Este año...[14 de Febrero]

Juan le pide perdón a Marta y esta accede a tomarse algo con él.

Menuda resaca tengo. Demasiado alcohol y demasiadas emociones en una sola noche. Fui al baño a orinar y vi que tenía restos de semen en la ropa interior, de haber lubricado hacía unas horas. Me sentía fatal por lo ocurrido.

Es tu sino, no vas a encontrar a nadie que te acepte.”

Me miré en el espejo, y no me resulta tan desagradable. A excepción de lo que tengo ahí colgando.

Mis pechos son bastante grandes, teniendo en cuenta mi condición. Tampoco soy fea, y no creo que tenga mal cuerpo. Mi pelo es  negro, ojos marrones (vale, sí, común), aunque mi nariz sí es un poco más grande de lo que me gustaría y unos labios normales.

Pero mi problema es la entrepierna. No tengo vagina. La naturaleza es caprichosa, y lo que inicialmente era un niño se desarrolló rápidamente como una niña. Intersexual. Pero en vez de tener unos rasgos poco acentuados, como es lo normal en estos casos,  los tengo bastante desarrollados en ambos casos. Sólo un 1% de la población nace como intersexual, y los órganos sexuales no llegan a desarrollarse demasiado. Un porcentaje aún más chico dentro de ese mínimo porcentaje tiene un desarrollo exagerado de dichos órganos.

“En fin, empezamos bien el año.”

Empecé a arreglarme, pues iba a comer con mis padres. Era algo informal, así que tampoco iba a arreglarme demasiado: unos vaqueros, un top, zapatos cómodos, pelo recogido en coleta, sin maquillaje y gafas, nada de lentillas.

Cuando salí de la ducha, tenía unos cuantos whatsaps, así que leí los mensajes que me habían llegado mientras tanto. Fotos de la noche anterior, mensajes de felicitación de año nuevo, planes para el próximo finde, algún que otro mensaje en el grupo de las niñas preguntándome por el final de la noche y un mensaje de un número desconocido.

Hola Marta, soy Juan. Sé que soy la última persona de la que querrías saber. Lo siento muchísimo, de verdad. Fui un completo gilipoyas y lo hice todo bastante mal. No te voy a mentir diciéndote que no me sorprendió. Tampoco le quito culpa al alcohol que bebí, aunque si no lo hubiera bebido, no habría sido tanto, claro. Sólo decirte que lo siento muchísimo y que me gustaría resarcir mi actitud. Si te apetece, podríamos quedar para tomar unas cerves. Bueno, tú ya me dices si te apetece.”

“Pues sí, fuiste muy gilipoyas” pensé. Me había hecho daño, y no sabía si quería verlo o no.

“Ya lo pensaré durante la comida.”

Como esperaba, no fue una cosa demasiado rimbombante. Mis padres, mi hermano y su novia, mi hermana y su novio y yo. La comida se desarrolló sin más, hasta que después del café las parejas empezaron a irse, por lo que yo también me marché. Durante toda la comida había estado dándole vueltas al asunto.

Juan me gustó, me pareció atractivo y, en honor a la verdad, tuvo la misma reacción que los otros chicos con los que había estado antes. Éste por lo menos se ha disculpado y me ha dicho de tomar algo.

“Además, una cerveza no hará daño a nadie. Me recojo temprano y listo.”

Saqué el teléfono y le contesté. Estaba en línea.

“Ok, a las 20:30 en la rotonda del Telepizza de Teatinos.”

No quería darle más cancha, ahora me tocaba a mí estar por encima de la situación. Hace unos años me habría arrastrado rápidamente para quedar, pero ya decidí en su momento que no lo volvería a hacer. Si iba a estar sola, por lo menos tendría la dignidad intacta. La contestación fue inmediata, como si hubiera estado esperando sólo a aquel mensaje.

“Perfecto, te veo luego” y lo acompañó de una carita sonriente.

Aún me quedaban un par de horas, y como no pensaba acudir con otra ropa, maté el tiempo en el sofá con la tele puesta y el móvil en la mano, sin estar atenta a una cosa ni a otra.


Era bastante puntual, así que a la hora acordada estaba llegando a la puerta de la pizzería. Juan estaba ya allí.

“Minipunto por la puntualidad” pensé.

- “Hola Marta, ¿qué tal?”

- “Hola, ¿qué tal?”

- “Estás muy guapa” –le dijo Juan, con una sonrisa dibujada en la cara. Se apreciaba que lo decía sinceramente, y no como un mero cumplido.

- “Gracias. Bueno, ¿dónde habías pensado ir?” - respondí lacónicamente. Seguía a la defensiva, pues no sabía qué esperar.

Fuimos a un bar de tapas, pedimos unas cañas y nos pusieron las tapas.

- “Marta, quería volver a disculparme contigo por mi comportamiento. Reaccioné de mala manera y fui cuanto menos grosero.” - la disculpa de Juan sonaba genuina- “¿Empezamos de cero? ¡Hola, soy Juan, encantado!”

Empecé a reírme, así que obviamente accedí. Finalmente estuvimos casi tres horas charlando, y fue bastante distendido. Es electricista, vive solo y se quedó soltero en Noviembre.

Me acompañó hasta el coche, cosa que le agradecí.

- “¿Cuándo volveré a verte?” - me preguntó.

La verdad es que yo también me quedé con ganas de seguir conociéndole.

- “Si te portas bien, podemos quedar esta semana” - le dije sonriéndole.


Quedamos varias veces, y cada vez me gustaba más, y creo que yo a él también. Y la cosa cambió la semana que se celebraba San Valentín.

A ver cómo lo digo. Odio ese día. Tuve un novio con el que estuve un par de años y lo dejé cuando me enteré que llevaba viéndose con una chica varios meses. En el momento lo pasé fatal, pero fue lo mejor que pudo ocurrirme: no me trataba más que como su método de descarga. Siempre me follaba él a mí, de una manera bastante ruda, y cómo mucho me hacía pajas, siempre sin dejar que me corriera mientras él me tocaba, pues le daba asco. Era un machista de mierda.

Así que sí, odio el día de los enamorados.

Juan me dijo de quedar ese día, pero le dije que no, que tenía trabajo en casa. Soy abogada, así que a veces me llevaba trabajo a casa.

Intenté echar el día lo más rápidamente posible, y cuando llegué a casa, me puse lo más cómoda posible: mi pijamita, unas bragas de andar por casa y el pelo recogido en un moño. No podía estar más cómoda. Mi plan era cenar y acostarme, sin mucho más.

Estaba viendo la tele, antes de ponerme a hacer la cena, cuando sonó el timbre. No esperaba a nadie, por lo que me asomé por la mirilla. Era Juan. No me lo podía creer. ¡¡¡Y yo con esas pintas!!!

- “¡Hola guapa! Sé que no me esperabas ni querías quedar, pero creo que una pizza y un par de cervezas es un buen plan, ¿no te parece? Sé que no te gusta mucho este día, algo me ha contado Lorena, así que tómatelo como una quedada de amigos.”

Me puse bastante nerviosa, y no ya por el hecho de que me gustara, sino porque me pareció un detalle muy bonito.

Y aquí nos tenéis, en el sofá, con una manta, comiendo pizza y bebiendo cerveza con una peli puesta. Aunque ni me enteré de qué película era. Sólo pensaba en que lo tenía al lado y eso me excitaba y  la vez me daba vergüenza: se me estaba empezando a hinchar y eso no se notaba, pero los pezones sí se me marcaban en la camiseta del pijama, y me daba mucha vergüenza. No habíamos vuelto a besarnos desde la noche que vino a casa.

No quería parecerle fácil, y quería estar segura de lo que él sentía, más que lo que yo podía sentir por él.

Una vez terminada la cena, subí las piernas al sofá y me tapé con la manta para que no se me viera, y me recosté en su costado, a lo que él me echó el brazo por encima. Me encontraba muy a gusto.

Mientras la película seguía, le miraba de reojo, y en una de estas, él me miró. No lo dudé. Le besé.

Nos fundimos en un beso largo y apasionado, que rezumaba sensualidad y sexualidad.

Me senté a horcajadas sobre él, y mientras le quitaba el jersey, me metió la mano por debajo de la camiseta. Ya estaba totalmente empalmada. Normalmente suelo masturbarme cada par de días, pero había tenido mucho curro últimamente y no había tenido ganas, así que estaba cargada de leche y estaba lubricando. Lo cogí de la mano y me lo llevé al dormitorio.

Allí se quitó toda la ropa, y la verdad es que también está bastante bien armado. Yo me quedé sólo con las bragas, puesto que siendo la primera vez que nos íbamos a acostar, no quería tampoco apabullarle.

Me disponía a sentarme otra vez sobre él cuando me detuvo. Se levantó y me dijo con voz cariñosa: “esto te está sobrando” . Se agacho y me quitó la ropa interior, quedando mi pene a la altura de su cara.

Se incorporó, me besó en los labios y me susurró “te quiero, Marta” . Me lo dijo con tal sentimiento que me estremeció, y una lágrima empezó a correrme por la mejilla.

- “Vaya, ¿tan mal te parece? Si llego a saber que te iba a sentar tan mal no te lo digo” - dijo medio riéndose.

Yo, recomponiéndome y riéndome, le volví a besar y lo tumbé en la cama.

- “Llevo bastante tiempo sin sexo, así que no prometo nada” - me dijo con voz temblorosa, con un tono que destilaba algo de vergüenza y mucha excitación.

- “No te preocupes león, te será placentero” - le dije con una sonrisa picarona mientras e guiñaba.

Empecé lamiéndole los huevos, dándole pequeños mordisquitos y metiéndomelos en la boca. Los estaba dejando bien ensalivados,  por sus gemidos creo que le gustó bastante.

Seguí recorriéndole el tronco, pasando lengua arriba y lengua abajo, mientras le apretaba los huevos con la mano. Tengo mi puntito sádico, y quería probar a Juan, a ver hasta qué punto llegaba.

Su punta estaba reluciente, no paraba de lubricar. Y yo tampoco.

Saqué un condón de la mesita de noche y se lo puse, para acto seguido meterme el rabo entero en la boca. Empecé un vaivén cada vez más rápido, al ritmo de su respiración entrecortada mientras más le iba apretando los cojones.

- “M…Marta, me voy a correr, no puedo más” - me dijo mirándome a la cara.

Yo tampoco podía mucho más, así que mientras me metía la poya hasta el fondo, le solté los huevos, y noté el chorro de semen saliendo y quedar atrapado en la punta del condón, mientras me calentaba la boca.

Entre espasmos, me saqué el rabo, me acerqué a él y le di un beso en los labios.

Rápidamente, se sacó el condón, lo dejó en el suelo y se puso de lado sobre mí.

Empezó a besarme con pasión, y bajó su mano hasta mi poya. No me lo esperaba, y el tacto de otra mano que no fuera la mía me excitó sobremanera.

En cierto modo, la paja que me hacía lo hacía parecer inexperto, pero supongo que ningún chico heterosexual espera hacerle una paja a otra poya que no sea la suya. Poco a poco se fue soltando, y cada vez se le veía más suelto.

Mientras aumentaba el ritmo, me mordió uno de los pezones, haciéndome gemir cada vez más y más fuerte.

- “Juan, sigue, voy a correrme” - le dije mientras me pellizcaba el otro pezón y le clavaba mis uñas en su espalda.

Siguió mordiendo, cada vez con más fuerza, y aceleró el ritmo de la paja, hasta que empecé a eyacularle en la mano. Siguió un poco más, de manera totalmente suave, para sacarme las últimas gotas. Me pasó la lengua por el canalillo, lamiendo mi sudor, y acabó dándome un largo y romántico beso.

- “Yo también te quiero Juan”.