ESTHER (capitulo 7)
Continua nuestra apasionada relación y se descubre la verdad sobre Moncho.
– ¿A dónde vamos? –me pregunto entrando en el salón donde estaba escribiendo en el ordenador– ¿qué me pongo?
– Así estas muy bien, yo te veo perfecta.
– ¡Si claro! Voy a ir por la calle desnuda.
– Seguro que causabas sensación, –dije riendo– vamos al teatro y a cenar, algo informal, sexy por supuesto.
– ¡Al teatro! Hace años que no voy …
– A Moncho no le gusta, –dije con fastidio, mientras me levantaba y la acompañaba al vestidor. Ya habían traído la mayor parte de la ropa que compramos tres o cuatro días antes y todavía quedaban cosas por colocar y paquetes por abrir.
– Vamos a ver, un tanga, el mas pequeño que tengas. Una falda corta, pero sin pasarse y un top que no sea muy corto. Quiero que estés sexy, no que parezcas una fulana.
Mientras la hablaba, Esther sacaba ropa, me la enseñaba y yo aprobaba o rechazaba. Por ultimo se puso a sacar zapatos. No había reparado en ese detalle, pero en una tarde compro mas de diez pares. Nunca entenderé la obsesión que tienen las mujeres con los zapatos. Al final elegí unos abiertos, de esos de tiritas y con unos taconazos increíbles que arqueaban sus riñones, redondeaban su trasero y estilizaban sus piernas de una manera maravillosa.
Salimos para el teatro con tiempo, no estaba muy lejos, y quería ir andando para exhibir a Esther lo mas posible.
– Edu, la gente nos mira, –me dijo intentando disimular.
– No mi amor, no nos miran, te miran a ti por lo guapísima que eres, –la respondí mientras la ponía mi mano en el trasero en un perfecto papel de vejestorio baboso.
Llegamos al Español y nos sentamos en una terraza próxima al teatro, justo en la esquina de la calle del Príncipe. Esther, consciente del impacto que producía, –era una sensación nueva para ella– se exhibía todo lo que podía. Cada vez que cruzaba las piernas a lo “Instinto básico” se producía un terremoto. Yo también disfrutaba el momento, normalmente los calvos cincuentones como yo no van con pibones sexys como ella, a no ser que las pagues claro.
El teatro la encanto, se notaba que estaba disfrutando y el marco incomparable del Teatro Español ayudaba. Después nos dirigimos a cenar a un conocido asador argentino de la calle Preciados donde tenia reservada una mesa en la terraza. Durante todo el camino la lleve con la mano en el trasero y la besaba a la mas mínima oportunidad, que por otra parte no me resultaba difícil.
Terminamos de cenar y entre mis caricias, el vino y su exhibicionismo notaba a Esther muy excitada. Me dijo de volver a casa y la dije que no, que quería tomar una copa. A pesar de que los zapatos la estaban destrozando no puso pegas y nos dirigimos al Palacio de Gaviria donde conocía a los porteros y entramos de tirón. Pedimos unas copas y la lleve a una de las pistas a bailar. Esther, que seguía encantada con su recién descubierto exhibicionismo, se empleaba a fondo, se rozaba conmigo moviéndose como una anguila y cabalgaba mi muslo como si bailáramos la lambada. Mientras yo la besaba, la cogía del trasero, e incluso en alguna ocasión, la tocaba el chochito con el mayor de los descaros. Notaba las miradas lascivas de un montón de tíos hasta arriba de copas. Un poco antes de irnos, la lleve hasta la barra, pedí otro par de copas y la deje ahí con la excusa de ir al baño. Oculto entre el gentío, observe como un gran numero de moscones se aproximaban rondándola. Algunos mas atrevidos intentaron entablar conversación, pero ella los rechazaba diciendo que estaba acompañada. Cuando vi que uno en particular se ponía mas baboso de lo normal, intervine, y con buenas palabras y amabilidad me la lleve de allí.
Mientras íbamos para casa, que estaba cerca, comprobé que con el vino de la cena y las copas de la disco, Esther llevaba un pedo importante. Llegamos a casa y se fue derecha al dormitorio.
– ¡Ahora te la chupo, mi señor …! –y no pudo decir mas, como un saco cayó sobre la cama K.O., La desnude, la metí en ella y la deje dormir no sin antes curarla los pies que los tenia llenos de rozaduras. Durante toda la noche ronco como un camionero y en una ocasión vomito. Durmió mucho, hasta mas de media mañana. Estaba escribiendo en el ordenador, cuando la vi aparecer con unas gafas de sol puestas, sin decir nada se dirigió a un sillón y de recostó haciéndose un ovillo. La deje tranquila con su resaca y pasado un rato, me levante y la di un par de ibuprofenos con un vaso de agua.
– Tómatelo, te sentara bien.
Sin rechistar, cogió los comprimidos, el vaso de agua y se los tomo.
– ¿Quieres que prepare algo de comer?
Intento responder negando con la cabeza, pero no pudo. La prepare una infusión, la arrope con una mantita y la deje tranquila en su sillón.
Por la tarde salí para encontrarme con mi desconocida espía fotográfica. Resulto ser una mujer madura, 45 ó 50 años, con cierto atractivo, se notaba que se cuidaba. Me entrego un pen con mas de 1.000 fotos de Esther y una carpeta con una selección impresa de unas cuarenta imágenes. Estuvimos charlando sobre los pormenores del encargo y la dije que posiblemente, dentro de poco, la encargaría otro trabajo de otra índole y mas importante.
– Su amiga es muy especial, –me dijo, cuando nos levantamos para despedirnos– no es una gran belleza, pero es una de esas mujeres que desprenden … sensualidad, que llaman la atención.
– Veo que se a dado cuenta.
– Ya lo creo, me interesan mucho las mujeres, tengo el mismo interés por ellas que usted, soy lesbiana, –me dijo sonriendo.
Cuando llegue a casa, Esther ya deambulaba por la ella pero claramente no estaba disponible, era mejor no hablarla, sospecho que ha sido su primera borrachera. Me senté en el ordenador, introduje el pen y descargue las mas de mil fotos que contenía. Se notaba que la espía sentía atracción por ella, supo captar sus mejores momentos. Según las pasaba, hacia gestos y me reía. Eso hizo que despertara la curiosidad de Esther, que disimulando y haciéndose la distraída fue acercándose a mi mesa. Cuando llego, gire la pantalla para que no pudiera ver nada y la senté sobre mis piernas.
– ¿Qué tal te encuentras? –la pregunte observando su cara enfurruñada.
Encogió los hombros y se tumbo un poco en mi intentando ver algo sin conseguirlo.
– ¿Qué estabas viendo, mi señor? –me pregunto por fin con el ceño fruncido.
– ¿Quieres verlo? Pero primero me tienes que dar un montón de besos que me debes, que hoy has estado desaparecida.
Se lanzo a mi cuello y se puso a besarme introduciendo su lengua en mi boca todo lo que podía. Pasado un ratito de besos y caricias gire la pantalla para que pudiera verla. La imagen que vio era ella misma con su trasero y mi mano en el. Dio un respingo y se quedo con la boca abierta. Moví el ratón y puse el archivo completo.
– ¿Pero cuantas hay? ¿y como tienes estas …?
– Mas de mil, y porque he contratado a alguien para que te las haga.
Me miro flipando y se puso a ver la fotos una a una. En ese momento se encontraba sentada a horcajadas sobre mis piernas y con su vagina totalmente abierta. Note como, después de la sorpresa inicial, su interés iba creciendo al mismo tiempo que su excitación. Como ya suponía, el hecho de sentirse expiada la ponía.
Empecé a acariciar el interior de su muslo, por la ingle. Esther, de inmediato, arqueo su espalda en un gesto de placer. Después de un rato, comencé a rozarla la vagina, despacio, superficialmente. Dio un suspiro profundo y se apoyo con los codos en la mesa, mientras seguía pasando las fotos. Seguí acariciándola la vagina mientras la besaba la espalda. Notaba su deseo aumentar por momentos. Deslice la palma de la mano un poco hacia abajo alcanzando su orificio anal, provocando un gemido de placer. Movía la mano de abajo a arriba con fuerza, mientras ella se contraía y se contorneaba. Seguía pasando las fotos, –las vio todas– y cuando llego a las de la discoteca ya estaba al borde del orgasmo. Entonces me saque la polla y se la metí por el culo provocando un aullido de placer. Su excitación seguía aumentando según pasaba las fotos de la disco y veía como el grupo de borrachos la acosaba. Entonces dejo el ratón, termino de reclinarse sobre mi y coloco sus pies en mis muslos. Comenzó a culear ella misma, con movimientos cada vez mas rápidos y furiosos. La deje hacer, coloque mis manos en su rodillas, Esther bajo una de las suyas y comenzó a masajearse el clítoris. Me retuve todo lo que pude para esperarla a ella y cuando note las contracciones de su ano que anunciaba su orgasmo me sincronice y nos corrimos juntos. Mis gruñidos se vieron ahogados por los gemidos de Esther, siempre mucho mas escandalosa. Permanecimos un buen rato quietos, sin movernos, callados, yo la acariciaba el vientre y ella, con los brazos hacia atrás me acariciaba la cara.
– Me duele el culo, –dijo por fin Esther.
– Recuerda que perdiste la apuesta.
– ¡Jo!
Había pasado casi tres semanas desde que comenzamos nuestra relación Esther y yo, cuando la agencia Pinkerton me llamo por teléfono. Me informaron, que el director de la agencia, el Sr. Pinkerton en persona, quería hablar conmigo. Solo me dijeron que la gravedad de los hechos descubiertos por ellos, imposibilitaba totalmente una información telefónica. Concertamos una cita para el día siguiente en Londres.
– ¿Te apetece ir a Londres? – la pregunte cuando llegué a casa– mañana tengo una reunión allí y me gustaría que me acompañaras.
– Claro que si, pero no tengo ropa.
–Vale, vamos a comprar lo que necesites que hay que acostarse pronto, el vuelo sale a las 6,45 AM.
En tres semanas se había comprado mas ropa que yo en los últimos tres años, pero por supuesto volvimos a salir de compras.
Al día siguiente, ya en Londres, me reuní con Pinkerton mientras Esther se bajaba al spa del hotel.
Resulto ser un hombre de entre 55 y 60 años, fuerte, bien vestido y trato agradable. Nos saludamos cordialmente y entramos en materia.
– No es habitual que me reuna con los clientes, pero dadas la especiales circunstancias que rodean la información recabada sobre este individuo, he considerado conveniente presentarle nuestro trabajo, personalmente. En primer lugar, este señor nunca va a cursillos, su categoría le deja fuera de los reciclajes. Descubrimos que los ejecutivos del banco tiene esa tapadera, digamos que para sus actividades particulares. Por otro lado nos sorprendió que hubiera pocos fondos en sus cuentas de EE.UU. y España. Tenemos pruebas que demuestran que tiene dos cuentas de inversión en las Caimán por un total aproximado de 3 millones de dólares. Posiblemente, casi seguro, encontremos algunas mas, pero ya sabe que estas cosas son complicadas.
– Discúlpeme Sr. Pinkerton, –le interrumpí sorprendido– el estilo de vida de este señor no corresponde con lo que usted me dice, entiendo que este señor es millonario.
– Toda su vida en España es una tapadera …
– ¿Una tapadera de que? –le interrumpi– no entiendo.
– Permítame que continúe y lo entenderá. Como ya sabe, viajó a Chicago y de ahí a Hong Kong y Singapur, donde le perdimos el rastro. Estaba premeditado para que sus huellas desaparecieran. Descubrimos que entro en un vuelo privado en Tailandia acompañado por otro individuo, también ejecutivo del banco y que tenemos perfectamente identificado y que le acompaña en sus correrías, al menos en los últimos seis años.
– Eso no me cuadra con su edad, el es un tío joven …
– No tan joven, lo que si es cierto es que se conserva bien gracias a una cirugía que se hizo hace cinco años. Sabemos que efectivamente es español, pero que falsifico su partida de nacimiento para parecer un hombre de treinta y tantos años, cuando la realidad es que tiene al menos diez o doce mas, incluso su nombre es falso. Pero permítame continuar. En Tailandia se registro en un hotel en la playa turística de Nang. Pero nunca llego a alojarse allí, le encontramos en un hotel desconocido en el interior de la selva, a diez kilómetros de Nang. En este hotel se dan servicios muy especiales … con niños. Pederastas de todo el mundo visitan este hotel, cientos de niños de todas las edades son violados todos los años en sus instalaciones. Tenemos constancia de la presencia de este señor, al menos en los últimos cuatro años.
Mientras decía todo esto, iba sacando fotografias y las colocaba de una en una sobre la mesa, frente a mis ojos. Unas imágenes terribles que provocaron que apartara la vista.
– No se que decir, no me esperaba algo así, –dije con sinceridad.
– Su matrimonio, su estilo de vida, todo es mentira, es una tapadera para esconder sus verdaderas inclinaciones y porque ya ha tenido problemas con la justicia. En España pasa por ser un ejecutivo de medio pelo, cuando en realidad es el director para Europa y el norte de Africa –hizo una pausa y se sincero conmigo– tengo un interés especial en esto, odio profundamente a estos depravados, mas desde que uno intento abusar de mi nieta pequeña hace tres años.
– ¿Pero en el banco lo saben …?
– Si, si, si, lo saben perfectamente, hemos detectado la presencia en ese hotel de al menos catorce altos directivos del banco, aparte del que le acompaña habitualmente. Entre ellos se protegen.
– Mi interés principal es proteger a Esther, su esposa, no le negare que tengo un interés muy especial en ella. Si sale a la luz publica las actividades de su marido, es posible que su divorcio se alargue terriblemente y no quiero que eso ocurra. Cuando se entere de todo esto será un golpe muy duro.
Pinkerton guardo silencio mientras yo intentaba encontrar una solución que satisficiera a los dos.
– Vamos a hacer una cosa si le parece bien. Por el momento todo sigue en secreto. Continúe la investigación, y si le parece bien, podemos asociarnos y extender las pesquisas para descubrir a toda la organización, aportare los fondos que sean necesarios. Supongo que dentro de poco regresara a Madrid, hablare con el y le chantajeare para que de a Esther el divorcio rápidamente y todo el dinero que pueda sacarle. Una vez que ese asunto este solucionado iremos a por el principalmente y a por toda la organización.
– ¿Pero supongo que le tendrá que dar su palabra de que olvidara todo el asunto … ? –razono Pinkerton.
–Por supuesto, y se la daré sin ningún problema, pero con hijos de puta de ese calibre, no hay palabras que cumplir. Estaremos en contacto y le tendré informado de todo. Un sitio como ese en Tailandia pagara mucho en sobornos y corrupción y será difícil meterle mano por ahí, pero se me esta ocurriendo algo que tal vez nos satisfaga a los dos, pero es necesario encontrar las otras cuentas, podemos utilizar ese dinero para financiar todo este asunto ...
– Aunque encontremos esas cuentas, que lo aremos, es imposible meterlas mano, se lo aseguro,–me interrumpió.
– No tan imposible, dejelo de mi cuenta. Ya iremos hablando, –y diciendo esto, guarde el expediente en mi mochila y nos despedimos después de darnos los números de móvil.
Regrese andando al hotel con el cerebro en ebullición, mi principal preocupación era la forma de decírselo a Esther, para herirla lo menos posible. Pensé que lo mejor seria hacerlo en Madrid.
Cuando entre en la habitación, Esther me esperaba desnuda. Había intentado atarse ella misma las manos a la espalda pero un pudo. Con las muñecas solo envueltas por la cuerda se abalanzo sobre mi como una fierecilla. La abrace, la levante del suelo y me la lleve a la cama. La ate las manos como ella quería y me puse a acariciarla todo el cuerpo, a besarla, a chuparla. La hice cosquillas, y nuevamente la entro la risa histérica e incontenible mientras pataleaba frenéticamente. Pare y puse mi mano en su vagina, masajeado con fuerza. Estaba muy excitada debido a la espera y de inmediato se puso a jadear. La separe la piernas con la manos y metí mi boca en su entrepierna, –podrían estar horas comiéndola el chochito– mi lengua exploraba todos sus rincones mas íntimos hasta que después de unos minutos se corrió y su flujo vaginal comenzó a salir directo a mi boca.
Me quite la ropa, me tumbe en la cama y la puse sobre mi para penetrarla. La deje que actuara. No me cansaba de mirarla, contorneándose , retorciéndose, con sus tetas vibrando, temblando. Gimiendo como solo ella sabe hacer. Se inclino sobre mi mientras seguía con su febril actividad y yo la ayudaba moviendo mi pelvis al ritmo de ella. La acariciaba sus pies cuando tuvo un nuevo orgasmo que la descontrolo y fue incapaz de seguir manteniendo el ritmo. La levante, la tumbe en la cama boca arriba y continúe fallándola despacito, pausadamente para conseguir un nuevo orgasmo. La llegó mientras me corría oyendo sus maravillosos gemidos. La abrace y me gire para ponerla otra vez encima de mi y así, acariciándola y besándonos estuvimos mucho tiempo.
– ¿Estas bien mi amor?
– Ahora si, mi señor.