Esther y Raúl
Como Esther después de la follada que le dieron en el Restaurante,se deja follar por un chico del gimnasio
Hola, soy Esther las que mi marido os conto la follada que me dieron en el restaurante, y quisiera lo que paso después de que mi marido le conté la buena follada que me dieron en el culo me dio carta blanca para hacer lo que yo quisiera.
Siempre he sido una mujer muy sociable, me gusta salir con las amigas, ir de compras, ir a comer, ir al cine, salir a algún lugar, viajar, trabajaba cuando se podía, y comencé a ir al gimnasio, para mantener la línea y conservar la figura, siempre he sabido mantener mi físico en forma, incluso después que me casé.
Al empezar a ir al gimnasio, ya desde hace algunos meses, hice muchos amigos y amigas y en especial de un chico al que llamaré Raúl, que es más o menos de ocho a nueve años menor que yo, él también asistía al gimnasio, no era muy atlético, se puede decir que se veía como un hombre normal, era soltero, lo conocí a finales de ese año, y desde allí, no sé porque, desde que nos conocimos, empezamos a tener más confianza de lo habitual.
Ya al año siguiente, las veces que coincidíamos en el gimnasio con Raúl, y al hablar con él, no me sentía normal, me sentía un poco nerviosa, como una adolescente; no era habitual en mí y más siendo casada. Entre mí pensaba: ¡es idea mía o que, que me pasa, porque me siento así con Raúl! Creí que era superficial lo que me pasaba, lo de ponerme nerviosa con él, supuse que se me pasaría y estaría bien nuevamente.
Con el pasar del tiempo, y cada vez que iba al gimnasio siempre pensaba en Raúl, “no lo podía creer”, no sé cómo se metió en mis pensamientos, no sé a qué se debía que estaba así, y al llegar el fin de semana para ir esperaba con el pensamiento, al menos ver a él allí. No le conté a nadie lo que me estaba pasando con respecto a Raúl ni a mi marido, creía que era pasajero y pasaría; pero no fue así, yo no dejaba de pensar en él, estaba intranquila, no estaba bien como siempre.
En casa, yo vivía bien con mi marido, no teníamos dificultades desde que nos casamos, hasta que en casa comenzó a cambiar algo, más o menor a partir de que me follarón el culo en los baños del restaurante.
Mi marido, empezó a engordar, descuido un poco su imagen, supongo que se debe al matrimonio y la vida de casados, y que prefería que me follaran otros.
A partir de marzo de ese año, estaba cambiando mucho; empezó a llegar a casa con una copas, más de la cuenta, pensé que era como un de esos días en lo que de vez en cuando tomaba unas cervezas y al llegar a casa se portaba tranquilo conmigo; pero no, empezó a llegar borracho más y más, de manera continua; su comportamiento también cambio, ya no llegaba tranquilo, me buscaba problemas de la nada, lo que a mí me hacía sentir mal.
Pensé que este malestar era momentáneo, que iba a pasar, pero no, la relación con mi marido empezó a empeorar, bebía demasiado, discutíamos de todo, le molestaba que saliera, me buscaba problemas de la nada, no se controlaba, me sentía muy mal, y él, fresco, sin disculparse al menos de su mal comportamiento, estaba irreconocible.
Y así paso el tiempo, los inconvenientes se mantuvieron y el problema no cesaba, yo no sabía a qué se debía que se originó todo este malestar, porque él me había autorizado a buscarme mis rollos fuera del matrimonio, creía que pasaría y volveríamos a vivir tranquilos, como antes, pero no.
Desde que surgió el problema, empecé a salir menos por no discutir con él, y en casa nada mejoraba, la relación con mi marido se fue deteriorando. Pero, a pesar de ello, no dejaba de pensar en Raúl necesitada como una loca una buena follada de coño y culo.
Yo me sentía muy, pero muy mal, aunque no lo mostraba. A pesar que económicamente no estábamos mal, y me dedicaba a mi casa, a atender a mi marido y que tuviera todo listo cuando llegara a casa.
Al poco tiempo después, en uno de esos días laborables, mi marido se fue a trabajar con siempre, muy temprano, y al estar volviendo un día para mi casa, del supermercado me encuentro con Raúl, creo que se me notaba que no estaba bien, él se dio cuenta de ello, y desde que lo conocí en el gimnasio, la confianza y amistad entre nosotros fue muy buena (como ya les había contado antes), y a pesar de ello, no entendía porque no dejaba de pensar en Raúl creo que esperaba verlo, pero no en ese momento).
Entre tanta charla, Raúl me convenció para ir a tomar un café esa mañana y fuimos, le comencé a contar que en mi casa empezaron a surgir los problemas con mi marido, que no entendía a qué se debía ello, me sentía mal, y sin querer, solté algunas lágrimas.
Raúl me abrazo, supo entender cómo me sentía. Al terminar el café y la charla, nos despedimos, quedamos en vernos en el gimnasio el fin de semana.
Al llegar el fin de semana, fui al gimnasio, creo que más, esperando ver de nuevo a Raúl, pero no llegó, y así pasaron algunas semanas, no veía a Raúl, no lo encontraba ni en internet, quería llamarlo al móvil, pero no me atrevía, yo no dejaba de pensar en él, e incluso aparecía hasta en mis sueños. Me sentía incapaz de entender porque estaba así, mi mente pensando sólo en la follada que me podía dar Raúl y los problemas con mi marido no paraban, ya llevaba mucho tiempo sin follar ni con él.
En casa, a pesar que paso unos meses, los problemas no cesaron, se mantuvieron, y él que era tan dulce, tranquilo y detallista desde que lo conocí, cuando nos casamos y por muchos años que ya llevábamos viviendo juntos, se volvió, se podría decir más malo, hasta con la familia, y yo, más y más mal anímicamente.
Tiempo después, más o menos a partir de la quincena de junio de ese año, mi marido tuvo que viajar fuera de la ciudad, por unos asuntos del trabajo, y saldría por unos dos o tres días. Él se fue un lunes, y se suponía que llegaría el miércoles o quizá jueves, en fin.
Como era habitual, yo seguía con mi rutina habitual. El martes, había dejado cocinada la comida debido a que tenía que hacer unos trámites en el centro; para sorpresa mía, vi a Raúl allí (me sentí bien al verlo después de algún tiempo quizá como no dejaba de pensar en él, tenía la idea que lo encontraría; me vio, vino a saludarme, hablamos, me conto que se había puesto a trabajar en un trabajo más al que tenía, y que con ello, no tenía tiempo disponible, incluso ni para ir al gimnasio, aunque este otro trabajo que tenía, era por tiempo parcial.
Me dijo que, por la mañana de ese día, tenía libre, que por la tarde tenía que ir a su otro trabajo, pero que el jueves tendría toda la tarde libre. Me invito a salir para ese jueves por la tarde y seguir hablando, pero le dije que no podía, es que como mi marido viajó y quizás estaría de vuelta entre miércoles o jueves, no quería tener problemas. Raúl me insistió tanto y como yo tenía tantas ganas de follar me convenció para salir. Quedamos en encontrarnos en el centro de la ciudad ese jueves por la tarde. Nos despedimos, yo para mi casa, y él para su otro trabajo por la tarde.
No dejaba de pensar en que no debía haberle aceptado a Raúl, pero estaba muy caliente necesitaba una polla urgente.
Ya el miércoles, yo suponía que mi marido llegaría, me levante temprano, me puse a arreglar un poco, lave la ropa y trataba de pensar en qué hacer para ese jueves por la tarde.
En el fondo, quería ir con Raúl ,al menos creo eso porque no dejaba de pensar en que podíamos follar que era lo que yo necesitaba, pero no quería tener problemas con mi marido sabiendo como estaba últimamente, y al estar pensando en que era lo que debía hacer; no sabía si ir con Raúl, o llamarle o decirle que no podía ir, o ir y buscar alguna escusa con mi marido estaba con el coño empapado de solo pensarlo no sabía, cuando de pronto, suena el móvil, era mi marido quien me llamaba para comunicarme que lo de su trabajo se extendería por unos días más y que llegaría el sábado por la mañana. Para mí, fue como un alivio ello, lo cual me permitiría encontrarme con Raúl el jueves por la tarde.
Así transcurrió el día miércoles.
Llego el día esperado, el jueves, me levanté temprano como siempre, hice mi rutina habitual en casa. Yo tenía que ir al encuentro con Raúl.
Me arreglé, fui al encuentro con Raúl al centro de la ciudad. Estaba un poco nerviosa e impaciente, y caliente como una perra en celo.
Ya en el centro me encontré con Raúl la hora señalada, se veía bien (quizá esperaba verlo a pesar de todo). Luego, hablamos y andamos para un parque que estaba cerca, hablamos casi como una hora, sentados allí, como dos enamorados, contándonos nuestras cosas, y yo no pudiendo ocultar mi tristeza por los problemas que tenía con mi marido, solté unas lágrimas como la primera vez que hablé con Raúl; en ese momento, me abrazo, yo me apoye en él, y así estuvimos por un momento.
Luego, me miró a los ojos, y sin soltar mis manos, me confeso que le gustaba mucho, desde que me vio en el gimnasio, no había dejado de pensar en mí; yo por otra parte, estaba sin reacción, sin palabras, no sabía que decirle (yo también desde que lo conocí, empecé a pensar más y más en él.
Pasó un momento así, y Raúl siguió diciéndome cosas bonitas, respiré, tome valor y le respondí que me halagaba lo que decía, pero que eso estaba mal, yo era una mujer casada, que era mayor que él, que no podía ser, pero estaba mal follada y necesitaba una polla y sin dudarlo, me dio un beso en los labios, me quede sin palabra, estática y trate de separarme de él, al separar nuestros labios, me volvió a tomar de las manos, no dejo de mirarme a los ojos, y me pregunto qué le respondiera que yo también le gustaba a él (yo no dejaba de pensar en él fallándome, pero no podía decírselo), no sabía que decirle, y así, volvió a sorprenderme con otro beso que me volvió a dejar fría, por fuera y el coño hecho un rio el cual poco a poco le fui correspondiendo, creo que no hacían falta las palabras, me ofrecí solita.
Nos besamos de manera recíproca, luego decidimos ir a un lugar más tranquilo, no quería que alguien conocido nos viera. Raúl decidió entonces llevarme a un lugar más privado, y llegamos a un hotel, yo con algo de dudas en la cabeza, lo acompañe a aquel sitio que estaba un poco escondido, pero por allí cerca.
Ya en el hotel, llegamos a la recepción, Raúl pidió una habitación y fuimos hacia allí. Raúl cerró con seguro la puerta, yo me senté a un lado de la cama, estaba un poco nerviosa. Encendió la televisión, puso el canal para adultos. Empecé a calentarme viendo las imágenes. Luego vino hacia mí, se sentó a mi lado, puso sus manos sobre mis hombros, y empezó a besarme por el cuello, las mejillas y la boca. No me resistía.
Poco a poco, fui sintiendo una sensación indescriptible por todo mi cuerpo, mis labios le decían a Raúl: ¡no sigas, soy casada, ya basta! pero mi mente decía: ¡sigue, no pares! Vamos a follar, Raúl siguió, fue bajándole el cierre a la chaquetilla negra de tela traía puesta, empezó a tocármelas las tetas, aun puesta el polo verde limón que llevaba, me hacía sentir en las nubes, aunque de mi boca seguía saliendo palabras que le decían: ¡para ya, ya no sigas, soy casada, esto está mal…! Yo me sentía como hechizada ante Raúl, me dejaba besar y tocar por él.
Raúl me saco la chaquetilla, me saco el polo verde limón que llevaba puesto, me quede solo puesto el sostén rosado que tenía. Siguió besándome desde la boca, el cuello, el pecho. Luego se puso detrás de mí, fue besándome el cuello, las orejas y fue bajando por mi espalda, tocándome con sus manos mis tetas y fue bajando poco a poco por mi espalda. Yo no reaccionaba, estaba ya que chorreaba.
Me puso de pie de la cama, y él, detrás de mí, me besaba y recorría mi cuerpo, yo sentía como una corriente que recorría mi espalda. Luego me dio la vuelta, nos quedamos frente a frente mirándonos, él empezó a desabrochase su camisa de color plomo que llevaba puesta, se la sacó y quedó al descubierto su pecho.
Luego me cogió entre sus brazos, beso mis labios, hasta que pude sentir su lengua y el calor de sus labios. Después, me tumbo a la cama, yo sin palabras, solo con la respiración agitada; empezó a recorrer mi ombligo, desabrochó el botón de mi pantalón jeans, me beso el ombligo y sus manos frías fueron tocando mi piel hasta llegar a mi chocho.
Me quito los zapatos, las medias, luego me quitó el pantalón, quedándome puesta solo mi tanga rosado como mi sostén. Yo echada en la cama y con las piernas fuera del borde de la cama, me sentía en las estrellas, Raúl, se quitó los zapatos, desabrocho la correa de su pantalón negro de tela que llevaba puesto, quedándose solo con una bruza negra. Luego se echó encima mío, me beso los labios y me dijo que, si le gustaba, yo asenté con la cabeza diciéndole que sí, haciéndole entender que ya era suya.
Se levantó de la cama, me pidió que yo también me levantara (me sentía como un títere, lo que me decía, lo hacía y no me oponía). Me pidió que me arrodillara, y puso frente a mi rostro su polla. Me dijo: ¡Esther, ya sabes lo que tienes que hacer! Empecé a tocar su polla con mis manos, le baje la bruza, y aunque no quería chupársela, llevó su polla hacia mi boca, estaba tiesa como un palo y vaya pedazo de polla, me dijo que se la chupara, yo obedecí, con mucho gusto quería tener pronto ese pedazo de polla en el fondo de mi coño.
Empecé manoseando su polla con mis manos, luego lo llevé hacia mi boca, fui chupándosela con la lengua poco a poco, y con mi boca, iba y venía; su polla fue endureciéndose y estirándose más y más, Raúl estaba cachondísima, ya también me estaba calentando más. Y así estuve chupándosela un buen rato.
En la televisión justo en ese momento, había una escena en la que también la chica se la chupaba a un tío. Raúl me pidió que hagamos lo mismo que veíamos en la televisión. Allí, el tío apretaba su polla en la boca de la chica, le decía que se la tragara y aguantara la respiración. Yo me opuse, pero, Raúl me dio una mirara, con la cual supe que tenía que obedecer.
Acerco su polla a mi boca, empecé a lamerlo y chupárselo, entraba y salía sin cesar. Luego, Raúl me dijo: ¡Esther, ¿estás listas?! Yo asenté con la cabeza afirmando que sí. Entonces, apretó su polla en mi boca, sujeto mi cabeza con sus manos, me dijo: ¡aguanta, aguanta! Trate de sacar su polla de mi boca, debido a que me quedaba sin respiración, pero me sujetaba
con fuerza. Me solté, solo para respirar, se la seguí chupando y volvimos a lo mismo. Estaba como obsesionado con eso creo.
Pude notar que Raúl estaba cachondísimo, que en cualquier momento se correría en mi boca, lo cual yo no quería. Fue apretando mi boca contra su polla, pero yo se la chupaba, entraba y salía para que no se corriera en mi boca. En una de esas, apretó una vez más su polla a mi boca, me sujeto la cabeza, y pude escuchar que me decía: ¡Esther, aguanta, aguanta! Yo trate de soltarme cuando ya sentía su leche, pero no me soltó y se corrió en mi boca. Sentí como arcadas y al soltarme de él, por mi boca salía su leche (sentí un poco de asco, ni con mi marido había hecho algo así).
Raúl acercó su polla que aún tenía rastros de leche de nuevo hacia mi boca, yo ya no quería eso, y con fuerza metió su polla a mi boca, dijo: ¡tú eres mía! ¡tómate mi leche calientita! ¡trágatela! Encajó su polla en mi boca, la apretó sujetó mi cabeza de nuevo, no me podía soltar. Al poder zafarme de él, me dijo que se la mamara y así lo hice. Luego me dijo que fuera al baño a limpiarme la boca de los rastros de leche. Fui, me enjuagué la boca del rastro de leche que tenía y volví a la habitación. Yo estaba un poco incomoda por lo que había pasado antes.
Raúl fue al baño un momento, yo me quede sentada en la cama mirando la televisión; luego él salió y se acercó a mí de nuevo, me bajo los tirantes de mi sostén, me las saco y empezó a chuparme los pezones, nos pusimos de pie fuera de la cama. Él bajo su cabeza hasta mi coño, me bajo el tanga y me lo quitó. Siguió besando mi coño, metiendo lentamente los dedos de su mano y su lengua a mi ser, me hacía sentir cachondísima de nuevo. Siguió besándome, tocándome y dándole placer a mi coño. Yo con mis manos sobre mi cabeza, estaba en las nubes.
Raúl quería hacerlo en la cama. Él se tumbó en la cama, de espaldas hacia abajo; me pidió que subiera en él, yo me puse encima abriendo las piernas, haciendo la postura del Andrómaco, me sujeto con las manos por la cintura, yo de rodillas sobre él con las piernas abiertas , lleve su polla hacia mi coño, empecé a subir y bajar, él con las manos, empezó a acariciar mis pezones, tocar mis nalgas, manosear mi culo, me estaba gustando. Creo que nunca me había sentido así.
Luego me di la vuelta, dándole una vista espectacular de mi espalda, me senté sobre él apoyando mis manos sobre sus rodillas, él me sujetaba por la cintura y empezamos de nuevo a follarestaba entregada a él, a su voluntad, y yo gemía sin parar (haciendo la pose del columpio). Seguimos por un rato así, luego sujeto sus manos a las mías, yo me movía de arriba hacia abajo, gemía, era increíble.
Después, de eso, cambiamos de posición. Yo me tumbe a la cama, de espaldas hacia abajo, estaba recostada, abrió mis piernas y metió su polla de nuevo en mi coño, ahora era él quien se movía, sujetó con una de sus manos, mis dos manos a la altura de mi cabeza, y su polla entraba y salía de mi coño, estaba mojadísimo. Yo acostada, no dejaba de gemir, le decía: ¡ sigue, no pares, ah…! ¡soy tuya, así, sigue,! Había perdido la cordura. Seguimos follando en la pose de misionero por un buen rato, estaba sintiendo hasta el fondo esa hermosa polla.
Al mirar las ventanas, vi que ya era de noche, entonces supe que tenía que volver a mi casa. Raúl me suplicó para seguir un rato más, que no me fuera (quien quisiera irse en ese momento, creo que nadie), me dijo el cabrón de tu marido no viene según me has dicho, porque quieres volver a tu casa, te voy a follar hasta que te canses me suplicó con sus besos y caricias, hasta que me convenció, yo estaba a su merced, le obedecí si, temía que me encaprichara con él.
Raúl se alegró, me beso de nuevo, me dijo que yo era suya, que haría lo que él me pidiese; y yo les respondí: ¡soy tuya, haré lo que me pidas!
Raúl volvió a besarme y me dijo: ¡Esther, ahora te quedaras toda la noche conmigo y harás lo que te pida!
¡Está bien Raúl! le respondí, ¡me quedaré esta noche y haré lo que me pidas! Él me pregunto: ¿Esther, estas seguras qué harías lo que te pida? ¿No te negarás a lo que te pida? Yo dudando un poco en lo que me pediría, le respondí, que sí cumpliría lo que me pidiera, siempre que no sea extremadamente malo. Raúl me dijo: ¡lo prometes Esther! Dime que sí. Entonces le deje que sí.
Le pregunte a Raúl que era lo que él quería que yo hiciera. Él, un poco apenado, me dijo que quería follarme el culo, que tenía esa fantasía, que quería saber que se siente, que tenía un culo formidable, que cualquier hombre se sentiría dichoso de estar conmigo. Ante mi asombro respondí: ¿Qué?, ¿cómo? ¡De ninguna manera! (sólo con mi marido lo había hecho por allí algunas veces, no estaba acostumbraba a que me den por el culo, era un poco doloroso por allí). Que embustera soy jaja. Él estaba ahora encima de mí, yo tirada encima de la cama, y él, besándome por todo mi cuerpo, me suplicaba y rogaba a que accediera (me gustaba que suplicara). Entre tantos besos y caricias, terminé aceptando estaba deseando, pero me hacia la dura.
Le advertí que si me sentía incomoda, (mentira) me dolía o no me gustara, lo dejaríamos. Él acepto. Me dijo que me pusiera en la posición de perrito, y lo hice, mis manos estaban apoyadas sobre la cama, estaba un poco nerviosa su polla era más grande que la del tío que me follo en el restaurante. Empezó besándome, desde la espalda, fue bajando poco a poco hasta mis nalgas, las manoseaba; y con las manos, las estiraba. Empezó poco a poco a abrirme el culo, besándome y lamiéndome con su lengua alrededor de mi agujero.
Metió en mi agujero su dedo índice lentamente, mientras con su otra mano, intentaba separar mis nalgas para abrirme el culo. Sentía mi agujero muy estrecho claro no me lo habían follado desde el restaurante. Poco a poco el dolor se hacía presente, fue sacando y metiendo su dedo índice en mi culo, estuvo así por un rato. Yo empezaba a sentir dolor y a gemir, le decía a Raúl: ¡hazlo con suavidad por favor, ahh! Sentía placer cada vez que él seguía metiendo y sacando su dedo de mi culo, cerraba mis ojos y los abría (quizá nerviosa por el dolor que sentía, pero satisfecha por el placer que Raúl me daba).
Sentí que mi agujero estaba abriéndose un poco más, él seguía sacando y metiendo su dedo. Después de un rato y al sentir que mi agujero estaba más abierto, y ya no pudiendo soportar el dolor, le supliqué a Raúl que parara. Me dijo que aguantara un poco más. Me pregunto que si ya estaba lista. A pesar del dolor, le dije que sí, pero que la metiera con cuidado.
Con ambas manos, él abrió mis nalgas y las mantuvo así por un rato (sentía que mi agujero estaba bien abierto), apuntó la punta de su polla que volvió a estar tieso hacia mi culo, apretándolo hacia mi poco a poco hacia mi interior, mientras sus manos, abrían mis nalgas. Sentía que me partían en dos, que gusto madre mía.
Fue empujando su polla hacia mi culo, la intentaba meter con suavidad, la metía y sacaba lentamente; yo sentía que entraba cada vez más y el gusto aumentaba; por eso le dije haciéndome la estrecha a él que ya no quería seguir, que sacara su polla de mí. Él no hacía caso a lo que le decía. Sentía que su polla estaba bien tiesa, me pareció más grande que cuando follamos anteriormente, y poco a poco la fui sintiendo más y más adentro de mi culo.
Raúl empezó a moverse más y más rápido, hasta que metió toda su polla en mi culo, grité; y a pesar que no me dolía, le pedí que me la sacara, me la apretó con fuerza sin soltarme, me sujetó con sus brazos acorralándome la cintura ; yo empezaba a gemir y daba algunos pequeños gritos de dolor. Le decía a él: ¡sácala, me duele, sácala…!!mentira!
Raúl me decía: ¡ya está, tranquila, relájate! Luego, empezó a moverse, me metía toda su polla, primero lentamente, luego poco a poco, más y más rápido; el placer comenzó a aumentar (sentía que me destrozaba el culo).
Poco a poco y con los movimientos, mis piernas fueron estirándose sobre la cama, sentía como él me follaba el culo, no dejaba de moverse detrás de mí, era divino, un maquina follando mejor que el del restaurante.
Yo boca abajo, y con mis piernas que se estiraron en la cama, me sentía morir; Él seguía fallándome por detrás sin parar; mis brazos y mis codos estaban resistiendo, apoyados sobre la cama, sentía que en cualquier momento cederían y estaría tumbada sobre la cama por completo.
Raúl me dijo: ¡ eres mía Esther! ¡eres mía! ¡dime que te gusta! Yo le respondí: ¡si me gusta! ¡soy tuya, no pares! Él estaba excitadísimo, gemía con más fuerza, sabía que en cualquier momento se correría, yo también ya estaba muy mojada ya me había corrido muchas veces, finalmente mis brazos cedieron, quede tumbada por completo sobre la cama, con la boca pegada a la cama; él quedó encima mío, no aguantó más y se corrió dentro de mi culo, sentía como el líquido me llenada toda; a su vez, sentía que él me aplastaba el trasero con su cintura, quedó tumbado encima mío, sentía su respiración en mi cuello; agitados los dos, quedamos unidos así por un momento (con mi marido nunca hecho algo así, ni había tenido esa sensación cuando lo hacíamos durante todo el tiempo que llevábamos casados).
Después, nos recostamos en la cama, tirados cada uno a cada lado de la cama, Raúl me rodeaba con el brazo, y yo abrazada a él. La televisión todavía estaba encendida. Me sentí renovada, como una mujer nueva.
Ya por la mañana, fui hacia la ducha, me bañé y vestí para volver a mi casa, estaba aún atónita por lo que había pasado. Nunca había sido tan sumisa con alguien. Raúl me pidió que me quedara, y esta vez no accedí, entonces, me pidió que lo esperada, entro a la ducha, se bañó, se vistió, llamó a un taxi que llegaría en unos diez minutos, fuimos a la recepción, Raúl devolvió la llave del cuarto y dejamos el hotel, esperamos a la entrada al taxi que no tardó en aparecer.
Me llevó hasta mi casa, nos despedimos, quedando en llamarnos luego, bajé del taxi, el taxi se fue con Raúl.
Me dieron ganas de llorar en ese momento, solté algunas lágrimas. Cené un poco, luego me fui a mi cuarto, pensé un momento en lo que había hecho, y antes de quedarme dormida, puse la alarma a mi móvil para despertarme temprano por si me quedaba dormida.
Al día siguiente me levanté temprano y seguí mi rutina habitual. Raúl me llamo a mi móvil a media mañana, hablamos un rato, luego nos despedimos porque él tenía que seguir trabajando.
Después de lo que me había pasado, mi marido llego el sábado muy temprano como me dijo. Ese fin de semana fui al gimnasio y me encontré con Raúl r, me sentía un poco culpable por lo que había hecho. Al terminar nuestros ejercicios, hablamos, fuimos hacia una cafetería y hablamos sobre lo que hicimos, le explique que lo que sucedió entre nosotros no se repetiría, no quería malograr mi matrimonio, no quería malograr mi imagen, mi reputación, en fin. Cuando terminé de hablar, Raúl me escuchó, me cogió de las manos, me dijo que, aunque no estaba de acuerdo en dejarme ir, respetaría mi decisión; para él había sido mágico lo que pasó entre nosotros, que era su primera vez, que no me iba a olvidar nunca. Y si yo quería, en cualquier momento le llamara, que estaría allí para ella. Así nos despedimos.
Pasaron algunos meses más, con mi marido seguía la cosa igual yo seguía asistiendo al gimnasio los fines de semana, y a pesar que no había olvidado a Raúl, ya no lo veía en él gimnasio. Solo coincidíamos algunas veces por internet y cuando chateábamos, él no dejaba de recordarme lo mucho que yo le gusto, aunque a mí también me gusta él, debo cuidar bien mi imagen, y no levantar sospechas con mi marido. Sé que ha intentado convencerme para repetir ese encuentro entre nosotros, pero ya no se puede.
Al terminar ese año, y empezar el siguiente, con mi marido nuestra relación mejoró un poco, ahora estaba más en casa, bebía menos, su conducta también mejoro algo. Aunque no he podido olvidar a Raúl por lo que pasó ese día; por ello, debo darme mi lugar.
Empecé a trabajar de nuevo, y sigo hasta hoy. Han pasado ya un poco más de 2 años y algunos meses desde ese día en que fui infiel, cuando me pongo a pensar en lo sumisa que fui con Raúl, pareciera que ese día y durante todo ese tiempo, no era yo la que actuaba así. No he vuelto a ver a Raúl, solo a veces lo localizo en internet. Aunque mantengo mi figura en forma, me conformo con la follada por ahora que me da mi marido.
Sé que me equivoqué, no debí actuar así, tuve un traspié, lo admito, y a pesar que mi marido cambio, espero nunca llegué a enterarse lo que hice.
El secreto queda guardado en mí.