Este año....[1 de Enero]

Comienza el año y parece que la vida de Juan por fin empieza a remontar

Cinco! ¡Cuatro! ¡Tres! ¡Dos! ¡Uno! ¡¡¡FELIZ AÑO NUEVO!!!

Pues listo, a tomer por culo el 2019. Se ha hecho de rogar. Entendedme, lo había dejado en Noviembre con mi ex después de 5 años, con planes de futuro encima de la mesa. Pero bueno, ahora lo que toca es pegarse una buena fiesta y mañana...bueno, ya veremos mañana.

- Me voy mamá.

- Muy bien hijjo, ten cuidado. ¿Mañana vendrás a comer? - dijo mi madre, por encima de todo el alboroto que tenían montado mis primos en casa de mis abuelos.

- No lo sé, no sé ni a qué hora terminaré. Si me levanto medianamente temprano, te aviso.

Me despedí de toda la familia, cogí el abrigo, las llaves del coche y me fui.

Para ponernos todos en contexto, me presento. Soy Juan, tengo 28 años y vivo en Málaga. Hace unos años conocí a Diana, la que fue durante cinco años mi pareja. Por avatares del destino, lo dejamos después de irnos a vivir juntos, aunque eso es otra historia.

Normalmente tenemos bastante buen tiempo, incluso en navidades. Para que os hagáis una idea, voy con una camisa y el abrigo, ya que la temperatura no baja de 18ºC.

Han sido unas semanas bastante difíciles, teniendo que comunicar a toda la familia la ruptura, y ahora en Navidad, os podéis hacer una idea de cómo estaba el panorama...

Pero bueno, continuemos con esto. Habíamos quedado en la Plaza de la Marina y de ahí íbamos al centro, a una discoteca. Uno de mis colegas, Alexis, nos dijo que su novia iba a estar por allí también con unas amigas:

Lo mismo esta noche la metes en caliente, Juanito!- soltó Berni.

- Que te folle un pez espada, anormal - le repliqué.

Ya os podéis imaginar cómo estaban las calles de gente. Y cómo estaban las mujeres.

Sí, sí, ahora mismo todas son guapísimas, con sus vestidos y sus taconazos después de haber pasado por chapa y pintura, pero ahora mismo estaba despechado con el género femenino y, además, llevaba casi dos meses sin follar, y eso se nota.


La discoteca estaba abarrotada. Era casi imposible moverse, no digamos ya mantener una conversación. Después de un par de copas y de otear el panorama, apareció Lorena, la novia de Alexis.

A modo de saludo, le metió la lengua hasta la campanilla, y mi amigo estaba más que feliz por el saludo. Luego nos fue dando dos besos a cada uno, desapareció un minuto y reapareció con su grupo de amigas para que nos juntáramos. Estaban todas muy buenas, para qué engañarnos.

Nos pedimos otra copa, ya todos juntos, y empezamos a bailar. Bueno, si a eso se le llamaba bailar. Entre el alcohol, el calor que estábamos pasando, la ingente cantidad de personas que había y mi nula habilidad para el baile, aquello era más un movimiento descontrolado que otra cosa.

Y sin embargo, a ella le hacía gracia.

Ella, Marta.

Os cuento: Morena, ojos marrones, no excesivamente delgada pero tampoco entrada en carnes, con un poco de cadera. Con tacones mediría más o menos 1.70, así que aun así le sacaba una cabeza. Vestido negro ajustado, un poco por encima de medio muslo, medias, tacones negros, un pecho bastante generoso, labios con pintalabios rosa, uñas cuidadas tipo stiletto y pintadas en rojo.

Como ya os he dicho, en una discoteca todas son guapas, pero ella me lo parecía más allá de la ocasión en la que nos conocimos. Y por qué no, ella me hacía caso y con la autoestima por los suelos, aquello me pareció un faro en medio de una tormenta.

Estuvimos en la discoteca hasta casi el amanecer, y como era tradición, nos fuimos a por los churros con chocolate del desayuno todos juntos.

Ya fuera pudimos hablar un poco más y mejor. 30 años, psicóloga, vivía sola en un piso a las afueras de Málaga, en la zona universitaria. Y lo que más me interesaba, soltera.

Estuvimos todo el camino hablando y riendo, y como buen caballero y tirando el anzuelo, me ofrecí a llevarla a casa, ofrecimiento que aceptó vivarachamente.

Ya en el bar, una vez me hube sentado, me dio todo el bajonazo de la noche, así que sin pensarlo mucho, en modo autómata, empecé a comerme un churo.

-¿ Qué pasa Juan?- soltó Marta- ¿No tienes pensamiento de mojar el churro? –me soltó con un guiño y una sonrisa pícara, mientras ella le daba un bocado al suyo.

Para qué soltó aquello. Mis amigos empezaron a reírse a pleno pulmón, y las niñas también se rieron. Yo rojo como un tomate, mojé el churro en el chocolate y me lo comí.


- Bueno, pues ya hemos llegado - dije mientras echaba el freno de mano. Estaba todavía con el puntillo y muy cachondo. Ver durante todo el trayecto ese pecho botando y esas piernas de infarto me puso muy malo. Además, el sentimiento parecía ser mutuo, por lo que esperaba dormir caliente esa noche.

-Muy bien- me dijo lacónicamente mientras se quitaba el cinturón y empezaba a salir del coche.

“¿Y ya está? ¿Ni siquiera un simple gracias por traerla?” –pensé mientras la veía salir.

Al final me había utilizado como medio para volver a casa sin tener que pagar. No se me había pasado por la mente esa posibilidad.

“Pues claro capullo, ¿quién va a fijarse en ti? Vas rezumando pena por los cuatro costados.”

Echando ya mano de la llave para arrancar, me golpearon en el cristal de la ventanilla.

- ¿No vas a salir? Pensaba que venías - me soltó.

Me faltó tiempo para salir del coche y acompañarla. Ya en el portal, empezó a buscar las llaves en el bolso, de espaldas a mí.

Tenía su culo al alcance de mis manos. Dios, qué ganas de agarrarlo. De normal no me habría atrevido nunca, pero la carencia de sexo y la mezcla del alcohol en las venas me soltó, así que le agarré el culo con ambas manos mientras le acercaba la cabeza por detrás.

Se dio media vuelta y empezamos a besarnos. Daba igual que estuviéramos en la calle aún, que ya había salido el Sol, que hubiera alguna que otra persona paseando ya. Yo estaba totalmente ido. Sólo quería seguir recorriendo el interior de su boca con mi lengua mientras luchaba contra la suya, en un intercambio de saliva mutuo.

Tenía la poya que me iba a explotar en el pantalón, y ya no pensaba en el contexto de la situación. Empecé a subirle las manos por los muslos, intentando llegar al culo.

- Aquí no, león. - me dijo medio riéndose y dándose la vuelta para abrir el portal.

La espera del ascensor se me hizo eterna, y una vez dentro empezamos a devorarnos mutuamente, mientras ya sí le subí el vestido para poder agarrarla por los muslos. No estaba firme del todo, pero aun así podía hincarle el diente con mucho gusto. Aunque mi lengua solo deseaba una cosa: pasearme por ese coñito que escondía entre las piernas.

Atendiendo a la época en la que vivimos, imaginaba que iba a estar bien depiladito, así que sólo esperaba tenerla encima y poder introducirle la lengua en los rincones más húmedos que podía ofrecerme su entrepierna.

Entrando en la casa, los abrigos no pasaron del recibidor, y mi camisa no llegó mucho más lejos del salón. Empezaba a tener carmín por toda la boca y su saliva mojaba toda mi lengua.

Llegando al cuarto empecé a bajarle la cremallera del vestido y a desabrocharle el sujetador. Quería tener esas tetas en la cara cuanto antes. Y ella tampoco es que se estuviera quieta, no hacía más que pegarse a mi entrepierna mientras me clavaba ligeramente las uñas en la nuca al besarme. Aquello me ponía mucho más cachondo.

Me senté en la cama y ella se quitó el vestido frente a mí, dejándose solo el sujetador desabrochado puesto, un tanga rojo y los tacones. Se sentó a horcajadas sobre mí y me puso las tetas a la altura de la cara.

Ese olor, mezcla de sudor y su propio olor me excitaba sobremanera. No sabía dónde poner las manos: las tetas….el culo….el coño…Mientras mi lengua no hacía más que babearle el canalillo, le magreaba el culo con las dos manos. Con ganas ya de tenerla encima y poder follarla, le metí la mano en el coño para ir abriéndola.

- P…¡pero esto qué es! – exclamé sobresaltado.

Mi asombro era tan grande como el de Marta. De repente ella saltó de encima de mí y se cubrió las tetas con un brazo.

- ¿No…no lo sabías? ¡Yo creía que lo sabías! - balbuceo mientras los ojos se le humedecían.

- ¿Te crees que soy maricón o qué? - empecé a gritar, enfadado.

- ¡¡¡FUERA!!!¡¡¡VETE DE AQUÍ!!! - me exhortó.

Rápidamente cogí mí ropa y me fui de allí. El camino de vuelta a casa ni lo recuerdo, me hallaba bastante impactado.

Llegué, me quité la ropa y me metí en la cama. Sin ser consciente del cansancio físico y mental que tenía, caí rendido mientras un último pensamiento me rondó la cabeza.

Esa enorme poya que había tocado.