ESTHER (capitulo 18)
Esther se enfrenta a su prueba veneciana.
Por la mañana temprano, salimos para coger el vaporetto que conecta Venecia con Murano. Pasamos en la isla toda la mañana, visitándola y comprando algunas cosas de cristal típicas de allí.
De regreso a Venecia fuimos a almorzar a un restaurante muy agradable que habíamos visto en una plaza cercana al puente de la Academia.
En todo el día, me abstuve de tocar a Esther. Por la mañana, cuando se despertó, yo me había bajado al gimnasio y luego, cuando subí a la habitación para ducharme y baja a desayunar, la rehuí como pude. Hay cosas que Esther, aunque este molesta, no perdona, pero quería que cuando llegara el momento estuviera lo mas sensible posible. Y me costo Dios, ayuda y mucha fuerza de voluntad. El caso es que el momento se aproximaba y notaba como Esther se iba poniendo nerviosa. A las seis de la tarde, la dije que se fuera al baño a hacer sus cosas y a ducharse.
Cuando salio del baño, la quite el albornoz y quedo completamente desnuda. La puse unas sandalia con un taconazo de mas de doce centímetros. De una cajita que tenia preparada, saque unas pinzas, provistas de una cadenita y un peso de plomo. Se los coloque en los labios vaginales y los asegure con la rosca para que no resbalara. A continuación, la puse otras pinzas en los pezones que estaban unidas por una cadenita.
– Mi amor, la persona con la que vas a estar es tremendamente fetichista y a preparado una puesta en escena muy gótica, acorde con sus gustos. Solo tienes que dejarte llevar, –y después de un breve silencio añadí– si tienes alguna duda, solo tienes que decirlo y anulo la cita con mi amigo.
– ¡No mi señor! Te he dicho muchas veces que soy tuya, de tu propiedad y que puedes hacer conmigo para lo que quieras.
La bese en los labios, mientras introducía un dedo en el hueco que formaban sus estirados labios vaginales y como suponía estaba húmeda y preparada. La puse sobre los hombros la capa que llevo a La Fenice y la envolví con ella. La deje sola en la habitación no si antes darla instrucciones para que no se moviera.
– Dentro de un ratito subirán dos hombres a buscarte, No digas nada, no hagas nada, no te resistas a nada, solo obedece a todo lo que te ordenen.
– Si mi señor, será como deseas.
Un par de minutos después, dos hombres vestidos con esmoquin, entraron directamente en la habitación e indicaron a Esther que los acompañara. Llegaron al embarcadero del hotel donde una góndola de las grandes estaba esperando con sus dos gondoleros. Salieron al Gran Canal girando a la derecha y entraron por el siguiente dirigiéndose a un pequeño embarcadero adosado a un viejo palazzo abandonado. Una mujer, vestida también con un esmoquin, subió a la góndola y enfoco a Esther con una pequeña cámara de televisión. A continuación otra mujer, ataviada con un vestido vaporoso y casi transparente, subió a bordo y dirigiéndose a Esther, la abrió la capa y la introdujo en la vagina unas bolas chinas que de inmediato se pusieron a vibrar. La coloco unas muñequeras y mientras se las sujetaba por detrás de la espalda la beso en la boca. Su lengua, con maestría, hurgó en su interior al encuentro decidido de la de Esther que se la ofreció de inmediato. Mientras tanto, la góndola surcaba nuevamente las oscuras aguas de los canales venecianos mientras la noche se cernía sobre la ciudad. Los hombres de esmoquin, que permanecían de pie, encendieron antorchas para iluminar la escena. La desconocida se separo de Esther y con sus manos recorrió su cuerpo, sus pechos, sus costados y su chorreante vagina. Surcando los estrechos canales, en ocasiones la góndola pasaba cerca de algún grupo de turistas que se quedaban sorprendidos al contemplar la escena. Esto excitaba a Esther y se entregaba mas a su bella desconocida que seguía besándola. De improviso la puso la capa y la tapo, mientras la góndola salía al Gran Canal atravesándolo hasta penetrar en otro estrecho canal donde la desconocida continuo con sus actividades. La recostó en el asiento y subiéndola las piernas, se las separo e introdujo su lengua en su vagina, que seguía ocupada por las vibrantes bolas chinas. Un par de minutos después tubo el primer orgasmo que la dejo momentáneamente inerte en brazos de la desconocida que volvió a besarla en la boca.
La góndola se detuvo ante el portalón grande de un antiguo y desapercibido palazzo que se abrió dejando al descubierto un embarcadero privado. La góndola maniobro y penetro en su interior que estaba iluminado por unas antorchas que sujetaban ocho culturistas ataviados únicamente por un taparrabos. La desconocida soltó las manos de Esther y otro culturista, una montaña de músculos de casi dos metros, poniendo un pie en la góndola la cogió en brazos y subió las escaleras que daban acceso al interior del palazzo. Nada mas entrar, la deposito en una mesa acolchada mientras los cachas de las antorchas los rodeaban. La desconocida se subió a la mesa y cabalgando la cara de Esther la ofreció su vagina mientras la quitaba las pinzas con los pesos y la masajeada vigorosamente. Después, inclinándose sobre ella comenzó a chuparla dando comienzo a un 69 tremendo que hizo que Esther se retorciera de placer. Cuando tuvo el segundo orgasmo, la desconocida siguió chupando haciendo caso omiso, hasta que se corrió una tercera vez. Dos ayudantes, completamente desnudas, bastante tatuadas, muy perforadas y con zapatos de aguja, la quitaron las sandalias de tacón, la soltaron la capa y el cachas la volvió a coger en brazos. Seguidos por las dos ayudantes y la desconocida, comenzó a subir las barrocas escalinatas del palacio, rodeados por los culturistas de las antorchas. Llegaron arriba y entrando en un amplio salón se dirigió al centro donde se levantaba una estructura de madera negra de donde colgaban cuerdas. Con ella en brazos, las dos ayudantes ataron firmemente las cuerdas a las muñequeras y comenzaron a tirar de las poleas elevarla hasta que quedo totalmente suspendida con los pies a un metro del suelo. La desconocida volvió a acercarse, la quito las pinzas de los pezones y abrazándola comenzó a chuparlos mientras sus manos recorrían su espalda y su trasero. Unos minutos después, las dos tatuadas se acercaron y colocando cuerdas en los tobillos de Esther, las ataron a la estructura de madera dejándola con las piernas totalmente separadas. Se levantaron y le quitaron el vestido a la desconocida que se arrodillo y después de extraer las bolas chinas, comenzó a chupar la vagina de Esther. El cachas se acerco por detrás de la desconocida y quitándose el taparrabos dejo al descubierto un pene enorme, descomunal y totalmente erecto. Se arrodillo detrás de la desconocida y con un movimiento brusco la penetró. Durante el tiempo que la estuvo follando, que fue bastante, Esther tuvo varios orgasmos mas mientras con los ojos casi desorbitados veía como la tremenda polla del cachas entraba y salía de la desconocida. Al final, la saco, se corrió sobre ella y su esperma salio disparada como en un cañonazo, hasta manchar los hombros y el pelo de la desconocida. Se levanto y las dos ayudantes se arrodillaron ante el y comenzaron a chuparsela hasta que la limpiaron totalmente. Después le colocaron el taparrabos y se retiro a un segundo plano.
La desconocida se coloco delante de ella y con un flogger comenzó a azotarla con potencia moderada pero continua. Primero los costados y cuando estuvieron lo suficientemente enrojecidos, colocándose por detrás comenzó a azotar su espalda. Esther aullaba de dolor, mucho mas cuando la desconocida comenzó a azotar su vagina con golpes ascendentes. Los gritos de dolor dieron paso a gemidos de placer momento en el que la desconocida volvió a azotar su espalda mientras las dos ayudantes arrodillándose bajo Esther, una por delante y otra por detrás, empezaron a chupar su vagina y su ano mientras ocasionalmente introducían sus dedos por los orificios. Tubo un orgasmo tan tremendo que se quedo semi inconsciente mientras las tres mujeres la abrazaban y la acariciaban con ternura. Mientras la desconocida la masajeaba la vagina, las ayudantes la soltaron las piernas y comenzaron a bajarla, momento en el que apareció el cachas que la cogió en brazos. Se formo nuevamente la comitiva, salieron del salón y recorriendo un largo pasillo llegaron a otra habitación, esta mucho mas pequeña. Durante todo este tiempo, la mujer del esmoquin, seguía grabando con la cámara y seguiría hasta el final. El suelo estaba totalmente cubierto de alfombras, las paredes forradas de madera antigua con algunos muebles altos adosados. Una enorme chimenea encendida caldeaba la habitación y su resplandor daba a la estancia un ambiente fuertemente gótico. En el centro, una especie de mesita baja, acolchada, de 30x50 mas o menos y con cuerdas a los lados, y en un rincón, en un butacón orejero clásico, un desconocido vestido de frac, con guantes negros y una mascara veneciana oscura que le cubría toda la cara, miraba inmóvil a la comitiva que se aproximaba al centro de la sala. En una de sus manos, un iPad por el que había seguido todo lo que la cámara de la mujer del esmoquin transmitía. Esther le miro y, siguió mirándole mientras el cachas la depositaba con suavidad sobre la mesita. Las dos ayudantes se aprestaron a atarla, las manos por debajo de la mesa, la cabeza colgando por un extremo y las piernas hacia arriba, flexionadas y separadas dejando totalmente al descubierto su oscurecida vagina. La desconocida, arrodillada delante de la cara de Esther, la puso su vagina en la boca mientras colocaba unas pinzas de madera en sus pezones. Unos minutos después, una de las ayudantes se arrodillo por el otro lado y comenzó a chuparla la vagina. Esther intentaba retorcerse pero por la postura no podía. La desconocida se separo de ella y, sujetándola la cabeza comenzó a besarla en la boca. Sus lenguas nuevamente se encontraron y la intensidad del besos solo se veía interrumpida por los gemidos de Esther que rápidamente de corrió de nuevo, esta vez en la boca de la ayudante que bebió con fruición sus jugos. Cuando las tres hubieron pasado por su boca, su vagina y bebido sus jugos, el desconocido se levanto y se aproximo a la mesita donde una agotada Esther le miraba con los ojos entreabiertos. Su piel sudorosa, brillaba con el reflejo de las antorchas y la chimenea. Una de las ayudantes la untó los genitales con lubricante lo que la hizo estremecerse. El desconocido se arrodillo delante de su boca y sacándosela se la introdujo. De inmediato se puso a gemir mientras el desconocido recorría con sus manos las pronunciadas costillas de Esther. Cuando sus manos llegaron a sus pechos la quito las pinzas y, después de unos pocos segundos comenzó a pellizcar sus pezones provocándola gruñidos de placer y dolor. Cuando el desconocido noto que se iba a correr, se separo y la desconocida comenzó a masajear la sensible vagina de Esther. Unos minutos después, el desconocido la penetro por la vagina y volvió a retirarse. Por ultimo la penetro por el ano y a una señal suyo las dos ayudante se inclinaron a comerla los pezones, mientras la desconocida la ponía su vagina en la boca. Unos minutos después, Esther tuvo un orgasmo tan intenso que sorprendió incluso a las tres mujeres, pero no al desconocido.
Las ayudantes la desataron y el cachas levanto a Esther, que inerte dejo caer sus brazos. La comitiva se puso en marcha hasta el embarcadero seguidos por el desconocido. Cuando llegaron, las ayudantes la pusieron los zapatos y la envolvieron en la capa. Mientras la tenue claridad de la madrugada se abria paso, Esther, seguida por la mujer del esmoquin y antes de embarcar en la góndola se volvió a mirar largamente al desconocido que la observaba desde la entrada. Se aproximo a él y, abriéndose la capa, se arrodillo mostrando su agotado cuerpo desnudo. Le copio la mano y se la beso con amor.
– ¡Gracias mi señor!
– ¡Feliz cumpleaños mi amor