Esto es lo que me ocurrió, mi marido me grabó todo
Un gang bang deseado, era increíble
Cada vez que veo el video grabado por mi marido me pongo a mil…..
A partir del primer trío que hicimos mi marido y yo, nuestras fantasías fueron en aumento. A nuestros juegos sexuales siempre añadíamos un consolador de buen tamaño para esa doble penetración que tanto me gusta. Sentirme llena de polla por los dos agujeros me pone muy cachonda. Me corro varias veces y con una intensidad salvaje.
Incluso compramos una funda que se colocaba mi marido en la polla para que aumentara su grosor y longitud. La idea de hacer un gang bang, es decir, estar con más de tres hombres para mí sola empezó a cobrar forma.
Probábamos mi marido y yo en una especie de ensayos; me metía consoladores por todos los orificios y la verdad es que me corría como una verdadera perra. A través de una web de contactos pusimos un anuncio con nuestra propuesta. Buscábamos hombres con buen cuerpo, saber estar, bien dotados y morbosos. La educación, en estas situaciones, es fundamental para nosotros. Un tío bueno con una polla descomunal que sea un gañán no me pone nada.
Recibimos, como era de esperar, más de cien respuestas a nuestro anuncio. Ahora se trataba de elegir a los cuatro candidatos, porque habíamos decidido que eran cuatro hombres más Jose, mi marido, el número ideal. Mi marido se encargaría de grabar toda la sesión, y por supuesto, de participar si así lo deseaba.
La idea de tener a cuatro hombres para mí sola, dispuestos a darme placer por todo el cuerpo me mantenía en un estado de permanente excitación. Cuando pensaba en ello me humedecía siempre; era una reacción instantánea.
A mis cincuenta años, y después de mi primera experiencia en un trío con un hombre más joven y muy atractivo, me siento en la plenitud de mi vida sexual. Y, así como consideraba hasta hace poco la experiencia de un trío como algo que se quedaba en el terreno de las fantasías, ahora ya no me cerraba a ninguna posibilidad. Me considero una hembra caliente y atractiva, deseable por cualquier hombre que tenga buen gusto por las mujeres.
Por razones evidentes, decidimos elegir a cuatro que fueran más jóvenes. La primera e imprescindible condición que pusimos fue verlos en foto, tanto de cara como de cuerpo entero, con sus pollas erectas.
Entre los cuatro, había un chico senegalés, con una polla espectacular, de 24 años. Solo de verlo se me hacía agua lo que imagináis. Los otros tres andaban entre los treinta y ocho y los cuarenta y dos años, españoles, con buen cuerpo, altos y con unas pollas que no bajaban de los veinte centímetros.
Por fin, una vez decididos los hombres que tanto me iban a hacer disfrutar, establecimos el día, la hora y el lugar para la cita. Aunque pueda parecer muy lanzada, y en realidad lo soy, me cuesta arrancar. Al principio me siento cohibida, como cortada; pero en cuanto se enciende en mí el interruptor de la guarra que llevo dentro, entonces ya no hay marcha atrás. Me entrego en cuerpo y alma hasta quedar exhausta y satisfecha como toda hembra después de disfrutar de unos buenos machos.
Convinimos en quedar en un bar de copas cercano a un motel discreto, fuera de nuestra ciudad. Una cosa es ver a esos hombretones en fotos y otra muy diferente ver cómo se comportan, si saben estar, si son educados…, creo que me explico bien.
Mi marido Jose y yo tuvimos una cena romántica antes de acudir a la cita. Me encontraba muy excitada por el morbo de la situación. Si todo marchaba bien, dentro de pocas horas tendría cuatro auténticos pollones a mi disposición. Cuatro pollones que me penetrarían por mis agujeros, que metería en mi boca y que se correrían en mi cuerpo. La espera me calentaba muchísmo a la vez que me cohibía en cierto modo. La presencia de Jose me daba la seguridad que necesitaba.
Después de cenar acudimos al bar de copas donde habíamos quedado. Ellos solo habían visto fotos de mi cuerpo, pero Jose tenía sus teléfonos, así que no había posibilidades de confusión. Llegamos antes de la hora prevista y nos sentamos a una mesa con un gintónic cada uno. Me había vestido con unos vaqueros que me sentaban de maravilla y una blusa blanca, abotonada, que insinuaba mis generosos pechos.
Alrededor de las doce empezaron a llegar y a presentarse. Los cuatro cumplieron mis expectativas, tanto en el físico como en la forma de vestir y de comportarse. Saludaron a mi marido con un apretón de manos y a mí con dos besos. Uno de ellos se llamaba Jose, como mi marido; el senegalés, Musuf, y los otros dos, Jorge y Luis.
Pidieron sus copas y se sentaron alrededor de la mesa. Musuf, Jose y mi marido estaban frente a mí; Luis y Jorge se sentaban cada uno a mi lado.
En ese momento, rodeada de hombres que habían venido exclusivamente a follarme y darme y recibir placer por mi parte, me mantenía en una estado de efervescencia hormonal. Vaya, que me estaba mojando. Pedimos una segunda ronda y mi marido les preguntó qué opinaban de mí. Todos me llenaron de elogios. La mirada de Musuf se clavaba en mi escote, y enseguida Luis dejó su mano en mi muslo y Jorge la suya en mi cadera. Me sentía deseada, y eso me ponía muchísimo.
Había llegado el momento de dejar claras un par de cosas: imprescindible el uso del condón y, si en un momento, por el motivo que fuese, yo decía basta, era basta. Sin preguntas, insistencias ni malos rollos. Todos asintieron.
A esas alturas, la mano de Jorge ya acariciaba mi teta, cuyo pezón respondió endureciéndose enseguida. Mi marido les preguntó si tenían alguna experiencia parecida, y excepto Musuf, todos dijeron que sí; incluso dijeron que sabían cómo tratar a una “dama”. El hecho de que usaran la palabra “dama” para referirse a mí todavía me puso más cachonda.
A medida que se acercaba el momento de levantarnos y dirigirnos al motel, mi nerviosismo aumentaba. Estaba decidida a todo, pero como he comentado antes, me cuesta arrancar. Mi marido añadió, pidiendo una tercera ronda, que tenía pensado grabar toda la sesión para nuestro disfrute privado a solas, en pareja. También se mostraron de acuerdo, pero dos de ellos pidieron que no salieran sus caras, puesto que estaban casados. Cuando mi marido se levantó a por la ronda, Jorge le acompañó. A los pocos segundo, Musuf estaba a mi lado; parecía estar caliente de verdad, porque enseguida empezó a meterme mano.
Hacia la una, mi marido notó que estaba preparada para salir hacia el motel. No es que estuviera preparada, es que estaba cachonda perdida entre las caricias que recibía y el alcohol, el rumbo de la conversación y pensar en lo que me esperaba.
Salimos en dos coches. Musuf y Jorge venían con nosotros. Jose y Luis en el otro coche. Durante el trayecto, Musuf, que estaba detrás de mí, no dejó de acariciarme las tetas, con una destreza tal que me puso los pezones como piedras.
Jose había reservado una habitación con jacuzzi y una cama lo más amplia posible. Al motel se entra por el garaje privado que tiene.
Nada más entrar, mi marido puso música y enseguida me sentí rodeada por los cuatro. Eran cuatro bocas y ocho manos que no dejaron un centímetro de mi cuerpo sin recorrer. Me desnudaron entre caricias y besos, y al poco ya solo estaba con el tanga y el sujetador. Ellos no tardaron nada en desnudarse del todo. Me deleitaba mirando sus cuerpos y sus pollas. Mientras tanto, mi marido había dejado en la mesilla de noche condones y un frasco de lubricante.
Nos fuimos a la ducha. Musuf y Luis tenían las pollas morcillonas en ese momento, pero eran gordas. Las imaginaba en todo su esplendor. Jorge y Jose, aunque tenían unas pollas menos espectaculares, estaban completamente empalmados. Me sentía una diosa rodeada de hombres cuyo único objetivo era satisfacerme.
Cuando salimos de las duchas, empezó realmente lo bueno. Es difícil recordar con exactitud todo lo que ocurrió, así que trataré de centrarme más en mis sensaciones que en el orden exacto de los hechos. Yo estaba de pie, con Musuf detrás de mí sobándome las tetas y frotándose su pollón en mi cadera. Los otros se dedicaban a besarme por todo el cuerpo. Noté cómo Jorge se agachaba, me separaba las piernas y empezaba a lamerme el clítoris. Mi marido, cámara en mano, no perdía detalle. Jorge me lo comía de maravilla, follándome con la lengua y bajando hasta mi ano. Estaba en el séptimo cielo.
Me tumbaron en la cama y me abrí de piernas por completo para facilitar la comida de coño que me hacía Jorge. Cogí la polla de Musuf y comprobé que no podia abarcarla con la mano. Me corrí en la boca de Jorge.
Empezaron a turnarse. Unos me comían las tetas, otro el coño, mi marido se pajeaba y Jose se puso un condón. Me la clavó a lo misionero, primero despacio, pero enseguida con unos pollazos que parecía que me iba a partir en dos. Cuando se corrió, ocupó su lugar Jorge, que puso mis piernas en sus hombros, levantándome el culo. Tenía una polla gorda, como me gustan. Me daba fuerte, y a cada embestida, notaba los golpes de sus huevos en mi culo. Me acariciaban el clítoris y me comían las tetas, no sabría decir quién de ellos hacía cada cosa. Con cada mano pajeaba una polla diferente. Tenía el coño hecho agua… Jorge y yo nos corrimos a la vez. Gritando de gusto. Me sentía muy hembra.
Le había llegado el turno a Musuf, que por el tamaño de su verga, había traído sus propios condones. Madre mía, ¡qué polla! Empezó a meterla despacio, abriéndose camino en mi coño, que no podía chorrear más. Entró un poco más de media, y bombeaba sin parar. En mi vida he sentido mis entrañas tan llenas de polla como en el momento en que sentí sus huevos golpeando mi culo. ¡Me la había clavado entera! La notaba hasta la boca del estómago… Se puso muy cachondo conmigo al ver el gusto que me daba y creo que también de ver cómo nos grababa mi marido, con una mano en la cámara y la otra en la polla, pajeándose. Musuf me puso a cuatro patas y me empezó a dar fuerte; cada pollazo me empujaba hasta casi perder el equilibrio, tanto que me costaba mucho mamar la polla que Jose me había metido en la boca.
Cuando de verdad me volví como loca fue en el momento en que Musuf se salió de mí y se tumbó en la cama. Qué preciosidad de verga, pensé mientras me sentaba encima de ella. Creía que me iba a salir por la boca. Vi como Jose se ponía otro condón. Ahora venía lo bueno. Mientras me lubricaba el agujero del culo con toda la polla de Musuf en mis entrañas me volví a correr entre gritos. Estaba como poseída por el placer. Noté la punta de la verga de Jose entrando en mi culo y les pedí que me dejaran respirar un momento. Necesitaba tomar aire después de una corrida tan descomunal.
Enseguida Musuf empezó a moverse y también Jose, cuya verga ya estaba completamente dentro de mi culo. ¡Qué cachonda estaba! La follada de mis dos agujeros estaba tan bien sincronizada que no podía resistir tanto gusto a la vez. A nuestro lado Luis y Jorge me sobaban las tetas y se pajeaban las pollas sin perder detalle. Era un momento tan intenso que no quería que se acabara nunca. Empezaron a darme fuerte de verdad, notaba que esas dos pollas me reventaban. ¡Qué guarra y qué deseada me sentía! ¡Qué placer me daban esas dos vergas empujando dentro de mi coño y mi culo! ¡Cómo sonaba el flujo a cada embestida de Musuf! Y los otros dos con el cipote en la mano pajeándose… Era como estar en el cielo de la lujuria.
Sentía la llegada de mi orgasmo y empecé a gemir más fuerte y luego a gritar, sin el menor pudor. Sin duda mis gritos y las embestidas ayudaron a que ellos también soltaran su leche y llenaran los condones, porque nos corrimos los tres casi a la vez. Me dejé caer encima de Musuf, agotada. Tenía la boca seca y mi marido abrió un par de botellines de cava del minibar. Bebí un poco y enseguida sentí el pollón de Jorge intentando abrirse paso en mi culo. Era muy gorda y me dolía un poco; le dije que esperara.
En cambio, mis machos no parecían tener paciencia. Me puse de pie, casi me temblaban las piernas. Musuf se metió entre ellas y me empezó a comer el coño de una forma maravillosa. Sin esperármelo, Jose y Luis me levantaron en volandas, uno me sujetaba las espalda y el otro las piernas. Musuf volvió a ensartarme así, en el aire. Parecía volar con sus acometidas de macho joven. Volvió a tumbarse en la cama y me senté otra vez sobre su pedazo de polla que tanto gusto me daba. La punta de la polla gorda de Jorge empezó a abrirse camino en mi culo; parecía empeñado en conseguirlo. Ahora sí me la clavó hasta las pelotas y volví a correrme entre gritos, aunque ellos continuaron el mete saca. Delante de mi cara vi las pollas de Jose y Luis. Empecé a mamárselas alternativamente, pero las embestidas en mi culo de Jorge me lo hacían imposible. Les pajeé, pero perdía el equilibrio con tanta embestida… Se acabaron ellos; Luis me echó la corrida casi en la cara y Jose en su mano. Musuf y Jorge seguían dándome fuerte hasta que Musuf volvió a correrse; le pedí que no se saliera de mí. Jorge y yo nos vinimos casi a la vez. ¡Qué locura! Estaba reventada, molida, irritada. Me sentía la hembra más guarra del mundo, y eso me volvía loca. Tenía los muslos chorreando de flujo.
Me separé de ellos y me quedé derrengada boca arriba en la cama. Les di a entender que ya estaba satisfecha. Fueron a ducharse, se vistieron, me dieron un beso y se marcharon. Ahora solo necesitaba descansar y dormir.
Cuando mi marido se tumbó a mi lado, me di cuenta de que casi ni me había tocado. La verdad, pensé antes de dormirme, es que no hay nada como una buena sesión de sexo.