya pasaron varios años, y la verdad ya no lo recordaba.

En cuanto me dijo de quien se trataba, sentí como que las piernas se me aflojaban y mi boca se secó.

No pude hablar y quise salir corriendo, pues no me sentí con ánimos de participar en esa mini-orgía, o dicho elegantemente: "menage à trois".

Pero la suerte estaba echada, Víctor bloqueaba cualquier salida. Manuel se acercó a mí con una sonrisa cruel. Yo quería desmayarme o por lo menos gritar.

"No seas ridícula Andrea", me dijo Víctor. "De esto pides tu limosna, con lo puta que eres apenas te vas a llenar".

Rieron los dos y me empezaron a acariciar bruscamente. Víctor me fue desvistiendo y Manuel me besaba en la boca rudamente, metiendo su lengua hasta casi tocar mi garganta, mientras sus manos pellizcaban y sobaban mis nalgas, tratando de meter sus dedos en mi culo mientras jalaba mi tanga.

Terminó Víctor de desvestirme, dejándome solo en la ropa íntima que traía bajo mi ropa masculina. Me hizo sentar en el sofá y acercó su erecta verga a mis labios. Dócilmente los abrí y tragué completamente la amada verga de mi novio.

De repente apareció otra verga a un lado de mi cara, pero ¡que verga!. No me cabía en mi mente que fuera real. Primero pensé que era un enorme dildo. Pero al sentirla en mi mejilla su textura y olor desmintieron mi pensamiento.

¡Era una verga real!, enorme, palpitante, rígida pero suave a la vez. Mis desorbitados ojos se negaban a aceptar que "eso" fuera real, pero el tacto lo corroboraba. No sabía que hacer, con la verga de Víctor en la boca, y la otra invitándome a mamarla, mi mente no reaccionaba a tomar una determinación. Mi locura era tal que quise mamar las dos simultáneamente, pero el grosor de la verga de Manuel era excesivo, y definitivamente me fue imposible abarcar los dos miembros.

Al fin, me decidí por la de Manuel, que aun así, sola, no pude aceptarla en mi boca, pues en verdad es una verga muy gruesa.

La tomé con las dos manos y besé su glande por todos lados. Chupé la punta y extraje algunas gotas de rico licor pre-eyaculatorio. Lamí el tronco hasta llegar a sus increíbles huevos, los que besé y lamí hasta cerca del culo. Pude notar como su verga crecía aun más y se volvía un animal indómito.

Al estar acariciando y mamando esa tremenda verga, me di cuenta cabal de su magnitud y de sólo imaginar que me intentaría penetrar, mi culo aflojó el esfínter y deyecté algunos chorros de líquido que de seguro me quedó del enema que me apliqué antes de salir de mi casa.

Se dio cuenta Víctor de lo que había pasado, y me obligó a arrodillarme y le dijo a Manuel que se sentara en el sofá para que yo siguiera mamándole el tronco mientras él me aplicaba un correctivo.

Una vez asumida la posición, sentí en mis nalgas el primero de los cintarazos que me dio Víctor, el cual me hizo gritar. Y como al gritar abrí la boca en exceso, Manuel aprovechó y metió casi la mitad de su verga.

Me sentía asfixiar con semejante garrote en mi boca, pero a cada cintarazo de Víctor, podía tragar un poco más de verga. Desde luego que ni siquiera iba a poder pasar siquiera la mitad, pero por lo menos ya se facilitaba la mamada que le estaba haciendo.

Su enorme verga llegaba hasta mi glotis y me producía arcadas, pero esto no parecía importarle. Mientras, Víctor arreciaba los cintarazos, los que ya habían dejado ser fuente de dolor para mí, y estaba ahora gozándolos.

Mi placer era tal, que ya la enorme verga entraba hasta el fondo de mi garganta y ya no me molestaba. Pero esto ya era insuficiente para mí. Deseaba sentir mi culo repleto de esa rica y gigantesca verga.

Sacándomela de la boca, le supliqué que me la metiera, que no tuviera compasión y que la retacara en mi ansioso culo de un solo envión. Quería sentirla en toda su majestuosidad, quería que me hiciera daño, quería sentirme como perra. Quería que me hiriera, que me descagalara, que me matara.

Compadeciéndome, accedió a cogerme, y me dijo que me sentara sobre su portentosa verga dándole la espalda. Me levanté de mi postura de hinojos, y dándole la espalda me apoyé con las manos a los lados de sus caderas y fui descendiendo poco a poco.

¡Ah que placer me produjo sentir su glande en las puertas de mi culo! No me pude contener y descargué una buena cantidad de semen. Al mismo tiempo, descendí más y con la lubricación del líquido del enema, a base de glicerina, sentí cómo se iba introduciendo en mi culo la magnífica verga. A pesar de lo lubricado, el borde del glande abrió con dolor el esfínter, pero yo sabía que eso era momentáneo, por lo que seguí descendiendo más.

El diámetro era enorme y sentía cómo las paredes internas de mi ansioso culo se distendían y tal vez se desgarraban. El dolor era insoportable y quise retirarme, pero Manuel, al darse cuenta de esto, me tomo de la cintura y me jaló hacia él, haciendo que su tremebunda verga se introdujera en mi adolorido culo hasta llenarlo por completo.

Yo no pude contener un grito de dolor, cosa que aprovechó Víctor para abofetearme varias veces, y una vez que dejé de llorar, besarme apasionadamente metiendo su lengua hasta lo más profundo de mi boca.

Para esto, Manuel se había quedado estático y su verga completamente metida dentro de mí recto. Mi esfínter aun dolía y yo traté de acomodarme para que no me doliera tanto.

Mientras ellos, Manuel y Víctor, se burlaban y comentaban acerca de lo buena que aun estaba a pesar de mi edad. Manuel tomándome de la cintura, me levantó un poco y yo sentí que se me iba a salir todo el recto y parte del intestino, por lo que apreté lo más que pude el esfínter anal. Esto pareció dolerle a Manuel, pues dándome varias nalgadas me gritó:

¡"No aprietes puta, que no ves que me lastimas hija de la chingada"!

Yo de inmediato aflojé y Manuel entonces, volvió a empujar su gran verga hasta que sentí sus huevos en mi perineo. Volví a gritar del dolor, pero esta vez Manuel sin piedad, empujaba y empujaba hasta hacerme sentir que su verga me destrozaba el intestino.

Mientras Víctor me había colocado su verga en mi boca después de darme unas cuantas cachetadas más, y me tenía asida de las orejas y me obligaba a mamársela.

Sentía que la verga de Manuel crecía aun más dentro de mi atormentado culo y ya no sabía que hacer. Con todo, el dolor iba cediendo y el placer iba en aumento.

De repente, Manuel me empujó haciendo que su verga saliera de su apretado estuche.

Víctor también retiró su verga de mi boca y yo me quedé como quien dice, volando. Se levantó Manuel del sofá y me ordenó que me arrodillara en el borde, ofreciéndole mi grupa.

Sentí entonces su cálida lengua penetrando mi lastimado culo. Sus labios se pegaban al orificio e inyectaba saliva produciéndome un alivio al dolor que aun sentía.

Esta maniobra me excito de tal manera que gritaba, gemía, berreaba, sollozaba, balbucía palabras incoherentes y pedía a gritos que me metiera la verga, que no me hiciera sufrir más.

"Puta, eres una real PUTA"; me decía Víctor. "si te trajera un burro con él también estarías pidiendo más y más verga. Eres una puta"

Manuel, en tanto, ya apuntaba su verga a taladrar mi ansioso y lubricado culo. Sentí cómo el glande iba entrando lentamente distendiendo al máximo el esfínter. Una vez que el borde lo atravesó me dejo ir toda la verga hasta el tope. Yo quise gritar del dolor, pero ya Víctor estaba frente a mí con su verga en mi boca.

Manuel se desbocó y sus movimientos de mete y saca provocaban en mi mil sensaciones de placer; lo que aunado a la verga de Víctor en mi boca, exacerbaban mi libido. Como podía gemía del placer que estaba sintiendo, cuidando de no morder la verga de Víctor, que ya también estaba desbocado.

Los tres estábamos sudando exageradamente y el sudor aumentaba la lubricación en mi culo y se escuchaban sonidos por demás excitantes.

En un momento dado, Manuel me tomó de la cintura y penetró aun más mi culo. Podía sentir todas y cada una de sus venas, las cuales palpitaban a la vez que la verga aumentaba de largo y de grosor.

Quedándose quieto, con la verga total y cabalmente metida en mi culo, sentí como los chorros de semen bañaban todo mi interior. Al mismo tiempo Víctor inundaba mi boca con una gran descarga de su exquisito semen, el cual tragué con verdadero deleite.

La eyaculación de Manuel parecía no tener fin, pues se encontraba bien afianzado a mis nalgas y su verga no disminuía de tamaño, y sentía como seguía inyectando chorro tras chorro de semen en mis intestinos.

En esto, recomenzó con un lento y suave vaivén, el cual debido a la enorme cantidad de semen en mi culo, se deslizaba sin problema.

¡No lo podía creer!, su verga no disminuía de tamaño y me estaba cogiendo otra vez.

Gotas de sudor de su frente caían en mi espalda y sus manos acariciaban mis senos y mis nalgas. Sentía como el semen que tenía en el culo, resbalaba por mis piernas.

Sus movimientos fueron aumentando de ritmo y en pocos minutos, ya me estaba dando otra soberana cogida. Mi boca, libre de la verga de Víctor que ahora seguía atento la cogida que me estaban dando, gemía de placer libremente. Yo lloraba no ya de dolor, sino del exceso de placer. De mi boca salían palabras tales como:

"Así papacito, así", "cógeme más amorcito", "soy tu puta, mi rey, dame más verga" "quiero que me llenes de leche papi" y cosas así.

Llegó el clímax y volví a sentir las descargas de semen en las profundidades de mi culo. La verga aflojó sólo un poco, pero aun se negaba a salir del cálido reducto.

Mi culo, en un movimiento reflejo, apretó el esfínter y expulsó, no sin cierto desgano, la rica y enorme verga que tanto tiempo estuvo alojada en él.

Manuel se dejó caer en el sofá, y yo diligentemente me incliné a limpiarle la verga con mi boca.

¡Que increíbles sabores y olores desprendía la verga de Manuel! El sabor de su semen, diferente al de Víctor, se confundía con el de la hierba recién cortada, con el del pan recién salido del horno, con… no sé, un arco iris de sabores al cual más de exquisito.

¡Y los olores!, ah los olores. Ese olor tan característico del sexo, del sexo homosexual. Tan afrodisíaco, tan estimulante. Total que me engolosiné lamiendo y chupando esa hermosa verga. Limpiando con mi lengua todos los reductos. Entreteniéndome sobre todo en ese surco que existe entre el glande y el tallo. Tan lleno de sabores y olores y una textura divinamente suave y sensible.

Mientras, Víctor me trabajaba el culo con sus manos. Poniéndose unos guantes de látex me hacía un fisting que me orillaba al éxtasis.

Me encontraba completamente agotada. Había llegado a tener muchos orgasmos y transpirado en exceso. Cuando Víctor toco mi próstata, eyaculé a chorros y caí en un letargo que no supe cuanto duró.

Cuando desperté me encontré acostada en una cama y me habían limpiado lo mejor que pudieron. Sin embargo mi culo lo sentía inflamado y mi garganta estaba lastimada de tanto que me habían metido la verga hasta el fondo.

Llegó Víctor con un vaso de jugo de naranja, cosa que le agradecí muchísimo. Me lo tomé a pequeños sorbos y al terminármelo entró Manuel, que se había bañado. Como entró desnudo, pude darme cuenta de que su verga, aun en estado flácido era imponente. Sólo se notaba su flacidez por estar el capullo parcialmente cubierto con la piel del prepucio. Le pedí que se acercara para verla de cerca, pues en verdad se veía hermosa.

Se acercó a mí y sin tocarla la vi. por todos los lados posibles. Manuel se sentía alagado por mi admiración, y con las manos en la espalda se dejaba ver.

Pero esto no podía durar mucho tiempo. La visión de esa estupenda verga me excitó a tal grado que no pude evitar besarla. Esto bastó para que se detonara la libido de Manuel. Tomó su verga con una mano y con la otra empujó mi cabeza hacia ella.

Ávidamente abrí mi boca y logré introducir en ella su glande aun medio cubierto. Le di unas cuantas succionadas y se puso rígida de manera inmediata. La tomé entonces con mis manos y volvimos a comenzar el rito de la mamada.

Afortunadamente mi boca ya aceptaba todo su grosor, aunque no su longitud. Por lo que pude chupar, por lo menos el glande y una parte del tronco, a mi antojo.

No dejaba de admirar y disfrutar ese instrumento de placer que me estaba ocasionando tantas y tan variadas sensaciones.

Su suave piel, sus gruesas venas, las inmensas bolsas que colgaban en su entrepierna y que acariciaba suavemente, palpando las duras y pesadas bolas alojadas en su interior.

Todo eso me provocaba estremecimientos que repercutían en mi adolorido culo. Sin embargo, ya me urgía sentir adentro de mí ese gran miembro.

El dolor no me importaba, pues sabía que eso era pasajero. El placer que me daría era lo que me importaba.

Manuel para entonces, tomó mi cabeza y la empujaba y retiraba de su verga como si estuviera cogiéndome. Afortunadamente una de mis manos servía de tope y evitaba que me penetrara completamente. Mi lengua y mis labios se deleitaban al estar sintiendo esa preciosa y rígida verga, mientras una de mis manos palpaba y acariciaba su enorme bolsa testicular.

Su verga crecía y crecía en forma magnífica y prácticamente ya no cabía en mi boca, por lo que intenté retirarla, pero no lo permitió y en cambio se tornó más violenta su acometida.

Mientras, Víctor dejó de observarnos y acercándose a nosotros me acomodó de tal manera que mis nalgas quedaron a su alcance, cosa que no dudó en aprovechar mi amante y embutió su enhiesta verga de un solo envión y hasta el tope.

Ahí estaba yo, en toda mi esplendida putería gozando a más no poder con esas dos ricas vergas llenándome de placer. ¿Algún otro puto podría gozar de esta manera?

La verga de Manuel parecía que iba a explotar y la retiró de mi boca. Víctor se dio cuenta de esto y sacó su verga de mi culo y le dijo a Manuel que me cogiera así, de a perrito. Ni tardo ni perezoso, se levantó Manuel y se acomodó detrás de mí. Su verga, rezumando líquidos pre-eyaculatorios, penetró sin compasión mi tantas veces perforado culo. Esta vez no fue tan dolorosa la introducción, pues ya Víctor había moldeado la entrada. Víctor se colocó de tal manera que me permitió estar mamándole la verga.

Y otra vez volvimos a practicar el viejo mete y saca que tantas satisfacciones produce.

No se cuantas horas estuvimos cogiendo, pero el caso es que perdí el conocimiento y por lo que sentía al despertar, me di cuenta de que habían abusado de mí en muchas ocasiones y de las mas salvajes y diversas maneras.

Desperté en la cama de Víctor, totalmente desnuda pero tapada con un cobertor. Sentí algo entre las piernas y al llevar mis manos ahí, descubrí que era una toalla que protegía o contenía mi adolorido culo.

Me dolía mucho por lo que me quejé. Apareció Víctor con una taza de té en la mano que me ofreció.

"Tómate también estas pastillas"; me dijo ofreciéndome unas tabletas.

"Te harán sentirte mejor y te quitaran el dolor".

En el estado que me encontraba, no sabía que había pasado y en ese momento no recordaba nada. De hecho no podía hablar.

Tomé las tabletas y el té y Víctor se recostó al lado mío. Mi mente no respondía y lo que hice fue abrazarlo instintivamente y volví a quedarme dormida.

Desperté debido a una terrible pesadilla en la que yo era Perséfone y estaba dentro de la piel de una vaca y un enorme pero hermoso toro me cogía. El dolor me hizo gritar y desperté en ese momento recordando todo de golpe.

Durante la orgía, había sido penetrada por los dos, Víctor y Manuel, simultáneamente y en varias ocasiones.

Me habían desgarrado el ano y a pesar de estar sangrando, ellos continuaron haciéndolo hasta que perdí el conocimiento. Pero aun desmayada me siguieron cogiendo hasta que quedaron sin fuerzas.

Como ya no podían cogerme con sus vergas, Víctor fue por unos dildos que tenía en su casa, que yo había dejado para cuando los necesitara. Fueron metiendo uno a uno estos dildos logrando introducirme cuatro juntos.

Vi entonces la toalla que tenía en mi culo y estaba llena de sangre ya seca.

Toqué con mi mano el culo y me di cuenta de que se había prolapsado un poco el recto. Mis senos también me dolían y al tocar mis pezones, me di cuenta que habían sido mordidos hasta casi arrancármelos.

Le grité a Víctor y quise levantarme de la cama pero no pude. Llegó Víctor y gritándole le dije:

"¡Que hiciste conmigo, desgraciado! Estoy hecha un guiñapo, me dejaste inútil y traumada".

No pude decir nada más y estallé en llanto.

Víctor trató de tranquilizarme abrazándome, pero lo rechacé a manotazos. Me dejó sola y lloré mucho rato, tanto de dolor como de sentimiento. Lloré hasta quedarme dormida otra vez.

Cuando desperté vi que me había dejado unas pastillas y un vaso de agua en el tocador y me las tomé. En pocos minutos el dolor había disminuido y pude levantarme para ir al baño.

Al verme en el espejo, me asusté del aspecto que presentaba. Mis ojos estaban hundidos y mi cara reflejaba el sufrimiento por el que había pasado.

No tenia idea de cuanto tiempo había pasado desde que llegué a la casa de Víctor, pero ya estaba totalmente oscuro en la calle. ¿Horas?, ¿días? Quien sabe, pero yo estaba completamente exhausta. Me sentía violada, martirizada, abusada, vendida.

Pero esto ya no debía extrañarme. No era la primera vez que Víctor me vendía o que promovía mi violación. Sin embargo, no dejaba de dolerme pues aun lo amo. Quisiera ser solo suya, pero a él le gusta presumir que yo soy no solo su amante sino su puta, y que puede hacer de mí lo que quiera.

Y para que mentir, a mi también me gusta que él haga conmigo lo que quiera, pues para algo soy su MUJER.

Diva_gd@yahoo.com