Esto no es una peli porno

Cuando menos lo esperas, puede presentarse un chulazo que te ayuda a liberar tensiones. No sólo en las pelis porno.

Tengo la cabeza embotada de tantas horas de estudio y la presión de los últimos plazos de entrega del proyecto que llevo entre manos.

"A la mierda todo, ya va siendo hora de que me dé el aire", pienso.

Si esto fuera una película porno, quizás enseguida aparecería por ahí algún niñato chulazo que empezaría dándome un masaje para relajarme y yo acabaría empotrándolo contra la pared de mi habitación. Pero, como esto no es una peli porno, y hoy ya llevo por lo menos tres pajas -las ganas se incrementan en época de exámenes y entrega de proyectos, como todo el mundo sabe-, me decido por levantarme e irme a dar una vuelta por un parque cerca de mi casa.

El parque tiene fama de ser zona de cruising, pero, por extraño que parezca, en estos momentos no estoy yo para estas cosas. Esto no es una peli porno, y yo no siempre voy a tener ganas de follar. Al menos en estos momentos, sólo tengo ganas de respirar un poco de aire, intentar despejarme del calor que, todavía a estas alturas del año, hace en la ciudad e intentar desconectar -sin conseguirlo demasiado- de la redacción de la memoria que tengo entre manos.

Camino sin rumbo fijo por el parque dándole vueltas a la cabeza y a lo que tengo pensado hacer cuando termine este proyecto de una puta vez. Irme a otra ciudad, buscar otras expectativas. Joder, anda y que no llevo tiempo dándole vueltas a todo esto. Necesito un cambio de aires, estoy demasiado agobiado, como harto de todo.

Incluso estoy ya agotado de tanto seguir andando. Me siento en un banco, en una zona no demasiado retirada, pero sí vacía de gente. Durante unos segundos pongo mis manos sobre la cara, para despejarme. A veces eso ayuda. Tras un rato, libero mi cara y dejo una mano descuidadamente en mi entrepierna mientras miro distraídamente por el parque y me relajo mirando los pinos, un templete, algunos chiquillos que juegan a lo lejos...

Vuelvo la vista al banco de enfrente y lo veo de pronto. Un chaval de unos veintipocos años, con pinta de macarrilla, sentado enfrente de mí. Pelo corto, de punta. Muy guapete. Camiseta blanca de Adidas con el símbolo negro en medio bien grande, pantalones de chándal azules, zapas blancas nike shox, no demasiado curradas.

Por muy hecho polvo que me sienta, no tengo la sangre tan aguada como para que el chaval y sus pintas no me llamen la atención. No puedo evitar mirarlo descaradamente a los ojos. El tío me devuelve la mirada y deja descansar su mano sobre su paquete. Parece que la ha puesto ahí descuidadamente, como yo al principio, pero hace unos movimientos casi imperceptibles sobre su bulto -el cual, por cierto, promete- que a mí me terminan de poner a mil.

Tras unos segundos de miraditas, el chaval se levanta del banco, me mira de reojo y se marcha lentamente. Dejo pasar unos segundos, me levanto del banco y le sigo. Él marcha unos metros por delante de mí y de vez en cuando gira la cabeza como para asegurarse de que lo estoy siguiendo, gesto que acompaña con un ligero sobeteo de su paquete.

Si esto fuera una peli porno, nos lo montaríamos entre los arbustos. Pero, aunque ya se acerca el anochecer y no hay casi nadie por esa zona, nosotros no podemos arriesgarnos al escándalo público. En vez de eso, llegamos a los baños del parque y me meto sin dudarlo en la cabina a la que ha pasado él unos segundos antes. Conforme se cierra la puerta, empezamos a comernos el morro.

Joder, qué manera de besar tiene el muy cabrón. Su lengua recorre toda mi boca y me termina de poner la polla como una piedra. Le devuelvo el beso con ganas, casi con furia. Entre la tensión de los exámenes y la tensión sexual que me ha provocado el chulazo éste tengo ganas de imponerme. Sin dejar de morrearlo aprovecho para sobarle bien empezando por la camiseta, primero por encima sobando bien el símbolo de la marca, y luego por debajo, acariciando su cuerpo no excesivamente marcado, pero sí delgado y apetecible. Le aprieto los pezones por debajo de la camiseta y noto como se pone burro. Genial. No sin cierto pesar, dejo de morrearlo para quitarle la camiseta y empezar a morderle los pezones mientras le sobo el paquete. El cabrón se retuerce y me pide en susurros más caña. Llega a asustarme, pienso que voy a acabar arrancándole los pectorales. Y, en todo caso, ya es hora de prestarle atención a lo que guarda bajo los pantalones.

Cuando le bajo el boxer me saluda una buena polla, unos 18 cm -dos más que yo, esto no es una peli porno...- y gordita. En otras circunstancias me daría un buen festín. Pero el tiempo apremia, y quiero aprovecharme de que el chaval mantiene, de momento, una actitud más bien sumisa. Así que, mientras le agarro la polla para pajeársela suavemente, empiezo a meterle un dedo por el culo.

¡Sorpresa! Al machito de barrio el dedo le entra sin mucho problema. Y sus gemidos, aunque sigan siendo entre susurros, suben de una forma que tengo que morrearlo para que no se le oiga fuera. Aprovecho el silencio conseguido para follarlo con mi dedo a saco. Incluso llego a meterle dos dedos. "Fóllame", me dice al oído, mientras me pasa un condón. Chico precavido, así da gusto.

En mi vida me he puesto más rápido un condón. Con sus pantalones por los tobillos, se la clavo prácticamente de una hasta el fondo mientras el chulazo se pajea a saco. Ya he dicho que la tengo de longitud normal, pero el grosor sí que hace que a algunos les cueste; no es el caso de este chaval, uno de esos pasivos a los que les entran casi sin esfuerzo. Empiezo a bombear rápido, procurando no armar mucho escándalo. Me pego a él todo lo que puedo. Acaricio sus zapas con las mías. Siento el olor a leve sudor y a macho que llega de su espalda y de sus sobacos... Todo esto es demasiado. Para los dos. Tras un par de minutos de bombeo, el chaval empieza a correrse contra la pared, echando por lo menos cinco o seis chorros de lefa. Las contracciones de su culo sirven para ordeñar mi polla rápidamente, llenando el condón de tres meses de tensión nerviosa y del lefote de uno de los polvos más intensos de toda mi puta vida.

Descansamos del polvazo mientras nos seguimos morreando durante algunos segundos. Entonces me habla por primera vez.

  • Joer, y decías que eras pasivo.

Sin llegar a captar del todo lo que me ha dicho, le pregunto:

  • ¿Cómo?

  • Sí, hombre, cuando hemos hablado antes por el messenger.

Me quedo flipado.

  • Yo no he hablado contigo por el messenger.

  • No jodas, tío, pero si hasta me has puesto la foto... ¿tú no eres Andrés?

  • ¿Yo? Qué va, yo me llamo Javi.

  • ¡Hostia!

Recomponiéndose como puede, el chaval sale corriendo del baño. Yo espero un poco más para no dar el cante y salgo todo lo tranquilamente que me lo permite mi respiración, todavía entrecortada. Al salir de la caseta de los baños me cruzo con un cincuentón barrigudo que tiene toda la pinta de ir buscando algo. Me temo que se va a quedar a dos velas.

Cuando ya llevo andados unos metros, vuelvo a ver a mi ex-compañero de polvo. Va con un chaval parecido a mí, se le ve algo más cachas pero también un poco más feo -opinión personal-. El chaval me dedica un gesto breve y discreto de complicidad, mientras mi presunto doble me dirige una mirada curiosa. Si me lo montara bien, esto podría acabar en trío.

Pero esto no es una peli porno, y al fin y al cabo ya he descargado suficiente tensión por hoy.