Esther, mi mujer, es una puta 4
Continua el matrimonio en el burdel, cada vez mas humillados
Serían sobre la una de la madrugada, me notaba cansado, llevaba ya al menos dos horas tras esa barra, la verdad no era un trabajo agobiante, la clientela no era una barbaridad, sobretodo señores de entre 50 y 65 años y algunos niñatos de 20, 22.
Gustavo me había estado haciendo rellenar neveras, barrer, limpiar, vaciar el lavavajillas, fregar algunos cacharros, nada que tuviera que hacer que me relacionara con los clientes, los cuales, la verdad, se reían viendome tras la barra con el tanga y la pajarita, era algo chocante, supongo, comparado con los tres camareros que iban de riguroso uniforme negro. Les preguntaban sobre mi, y con comentarios burlones los camareros dejaban en el aire por qué estaba yo allí, lo cual daba más morbo. Las chicas, las prostitutas, también miraban sorprendidas, creo que era el primer matrimonio esclavizado por Don Arturo, las otras tres chicas españolas estaban solas, así que yo en el fondo era la verdadera novedad de la noche!!
Estaba sacando un cesto de vajilla limpio de la máquina cuando se abrió la cortina del lateral de la sala y entró el Señor Omar, cogido de la mano de Esther, caminaban los dos juntos, cruzaron ante mi, el moro me miró, mi esposa iba mirando al suelo. Al llegar al otro extremo, donde estaban dos chicas rusas, el Señor Omar les comentó algo, ellas se presentaron a Esther y hablaron unos minutos, pocos. Tras eso el jefe se dió media vuelta y se marchó, dejando a mi mujer con aquellas chicas.
Tengo que reconocer que no desentonaba entre todas aquellas bellezas, mi mujer era tan atractiva como ellas, y con aquellas pocas prendas sobre su cuerpo, daba muchisimo morbo verla.
Por lo visto las españolas, las otras tres , estaban situadas estrategicamente entre las rusas, para que nunca estuvieran juntas, basicamente el mensaje que el Señor Omar había trasladado a la rusa fue que no se acercara a ellas y que fuera rodandose acompañandola a saludar a clientes, a ver si no se le daba del todo mal.
Unos minutos despues Esther estaba junto a barra, con la rusa, hablando con un señor de unos 60 años, gordo, calvo, con pinta de chofer de autobús. La rusa, de unos 22 o 23 años, rubia, guapisima, sonreía y se acercaba al señor como si estuviera locamente enamorada de él, dejándole ver su blanca dentadura , su gran sonrisa, a cada comentario que aquel patético señor, con un cubata en la mano, hacía. Esther, callada, más bien seria, situada tras la rusa, intentaba formar parte de la conversación, pero claro, no era algo fácil, ella no estaba acostumbrada a nada de esto,se notaba que no formaba parte de este mundillo.
- Bueno, y tu amiga, es muda? tiene un buen par de tetas, también, se nota que es producto nacional, jajaja,- dijo mirando a mi mujer- a las españolas se os reconoce en cualquier sitio, guapa! . ven, anda , ven aqui, dijo gesticulando con su mano para que se pusiera a su lado.
En pocos segundos la mano de aquel viejo asqueroso sobaba el culo de mi mujer, y yo, a escasos metros, era testigo de como Esther aguantaba su asco, intentando fingir una cara agradable. La rusa, a su lado, seguía dándole conversación al viejo, pero estaba claro que ese cabrón ya había fijado su atención en el producto nacional.
Que edad tienes , preciosa?
29, respondio mi mujer, timidamente, mientras los dedos del baboso acariciaban la gomita de su tanga.
vaya, tienes la misma edad que mi hija pequeña, pero claro, ella no es una puta, es toda una señorita, supongo que hemos sabido educarla bien su madre y yo, jajaja.
La cara de Esther era todo un poema.
- No quiero decir que lo hayan hecho mal tus padres, ehh, no pienses mal, pero claro, no todas las mujeres valeis para putas, ella estudió, y ahora tiene una carrera, un buen trabajo. Claro, vosotras, las putas, vais a lo fácil, abriros de piernas y venga..dinero, jajaja....y hablando de dinero...cuanto cuesta que te abras de piernas, guapa?
La rusa miraba atentamente la reacción y la respuesta de mi esposa.
40 chupar, follar 90, dijo ella, recordando las cantidades que dijo Omar, seria, como si fuera una automata diciendo algo programado.
jo, vaya, ya puedes chupar bien, ya....y este culito, dijo el viejo, intentando meter su dedo bajo la goma del tanga, buscando el agujero, mientras Esther se apartaba ligeramente sin intentar ser desagradable.
La rusa se metió en la conversación. No..no...por favor, si quiere el culito de alguna chica de aqui cuesta 130 euros, pero no se puede tocar antes de ir a la habitación, son las normas de la casa.
- vale, vale, respondió algo incomodo el baboso, pues nada, creo que me quedaré con follarte el coñito, con ese dinero entra chupar también, no?
Asintió Esther, se podía ver en su cara la tristeza por comprobar que acababa de hacer su primer cliente, que alguien iba a pagar 90 euros para que ella se la chupara y se dejara follar el coño. Aquel hombre podría ser su padre, incluso tenía una hija de su misma edad, estaba casado!
Mientras introducía latas de refresco en una nevera, pude ver a Esther desaparecer subiendo unos escalones rumbo a la recepción de las habitaciones, con el brazo de aquel viejo rodeando su cintura, podría decirse que para el asqueroso eso era como haber ligado, por como se pavoneaba abrazado a mi amor.
Tras pasar por la recepción, donde se les entregaba la llave de la habitación, un juego de sabanas, jabón, unas toallas y unos preservativos, se dirigieron al ascensor, el viejo intentó besarla, en la boca, a lo que ella se negó. Le explicó, como le había dicho el jefe, que podía besar todo su cuerpo, pero la boca era poco higiénico, lo hacía por la salud de los clientes, aunque en verdad, era algo tan asqueroso permitir que la lengua de ese cerdo viejo y asqueroso entrara en su boca!!!.
Recorrió el pasillo con la mano del viejo en el culo, podía sentir su aliento, apestoso. Una vez abrió la habitación , recordando la lista de cosas la rusa fue indicándole que debía hacer, pidió al hombre que se desnudara mientras ella ponía la sabana en el colchón.
Al girarse, el viejo, ante ella, estaba desnudo, sonriendo, ese barrigón casi ocultaba el pequeño bulto que era su pene, olía muy fuerte, peludo, era repugnante, pero haciendo de tripas corazón le pidió que la acompañara al lavabo, donde hizo que se sentara en el videt.
Sabía que debía ofrecerle hacerle el lavabo de los bajos ella misma, pero prefirió darle el jabón, El viejo, algo molesto, la miró.
- Prefiero que me laves tu, guapisima, seguro que se te da muy bien lavar pollas, jajaja.
Instantes después estaba Esther frotando con su mano los testículos y el pene de aquel ridículo señor, sentado a horcajadas en el videt, mientras notaba una mano acariciar sus nalgas, sus tetas.
Tuvo también que secarle, con una toalla, y a continuación, de un modo humillante, ante la atenta mirada del señor, deshacerse del tanga y repetir la operación con su coño, enjabonándolo, oyendo los comentarios del cliente.
- Así, frota bien, que a saber cuantos han pasado ya por ahí hoy. Las putas estais hechas a todo, pero yo luego he de ir a casa con mi señora y no puedo pegarle ninguna guarrada de las vuestras.
Callada, frotándose mientras pensaba que era cierto, que ya ni sabía cuantos habían pasado por ahí hoy, acabó de enjabonarse, se aclaró y se secó, mientras el gordo, muy hablador, iba diciendo cosas que ella ni escuchaba.
Una vez de vuelta en la habitación el señor se tumbó en la cama, y puso sus manos en la cabeza, en posición relajada.
Ella se quitó los tacones, y aún con el sujetador puesto, se acercó al lateral, a la altura de la gran barriga del hombre que iba a usarla.
Quiere que se la chupe?
claro!!! pero ponte a cuatro patas, aquí, a mi lado, - dijo dando un golpe al colchón _ que aprovecharé para tocarte, estás muy buena y unas tetas así no las toco cada día, jajaja, si supieras por donde le llegan los pechos a mi mujer, le cuelgan como una vaca, jajaja.
Pensó en su madre, también tenía ya el pecho caido, y en su padre, no pudo evitar imaginarlo en un burdel, como ese, haciendo ese tipo de comentarios. Un escalofrio le recorrió el cuerpo, justo en el momento en que de rodillas junto a ese asqueroso hombre comenzaba a acariciar sus huevos, peludos, su polla, a besar los alrededores, esperando que una mínima erección le permitiera poner el preservativo.
Cuando eso ocurrió y el pene estuvo enfundado, comenzó a lamer el condón, el sabor era asqueroso, el ruido que hacía ese plástico en su boca resonaba en la habitación, mientras el gordo jugaba acariciando el coño de Esther, que estaba justo a su lado, colocada de tal modo que era totalmente accesible por las manos de su cliente. No olvidaba que seguramente la estaban observando, y más en su primer servicio, seguramente en esos momentos el Señor Omar estaba sonriendo ante un monitor, viendo como ganaba los primeros euros para saldar su deuda con Don Arturo.
Pocos minutos después una polla relativamente pequeña, pero dura, ocupaba su boca, se separó, sabía que el tiempo era importante, un servicio asi más de media hora no podía durar.
Como quiere follarme?
Subete encima , cabalgame, no querrás que sea yo el que te dé placer, no?
Era un tono gracioso, pero ofensivo, debía aguantar ese tipo de comentarios. Se montó sobre el señor, la gran barriga golpeaba su abdomen, se veía reflejada en los innumerables espejos del cuarto, aún no se creía que realmente era una vulgar puta, sin más.
Trás unos minutos en que el hombre manoseó sus tetas, sus pezones, su cintura, jugando con ella como si fuera una muñeca hinchable, haciendo toda clase de comentarios guarros, sin sentimientos, oyó al señor ordenar que se pusiera tumbada ella en la cama. Obedeció.
El peso la asfixiaba,totalmente abierta de piernas. La barriga apoyada contra su cuerpo, la polla entrando y saliendo, a golpes fuertes, gotas de sudor caían sobre sus tetas, jadeos, y acabar con ese hombre tumbado, sobre ella, totalmente descargados sus huevos de leche , aún con el pene flacido en su interior, oyéndole decir que era una gran puta, que había hecho que se corriera como hacía mucho que no lo hacía.
El cliente se levantó y se vistió, ella le dijo que esperara un momento, fué al bidet, a lavarse el coño, mientras caían dos lagrimas de sus ojos, ya no le quedaban más.
Se puso su ropa, que consistía de nuevo en aquel tanga tirado en el suelo, sus tacones, y le pidió el dinero. Noventa euros salieron de la cartera del señor, y acabaron dentro de su sujetador, él mismo los puso.
Salieron al pasillo, ya el hombre no la agobiaba con sobeteos, y lo acompañó de nuevo hasta el principio de la escalera que daba al club, donde se despidió de él.
Debía entregar la llave de nuevo en recepción y el dinero. Todo iba a una caja con su nombre. " Princesa Pijita".
cuando volvió, al cabo de quince minutos, al local, con sus compañeras, ya se podía decir totalmente que era una puta. La rusa la estaba esperando, le preguntó detalles, ella explicó todo como había ido, lo cual dejo satisfecha a su instructora, el Señor Omar estaría orgulloso.
Volvieron a la barra, donde Esther pudo verme, secando vasos de tubo, con un trapo, intenté no mirarla a los ojos, era un momento duro.
Como ese momento esa noche hubo otros tres, en total, cuatro clientes, un cincuenton padre de familia, un treinteañero separado, cliente habitual, que sólo follaba con españolas, y un veintiañero, gordito y feo, que solamente pagando podría follar.
Los tres repitieron como el primero, chupar y coño, noventa euros, y los tres le contaron sus historias, a las cuales ella no hizo ningún caso.
Al cerrar el local, a las cuatro de la madrugada, me acerqué a ella, estaba sentada en una silla , en una de las mesas, con los zapatos fuera de los pies, masajeandoselos con sus manos, como hacía yo muchas veces en el sofá de casa, viendo la tele. Los tenía doloridos, de ir con esos zancos tantas horas. No me atreví a tocarla, sabía que estaba agotada, hundida. La miré solamente a los ojos, y su mirada me mostró que esto iba a ser muy duro.
- tanguita!! se oyó desde la barra, recoge ya de una vez los vasos de las mesas, que es tarde y hay que irse!
Cogí un par de vasos de tubo y volví hacia la barra, todo estaba ya listo para marchar.
Los camareros se fueron a cambiar, al vestuario de ellos, y yo a mi plegatín, en el almacén, oyendoles, ya que no estaba lejos, comentar que si fueran yo, se pegarían un tiro, viendo a su mujer convertida en una puta y sus vidas detrozadas.
Pero está buena, la guarra, ehh? dijo el moro, cachondeandose.
si, la verdad,- comentó Gustavo - un día de estos igual le digo al Señor Omar que nos la deje un rato, hace tiempo que no nos premia con una buena zorra por trabajar tanto.
así el cornudo sabrá que a su mujercita se la han follado hombres de verdad, jajajaja.- dijo Bebo.
A los diez minutos, los tres se despedían de mi, desde la puerta del almacén
- Buenas noches, tanguita, hasta mañana, que descanses.
Callado, estirado en aquel incómodo colchón, con los ojos mirando al techo, comencé a llorar.
A la mañana siguiente, habiendo dormido muy poco, me despertó un teléfono que había en el almacén. Era el Señor Omar, desde su casa, supongo. Me informaba que eran las doce de la mañana, hora a la que todo el mundo se levantaba en ese lugar. Las chicas se encargaban de hacer su comida, limpiar las habitaciones, airearlas, y todas las labores del edificio, mi obligación era sacar la basura, y limpiar los retretes del club, los usados por los clientes.
La verdad, eran unos guarros, meados y mierda por todas partes, incluso fuera de las tazas, tuve que limpiarlo todo para dejarlo reluciente. Tras eso, subir a buscar la basura, entre la que estaban los preservativos usados por las chicas, cuatro de ellos, rellenos de semen, obtenidos por Esther. Recorriendo todas las habitaciones con un carro de supermercado, fueron entregándome las bolsitas azules, unas más llenas que otras, al llegar a la habitación que ocupaba mi mujer fué ella la que me entregó la bolsa, mirándome con cara de lástima. Al estar dentro del club, este trabajo también lo hacía en tanga, aunque ella también llevaba la misma prenda.
Pudimos hablar unos minutos, en los que me explicó que su compañera, Carmen, era una chica catalana, de 25 años, que estaba aquí porque Don Arturo protegía a su hermano, en la cárcel por narcotráfico. Ella pagaba la protección que recibía en prisión de esta manera.
Su tiempo como esclava era el mismo que el de su hermano preso, más o menos le quedaban dos años, llevaba ya uno aquí. No era muy habladora, además, todo lo que se decían la una a la otra quedaba grabado, con lo que no era plan de comentar según que cosas.
Me dió un beso cuando Carmen la llamó para que la ayudara a limpiar el baño, despidiéndose de mi, hasta la tarde, que nos encontrariamos de nuevo en el club.
Tiré la basura , al menos salí un momento al aire libre, con el chandal puesto, y al poco, comer algo para tumbarme en el camastro una horita más.
Cuando llegaron Gustavo, Bebo y Tarik entraban hablando, charlando de sus cosas. Yo en mi rincón, sentado.
Hola, tanguita, dijo animado el encargado, mientras los otros hacían un gesto de saludo con sus cabezas.
hola, hola, dije yo, unicamente.
Sabes? hemos estado hablando los tres, y la verdad, tu no eres muy necesario, el trabajo que hacemos nosotros ya está bien. Por lo que vi, ayer por la noche no hacía falta tu ayuda. He estado hablando con el Señor Omar, y hemos llegado a la conclusión que estarías mucho mejor haciendo otro tipo de trabajo, más bien de animación, ningún club tiene alguien así. Y tú creo que podrás hacerlo muy bien. No te preocupes, no se trata de que te follen ni cosas así, pero si que diviertas a los clientes, si están de buen humor beben más, estan más contentos, y las chicas hacen más servicios, lo entiendes, no?
No tenía muy claro que quería decir, pero asentí con la cabeza, sin ni siquiera hablar, creo que no era necesario.
Dió una palmada, dirigiéndose con sus compañeros al vestuario.
- No se hable más, vamos a ver que tal sale el día!!!!
A partir de ese momento me convertí en el bufón del club, lo más representativo era cuando algún cliente dejaba propina, la cual se repartían entre los camareros y el Señor Omar. Rapidamente alguno de los tres gritaba. - Tanguita, propina!!!, y yo me bajaba el tanga, por las rodillas, dejando mi pene y mis testículos a la vista, y los movía, arriba y abajo, a los lados, como la trompa de un pequeño elefante. Tengo que reconocer que la situación era muy humillante, pero muchisimo más si ante mi estaba Esther, hablando con algún cliente, los cuales, dejaban propinas más a menudo para disfrutar del espectáculo y reirse.
Yo debía aguantar, la situación de mi esposa era más dura que la mía, cada noche entre cinco y ocho hombres la usaban, casi todos chupar y coño, aunque de tanto en tanto alguno quería culo. Por suerte de ahí no pasaba la cosa.
Durante varios días nuestra vida transcurrió así. Ella subiendo con clientes a la habitacíon mientras yo recogía y era victima de las bromas que hacían a bien gastarme mis compañeros tras la barra, que les generaban buenas propinas. Las chicas también se entretenían con estos juegos, por lo menos dejaban de ser el escalón mas denigrado del local, lugar que ocupaba yo.
Todo el mundo sabía que eramos marido y mujer, pero daba igual, conocían perfectamente que eramos esclavos, que debiamos estar allí y aguantar, y eso hacía que fueran crueles en muchas ocasiones, posiblemente para olvidar sus miserables vidas.
El Señor Omar, aprovechando que era el primer matrimonio que tenía en sus manos, creó un nuevo servicio. Un extra de 50 euros por ser convertido en camarero en los trabajos de Esther, con consumición incluida, atendiendo al cliente , recogiendo su ropa, proporcionando el preservativo y la toalla , y en caso de ser uno de los clientes que pedían servicios especiales, estaba incluido en el precio, ya que era algo ocasional.
Y para estrenar el servicio, ya que los camareros habían conseguido con la idea de la animación triplicar las propinas, decidió el jefe que practicaría con ellos, antes de la sesión del día siguiente, a las cuatro de la tarde.
Carmen, la catalana, se fué de la habitación, Gustavo , Bebo y Tarik estaban en el local, me dijeron que cogiera en una bandeja tres copas y una botella de whisky y les seguí, camino del dormitorio de Esther.
La puerta estaba encajada, Esther, en el cuarto de baño, se estaba acabando de pintar los labios, iba siempre perfectamente maquillada, ya al menos unos cincuenta o sesenta hombres habían pasado por su cuerpo, así que empezaba a acostumbrarse a sus rutinas.
- Ahora voy - oí desde la puerta, los tres ya estaban dentro, y llevaban muchos días deseando probar a la nueva, y de paso ver mi cara al hacerlo. Iban a conseguir las dos cosas a la vez.
Cuando salió, como todos los días, estaba espectacular. Tacones de aguja, transparentes, tanga blanco, traslucido, dejaba a la vista su raja y el mechón negro de pelo recortado encima, sin sujetador, un picardias rosa, que acababa donde empiezan las tetas, mostrando su abdomen, y se trasparentaban sus tetas y sus pezones, duros.
- Date la vuelta, preciosa, que veamos bien ese cuerpo, dijo Bebo, sonriendo y frotándose las manos mientras miraba a sus compañeros.
Girándose sobre si misma, aunque sin sonreir, les ofreció una visión completa de lo que iban a disfrutar, aunque al verme en la puerta, con la bandeja, no pudo más que cambiar el gesto, por uno mas triste.
No te preocupes por él, ya sabeis cual es vuestro lugar, y el Señor Omar tiene claro que este nuevo servicio reportará más beneficios, así que con quién mejor que con nosotros para estrenarse, no? hay confianza, somos compañeros!!! dijo Gustavo.
Tanguita, prepara las copas, mientras tu mujercita nos atiende, dijo Tarik, acercándose a mi mujer, acariciando con sus manos sus costados, suavemente, mientras frotaba su cuerpo con ella.
Poco después los tres estaban desnudos. Por la confianza y por venir de casa supuestamente limpios, no quisieron lavarse. Gustavo y Bebo tenían unas pollas normales, pero Tarik, el moro, calzaba un pollón más oscuro que su piel corporal, grande, debía tener antepasados negros, por lo que se veía.
Me hicieron coger la bandeja con las copas y acercarme, mientras mi mujer se ponía en cuclillas en medio de los tres, y mientras con la boca chupaba la polla de Gustavo, que para eso era el encargado, con sus manos pajeaba a los otros dos.
Yo debía tener las copas al alcance de sus manos, así que podía ver perfectamente desde arriba la cabeza de mi mujer moviendose ritmicamente y sus manos, agarradas a esas pollas tiesas. Dos sudacas y un moro, pensé en algún momento, quién me lo iba a decir hace pocas semanas.
- chupa bien, Tanguita, chupa bien, me dijo Gustavo cogiendo su copa y mirándome a la cara.
Durante una hora chupó las tres pollas, les pajeó, se quedó solamente en tacones, siendo usada a la vez por boca y coño, y con su mano atendiendo la tercera polla, turnándose de agujero en agujero, exceptuando el ano, hasta que los tres acabaron , en sus respectivos preservativos, con una gran corrida follándola el coño.
Al acabar, me hicieron a mi retirar los preservativos de sus penes, tirarlos a la basura, mientras repetían el trago, y charlaban con Esther, diciendo que era una gran profesional, que para ser su primer trio y con su marido delante, se había portado genial.
- como verás, Esther-, dijo Gustavo -, no hemos humillado demasiado a Tanguita, pero tendrás que hacer este trabajo con gente que disfrutará humillándolo, así que para acabar, que ya toca entrar al trabajo y el Señor Omar no quiere retrasos, Bebo te quiere pedir que mees para nosotros, en la bañera, en cuclillas, le gusta ver a las mujeres mear, y a nosotros dos tampoco nos disgusta, jajaja. Lo harás?
La sonrisa de Bebo al oir a Gustavo fué de oreja a oreja, mientras mi mujer se levantaba de la cama asintiendo, dirigiéndose hacia el cuarto de baño, con los tres detrás, se introdujo en la bañera, separando las piernas, poniéndose en cuclillas.
- Espera, espera, dijo Tarik. Tanguita, ven, que esto tienes que verlo tu también.
Entré, al lado de esos cerdos, para ver como mi esposa comenzaba a soltar su chorro amarillo, cayendo entre sus piernas, entre aplausos y risas de mis compañeros.
Al acabar, quisieron que nos dieramos un beso en los labios, obedecimos, aún goteaba pis el coño de Esther, de ese momento hicieron una foto, que mandaron al Señor Omar, con un "Gracias, Tanguita y la princesa pijita se han portado muy bien".
Nos fuimos los cuatro hacia el local, yo con la bandeja, mientras Esther volvía a arreglarse para el siguiente que quisiera usarla.