ESTHER (capitulo 38)
Regresamos a España, somos felices, per como siempre pasa, al final se desencadena el drama final.
Desde hace varios meses, nuestra vida transcurre entre Madrid y Nueva York. Es por motivos de seguridad. Me encantaría llevar a Esther por medio mundo, exhibirla, pero no es aconsejable. Las amenazas de Moncho desde la cárcel de Tailandia me preocupan. Así las cosas, regresamos a Madrid y volvimos a la rutina madrileña. María, su escolta, volvió a ocuparse de la seguridad de Esther, y yo termine de reorganizar mi oficina en España para que no dependieran tanto de mi.
Un par de semanas después de nuestro regreso, nos fuimos varios días a Salamanca a estrenar el chalet recientemente comprada por Esther, junto a otro para sus padres. Llegamos a medio día con el todoterreno cargado hasta los topes. Esther había ido comprando muchas cosas para la casa, pero allí tendríamos que comprar muchas mas. Descargamos todo con la ayuda de su familia y mas o menos lo colocamos en casa y, ya por la noche, después de una improvisada barbacoa llena de confidencias, chismes y risas en el jardín trasero de sus padres, nos quedamos solos.
Me fui a la ducha y un par de minutos después Esther se metió también. Cogí la esponja y la fui enjabonando minuciosamente todo el cuerpo, centrándome sobre todo en su zona mas intima. A los pocos segundos, Esther ya estaba medio cardiaca, y yo aprovechaba para morrearla con cierta ternura. Se arrodillo y mi pene desapareció en su maravillosa boca. Sujetándome con sus manos por el trasero, hacia fuerza engullendo mi pene en su totalidad. La punta bajaba por su garganta produciéndome un placer enorme. Después se la sacaba y chupaba la punta para seguidamente engullirla entera. Instantes después me corrí en su boca y como siempre lo trago todo mientras el agua resbalaba por nuestros cuerpos. La envolví en la toalla y cogiéndola en brazos la lleve a la cama y la deposite sobre ella. La destape con cuidado como quien abre un regalo valioso, primero sus pechos y luego el resto. Me incline sobre ella y la chupe los pezones. Mi lengua jugueteaba con ellos mientras mis manos sujetaban sus pechos. Descendí hasta su ombligo, y después de juguetear con su piercing seguí hasta su receptiva vagina. Mucho tiempo estuve saboreándola mientras Esther se retorcía de placer y los orgasmos sacudían su cuerpo. La levante las piernas y la penetre. La folle mientras besaba sus preciosos pies y ella no paraba de chillar. Finalmente me incline, la rodee el cuerpo con mis brazos mientras ella me rodeaba con sus piernas, la bese y nos corrimos. Sujetándola por la nuca la bese el cuello mientras Esther sonreía complacida, como siempre.
– ¿Eres consciente de lo mucho que te quiero? –la dije cuando me arte de besarla.
– Si mi señor, pero no tanto como yo a ti, –respondió.
– De eso nada mi amor, yo más, –la dije sonriendo.
– No, no, yo más.
– Yo más.
– Yo más mi señor.
– No, no.
– Si, si mi señor.
– ¿Qué te juegas que dentro de unos momentos admites que yo te quiero mas? –la dije sonriendo maliciosamente.
– Imposible mi señor, –respondió muy chula.
Pase sus bracitos por su espalda sujetándola por las muñecas con una de mis manos, me acomode entre sus piernas y con la mano libre me puse a hacerla cosquillas.
– ¡No, no, no, no …! –y no pudo decir nada mas. Entro en una risa histérica e imparable. Intentaba zafarse pero no podía, mientras yo la miraba sonriendo. Mis dedos recorrían su costado con la habilidad de un pianista. Aguanto mucho mas de lo que pensaba, pero al final, con el cuerpo sudoroso se rindió.
– ¡Jo! Yo no quiero que me quieras mas que yo a ti, –y añadió mohína–. Además has hecho trampas. Las cosquis no valen.
– Bueno vale, –la mire con ojos tiernos y añadí–. ¿Lo dejamos en empate?
– Vale mi señor, –respondió poniéndose de rodillas con mirada felina.
Me empujo hacia atrás y me cabalgo juntando sus labios con los míos. Me estuvo besando apasionadamente mientras restregaba su cuerpo con el mío.
– ¿A que no sabes, qué no hemos comprado para esta casa? –la pregunte cuando pude.
– No mi señor ¿Qué? –respondió incorporándose ligeramente con las orejillas tiesas.
– Juguetes.
– ¿Juguetes? ¿Qué jugue…? Ostias –exclamó seria.
– Si mi amor. Ostias, esos juguetes.
– Pues hay que solucionar eso, mi señor.
– No creo que en Salamanca tengan un sex-shops de urgencia, o un tele-vibrador, y por ahora los chinos no tienen esas cosas … que yo sepa.
– Pues me hago un dedo mi señor, –me dijo, y a continuación añadió–. ¿Me das permiso?
– Claro que te doy permiso mi amor, pero no quiero que te bajes. Sigue encima de mi.
Metió su mano entre los dos hasta alcanzar su vagina. Comenzó a masturbarse y rápidamente su respiración se hizo mas profunda. Empezó a gemir y pronto alcanzo el orgasmo.
– Sigue, y no pares hasta que yo te diga, –la ordene.
Me encanta sentir como se contrae, como vibra, como se corre. Mis manos se deslizan con facilidad por su cuerpo a causa del sudor. Tiene otro orgasmo y continua. Mis manos se posan en sus nalgas masajeándolas y ocasionalmente mis dedos acarician su orificio anal. Tiene otro orgasmo y continua. Noto como sus fluidos empapan mi entrepierna y mi pene resucita, pero no la penetro. Esther sigue y tiene otro. Cuando intenta cambiar de mano porque la tiene dolorida, la doy la vuelta y la pongo boca arriba sobre mi. Mientras sigue masturbándose con la otra mano la introduzco el pene por el culo, pero no la follo, solo la mantengo dentro. Recorro su cuerpo con mis manos acariciando sus pechos, su vientre y sus muslos. Noto nítidamente como su ano se contrae y aprisiona mi pene con los orgasmos. Finalmente ordeno a Esther que retire sus manos y se este quieta. Comienzo a follarla mientras con mi mano la estimulo su sensible y abultado clítoris. Tiene un orgasmo tremendo mientras me corro en el interior de su ano. Continuo besándola y acariciándola con la pasión que da el amor y ya, muy avanzada la noche, nos quedamos dormidos.
El resto de la semana la utilizamos en terminar de preparar la casa, juguetes incluidos. Después regresamos a Madrid, tenia una cita ineludible. Estaría fuera tres días en Londres y Frankfurt y las amigas de Esther ocuparían mi lugar.
Esther y María me llevaron al aeropuerto por la mañana a primera hora y luego se fueron al gym y de compras. Ya por la tarde las dos estaban solas en casa.
– Voy a emitir, hace mucho que no lo hago, –le dijo Esther a María que la miro sin entender.
– ¿Emitir? ¿Que es eso? –la pregunto.
– Ahora lo veras, –la contesto–. ¿Quieres participar?
– No se lo que es, pero creo que no.
– Cobarde, –la dijo riendo en tono cariñoso.
– Eres muy peligrosa Esther, no me fío de ti ni un pelo.
– Bueno, tu mira y luego decides.
Lo fue preparando todo en la cama, la cámara, su ordenador, sus juguetes y su mascara. También la preparo otro portátil para que María pudiera seguir el chat además del directo. Luego me mando un whatsapp para informarme que iba a emitir. Me pillo de regreso al hotel y nada mas llegar, conecte. Me sentía raro. Estaba acostumbrado a verla emitir y tenerla a mano cuando terminaba para echarla un polvo. Pero a varios miles de kilómetros de distancia creo que la paja iba a ser inevitable.
María flipó, y asistía a la emisión con los ojos como platos. Esther, con su mascara veneciana habitual charlaba con sus seguidores con la naturalidad que da la practica. Una hora después, María, sentada en el sillón que yo siempre ocupaba, se desnudo y se puso a jugar con su dedo. Al rato, Esther la señalo una segunda mascara y la invito a compartir la cama plató. Como una corderita sumisa se tumbo a su lado. Hasta la noche estuvieron besándose y amándose. Hicieron unos sesenta y nueves espectaculares, el numero de seguidores batió record y el dinero recaudado también.
– Esther, eres mas peligrosa que un mono con dos pistolas, –la dijo cuando terminaron la emisión–. Haces conmigo lo que quieres.
– ¿Y no te gusta lo que te hago?
– Claro que me gusta, pero no es eso, –la respondió–. Es fácil enamorarse de ti, y ya se que eso es imposible para ti …
– No seas boba, podemos ser siempre amigas, –la interrumpió–. Con derecho a roce cuando Edu no esta.
– Se que es a lo máximo que puedo aspirar, y no me importa, me resigno. Se que Edu es un buen hombre.
Dos días después regrese a Madrid y las dos me fueron a buscar al aeropuerto.
– No os voy a preguntar si habéis sido buenas porque lo vi en directo, –las dije después de besar largamente a Esther. María se puso roja como un tomate y dirigiéndome a ella añadí riendo–. Es la primera vez que veo a un guardia civil sonrojarse.
Retomamos nuestra rutina habitual. Por las mañanas yo me pasaba un par de horas por la oficina mientras Esther y María se iban al gym, o de compras, o a lo que fuera. Una mañana, sobre las diez, salieron del portal y comenzaron a subir por la Cuesta de Santo Domingo hacia la plaza del mismo nombre. A mitad de la calle, María observo como una furgoneta comenzaba a bajar por la calle y abría en marcha la puerta lateral. Se paro en seco y empuñando su pistola, pero sin sacarla, empujo a Esther contra la puerta del restaurante japonés próximo a nuestro portal. De improviso escucho disparos provenientes de la parte alta de la plaza y como varios individuos se bajaban en marcha. Desenfundo su arma y abrió fuego contra ellos mientras Esther se acurrucaba en el suelo y María se interponía para protegerla. Disparando alternativamente hacia la parte alta de la plaza y a la furgoneta alcanzo a un par de asaltantes pero noto como varios proyectiles la alcanzaban en el tórax. Siguió disparando mientras pudo pero al final, mientras intentaba recargar, perdió en conocimiento y cayó inconsciente junto a Esther. Varios asaltantes la cogieron en volandas y la metieron de mala manera en el vehículo, emprendiendo la fuga velozmente calle abajo hacia la plaza de Opera. De allí a Bailen y a la Puerta de Toledo donde desaparecieron. Cuando la policía reacciono ya fue tarde. Cortaron calles, pusieron controles, movilizaron muchos efectivos. Pero escaparon. Me llamo el portero de mi casa, que tenia mi numero de móvil y me informo de lo sucedido. Llame a Isabel y la puse al corriente de lo sucedido. Rápidamente movilizo a todas sus influencias en la policía. Una hora después encontraron la furgoneta mal aparcada en la calle del Águila, por lo que supusieron que habían cambiado de vehículo. Mientras tanto, en la puerta de casa, María se debatía entre la vida y la muerte. Fue atendida en primer lugar por el portero hasta que llegaron los del 112. La encontraron en parada cardio respiratoria, pero pudieron sacarla adelante y la trasladaron al hospital con tres heridas de bala, dos en el pecho y la otra en un brazo. Antes de caer abatida alcanzo con su arma a dos de los asaltantes, uno en la parte alta de la plaza y otro cerca de ella. Según los testimonios de los testigos, al menos otro resulto herido, pero pudo escapar en la furgoneta y todos tenían aspecto de ser de algún país del este de Europa. Isabel hablo con los de Pinkerton para que investigaran esa posibilidad. Los autores del anterior intento de asesinato eran moldavos y podría haber conexión. Según la policía e Isabel se trataba claramente de un secuestro.
– Si la hubieran querido matar lo hubieran hecho en ese mismo momento, Edu, –me decía–. Secuestrarla es mucho mas arriesgado, y para nosotros es mejor, nos proporciona tiempo.
– ¡Una mierda tiempo! –la conteste con vehemencia–. Esther debe de estar aterrada ¿No te das cuenta?
– Me doy cuenta perfectamente Eduardo, pero ella lo aguantara, es fuerte, –me dijo con determinación, y añadio–. Sabe que tarde o temprano la encontraremos.
– Y cuando lo haga, este asunto terminara. Los voy a matar a todos. No lo dudes.
– He avisado al grupo de Camboya, hay cosas que no me cuadran.
– ¿A que te refieres?
– Tenerla secuestrada aquí ¿Para que? Moncho no puede salir de Camboya y no creo que te vaya a pedir un rescate.
– Entonces ¿Crees que la va a sacar de España? –la pregunte.
– Si, eso creo y la policía también. Tienen controlados, estaciones, aeropuertos y carreteras. Colibrí a formado un grupito de hackers amigos suyos y lo están rastreando todo.
– Entonces solo nos queda esperar …
–Y mantener la cabeza fría, –me interrumpió–. Eso es lo mas importante.