Estefanía y yo
Apasionado encuentro con la chica más increíble que jamás conocí.
7 años, ni más ni menos. 7 largos años me había costado terminar la carrera y por fin ya era hora de poder tener algo de relax. Eso sí, lo habíamos preparado muy bien y el viaje de fin de estudios iba a ser en Bali!!
Allí nos juntamos mucha gente, los amigos habituales y gente que conocías de vista pero con los que apenas habías hablado durante todos esos años. Sólo fue una semana, pero lo pasamos genial. Sobre todo yo, que tuve unas experiencias con una compañera
Salíamos todas las noches a las discotecas de la zona, y por las mañanas a la playa a disfrutar de ese maravilloso cielo, el sol, en fin de ese paraíso.
El segundo día de estar allí, todavía algo afectados por el cambio de horario, salimos todos, cada uno con su grupo habitual a tomar algo y a pasarlo bien. Esa noche yo me pase algo con la bebida, y sin ir borracho, iba más suelto de lo que es habitual en mí. Hasta tal punto de que me puse a bailar con una chica con la que no habría intercambiado más de tres palabras durante los estudios. Estuvimos bastante tiempo, hasta que el cansancio hizo mella y decidimos ir a tomar algo. Estuvimos hablando un buen rato y resultó ser una chica fantástica, además de atractiva. Bueno, en realidad quizá no era muy atractiva, pero tenía algo que me atraía mucho.
Continuamos charlando hasta el punto de que nos quedamos solos, ninguno de nuestros acompañantes estaba ya allí. Viendo que se hacía tarde decidimos volver al hotel dando un paseo. Al llegar al hotel cogimos el ascensor hasta la tercera planta. En el ascensor se hizo un extraño silencio que contrastaba con lo animado de la noche que habíamos pasado. El ascensor se detuvo y avanzamos hacia el fondo del pasillo. Cuando llegamos a la puerta de su habitación, nos detuvimos.
Bueno, me lo he pasado genial, Estefanía.
Yo también Mario.
Parecía que ahí había acabado todo, pero ninguno de los dos nos movíamos, hasta que acercamos lentamente nuestras cabezas y nuestros labios se fundieron en uno único. Fue un beso sencillo, pero muy intenso. Separamos las cabezas y ambos sonreímos.
Buenas noches,me dijo.
Buenas noches, descansa, le dije yo.
Tomé la dirección del pasillo y fui a mi habitación. Abrí y no había nadie, mis compañeros, no habían llegado todavía. Perfecto, podría tumbarme en la cama y recordar ese beso, las risas, el aroma, el cuerpo, la piel, todo de Estefanía.
No pude evitarlo y me desabroché el pantalón, retiré el slip y comencé a tocarme el pene poco a poco. Ya estaba crecido, pues la sola aparición en mi mente de la figura de Estefanía bastaba para hacerlo despertar.
La imaginé tal y como iba vestida esa noche, pantalones ajustados "piratas" y una camiseta de tirantes bajo la que se le marcaba el sostén. Apenas tenía pecho y era muy delgada, pero ese cuerpecillo y esas pequeños senos lo eran todo para mí en ese momento. Su rostro no era especialmente agraciado, sin ser fea, pero en general no es de esas chicas cañón que hay por ahí. Al final, tanto agitar a mi pobre pene terminó escupiendo y yo feliz.
Me desperté a la mañana siguiente, mis amigos ya estaban preparados para ir a la playa.
Sin embargo les dije que no me apetecía y que se fueran sin mi. Les extrañó, porque siempre iba, pero se fueron sin preguntar más. Estuve toda la mañana pensando en lo ocurrido la noche anterior. Así hasta que llegó la comida y después la siesta.
Alrededor de las seis de la tarde, ya no podía más y me acerqué a la habitación de Estefanía, necesitaba saber si lo que yo sentía era lo mismo que sentía ella o si sólo había sido todo producto de lo mágico de la noche.
Llamé a la puerta algo temeroso por lo que podía encontrarme. Me abrió Estefi y al momento esbozó una sonrisa. Entra, dijo.
¿Estás sola?, le pregunté
Sí.
Es que necesito hablar contigo por
Lo de ayer, interrumpió ella. Me encantó, lo pasé genial contigo.
Sí, yo también, pero ese beso?
¿Qué pasa con el beso? ¿Tan mal beso? Preguntó ella sonriendo.
No, no es eso, dije yo.
Apenas había terminado mi frase cuando ella ya estaba pegada a mi y girando la cabeza en busca de mi boca. La besé mientras la rodeaba con mis brazos. Ella hizo lo mismo pero a la altura de mi cintura. Separamos nuestros labios permaneciendo agarrados.
-¿Conforme así Mario?
-Como no voy a estar conforme si estoy con la chica más guapa del mundo.
Ella rió y continuamos besándonos cada vez más apasionadamente, hasta que caímos sobre la cama. Nos acomodamos de tal manera que ella estaba tendida y yo a su lado besándola desde arriba.
La excitación había hecho mella en mí y ya estaba totalmente empalmado. En esas circunstancias, mi mano ya no obedecía a mi cerebro y se fue hacia el abdomen de Estefi. Comencé a acariciarla alrededor del ombligo, no dijo nada por lo que supuse que le gustaba. A medida que recoría sus labios y alrededores con mi lengua, mi mano también tomaba otro camino y se dirigía hacia su pecho. Ella lo notó y me miró a los ojos. Tuve miedo, pues pensé que me rechazaría, pero un tímido gesto me indicó que podía continuar si lo hacía como hasta ese momento.
Llevaba puesta una camisa ceñida como casi toda su ropa. Colaboró desabrochándose los botones. Mientras yo me incorporé brevemente y me kité la camiseta. Volviendo los dos a nuestra antigua posición ella colocó su mano izquierda sobre mi culo y con la derecha me mesaba el pelo mientras yo introducía mi mano derecha bajo su sujetador.
Era un sujetador blanco, sencillo y sus pechos, pequeños pero duritos. Sus pezones erectos. La excitación de ese momento vale por cien orgasmos. Tomé uno de sus pezones entre los dedos y lo retorcí suavemente. Ella sonrió pícaramente.
Permanecimos algún tiempo besándonos mientras le acariciaba los pechos, pero llegó un momento que no era suficiente y ella me dijo: baja la mano. Asustado, la retiré rápidamente pensando que había estropeado aquel momento tan bonito. Sin embargo ella me dijo: tranquilo, sólo quiero que bajes más abajo.
La verdad es que casi no lo creía, estaba con la chica más maravillosa que había conocido nunca y me pedía que fuera hacia su pubis.
Me incorporé y mientras ella se quitó definitivamente el sujetador y jugó con sus pechos para mi deleite. Acerqué las manos hasta su pantalón. Era un pantalón corto deportivo que llevaba mientras estaba por la habitación. Desaté la lazada que llevaba. Ella despegó el trasero de la cama y le baje el pantalón. Ya sólo una braguita blanca protegía su pubis de mi. La braguita dejaba ver el triangulo de negro vello que me esperaba. La arrastré hasta el borde de la cama de modo que yo estaba arrodillado en el suelo y ella apoyada con las piernas abiertas esperando mi acometida.
Comencé a besar su pubis por encima de la braguita, después mientras le acariciaba los muslos le besaba y lamía el interior de las piernas. Ella daba leves gemidos sin decir nada. Súbitamente ella dijo: quítame las bragas Mario. Accedí inmediatamente a su petición, repitiendo el proceso que anteriormente había efectuado para el pantalón.
Ante mí se aparecía un coñito muy cuidado, los labios bien depilados y un triángulo de pelitos cortos en el monte de venus. Le di una pasada inicial con la lengua, inmediatamente noté sus flujos, realmente Estefi estaba excitada. Continué besándole los labios externos y cuando no me pude contener más separé sus pliegues y me lancé a por sus labios interiores para acabar lamiendo, besando, comiendo, su acalorado clítoris. Estefanía se había incorporado y acompañaba los movimientos de mi cabeza con su mano, mientras mordía su sujetador para no ahogar sus gemidos y pasar inadvertidos. Finalmente alcanzó un clímax continuado y prolongado por un periodo de varios segundos sostenidos en el tiempo por la fugacidad de mi lengua.
Agotada se dejó caer. Subí a la cama y me acosté a su lado besándola y nuevamente tocando su vientre tal y como cuando habíamos comenzado.
-Mario, dijo, me has hecho sentir como una diosa.
-Sss, Estefi, no digas nada, le susurre al oído mientras comenzaba a lamerle el lóbulo de la oreja.