Este tren no le pierdo!!
Pero...si yo no era gay....
Ana dormía a mi lado como siempre, ya llevábamos casados 3 años y nuestra felicidad era completa. El verano entraba por todos los poros de mi piel aquella mañana. La desnudez de mi mujer me hacía regocijarme en mi propia suerte. La destapé por completo par poder ver su bella figura una vez más mientras dormía, recordándome tal vez los versos de Neruda “me gusta cuando callas…”. Una belleza de ojos verdes piel clara, pecosa y perfecta, salvo una pequeña cicatriz que vive en su estomago como marca imborrable de la paternidad que tubo a bien regalarme.
En apenas un par de horas ya estaríamos de camino a la playa con nuestra peque, ataviados con cubos, palas, sombrillas y toallas. El bañador siempre lo dejamos en casa, no somos amigos de esa prenda medieval en absoluto. En nuestras playas de vacaciones, siempre nos habíamos acostumbrado a estar rodeados por un montón de chicos gays. A pesar de que esa condición sexual no es la mía, siempre me ha parecido un colectivo luchador y valiente, digno de admiración por infinidad de personas, motivos y argumentos que no perderé el tiempo en enumerar.
Una vez en la playa, tumbados en la arena, mientras nuestra peque corría de un lado para otro, en nuestra casi desértica playa, Ana al ver un slip que llevaba un chico que saludó a la peque.
-Mira que chico más mono- Mi pregunta fue tan rápida como de fácil solución.
-¿Mono de simpático o tío bueno?- Ana sonriendo abiertamente y sin quitarle ojo argumentó.
-Ambos-
Una de las mejores cosas de nuestra relación es poder decirnos esas cosas el uno al otro o fijar nuestra mirada en otras personas sin escondernos por el miedo a un taque de celos. Ella al ver a los chicos siempre me lo comentaba al igual que yo lo hacia con las mujeres.
He de reconocer que aquel chico delgado casi en exceso, quizás algo andrógino con unas potentes y bronceadas abdominales, llamaba la atención por lo exiguo de su bañador, he de reconocer que asaltó mi curiosidad por ver que vivía debajo de esa tela.
El atractivo físico masculino nunca se centró en los hombres, pero aquel día algo cambio. Aquella noche Ana y yo hicimos el amor, pero fue distinto...me atreví durante el acto, mientras la penetraba por detrás a preguntarle…
-¿Cual es tu mayor fantasía mi niña? Tuve que insistir en un par de ocasiones para que respondiera.
-Me gustaría que sintieses lo que yo siento ahora, que te sintieses dominado, invadido, accesible, sumiso y muerto de placer al regalar tu interior así.-
Esa frase me hizo eyacular al instante en el interior del ano de mi mujer, extremo que ella agradeció al máximo masajeando mis testículos para tratar de estimular la invasión de la máxima cantidad de semen posible en su interior.
Al día siguiente aquel joven de bañador prieto se volvió a cruzar con nosotros en la playa, esta vez ya sin bañador. La peque jugaba a las palas con su madre, y en un exceso de fuerza, la pelota fue a parar a la toalla de nuestro todavía desconocido amigo y su chico. Ana tardó un segundo en acercarse al lugar y pedir excusas. Ambos comenzaron a hablar. Mi hija, ante la tardanza de su madre me pidió que continuase el juego con ella, lo cual acepte como siempre de buena gana.
Ana permanecía en cuclillas hablando con aquel chico, la desnudez de ambos y la proximidad del uno al otro me hacia sentir incomodo y también algo excitado ¿por qué no reconocerlo?.
Tras unos minutos Ana volvía mi lado sonriendo.
-Que fuerte, se llama Iván este chico y trabaja en marketing de la empresa a la que le mandamos los proyectos. He hablado mil veces con el por teléfono y no nos conocíamos, le he reconocido por la voz, que pequeño es el mundo-
Disimulé mi sorpresa con una mueca mientras fingía estar más interesado en el partido de palas que dirimía con mi hija.
-Les he invitado luego a tomar algo antes de cenar ¿qué te parece?-
Si algo he aprendido en la vida es, no criticar los planes de ocio de mis parejas, pero en esta ocasión quería conocer la razón de que aquel chico me atrajese. Tal vez si le conociese, mi masculinidad volvería a ser lo era y a gobernar mi voluntad con puño de hierro.
Al caer las nueve de la noche con la niña ya acostada sonó el timbre de nuestro apartamento veraniego. Me encaminé a abrir la puerta, y tras ella allí encontré a aquel joven andrógino, con el brillo en los ojos más femenino que he visto en mi vida.
Al extender la mano para saludarle, me vi sobresaltado ya que rompió esa distancia acercándose a mí para darme dos besos. Fue tal la sorpresa que me quede inmóvil mientras recibía aquel cariñoso gesto. No me desagradó, tampoco fue placentero, simplemente fue sorpresivo.
Ana se acercó y le besó igualmente, preguntó por su pareja, Iván la excusó diciendo que el sol le había atacado y se encontraba fatal en casa, que pedia excusas.
Lo que en principio era una copa se transformó en una cena. Ana e Iván no cesaba de hablar de infinidad de temas, como si se conociesen desde hacia muchísimo tiempo, de hecho se conocían pero no físicamente. Yo por mi parte tras las breves interrupciones que me permitían en su charla laboral, pude comprobar que en efecto, mi virilidad había retomado su puesto, pero quizás algo tocada al reconocer la belleza de aquel joven que lucía una luminosa y blanca sonrisa.
Ana vestía un vestido corto de verano, más apropiado para ir a la playa que para la hora que ya se desarrollaba. Iván vestía unos ajustados pantalones vaqueros y una entallada camiseta que marcaba la ausencia de su musculatura de miembros superiores.
Ana me sorprendió al llegar las copas, pidió permiso para liberarse de su ropa, exudándose en el alcohol. Ya se habían visto desnudos unas horas antes. La pluma de Iván era evidente y por mi parte no debería haber problema, ya que su desnudez siempre ha sido un regalo para mí. Así que sin esperar mi respuesta afirmativa sabedora que sería inmediata, desabrochó sus tirantes y dejó caer al suelo el vestido.
Una vez más se descubría al mundo una belleza sin igual, en esta ocasión para Iván y para mí. Ana se sentó de nuevo y continúo hablando. Iván me miró y empezó a quitarse la camiseta, esta vez sin pedir permiso, siguiendo a Ana,
-menos mal porque me estaba asando- En un instante, aquellos abdominales morenos que se proyectaban casi al infinito se encontraban ante mi. Mi, mi pene reaccionó súbitamente de manera involuntaria.
Ana se levantó para ir a la cocina en busca de más hielo, al pasar junto a Iván, le regaló una caricia por el pelo. De vuelta a la terraza, optó por ocupar un asiento más próximo a él. El bulto de su pantalón era evidente. Ana afectada por el alcohol no tardó en alabar sus abdominales y acariciarlos suavemente. Se dirigió a mi, me dijo
-mira tócalos,-
En un principio me resistí, pero Iván me animó, no pude luchar contra mi instinto y sucumbí, me descubrí acariciando junto ami mujer desnuda los abdominales de aquel muchacho, me encantó.
Las caricias son el camino de los besos, y como tal, cuando me quise dar cuenta Ana ya se encontraba besando el vientre de Iván, que a su vez inclinaba la cabeza hacia atrás demostrando su placer.
Es fue mi punto de inflexión, que hacer parar aquello o participar. Una vez más continúe con el plan de ocio de mi mujer y posé mis labios sobre aquellos morenos y cincelados músculos.
El pantalón baquero de Iván parecía querer reventar desde nuestra vista privilegiada. No pude evitar palpar aquel bulto moreno que había llamado mi atención. Con la ayuda de Ana, lo liberamos de sus ataduras, mientras ella lo sujetaba con la mano, me invitaba con la mirada a besarlo, no me limité a besarlo, lo introduje en mi boca, tratando de salivar tanto como me fuese posible para saborearlo con dulzura.
Iván contribuyó en ese momento para liberarse sus pantalones.,Ana entonces se centró en lamer su especialidad, los testículos, mientras al mismo tiempo masajeaba con ternura el ano de Iván, como tantas veces me hacia a mi. Compartír aquel duro pene con mi esposa, era una experiencia mística que jamás habría soñado, tanto la disfrutaba que mis rítmicos movimientos influyeron en la estabilidad de Iván por eso decidimos ir a la cama.
Al llegar al dormitorio, Ana ordenando como siempre hacia a sus empleados, requirió a Iván para que se sentase en la cama. A continuación se dirigió a mi.
-Quiero que te sientes encima de él dándole la espalda-
Obedecí, al momento pude notar su pene erecto en mi perineo y bolsa testicular, mientras agarraba con sus manos mis caderas ya sabía lo que Ana buscaba.
Ana se arrodilló ante nosotros, empezó a lamer el pene de Iván, los restos de saliva los extendía hábilmente con el dedo por mi ano, con la noble intención de dilatarlo.
El momento llegaba, mi corazón latía fuerte, mi respiración se agitaba con violencia. Me posicioné y abrí las piernas tanto como pude, como mil veces le había visto hacer a ella para recibirme. Ana se sacó el pene de la boca y apuntó a mi ano, la resistencia del principio fue algo violenta, quizás algo dolorosa. A medida que notaba aquel cuerpo entrando en mi, note multitud de sensaciones primero placer, luego una necesidad brutal de ir al baño a hacer de vientre, y por último nuevamente placer.
Aquel chico que me sujetaba fuertemente por las caderas, me había empalado con la ayuda mi mujer. Mi excitación era Maxima, mi pene permanecía firmemente erecto, mientras Iván me embestía con dulzura. Me sentí como Ana me había dicho, invadido, poseído, entregado y a la vez feliz. Entonces Ana dijo…
-Ey yo también quiero- Adoptó la misma posición que había tomado yo minutos antes con Iván, pero esta vez ella lo hizo encima de mi, instalando mi pene erecto en el interior de su ano, como tanto le gustaba hacer susurró…
Este tren no le pierdo!!