Esther, la benefactora

Relato basado en un hecho real, pero con fuerte dósis de imaginación. Sobre Esther ya existen otros relatos en este mismo portal.

Esther, la benefactora

Nota.- El siguiente relato está basado en un hecho real sobre la vida sexual de una madura que conocí hace tiempo, pero al mismo tiempo tiene una fuerte dosis de imaginación, pero en síntesis así ocurrieron las cosas. Sobre esta misma mujer ya hay publicados algunos relatos en este mismo portal

Esther era una mujer madura que podría haber sido la envidia de muchas mujeres de aquella ciudad de Veracruz. Con sus ¿48? años a cuestas todavía se mantenía en buena forma, y si bien no era bella, procuraba al menos aparecer presentable. A base de ejercicio, todas las mañanas nadaba varios kilómetros en la alberca del club local, mantenía a raya la gordura, eso junto con un discreto maquillaje y buena ropa, la hacían verse bastante bien, por ello a su paso más que dos que hombres madurones volteaban para al menos saludarla con la esperanza de que tal vez algún día Teté les hiciera caso.

Pero no, para mucha gente Teté era una mujer de conducta intachable, además de ser una profesionista muy capaz, tenía el raro don de ayudar a sus semejantes. Era la preferida de los vecinos a la hora de iniciar alguna protesta por cuestiones que los afectaran, con su ayuda habían logrado cerrar dos tujurios que las 24 horas del día tenían borrachos y putas que escandalizaban en la vía pública. Además era una mujer caritativa.

Todos los días los vecinos la veían salir de su casa, acompañada de su perrito para caminar, además de paso sacar a pasear al can no pocas veces la vieron detenerse ante algún teporochito, que durmiendo en la acera trataba de recuperarse de la borrachera, para ofrecerle algunas monedas o algo de comer. Lo que muy pocos sabían era que aquella mujer todavía traía al demonio por dentro, y en un estrecho círculo se comentaba sus conquistas y una que otra putería, pero todo se lo perdonaba y mucho justificaba el hecho de que por más de 20 años aguantó al marido, que le resultó maricón, pero pudo hacerle dos hijos, que ahora ya grandes, con la ayuda de la madre, eran prosperos profesionistas.

II

Como Teté vivía sola y ya no tenía a quien rendirle cuentas muy frecuentemente se daba el lujo de viajar al extranjero, donde además de conocer ciudades hermosas y hacer compras había conocido varias veces el amor. En Florida se cogió a un inmigrante cubano que "la tenía enorme manita" había comentado a una amiga cercana, en Canadá hizo amistad con un canadiense al que también pasó por las armas, lo mismo en España, donde estuvo a punto de volver a casarse. En otras palabras, pese a su actitud ante los demás doña Teté todavía le daba gusto a la verija, "cómo no!, qué caray, si para eso es!" comentaba a si misma en sus ratos de nostalgia.

Su última conquista había sido un chilanguito al que conoció por internet. El mismo día en que el internauta fue a visitarla, luego de platicar y pasear por la ciudad, metió al chilango a su recámara y ante los azorados ojos del amiguito empezó a quitarse la ropa, el hombre no pudo resistirse y le dio tal cogida a Teté que por varios días anduvo con la pepa rosada por el intenso trajín sexual.

Pero entre una conquista y otra, doña Teté pasaba dos o tres meses en abstinencia sexual, que aplacaba dosificadamente utilizando un juguetito que había comprado en Los Angeles en su más reciente viaje. De esta forma, alguna noche entre semana, cuando ya la mujer sentía aquella curiosa picazón en la entrepierna, preparaba su paraíso particular.

En la intimidad de su baño se daba una rica ducha de tina y mientras se adormecía por la calidez del agua caliente llegaban a su mente los recuerdos de sus aventuras sexuales y lentamente se iba calentando más hasta que la excitación la hacía colocar las piernas a los lados, en la orilla de la tina, entonces tomaba su consolador, lo ponía a funcionar y con delicadeza pasaba la punta del juguete entre los labios de la pucha. Así, lentamente se empezaba masturbarse, hasta que terminaba metiendose todo el consolador y llegaba el primer orgasmo, luego aceleraba el metisaca y llegaba el segundo éxtasis bienechor, luego el tercero cuando se metía el consolador en el culo y sus dedos jugaban furiosos en su clítoris. De esta forma Teté mantenía a raya su lujuria, porque eso era, una vieja lujuriosa y amante del sexo, aunque los demás ni siquiera se lo imaginaran.

Fuera de esos pequeños pecadillos Teté era una virtuosa mujer y muy emprendedora. Su casita siempre lucía bien arreglada y hermosa. Nada fuera de lugar y menos sucio. Pero su patio trasero era una calamidad. Como el sitio estaba baldío cada año era la misma molestia; la hierba crecía desordenadamente, llenándose de paso de polvo y tierra, demás de los trebejos y cosas inservibles que sin remedio iban a parar al baldío.

Cierto día mientras hacía el quehacer de su casa, por la ventana miró el desastre en que se había convertido de nuevo el patio trasero, "me lleva!, eso está del cocol, ¿qué hacer?, yo lo podría arreglar, pero nomás de pensarlo me entra una hueva..., ¿qué hacer?, ¿dónde conseguir a alguien que me ayude, aunque le pague una lana?", pensó Teté viendo todo aquel desastroso panorama, ni hablar, algo tenía qué hacer, y pronto, se dijo, pues ya se acercaban las fiestas de fin de año y ni modo de invitar a sus amigas con aquel desolado sitio allá atrás.

Empero pronto encontró la solución. Una mañana mientras paseaba a su perrito se topó de repente con un borrachito que dormía la mona en la banqueta, le vino la idea: "¿y si convenzo a este pobre hombre?, le daría algo de dinero y comida, tal vez hasta alguna ropa para que se cambiara, ¿qué hacer?, ¿qué hacer?", pensaba viendo de reojo al hombre aquel sumido en la inconciencia del alcohol.

Rauda regresó la mujer a su casa, en un plato desechable puso algo de comida del día anterior y con él en las manos salió a buscar al borrachito, lo encontró en el mismo lugar, soñoliento y soportando apenas los rigores de la cruda. "Tenga buen hombre, coma algo, ande, mire es comida buena, está limpia y calientita, ande coma señor, le va a hacer daño andar con el estómago vacío", le dijo al borrachín que desconfiado dudaba en tomar lo ofrecido por esa elegante señora. El teporocho por fin aceptó el plato y atónita Teté vio como el hombre devoraba la comida, "no, si la trae bien atrasada, el pobre", dijo.

Cuando el tipo terminó de comer la doña le extendió la mano con algunas monedas: "ande tenga unos pesos para que se la cure, mire yo vivo en esa casa de allá –le dijo señalando a su hogar— si quiere puede ir más tarde, tengo algunas cositas que hacer y quisiera que me ayudara a limpiar el patio, yo le pagaría y le daría de comer, ¿qué dice?".

El borrachín poco afecto al trabajo apenas pudo decir "no se si pueda ir, pero si tengo tiempo por allá le caigo doña". Aquella respuesta para nada tranquilizó a Teté: "estos cabrones sólo son buenos para el chupe, no para el trabajo, ni hablar!, al menos hice el intento", se dijo al reanudar su caminata diaria.

Por la tarde, habiendo terminado sus labores, Teté se sorprendió al escuchar el timbre de la puerta, era raro pues no esperaba a nadie, ¿quién sería?, fue a abrir y se topó con el borrachín a quien los rigores del hambre habían obligado a ir a buscar a la doña para pedirle algo de comer aunque tuviera que trabajar. Luego de recuperarse de la sorpresa le preguntó: "¿qué dice?, ¿aceptó mi propuesta?" e invitó al hombre a ver de que trabajo se trataba: "mire, quiero que me ayude a limpiar y poner presentable mi patio trasero, quitar la hierva seca, barrer, limpiar, tirar la basura y los tiliches, eso es todo".

--"¿Cuándo empiezo, doña?", le preguntó el hombre.

--"Pues si quiere de una buena vez, si no termina puede continuar mañana", le dijo la mujer, asegurándole que mientras le prepararía un buen plato de comida. Resignado el borrachín empezó su faena.

Cuando empezó a anochecer la doña fue a darle una vuelta a su empleado, descubriendo con sorpresa que el hombre estaba haciendo milagros, ya el patio lucía mejor, pero todavía le faltaba. "Mire ya párele por hoy, tenga buen hombre coma algo y cuando termine pase a la cocina, le voy a dar unos centavitos". Así terminó el primer día de labor del borrachín, y al día siguiente puntual llegó su trabajador a seguir con lo encomendado. Lo vio trabajar con ahínco y sin chistar, "le daré algo de ropa, de la que ya usaron mis hijos, a ver si le queda y si quiere ponérsela, pero sería bueno que además se diera un baño, ¿aceptara?", pensó Teté.

Por la tarde el patio ya se miraba decente, vaya!, el borrachín había hecho milagros. Fue a felicitarlo por su labor y a ofrecerle la comida, y mientras el hombre comía con avidez le oferció algo más: "oiga, mire, no se ofenda, tengo por ahí algo de ropa, no se si quiera aceptarla, está limpia y buena, ¿qué dice?", con la boca llena el hombre contestó: "pues si seño, si se la acepto, ésta que traigo ya está muy fea, gracias señito". Ya estaba, había dado el primer paso, pero faltaba lo mejor:

--"También podría darse un baño, con el trabajo que hizo quedó su ropa más sucia, si quiere puede bañarse allá al fondo del patio, en ese lugar hay un lavabo y agua corriente, digo, si quiere", dijo al fin Teté mientras se retiraba a su casa a buscar la ropa prometida. No era seguro que el borrachín aceptara, así que a prudente distancia vio que el borrachín en efecto se dirigía al lugar indicado para asearse, "vaya!, se va a bañar este cabrón, ya le hacía mucha falta, bueno voy a dejar que termine y le llevo la ropa", se dijo la mujer.

Pasó un buen rato, la mujer imaginó que el hombre había terminado de bañarse, miró por la ventana de la sala y lo que vió le quitó el aliento, ahí estaba el hombre desnudo echándose agua con una jícara desde la cabeza, pero lo que la dejó helada fue el largo tronco de carne que semi rígido parecía balancearse mientras el borrachín se bañaba. De inmediato Teté volteó hacía otro lado, pero la imagen de aquella verga grandiosa en su mente fue más fuerte que su prudencia, volvió a asomarse entre la cortina de la ventana para disfrutar a sus anchas de la lujuriosa visión del hombre desnudo y su gran tranca, "esa verga será mía o dejo de llamarme Esther", se dijo la mujer convencida.

III

Pero cómo hacer para que el teporochito le zambutiera tremenda tranca, por lo pronto conseguirle más trabajo, no dejarlo ir, que siguiera viniendo, siempre a cambio de comida y dinero. Ya vería la forma de ir acercandose a él. Por lo pronto lo embarcó para que pintara las paredes del patio, el borrachín aceptó entre dientes.

La oportunidad llegó al día siguiente, pues mientras el hombre pintaba subido en una escalera, de repente el inexperto pintor perdió el equilibrio y Teté vio con espanto que el borrachín daba con sus huesos sobre el duro concreto del piso, fue un porrazo tremendo. La mujer de inmediato corrió a su auxilio, con apuros lo ayudó a levantarse preguntándole a la vez dónde se había pegado:

--"Santo dios, qué golpe tan fuerte se dio, ¿dónde se pegó?"

--"Ufff, no fue nada, no me pasó nada no se preocupe doña".

--"Pero cómo no!, si se pegó fortísimo, ¿dónde le duele?".

--"Nomás en la pierna, aquí arriba me duele un poco", dijo el hombre.

--"Ay qué barbaridad!, mire tengo en casa una pomada muy buena para los golpes, déjeme ponerle un poco en el golpe".

--"No seño, le digo que no es nada serio".

--"Ay señor no sea necio, déjeme ayudarle".

En fin que a regañadientes se llevó al hombre a su casa, lo hizo acostarse en un sillón mientras ella iba por la dichosa pomada: "ande quítese el pantalón mientras voy por la pomadita", dijo Teté, pero cuando regresó el hombre seguía acostado pero no había hecho nada para desnudarse.

--"Ande bájese el pantalón, no será la primera vez que vea a un hombre desnudo".

--"Es que, disculpe doña, pero no uso truza ni calzoncillos".

--"Ah caray, pues mire yo voltéo a otro lado, se baja el pantalón y se tapa con su mano".

Cuando el borrachito cumplió con la orden encomendada y la mujer por fin volteó a ver, tuvo que reprimir un sobresalto, pues a pesar de que el hombre cubría su sexo con una mano, ésta era insuficiente para tapar todo el paquete. Ya lo tenía al tiro, se dijo la vieja, "ahora si a gozar", pensó y durante un rato mientras aplicaba pomada en la parte interior del muslo derecho del hombre miraba fijamente el tremendo pene que pese a los esfuerzos de su poseedor se asomaba entre la mano. "Huy chiquito mira nada más la vergota que te cargas", pensó Teté, y se atrevió a más:

--"¿Oiga no se pegó en otra parte?"

--"Ay si doña, pero me da pena decirle".

--"No, nada de pena, los golpes si no se tratan pueden tener sus consecuencias, ande dígame con confianza ¿dónde más se pegó?".

--"Es que, bueno, es que..., también me golpee en la entrepierna y en mi pene", dijo él.

Vaya, ahora si te tengo chiquito, pensó ella y dijo: "bueno pues entonces déjeme ponerle un poco de pomada en ese lugar, ande no sea remilgoso".

Y sin más quitó la mano que cubría el exagerado miembro y embarrando su mano con pomada empezó a darse un atracón de miembro. Empezó por la base, donde la pelambrera tupida envolvía el paquete de huevos, utilizó más pomada y sin más agarró el semi rígido pene y mientras sobaba el carnoso tronco le decía a su poseedor: "con lo que duelen los golpes en esta parte ¿verdad?", el borrachín ni siquiera podía contestar, ella siguió con lo suyo, pero con sus avances iba provocando que involuntariamente se pusiera duro y erecto. El tamaño que adquirió la verga espantó a Teté: "mi madre!, pero si es grandisima, ¿cuánto medira?, seguro más de veinte centímetros y bastante gruesa".

Para hacer más precisos sus cálculos tomo el lomo de la verga con ambas manos, cerró los puños de sus manitas y la sobraba casi media verga, "santo cielo, no, son más de 20 centímetros, casi 25!", siguió sobando unos momentos más mirando absorta aquel miembro de burro que se enderezaba amenazador frente a ella, hasta que el hombre protestó: "ya no siga, por favor doña, ¿qué no ve lo que está provocando?".

--"Ay disculpe señor, pensé que sobándole le ayudaría con sus dolores, pero ya terminé, espero que ya no le duela tanto".

IV

Para seguir tendiendo sus redes la mujer invitó al hombre a tomarse un té de arnica, "bueno, para los dolores", mientras podrían platicar un rato. Eso hicieron y hábilmente la mujer lo fue cercando, con preguntas inteligentes le fue sacándo la sopa al borrachito: que por qué tomaba, que desde cuándo, que si no tenía donde vivir, que si no tenía pareja...

--"Oiga vive solo?".

--"Si doña, solito, en la calle".

--"Ay pobre, y dígame ¿no tiene a nadie que se preocupe por usted?".

--"Pero quién doña?, ¿quién va a querer a un viejo borracho?".

--"No, usted no está viejo, nomás es cosa que controle sus tragos, a lo mejor encuentra a alguna buena mujer que lo quiera y lo cuide".

--"No doña, yo no tengo remedio".

--"Ay pobre, no diga eso, todos necesitamos tener a alguien cerca, que nos de cariño, afecto, que nos cuide cuando estamos enfermos, a ver dígame ¿no ha pensado en vivir con alguna buena mujer?, no le entran las ganas..., a ver ¿desde cuando no está con una mujer?, disculpeme si le pregunto eso".

--"No se preocupe doña, pues ufff desde hace mucho tiempo que no pruebo hembra".

--"Ay no me diga, ¿y no le entran las ganas?".

--"Y qué me gano señito, si me llegan a veces ganas de mujer, pero pues ni modo, me aguanto!".

--"Válgame el cielo, oiga eso a veces hace daño, ¿y le vienen muy seguido las ganas?".

--"Nomás a veces señito, sobre todo cuando veo a alguna mujer bonita, cómo...".

--"¿Cómo quién?, ande dígame".

--"No doña, se puede ofender".

--"No hombre ¿cómo me voy a ofender?, dígame"

--"Pues como usted".

--"¿Ah sí?, ¿le parezco bonita?, ¿a poco?".

--"Pues sí, además usted sí es re buena gente".

--"Ay no se crea, pero me decía que le llegan las ganas cuando, por ejemplo, ve a una mujer como yo, a ver dígame, ¿de qué le entran las ganas?".

--"Ay doña ya no pregunté..., pues de hacerlo, de..., ya sabe".

--"Si me imagino..., me imagino, además usted se ve que es un buen amante, digo, por el tamaño... de eso, pero pienso que a lo mejor cuando estuvo con alguna mujer hasta la lastimó!, con eso tan... grande, ¿o no?".

--"Pues no se crea, a veces si costaba trabajo, pero la mayoría de veces no tuve problema, pero eso es historia, tengo tanto tiempo de no..., ya sabe".

--"No, no, dígame desde cuando no se acuesta con una mujer".

--"Pues la verdad, desde hace casi un año".

--"Ay pobre hombre, usted tiene que hacer algo para poner remedio a esa situación, no le digo que la continencia es mala para el cuerpo!".

--"Pero cómo señito, quien se va a fijar en mi, así como soy de borracho".

--"No, si usted se ve como buen hombre, no es grosero, es atento y comedido, debe haber alguna forma de ayudarle..., ¿qué hacer?, ¿qué hacer?, yo podría hacer el intento de ayudarle con ese problema, pero ay ¿qué pensaría de mi?".

--"No señito, yo no podría pensar mal de usted, es tan buena gente".

--"Pues si, yo podría ayudarle, al menos intentarlo, para que no ande así todo el tiempo. Pero me da un poco de pena, además creo que no podría con todo eso, ay me siento en un predicamento".

Ya para entonces el borrachín había descubierto el juego de la mujer y sólo le seguía el juego.

--"No se preocupe seño, no tiene que hacer nada que pueda traerle calamidades, mejor déjeme así como estoy".

--"Ay no diga eso, me preocupa su caso, bueno pues, al menos voy a intentarlo, pero antes que nada le debe quedar claro que lo que haga será un favor muy especial para usted y que nunca dirá nada de lo ocurrido".

--"Se lo juro señito".

--"Bueno pues, en segunda usted debe hacer sólo lo que yo pueda y nada más!, ¿quedó claro?".

--"Si, por supuesto doña".

--"Bien pobre hombre, ande vaya al baño y se lava bien la cosita, cuando termine me alcanza en mi recámara".

A la doña largos se le hicieron los minutos de espera, ya sentía la entrepierna mojada y caliente, pero dudaba en poder empalarse en tamaña vergota. Cuando por fin entró el hombre un inesperado sobresalto estremeció a Teté, el tipo se fue acercando hasta ella que ansiosa lo esperaba sentada en la orilla de la cama y cuando por fin lo tuvo frente de si Teté perdió el recato, con movimientos rápidos desabrochó el pantalón y más rápido de lo que cuesta escribirlo la mujer tenía en sus manos el inmenso miembro, "ay, es grandísimo su pene, ¿cuánto medirá?", se atrevió a preguntar.

--"Son como 27 centímetros doña".

--"Válgame dios!, nunca había visto una tan grande", dijo ella mientras disfrutaba frotando lentamente el enorme garrote, maravillándose al descubrir como poco a poco aquello adquiría mayor tamaño y sobre todo dureza, ya parecía una dura barra de fierro.

--"Ay dios, no se si pueda con tanto, pero al menos le prometo que lo intentaré, hasta me dan ganas de darle unos besitos...".

--"Pues si gusta doña...".

--"No cómo cree?, ¿qué va a pensar de mi?"; "no doña, no se preocupe, haga lo que quiera con eso", dijo el hombre que lucía ya tal erección que el enorme mástil apuntaba por si sólo al techo de la habitación, Teté estaba maravillada, casi no podía contener su emosión, ya el pito estaba listo, bien erecto y duro, la mujer lo soltó para admirarlo mantenerse bien parado por si solo.

--"Vaya pues, parece que ya está listo, ahora a ver si puedo hacer algo por esta tremenda cosa", dijo al fin la vieja, sin agregar nada más se alzó un poco el vestido para bajar sus pantaletas, le dio la espalda al hombre y lentamente se fue arrodillando sobre la cama "mire, vamos a intentarlo así, de a perrito, creo que así será más fácil, pero debe ser poco a poco, despacio, y cuando yo le diga que ya no puedo aceptar más usted se detiene y se mueve hasta que encuentre el alivio que su cosota necesita, ¿si?, ¿entendió?".

--"Cómo usted diga señito, sólo haré lo que me diga".

Entonces subiendo su vestido hasta la cintura hasta descubrir su apetitoso trasero le dio la orden: "pues ande pobre hombre, empiece, primero deslice la punta sobre la raja y luego yo le voy diciendo". No hicieron falta mayores indicaciones, el macho se aferró con sus manos de las carnosas nalgas de la vieja dirigiendo a la vez el palote entre los cachetes del culo, la verga se deslizó fácilmente pues Teté ya estaba escurriendo de jugos, "así, así despacito, para que mi puchita se vaya acostumbrando", ya la verga iba y venía entre los gruesos labios de la puchota peluda, un ansia anhelante se iba posesionando de ella "ande buen hombre, ahora con la cabecita, pongala en la entradita, sólo la punta, no la meta todavía, así, así, ay me abres toda!, está muy gruesa, así, despacito, ahora presiona un poco, dame tantito miembro", el grueso glande penetró la vagina de Teté que se adhirió al momento al grueso ariete, el hombre empezó a moverse muy lentamente, jugando a meter y sacar la punta de la verga, luego presionó tantito y dos centímetros más entraron en las profundidades de la mujer, de nuevo se movió despacio, yendo y viniendo, presionó otro poco y tres centímetros más entraron en la ardiente caverna de la mujer, de nuevo se movió despacio, metiendo y sacando los casi diez centímetros, luego volvió a presionar y otros tres centímetros entraron fácilmente, entonces Teté lo contuvo: "ay espera, espera, ¿falta mucho?" y llevándo la mano hacía atrás tocó lo que quedaba de verga exclamando:

--"Madre del cielo!, falta mucho más de la mitad!, anda con cuidado dame otro poquito".

El macho cumplió lo pedido, metió otro buen troso de verga, ya casi tres cuartas partes de miembro estaban dentro de la vagina de la mujer, que en esos momentos empezó a sentir los rigores de la verga, los hummm, ahhhh, mientras arremetía con sus nalgas contra el émbolo duro, dos centímetros la llenaron más, entonces lo detuvo: "ay, ya, ya no más, ahí detente, anda muévete y termina, acaba pronto que no lo soportó", así empezó la verdadera cogida, los moviemientos de entrada y salida se hicieron lentamente más intensos, casi 20 centímetros de carne penetraban la ya distendita panochota de Teté.

Ahora ya la mujer iba al encuentro del macho, empalándose una y otra vez, hasta que incapaz de contener por más tiempo su placer le anunció: "ay, bendito seas, por todos los cielos que me estás haciendo, me voy, me voy al cielo, me llevas, huy chiquito de mi vida, me vengoooo!", grito la vieja mientras que reculaba yendo al encuentro del fabuloso ariete que le llenaba por completo toda la vagina, el macho sintió que ya pronto se vendría, pero siguió arremetiendo con furia en aquel pozo chorreante y tremendamente abierto y cuando la mujer se venía de nuevo ya toda la enorme verga estaba dentro de ella, "ya, ya, lo tengo todo, todo mío, ay, entra todo, siento tus huevitos en mis labios, anda dame más verga y vente papacito lindo!". Justo en ese momento el borrachín se empezó a venir, los chorros continuos inyectaban el semen en las profundidades de aquella caverna, Teté los fue contando, dos, tres, cuatro, cinco, seis, siete, mucha leche, muchísima, tanta que la pucha fue incapaz de contener tal cantidad de mocos que con cada arremetida de verga un chorro era expulsado hacía afuera salpicando ambos cuerpos, "ay chiquito!, cuánta leche me estás dando!, huyy eres tremendo borrachito, anda ya termina por vida de dios que no puedo más", dijo al fin la mujer sintiendo en la vagina los últimos estertores del miembro bien clavado dentro de ella.

Cuando los últimos estremecimientos acabaron, ambos quedaron acostados sobre la cama, él sobre ella, manteniendo todavía dentro de la vagina el enorme dardo, y cuando al fin se la sacó y ella se recostó sobre su espalda pudo ver por momentos el lastimoso estado de su pucha, lo que antes era una pepa carnosa y de labios pegaditos, ahora semejaba un profundo pozo exageradamente abierto chorreando todavía semen.

Cuando el vago se fue y ella bajo la regadera se lavaba perfectamente la pucha, recordaba lo ocurrido: "¿se dejará mamar el borrachín?, ¿será posible meterme eso por la cola?, ay no, debe ser terrible, pero a la vez excitante!, tal vez mañana lo intente".

Al día siguiente, cuando el vago había terminado de pintar la barda del patio y luego de que el hombre se bañara allá en el fondo de patio, lo invitó a cenar. Y como ella también quería algo rico que cenar, de forma inocente le preguntó:

--"¿Oiga ya no le duele el golpazo que se dio?".

--"Pues todavía me duele un poco señito".

--"A ver déjeme revisarlo", dijo la mujer y ahí, en la cocina, se arrodilló frente al hombre, que sentado en la silla, dejó que la mujer desabotonara su pantalón y sacara a la luz el enorme miembro, Teté ya no se anduvo por las ramas, apenas tomó con la mano el miembro acercó la boca entreabierta y posó los labios sobre el morado glande y tuvo que hacer esfuerzos para que la gruesa cabezota le cupiera. Dos o tres chupadas y unos cuantos lengüetazos hicieron que el miembro del borracho mostrara todo su poderío. La mujer trató de meterse un poco más de verga pero al momento sintió nauseas, "ay no me cabe ni siquiera la mitad", se dijo a si misma, por lo que se contentó con mamar lo que pudiera, era maravilloso, sus ojos abiertos no se apartaban del grueso tronco que entraba en su boca tragona, "ahora si, borrachito, te voy a comer todo por mi culito", se dijo.

Y sin más se levantó llevando de la mano a su amante, el hombre ya conocía el camino y sabía de antemano lo que la mujer quería. Presurosa la doña se despojó de su ropa interior, con la mano alcanzó un frasco de crema y arrodillándose en la orilla de la cama le dijo a su borrachín, "bueno vamos a intentarlo de nuevo, no quiero que usted ande por ahí urgido y deseando mujeres, pero veremos si puedo hacer que eso entre en mi colita, ¿me ayuda?".

--"Lo que usted diga seño?", contestó el hombre que ya había desenfundado el miembro y apuntaba con él entre las embadurnadas nalgas de la mujerona. Los preliminares le parecieron eternos a Teté, en cuando sintió la punta de la verga en los pliegues renegridos de su ano aflojó el cuerpo para facilitar la entrada, pero no, dos o tres veces el hombre lo intentó y el miembro fue rechazado por la tierna carne que se negaba a abrirse, sólo logró que la mujer se quejara lastimosamente, "ay no, me duele mucho, mejor por el otro lado", dijo ella, pero el hombre ya no le hizo caso, sostuvo la verga sobre el ciego agujero agarrándo la verga con su mano para evitar que resbalara, mantuvo la presión , la tarea parecía imposible, los ayes de dolor volvieron a oirse y cuando por fin el glande traspasó el umbral de los pliegues el dolor se hizo insoportable para la mujer, pero ya estaba empalada en la descomunal verga.

El hombre supo esperar a que el culo se distendiera, poco a poco el dolor y la intensa presión de la carne sobre el glande amainaron, pero sin desaparecer del todo, entonces removió un poco la verga, la sacó apenas milímetros, volvió presionar y lentamente pero con paso seguro el miembro se fue sepultando, no todo, apenas la mitad, volvió a sacar el miembro, ahora fue más fácil, arremetió de nueva cuenta hasta que tres cuartas partes del garrote quedaron dentro del intestino de la mujer, metió y sacó, metió y sacó, ahora los quejidos de Teté se habían transformado, parecía que ella acompañara la cogida a contrapunto, yendo al encuentro del miembro que la empalaba, el borracho empujó más y más hasta que los pelos de su verga chocaron contra los cachetes de las blancas nalgas, la mujer lo sintió "ya, ya chiquito lindo, te tengo todo, anda cógeme fuerte, disfruta de mi culo tragón!", le dijo.

Teté casi perdió el sentido varias veces, no supo bien a bien cuántos orgasmos tuvo, ni cuántas veces se vino el borracho, pero tuvo conciencia de la tremenda cogida cuando de espaldas se tocó con los dedos el culo, le dolió intensamente y se sorprendió al encontrarlo todavía abierto, tremendamente abierto, como negándose a cerrarse, era como un descomunal pozo rebosante de leche.

V

De esta forma la doña se aficionó tanto a la verga del borracho que los vecinos vieron cómo cada determinados días llegaba el mismo hombre a la casa de Teté, quien inventaba nuevas labores para tener siempre a mano la enorme tranca del teporocho. Pero como la mujer era calentona y sumamente lujuriosa, pronto el borrachín llevó a varios de sus amigos a conocer a su caritativa protectra.

Así, en el más estricto secreto, bien pronto la mujer tuvo acceso a muchos miembros y de paso se convirtió en la principal protectora de gente de la calle, hasta que un buen día, por recomendaciones de sus vecinos encabezó el primer comité de damas voluntarias de Córdoba, la designación le fue otorgada por el propio alcalde en persona, quien alabó ante la multitud reunida las cualidades y el buen corazón de aquella mujer. Teté hasta lloró de la emoción, más cuando supo que el ayuntamiento había puesto a su disposición un jugoso presupuesto para obras sociales.

Al paso del tiempo la mujer cumplió con creces la obligación impuesta: una casa cuna para niños desamparados, una clínica para parturientas sin recursos, una casa albergue para indigentes y lo mejor, un asilo para los borrachines que abundaban, en aquel lugar los teporochitos tenían techo y sustento gratis, y además de tratar de erradicar sus vicios tenían la gloriosa oportunidad de ayudar a la seño Teté en los quehaceres de su casa, donde como premio la mayoría podía dar rienda suelta a sus pasiones contenidas, eso si, sin decir jamás ni una palabra de los favores que la mujer les otorgaba, en otras palabras la mujer era tan buena que hasta las nalgas les daba!

Comentarios a:

micifuz6@yahoo.com.mx

micifuz66@starmedia.com