Esther, mi mujer, es una puta 6

Cada vez la situación es peor para el matrimonio formado por Pedro y Esther, cada vez menos límites.

Tras la experiencia con el viejo asqueroso pasaron varias semanas, en las que no faltaron crios pijos, viejos, gordos, calvos, que usaran a Esther como quisieron, algunos pagaban el plus de camarero para simplemente reirse de mi mientras follaban a mi esposa, reconozco que la oí gemir bastantes veces, exactamente igual que gemía cuando haciamos el amor en nuestra vida pasada.

Cada mañana , al recoger las bolsas de basura de las habitaciones , la veía. Normalmente era ella la que me entregaba la de la suya. Hablabamos unos minutos en el pasillo, nos dabamos un beso y nos mirabamos con cara de decirnos sin palabras que esto acabaría algún día. Tras ese fugaz encuentro, solamente me quedaba verla paseándose en tanga por la sala con los clientes, algo que con el paso de los meses hacía con una seguridad en si misma impresionante. Era una diosa en mitad de aquellas chicas del este, cada semana tenía su sesión de peluquería, manicura, pedicura, depilación, el Señor Omar seguía queriéndola con el mechón sobre su coño, y era morboso verla cuando follaba con los clientes y me hacían estar presente, ese coño, tan tan depilado, al igual que su ano y el resto de su cuerpo, y ese mechoncito solitario encima.Sesiones de rayos uva le dejaron la piel con un tono morenito muy sexi, y las tablas de ejercicio físico que hacía por las mañanas junto a sus compañeras modelaron su cuerpo definiendo muy bien sus brazos, su abdomen y sus piernas. Reconozco que estaba mucho mas guapa que cuando llegamos al club.

Las semanas pasaban y poco a poco se acercaba el final de aquel calvario, yo seguía con mis numeritos sobre la barra, meneando mi pene cada vez que un cliente dejaba una propina, paseandome entre los clientes y las chicas con mi tanga y mi pajarita, entre comentarios burlones de ellos y las miradas de pena de ellas.

Para rematar el día, la limpieza de los retretes del club, algo que seguía produciendome nauseas cada día, muchas veces el mismo señor Omar y los camareros se encargaban de esconderme los productos de limpieza, y me veia obligado a limpiar con mis propias manos las tazas, los urinarios, retirando los pelos que quedaban, frotando con mis propias uñas la mierda seca enganchada en las tazas. Si entraba el asqueroso moro y veía algún resto podía castigarme, y mi vida ya era suficientemente terrible sin añadir más crueldad.

Un día se presentó un matrimonio negro, de unos 40 años, los dos eran atractivos, delgados, guapos, elegantes....venían buscando exactamente una mujer española, y mi esposa les pareció perfecta. El Señor Omar se frotaba las manos, habían pagado 1500 euros por dos horas de servicio completo, lo que significaba que podían reclamarme como camarero y que iban a destrozar a Esther.

Como siempre me vi caminando por el pasillo hacia la habitación, tras esa pareja y mi esposa, con una bandeja en las manos y una botella de champagne, un par de copas y una cubitera. La mujer se sorprendió de que entrara en el precio un camarero, pero cuando el jefe les dijo que además era su marido, que eramos matrimonio, y que debían saber que estabamos en regimen de esclavitud, y no voluntariamente, los ojos de esa guarra se volvieron brillantes.

Una vez en la habitación, y yo situado junto a la puerta, el matrimonio se sentó en la cama, y ordenaron a mi esposa, ante ellos, quedarse solamente con los tacones.

Volví a poder ver el cuerpazo de Esther, preciosa, como se colocó, como muchas otras veces cuando le pedían algo así, de cara a ellos, con las piernas ligeramente separadas y las manos en los costados, para no tapar nada de su cuerpo, expuesta a todos esos cerdos que pagaban por usarla como a un trozo de carne.

La negra le ordenó que pusiera sus manos en la nuca, se levantó de la cama, tras dar un beso a su esposo, que sonreía, y rodeó a Esther, mirando su cuerpo, de abajo a arriba, en la segunda vuelta fue acariciandola con sus dedos negros, largos, con sus uñas rojas, largisimas, jugando con sus pezones, con su cuello, con sus brazos, su ombligo, y en la tercera vuelta, pegada a ella, oliendo practicamente su cuello, dos dedos de la negra entraron en su coño, bien adentro, mientras la mujer le decía casi susurrando...- nos vamos a divertir, blanquita....

El marido me hizo acercarme, y cogió una de las copas, disfrutando del espectáculo, mientras me decía que era curioso como cambiaba el mundo con el paso de los años, ver a un matrimonio blanco practicamente esclavizado sirviendo de juego a un matrimonio negro.

  • Ya que estamos jugando, me dijo, vamos a hacerlo bien, ponte de rodillas con la bandeja, a mi lado.

Obedecí, mientras veía a la clienta masturbar el clitoris de Esther, frotándolo, consiguiendo que se excitara, para luego parar, dejándola jadeando, de pie, ridícula, humillada por verse usada de esa forma por aquella negra. Tras varias veces de llevarla al límite y parar, fue el momento del negro, que dejando en la bandeja la copa, se levantó, se desnudó, y acercándose a mi mujer , besando a su esposa, hizo a Esther arrodillarse, practicamente a mi lado, para después meter su polla negra, enorme en su boca, mientras morreaba a su esposa como si fueran unos degenerados.

Cuando la tuvo bien dura, comenzó a darle golpes con la polla negra en la cara a mi mujer, mientras la negra se desnudaba, era una diosa de ebano, dentro de lo cruel de mi existencia tengo que reconocer que ver una mujer así era una muy pequeña compensación a mi asquerosa vida.

La negra se tumbó en la cama donde dormía cada noche mi esposa, una cama que había visto a mi esposa abrirse de piernas , ofrecer su chocho, su culo, su boca, a centenares de hombres, y el marido se colocó sobre ella, con la polla justo ante su coño, negro, totalmente rasurado. las tetas de aquella mujer eran pequeñas, posiblemente una talla 85, pero perfectamente redondas, incluso algo musculadas, unos pezones negros, pequeños, duros. Hizo un gesto a mi esposa, la negra, con su mano, indicándola que se acercara, y se colocara sobre su cara, cabalgando su boca con su coño. Mi mujer colocó su coño en la boca de la negra, que comenzó a lamer mientras el marido la penetraba, agarrado a sus tetas perfectas, mi esposa , cara a cara con el negro, veía como este lamía sus tetas, las mordisqueaba , mientras la negra le estaba haciendo una comida de coño que creo que jamás, ni siquiera yo, le había hecho. La verdad es que los gemidos de la negra, algo silenciados por el coño de mi esposa, eran superexcitantes, estaba disfrutando como auténtica guarra de aquella follada que le estaba pegando su marido. Me los imaginaba mientras de rodillas contemplaba la escena, en su casa, supongo que una casa en una zona cara, hablando de ir a follarse a una puta blanca, como podía haber parejas así, felizmente casadas, conviviendo con esas barbaridades?.

Un golpe en el muslo de mi esposa la hizo levantarse, se podía ver perfectamente el brillo en la cara de la negra, de los flujos de Esther, el negro paró con el mete saca, separándose de su esposa, y se tumbó él, boca arriba, en la cama. La negra se clavó aquel mástil oscuro en su coño, era como empalarse viva meterse aquello así, y ordenó a mi mujer situarse tras ellos, y lamer su ano . Veía a mi mujer lamer el ano de aquella mujer, mientras ella se inclinaba sobre su marido, dejando su culo en pompa, haciendo que alternativamente esther lamiera su ano, su coño, la polla de su marido o sus grandes huevos negros.

Estuvo un buen rato con la lengua fuera, creo que tuvo que acabar agotada de tanto lamer, cuando la negra se salió de su empalamiento Esther lamió la polla de aquel hombre totalmente, de abajo a arriba, llena de los liquidos que el coño de la negra había dejado en ese trozo de carne. La negra guiaba a mi mujer con su mano en la nuca, haciendo que recorriera todas las partes del negro, éste, excitado, abrió bien las piernas, las subió en dirección a sus pectorales, lo que dejó el ano bien a la vista, y su mujer guió la boca de la mía hacia allí. Mi mujer chupándole el culo a un negro!! Cuando consideraron que era suficiente la negra fué la que se tumbó y se abrió bien de piernas, y puso a mi mujer a cuatro patas a comerle el coño, mientras agarraba su pelo y apretaba su cara contra el chocho hinchado, totalmente rapado, abierto, brillante. El negro se situó tras mi esposa y clavó su pollón en el coño de esta, agarrado a sus caderas, a cada golpe la lengua de mi mujer entraba un poco más en el coño de la negra, debía estar sufriendo mucho, aquello que le metían dentro era gigantesco, y casi sin respiración por que el chocho de la negra se tragaba practicamente toda su cara.

  • Abre la bocaaaaa, perra blancaaaaaaa, dijo la negra comenzando a echar un liquido a chorros por su coño, no era meada, era una corrida monumental, aquella negra se corría como un hombre, tirando chorros entre orgasmos que mi esposa tuvo que tragar. El negro aprovechó para sin avisar sacar la polla del coño de Esther y clavarla en su culo. El chillido de mi mujer fue atronador, la partió el culo de un golpe, las manos de la negra no la dejaban moverse, y en dos golpes de polla bien dados, el negro se corrió. Si no llega a ser por el preservativo los chorros creo que hubieran salido por la boca de mi esposa y habrían acabado salpicando en el coño de su propia mujer.

Agotado el matrimonio negro, se sentaron, ambos en la cama, me hicieron gestos para que les acercara las copas, y brindaron, sonriendo, besándose, felices, satisfechos, mientras mi esposa, en el suelo, junto a mi, se lamentaba en silencio por el dolor en su ano.

  • sigueme, perrita blanca, dijo la negra dirigiéndose al lavabo. Esther la siguió, por la orden de ella sabía que debía hacerlo a cuatro patas. El negro asomó la cabeza para poder disfrutar de la escena. La negra se sentó en el retrete, meó una buena meada, y tras acabar, aún con su coño mojado, hizo a Esther que lo lamiera dejándolo bien limpio. Ella mientras apuraba las últimas gotas de su copa. Salió la negra del lavabo y entró el negro, que habiendo visto la escena no se podía resistir a continuar con la humillación a mi mujer. La hizo arrodillarse frente a la taza y él se dispuso a mear, depie, mientras hacía que mi esposa metiera la cabeza en la taza, dejando todo su pelo chorreando meados.

  • Así, blanquita, así, disfruta del meado de un señor negro, no sois más que una puta raza inferior , verdad??

  • si, si...señor, asintió sabiendo cual debía ser la respuesta Esther.

Cuando regresó el negro al dormitorio comenzó a reirse, desencajadamente. La negra, como último acto de la noche, estaba cagando en el interior de los zapatos de tacópn de mi esposa, en cuclillas, y se limpió el culo con el tanga que mi mujer había dejado en el suelo. Esther salió del lavabo, con el pelo empapado en meados, y tuvo que ponerse el tanga y los zapatos, meter sus pies dentro de aquellos zapatos llenos de mierda. La hicieron dar unas vueltas por la estancia, y después quedarse depie ante ellos mientras los dos se vestían y se arreglaban, como si nada hubiera pasado. El señor negro me hizo llenar otra vez las copas, los dos brindaron por la velada que acababan de pasar, y vaciaron el resto de la bebida tras los tragos sobre mi cabeza. Se marcharon de la habitación abrazados, felices, contentos de haber humillado a dos blancos. Mi mujer no tardó ni medio minuto en meterse en la bañera, con zapatos incluidos, para poder quitarse la mierda de sus pies, los meados de la cabeza y la suciedad de todo su cuerpo.

Cuando asomé la cabeza por la puerta del lavabo me echó.

  • vete, vete ahora mismo a tu lugar, a la barra, dijo llorando, hundida. La verdad es que no sabía yo de donde ella sacaba las fuerzas para aguantar todas las barbaridades que tenía que hacer, la pobre.

Salí del dormitorio, camino del club, donde me esperaba otro puñado de horas siendo ridiculizado por todo el mundo.

Tres días después se puede decir que ocurrió lo que jamás hubiera pensando ni deseado que podría pasar.

Eran las once de la noche, y mientras mi mujer estaba sentada en un taburete en el club, descansando tras haber hecho ya dos clientes, chupar y coño, yo estaba recogiendo vasos por el local, con una canasta en mi mano, como siempre , en tanga.

Por la puerta entro Tomás, me quedé helado al verlo. Tomás era uno de nuestros amigos de juventud, compañero de universidad, su novia, Laia, y Esther buenas amigas desde jovenes, incluso les habiamos presentado nosotros. Hace unos dos años se separaron, por suerte no habían tenido hijos, así que la cosa fué rápida. Él se marchó a un país arabe a trabajar, en una constructora, ella seguía siendo de nuestro círculo de amistades, hasta que nos vimos metidos en este infierno.

Se dirigió a la barra, pero sin mirar a nadie en concreto, con lo que pude ocultarme en el almacen, pero no me dio tiempo de avisar a Esther, cuando quise hacerlo, rodeando el club por los pasillos exteriores, ya era tarde. Tomás la había visto, y se dirigía hacia ella, que no se daba cuenta de nada, absorta a saber en qué.

  • Pero buenoooooo, eres, eres...eres Esther, no?

la mirada de mi mujer, al levantar la cabeza, no sabría describirla, si en ese momento le cortan un brazo no le sale sangre.

  • To..toooo..tooo...más.....su cara se puso totalmente roja, hasta donde jamás había podido imaginar.

  • Que haces tú en un sitio como éste? y Pedro? donde está tu marido? Seguís juntos?

Esther no pudo más, con lagrimas en los ojos lo cogió de la mano y se lo llevó a uno de los reservados que había en los laterales del club, donde las putas podían charlar con los clientes, hacerles gastar algunas consumiciones, y provocarles un poco para conseguir llevarselos a la habitación. Una vez allí sentados, se desahogó con él, en el fondo era el exmarido de una de sus mejores amigas, habiamos compartido con ellos viajes, fiestas, cumpleaños, muchas tardes de cine y otras muchas en casa con cenas y partidas de cartas.

Al cabo de media hora de explicaciones Tomás estaba al corriente de toda nuestra situación, llevabamos ya seis meses en aquel lugar, y nuestra vida era un verdadero infierno, esperando acabar el año para poder volver a ser libres por fin. Durante todo ese rato, y consumiendo una cerveza, atentamente escuchó a Esther, explicándole como habiamos llegado a este lugar, como nos habiamos visto obligados a ocupar estas funciones, y como había sido ella usada de formas totalmente asquerosas, como un simple trozo de carne, con agujeros, como ella misma se describió , y como yo había acabado haciendo el mico en el club, y había tenido que contemplar muchas de las guarradas que ella había tenido que hacer.

Tomás le pidió a Esther que me llamara, que quería verme también, hacía tiempo que no sabía nada de nosotros y toda esta situación le estaba dejando alucinado.

Vino ella a buscarme, yo estaba escondido practicamente en los pasillos laterales del club, intentando que ni el Señor Omar ni Gustavo o otro trabajador me encontrara para hacerme aparecer en escena en el club y que Tomás me viera ridiculizado de esa forma.

Intenté no ir, le supliqué a Esther, iba en tanga, no podía hacerme ir así, a lo que ella respondió que iba en tanga, tacones y sujetador, y había soportado hablar con Tomás con esa pinta de puta.

Al final, junto a mi esposa, entré en el reservado, donde Tomas, sonriendo al verme, se levantó, me dió la mano, y me explicó que estaba totalmente al corriente de todo lo que nos había pasado. Una vez los tres sentados en el reservado nos preguntó por el importe de aquella deuda, una deuda millonaria, que contando que ahora llevabamos seis meses pagando, suponiamos que se había reducido a la mitad, aún así, muchisimo dinero.

Me pidió que fuera a buscar otra cerveza para él, y a mi regreso, le explicaba a Esther que en los paises arabes había trabajado mucho, convirtiéndose en un arquitecto importante, con grandes contratos, realizando varios proyectos para Jeques y ganando muchisimo dinero.

Nos alegramos por su éxito, la desgracia de haber acabado su matrimonio con Laia le había compensado por otra parte con una posición económica envidiable.

Parecía que volviamos a estar en una de aquellas reuniones tras las clases en la universidad, tomando una cerveza, riendo, charlando, ajenos al mundo exterior, hasta que Tomás dió un giro a la situación.

  • Bueno, bueno, bueno...pues nada..ahora que ya nos hemos contando nuestras vidas y sabemos cada cual el lugar que ocupa, Pedro...no te importará que me folle a tu mujercita, no?

Me quedé congelado, eso si que no me lo esperaba!

-Pero....Tomás!!!

  • Ni Tomás ni nada, no me vengas ahora con historias, resulta que la zorra de tu mujer se esta tirando desde hace seis meses a cualquiera que tiene cincuenta euros en el bolsillo, y ahora te va a indignar que yo, Tomás, vuestro amigo, meta mi polla en alguno de sus agujeros que están más dados que los de una puta de rontonda.

  • Por favor, Tomás, tú no...dijo Esther, con la voz temblorosa, pensando en como se había desahogado con él, recordando que era el exmarido de Laia, su gran amiga...

  • Mira, Esther, si no soy yo, será otro, tienes que aceptar la realidad, tú eres una puta, y el cornudo éste de aquí tiene gran parte de la culpa, por no conseguir para tí una vida en condiciones. En estos momentos la situación es la que és, y viendo que no teneis más opción que aceptar que quieras o no quieras voy a joderte todos los putos agujeros de tu cuerpo, que la verdad, siempre he tenido ganas, lo mejor que podeis hacer es asumirlo y levantaros, que tengo ganas ya de usarte, puta.

  • cabrón...fué lo único que salió de mi boca, lo único que la poca dignidad que me quedaba me dejo decirle a la cara, mientras mi mujer derramaba lagrimas , aún sentada en el reservado.

  • Mira, trozo de mierda en tanga, dijo Tomás, esto iba a ser por las buenas o por las malas, pero por lo visto habeis querido que sea por las malas. Puta, te levantas ahora mismo y tiras para la habitación o hablo con el encargado y le explico que rechazas un cliente de los de tarifa completa?. No creo que le haga mucha gracia, no? He decidido que voy a contratarte toda la noche, o lo que queda de ella, para disfrutar bien de tí, zorra, y sabes, Pedro? tu entras en el paquete, ya me ha dicho Esther que muchas veces te toca contemplar como la follan. Pues nada, hoy vas a ver como le clavo la polla en todas las partes de su cuerpo donde pueda meterla, cabrón cornudo.

Mi mujer se levantó, él le ofreció su brazo, para que lo cogiera, y ella no tuvo mas opción que aceptar. Los dos, cogida ella de su brazo, pasearon por la sala, entre los clientes, dirección a las habitaciones, pero al pasar por la barra Tomás se acercó al camarero, le pagó las consumiciones dejando diez euros de propina.

  • Tanguita, muevete, que el señor ha dejado una gran propina, dijo riendo Gustavo

Muerto de verguenza, me vi bajándome el tanga ante Esther y Tomás, los dos cogidos, y moviendo mi pene ante ellos, ante las risas de ese cabrón.

Cuando acabé prosiguieron su camino hacia el ascensor, pasando ante el Señor Omar. Tomás le dijo que era un conocido nuestro e iba a hacer uso toda la noche para recordar viejos tiempos. Quería un servicio total, sin limitaciones. El Señor Omar sonrió, otra gran noche de ingresos gracias a mi mujer se avecinaba, y mientras pasaba la tarjeta oro por el lector, cargándole 4000 euros, le decía que como regalo de la casa, y por primera vez, disponía tambíen de mi para divertirse, debiendo yo obedecer a cualquier orden que aquel miserable me diera. El Señor Omar me miró.

  • Tanguita, como reciba alguna queja de este caballero por alguna negativa por tu parte, vas a saber lo que es sufrir de verdad.

Mirando a Tomás, con cara de odio, y al Señor Omar con cara de miedo, bajé la mirada, sabiendo que esto iba a ser diferente a todo lo que había vivido hasta ese día.

  • Que disfrute, caballero, dijo el gerente, mientras se abrían las puertas del ascensor y Tomás y Esther, cogidos del brazo, y yo, trás ellos, mirando el suelo, entrabamos.