Esteban, Nat y Este (1 de 3)
Me topé con una visión angelical, una chica de cara muy hermosa, ojos azul cielo, pelo castaño, labios sugerentes, vestida de negro con blusa azul, elegante, con una feminidad exquisita, con mucha clase y rezumaba sensualidad.
ESTEBAN, Nat y Este (1/3)
Esta serie es de cuatro relatos, el Presente, ESTEBAN, Nat y Este (1 de 3); Esteban, NAT y Este (2 de 3); Esteban, Nat y ESTE (3 de 3) y ESTEBAN NAT Y ESTE (Los tres).
ESTEBAN (23-08-08).
Hola! Soy Esteban, casado con Este (la), con quien llevamos una relación matrimonial, basada en lo que llamamos la Ley del Amor del Siglo XXI: "Todo Ser humano tiene el derecho inalienable de compartir sus pensamientos, sus actos, sus alimentos y sus cuerpos con quien o quienes mejor les parezcan". A la fecha esto, había sido teórico, una postura que nos daba aire liberal y que repetíamos a todo aquel que quisiera escucharnos.
Premisa que basábamos en el hecho de que el amor, el verdadero amor implica el respeto irrestricto a las libertades fundamentales de los amantes. Por otro lado, considerábamos que esta premisa sería también la solución a la elevada tasa de divorcios que ocurría en el mundo entero.
Pero ahora, Este de profesión arquitecta al igual que yo, había ido a un congreso de la UIA (Unión Internacional de Arquitectos) que tendría lugar en Londres, por lo que ella, estaría fuera tres semanas. Pero, un poco en broma, me había recordado el postulado al despedirse, lo que al decir verdad me tenía muy pensativo.
Sumergido en estos pensamientos estaba saboreando un licuado de fresas en el restaurante, "El Bajío", (en alusión a la cocina de esa región del Estado de Guanajuato, en la que, por cierto, el cultivo principal es el de las fresas), en la plaza comercial, "Reforma 222", ubicada en Insurgentes y Hamburgo, cerca de donde teníamos nuestro departamento (piso o apartamento).
Al levantar la vista me topé con una visión angelical, una chica de cara muy hermosa, ojos azul cielo, pelo castaño, labios sugerentes, vestida de negro con blusa azul, elegante, con una feminidad exquisita, con mucha clase y rezumaba sensualidad, quien al ver mi estupor, sonrió y leí en sus labios: -Hola.-"Mon Dieu" estaba excitado, sólo por verla.
Me levanté, me dirigí a su mesa. Al llegar, me presenté, soy Esteban Algeciras. A la vez que percibía su fragancia arrobadora; por respuesta, me señaló una silla a su lado, que ocupé enseguida, a la vez que me decía: -soy Natalie, me dicen Nat. Trabajo en el edificio de al lado, saliendo por Reforma, soy la Secretaria Ejecutiva del Director General de la empresa, vengo de Torreón y mientras esto decía, -yo estaba sorprendido de mí mismo, pues con solo su presencia y las cuantas palabras con su voz acariciadora de contralto que había pronunciado, me tenía con la verga parada.
Me tomó del brazo y caminamos hacia el edificio donde trabajaba, mientras me decía: -me siento muy sola, pues mi jefe me ha dicho que no es conveniente que intime con las personas del trabajo. ¿Crees que podríamos ser amigos? Claro que sí le contesté, por mí encantado. Claro que estaba encantado, ya que mientras caminábamos pegó una parte de su seno en mi brazo.
Faltando tres minutos para las cinco, la estaba esperando frente al edificio mencionado, salió, me saludó de beso como los grandes amigos que éramos, me tomó del brazo y caminamos. Hay varias opciones le comenté, ella interrumpió: -¿Qué te parece si vamos al cine y luego me invitas una copa? Está bien, le dije. ¿Alguna película en especial? Cualquiera, hace mucho que no voy, -me contestó. Paré un Taxi y nos fuimos al Cine de Arte de Cinemex en Polanco..
¿Te gustaría tomar una copa en mi departamento? Le pregunté al salir del cine y agregué: está cerca de tu trabajo y mi esposa está fuera de México. Sí, vamos.-Contestó. ¿Vermouth? Pregunté. Seco por favor contestó. Tomamos algunas copas, bailamos, separados primero, juntitos después, entre copa y copa.
Podía sentir sus hermosos senos en mi pecho y le re pegaba mi verga erecta a través de mi pantalón y su falda y nos besamos tiernamente primero, con pasión desbordada después, jugaban nuestras lenguas, chupábamos nuestros labios, cada lengua fingía un coito en el boca del otro.
Nos estorbaba la ropa y comenzamos a desvestirnos mutuamente, en lo que, bailando la conducía a la recamara por lo que la ropa fue quedando sembrada en el piso. Llegamos a la cama, yo totalmente desnudo, ella con sus braguitas puestas. Nos revolcamos con verdadero frenesí, nos besamos de mil maneras, le acariciaba, besaba y chupaba sus hermosos senos y erectos pezones y acariciaba sus bellas y sensuales nalgas con especial gusto.
Me dejó quieto boca arriba en lo que ella recorría mi cuerpo con caricias besos, lamidas y chupetones, hasta llegar a los pies, me chupó cada dedo entre mis gemidos de placer inmenso, volvió a subir por las piernas y por fin se apiadó de mi verga ansiosa, la envolvió con sus dos manos y la besó como si fuera su trofeo; la lamió como si fuera su caramelo preferido.
Bajó sus manos para acariciar mis huevos, a la vez que se metió mi pene a su boca, sólo en glande primero, luego fue bajando por el tronco, siempre en movimientos de avance y retroceso. Yo sentía un placer inmenso, se me hacía que me succionaba la vida por ahí y gustoso la entregaba por el placer lujurioso que me causaba.
Sentí como el glande entero entraba en su garganta y como escurría su saliva que bañaba mis huevos que seguía acariciando, mientras yo gemía y me retorcía de placer, estaba por venirme, pero ella sacó la verga escurriendo de su boca, a la par que soltó mis huevos, así, se tendió sobre mí y me besó la boca a lo que respondí con toda mi pasión.
Volvió a su labor de mamadas, con lentitud primero, y en forma progresiva incrementaba tanto la velocidad como el tramo sumergido en su boca maestra para estas artes, cuando percibía que me empezaba a crispar, disminuía el ritmo o se la sacaba toda.
Estaba a punto de enloquecer con esta mamada monumental. Gemía, me retorcía, hasta que, su mano que acariciaba mis huevos, bajó al perineo, causándome convulsiones y al tocar apenas mi ano, bufé y me vine a borbotones. Era sin duda la venida más intensa, abundante y prolongada que hubiera tenido hasta entonces. Mientras Nat, se atragantaba con mi semen y hacía esfuerzos por no perder nada.
Me relajé profundamente, Nat limpiaba esmeradamente con labios y lengua mi pene ya flácido. Luego, posó la cabeza sobre mi pelvis y tapó con una mano el paquete, erigiéndose en la guardián de ese instrumento de nuestro lujurioso placer. Así, me quedé dormido.
Me despertó el ruido de la cortina que se abría. Nat me había tapado con una manta y ahí estaba ella, completamente desnuda, frente a la ventana, iluminada por la claridad que producía la luz de la ciudad, que en la zona rosa, no era para nada escasa, por lo que podía contemplar su hermosa figura: el pelo castaño cayéndole en cascada sobre los hombros y espalda, sus hermosas, turgentes, redondeadas y mórbidas nalgas y sus espléndidas, esculturales y suaves piernas.
La llamé, Nat. Giró suavemente, pude contemplar entonces, su hermosa y angelical cara, sus senos bellos, sensuales y apetecibles, su vientre plano, su pelo pélvico de ensueño y me dijo: -Esteban tengo que confesarte algo que tal vez no te guste. Me gustas Tú, la interrumpí. Por respuesta, pasó la mano por su pelvis y ahí estaba un pene flácido, con sus dos bolitas a los lados.
Me quedé atónito, en silencio, con la mirada fija en "eso". ¿Me había dejado chupar el pito por un hombre? No, nada de eso, Nat no era un hombre, era una chica la mar de hermosa, la chica de mis sueños que por fin había encontrado. Eso debía de ser una broma, me levantaría y se lo arrancaría de una manotada y debajo me estaría esperando su cálida, húmeda y palpitante "cosita".
Como si Nat adivinara mis pensamientos, la vez que se agarraba el manojo y lo jalaba, me decía: -esto es cierto, así soy, mírame bien y acéptame o repúdiame. Me solté llorado con la cara entre las manos. Lloraba de rabia, de impotencia. ¿Cómo era que podían más los prejuicios? ¿Porqué no me había levantado enseguida para abrazarla y besarla con la misma o más pasión que ayer mismo?
¿Qué hacía yo echado? Si ya había tenido sexo oral con ella y me había encantado, me había fascinado. Después de eso, ¿Qué podía importarme el racimo que traía entre sus hermosas piernas, si ella, de hecho era una mujer formidable y me gustaba muchísimo? Al oír que se abría y se cerraba la puerta del departamento, le grité, Nat, fui corriendo, abrí la puerta, volví a gritar, Nat, Nat y cerré rápidamente, pues me di cuenta de que estaba desnudo.
Pasé un día fatal, dándole vuelta a mis pensamientos, extrañándola y prometiéndome que la iba a dejar, deseando que Este estuviera presente para refugiarme en ella y deshacer así el entuerto en el que me hallaba. Continuará.