¿Estás despierta?
Despierto y te observo, aún dormida, absolutamente adorable. Te deseo, me excito, y una idea morbosa me domina.
Al despertar, lo primero que veo es a ti. Despeinada, con los ojos cerrados, y tu cara totalmente relajada, descansando. El camisón blanco de raso, con pequeños encajes, deja entrever tus atractivas formas. Despertarte justo ahora me resulta muy apetecible, y pienso en las posibles maneras de hacerlo para que no te enfades por ello.
Se me cruza por la cabeza una maravillosa idea, que te gustará... ya lo creo que sí. Me quito la ropa interior, y me meto bajo las sábanas muy lentamente. Te mueves un poco, balbuceando algo ininteligible y te vuelves a acomodar todavía dormida. Te observo, maravillosamente hermosa, no quiero que te despiertes aún.
Retiro delicadamente los tirantes de tu camisón, bajando la parte de arriba hasta tu cintura, tus pechos están libres. Sé que te encanta verme por la mañana con una erección tan evidente, rara es la vez que no me levanto así, y la vista de tu cuerpo ayuda a que no tarde en hacerse extraordinaria.
Pongo mi pene entre tus pechos, e intentando apoyarme sin hacer mucho movimiento, te rozo, lo acojo con ellos. Ahora sí me gustaría que despertases, que abrieses los ojos y me vieses así, bajo las sábanas, con mi miembro en tus tetas y tu boca muy cerca. Y que pasases la lengua despacio por la punta, mientras te miro a los ojos perplejos.
Me sitúo detrás de ti, con mi lanza enrojecida alojada entre tus nalgas. Alargo el brazo y rozo con la punta de los dedos por encima de tus braguitas escotadas. Te toco ligeramente en el interior de los muslos entreabiertos, y voy subiendo despacio hasta la zona del clítoris. Noto como te tensas, te mueves y dejas deslizar un pequeño gemido, medio dormida. Y sigo acariciándote muy despacio, levantando un poco la tela y dejando que la punta de los dedos resbale en una humedad cada vez más evidente. Tu respiración se agita, y se te escapan algunos suspiros.
Poco a poco empiezas a ser consciente de que el sueño que crees tener, es una realidad. Giras la cara hacia mí y tus manos se acercan a mi cabeza, para acariciarme el pelo. Me miras, los ojos aún entrecerrados… "¿Pero qué... qué estás... ?"
No puedes ni hablar, echas la cabeza hacia atrás y la boca se te abre sola, con pequeños gemidos que no puedes evitar. Intento besarte, quiero respirar tu excitación, pero me tiras inconsciente del pelo y tengo que apartarme. Aunque el placer que te proporciono lo recompensa con creces.
He captado tu atención, ahora ya estás despierta y te tengo excitada como quería. En un acto de perversidad paro en seco y me aparto, y tu cara de asombro y de incomprensión me dicen que no te gusta la idea. "¿A dónde vas?". "Espera un poco", digo, mientras me estiro hacía la mesita de noche, abro el cajón y saco tus medias.
"Dame las manos" te digo muy serio. "Es una broma, ¿verdad?", con cara de cierto enfado. "¿Quieres quedarte así, o quieres esto?”, digo, mientras señalo a mi miembro a punto de reventar. "Pues dame las manos". Aceptas a regañadientes, y te ato al cabecero de la cama.
Echo las mantas hacía abajo, dejando la cama libre, y retiro la minúscula tela que oculta tu sexo. Te subo el camisón, sin llegar a quitártelo, y me deslizo entre tus muslos, rozándote con mi erección. Subes un poco las caderas, para sentirme más cerca, y llego a notar tu calor…
Te como la boca, la lengua, de manera hambrienta, y haciendo un recorrido de besos por un lado del cuello, voy bajando hasta tu pecho. Chupo tus pezones, cerrando los labios sobre ellos y absorbiendo con ganas, moviendo la lengua alrededor. Sabiendo que con cada movimiento que hago mi miembro te roza, muy cerca de la entrada de tu vagina, ya totalmente húmeda y deseando recibirme. Disfruto viendo cómo te retuerces, sujeta por las ataduras, sumamente excitada y gimiendo ya con más fuerza.
Sigo pasando mi lengua por tus pechos, mientras el camisón se sube dejando al descubierto más de tu hermosa desnudez. Te observo, también excitado, y tú me miras ansiosa, aún un poco desconcertada por todo lo que está pasando nada más abrir los ojos. Sigo descendiendo, rozando con los labios tu vientre, sonriendo al ver en tu cara el deseo. Sin apartar mis ojos de los tuyos voy acercando la punta de la lengua hasta las cercanías de tu clítoris, mi barba acariciando tu musgo y sintiendo tus ligeros temblores, palpitando.
Te acaricio los muslos con los labios, beso suavemente tus ingles, y acerco mi boca hasta la entrada de tu vagina. Mi lengua desenvuelta te toca con precisión y exhalas un gemido intenso, pero aún no... Continúo jugueteando alrededor de la entrada, siguiendo tus labios hasta el clítoris, varias veces, saboreándote mientras aumenta la tensión. Te intentas mover para acoplarte más a mí y echas la cabeza hacía atrás con ganas de soltarte y agarrarme del pelo.
Estás ya totalmente entregada, y yo continúo acariciándote despacio, de abajo arriba, recorriendo con mi boca y mi lengua cada centímetro de tus partes íntimas. Observas como lamo, como mi lengua se va acercando de nuevo hasta tu clítoris, con movimientos cada vez más rápidos, para quedarse sobre él quieta durante un segundo que te parece eterno. Repito la operación, despacio, un poco más rápido, y quieto de nuevo. Te mueves desesperada, queriendo más, y tus gemidos ya salen de tu boca descontrolados, aumentando mi excitación.
Ya no puedo esperar, y esta tortura que en principio era para ti empieza a afectarme también a mí. Así que me coloco rápidamente entre tus piernas temblorosas y sin dejar de mirarte acerco mi miembro enhiesto a tu sexo, sujetándote firmemente por las nalgas. Y lo empiezo a introducir despacio, lentamente… observando en tu cara el placer que experimentas, abriendo la boca y dejando escapar el aire contenido, mientras tu vagina se va abriendo y me recibes en su interior. Suspiras con fuerza, suspiro yo también, mientras continúo entrando y saliendo lentamente, agarrándote por las caderas cuando empiezas a moverte siguiendo el ritmo de las embestidas. Me gusta follarte así, sentirte indefensa debajo de mí, entregada y a la vez concentrada en tu placer.
Los ojos cerrados y la cabeza hacia atrás, un gemido con cada movimiento, abriendo la boca cuando atrapo uno de tus pezones y chupo con fuerza. Aumento el ritmo, penetrándote hasta el fondo una y otra vez, una y otra vez, más y más fuerte, más intenso. Agarro y separo tus muslos, para llegar más adentro, y consigo una visión completa de tu cuerpo… tus pechos libres, los pezones duros, las piernas abiertas, tus caderas elevándose a medida que salgo y me hundo de nuevo en ti.
Ahora voy intercalando movimientos lentos y rápidos, sólo por ver tu cara de sorpresa y excitación, y "ahh" los gemidos se hacen más fuertes. Tu cuerpo se tensa, la espalda se arquea, tus piernas tiemblan, y te mueves con ganas desesperadas por llegar, conmigo en tu interior. Y lo haces, un orgasmo intenso, brutal, mientras te agarro fuerte por las nalgas y te aprieto contra mí mientras duran tus contracciones. Ya te he hecho sufrir suficiente, así que te desato las medias de las manos y dejo que te tires sobre las sábanas, jadeando boca abajo.
Pero en esa posición aún me enciendes más, y te agarro de nuevo de las caderas para poseerte otra vez, desde atrás, con ganas y azotándote en las nalgas. Y tu excitación es tan grande, que no tardas en pedirme, entre gemidos, que te penetre con todas mis fuerzas mientras clavas tus uñas en las sábanas y te mueves enloquecida. Entre embestidas, azotes y tirones de pelo noto como el placer empieza a apoderarse de nuevo de ti, y cómo me arrastra irremediablemente hacia el clímax. Y coincidiendo con tu segundo orgasmo, llega el mío de manera increíble y me derramo también en tu interior, agarrado fuertemente a ti y apretándome contra tus nalgas.
Nos quedamos exhaustos sobre la cama, mi peso presionando tu cuerpo y completamente agotados, ambos con los ojos cerrados. Te mordisqueo la nuca con suavidad, todavía dentro de ti. "Buenos días, cariño", logro decir, entre risas ahogadas.