Estacionamiento

Andrés bajó con Elena hasta el estacionamiento.

De oficina...

Andres, es un joven ejecutivo de una importante empresa multinacional. Actualmente tiene 32 años, soltero de 1,70 aproximadamente, siempre muy pulcramente vestido, deportista, y usa el pelo corto (color castaño) y ya se dejan ver unas entradas que indican que en unos años, Andrés no tendrá pelo.

Cuando ocurrió esto que les relataré, tenía unos 30 años, hacía un año que estaba a cargo del área comercial y la empresa estaba en un franco desarrollo. El había comprado un gran apartamento a unas calles de su trabajo y su vida sentimental, aunque muy supeditada a viajes al exterior y recorridas por el país, podríamos decir que era muy activa.

Fue en estas circunstancias de crecimiento de la empresa, que ingresó a la misma Elena. Ella es una profesional universitaria en el área de Administración y RRHH. Cuando ingresó contaba con 28 años, su altura era casi 1.60, pelo oscuro y lacio, más bien regordeta, cadera ancha, nalgas redondas y abultadas, pechos firmes y atractivos, con cierta armonía general. Aunque a veces se vestía en forma llamativa, Elena mantenía la línea de una mujer casada con tres hijos. Un poco por ello, Andrés no le había prestado demasiada atención salvo en lo concerniente a lo estrictamente profesional.

Andrés reparó en que Elena también era una mujer, en una reunión de la empresa a la que concurrió con su esposo, con un ajustado vestido negro que marcaba muy bien sus generosas formas y un tajo lateral en la falda que permitía en varios momentos verle un poco más arriba de la mitad del muslo. En esa reunión de agasajo a clientes y amigos en varios momentos estuvieron juntos y Andrés no podía dominar su deseo de abrir la falda y contemplar la torneada pierna de Elena. Cuando se despidieron, entrada la noche, Andrés saludo al esposo de Elena y luego acercó su cara para darle un beso de despedida a su compañera de trabajo. No le quedó muy claro, si por accidente, intención (suya o de ella), sus labios casi se rozaron. Le quedó a él un exquisito sabor en los labios junto a la comisura, de los finos labios de Elena. El perfume que ella llevaba lo inundó y esa noche no pudo dejar de sentirlo.

Al otro día, en la Cia., Andrés esperaba encontrarse con Elena para intentar repetir la escena del día anterior. Quería saber si fue un accidente o ella acercó su boca con toda intención, y delante del esposo. A pesar de haber ido a un lugar y otro dentro de la empresa intentando localizar, con cierto disimulo, a Elena, no logró su cometido. Así que aprovechando que su asistente, Sandra, le llevó una documentación para su firma, le preguntó:

Has visto a Elena?

Si, estaba con el personal de transporte... y hablando de ello que lindo vestido y que interesante estaba anoche...

Andrés miró a sus asistente, interrogativamente, más que nada por curiosidad. Sandra una joven de 26 años, delgada, elegante, hacía 4 años que trabajaba con él. La noche de la reunión había ido con su esposo, un joven de la misma edad y que por las referencias que Andrés tenía de la empresa en la que trabajaba tenía un futuro muy prometedor. El joven ejecutivo quiso indagar un poco más...

Si... era negro, no?

Vamos Andrés que me fije bien había varios gerentes y algún cliente mirando y rezando para que el tajo se abriera un poco más...

En serio? No puedo decir que no le vi el vestido, pero de ahí a rezar...

Como son uds. los hombres, les gustó y más de uno debe hoy estar pensando en como "caerle"... y tú no eres precisamente un angelito...

Una sonrisa se dibujó en la cara de Andrés, mientras firmaba el último documento y a su mente llegó aquella despedida de soltera que ella lo invitó y donde Andrés se dio el gusto de gozar a la hermana y a Sandra. Sandra tenía razón el había notado algunas miradas, y ni que hablar como se sentía despues del beso de despedida...

La joven tomo los papeles y salía fuera del escritorio, cuando giró y sonriendo picaramente dijo:

Quieres que la llame o le diga algo?

Qué? No, no gracias...

Unos minutos despues, junto al ascensor Andrés logró encontrarse con Elena.

Hola, Andrés

Hola, respondió el joven mientras lentamente se acercaba a la mujer.

El fue inclinando su cuerpo para aproximarse a ella, quien se puso, levemente, en puntas de pie para saludar al joven. Andrés fue dirigiendo su cara al encuentro deseado. Un leve aroma del perfume de la otra noche llegó a él. Continúo avanzando. Parecía que el tiempo estuviera detenido y Andrés se percataba de todos y cada uno de los movimientos a pesar que todo ocurrió en unos breves segundos.

Miró a los ojos de Elena y su mano derecha avanzó hacia la cintura de ella. La camisa azul que la joven llevaba puesta era corta y dejaba ver parte de su cintura, el primer botón estaba desprendido y permitía que ojos indiscretos traspasaran los límites que la ropa marca para apreciar parte de la blanca y tersa piel.

Andrés sintió que la mano izquierda de Elena tocaba la suya, casi deteniéndola en su indiscreta ruta. Sin embargo, el siguió avanzando hacia la cara de la joven. En ese instante la mano de Elena que había detenido la del joven retomo la ruta original, esta vez actuando de guía. El sintió la tibieza y suavidad de la piel, así como la leve presión que ejercían los dedos de ella sobre su mano. El corazón del hombre latía con más fuerza, por un breve instante pensó que ella lo sentiría claramente. Apenas milímetros separaban sus caras, sus bocas. Los dedos del joven tocaron la cintura de la mujer, la mano de ésta continúo su camino dejando que el sintiera la tersa piel. Ahora Andrés sentía la mano casi en la cadera de la joven. Sus caras estan casi juntas, él entreabrio levemente su boca, ella separó un poquito los labios. Y por fin llegó el ansiado momento, sus labios se rozaron unos a otros, junto a la comisura. La separación que ambos habían efectuado sirvió para los labios se acoplaran casi perfectamente. Elena sintio la dulce humedad de la boca de Andrés, y éste, se embriago con el fresco perfume de la mujer. Ahora comenzaron a alejar sus caras. Los labios claramente estaban en contra de esta acción y demostraban a sus dueños que deseaban permanecer más tiempo juntos, no les importaba que esa unión fuera mínima, parcial, querían estar pegados.

Esta vez el tiempo se disparó y volvió a la velocidad casi normal. Los jóvenes se miraron a los ojos, Andrés movió levemente su mano, que permanecía apoyada en la cintura de Elena, como queriendo alejarla. Una tenue y suave presión de los dedos de ella se lo impidió. Los ojos de Elena brillaban, iluminando su cara. Para Andrés todo alrededor, parecía estar en penumbra. Sus ojos, nadaban en el verde mar de los ojos de la mujer. La mano izquierda de Elena detuvo la presión sobre la mano de Andrés y se fue retirando. Así la masculina mano tuvo un mejor y total contacto con la cintura desnuda de ella. La palma de la mano de Elena se posó sobre la mano de Andrés. Ambos se miraban, los senos de la mujer saltaban ante la agitada respiración que ella tenía por la situación que estaban viviendo. Un pequeño ruido los distrajo, Andrés retiro su mano, Elena dio un rápido paso atrás y se separo claramente del joven. La puerta del ascensor se abrió.

Elena subió rapidamente a ella, mientras presionaba el botón que hacía permanecer la puerta abierta, miró a Andrés, que agitado aún seguía mirando a la mujer. Ella no pudo evitarlo, le pareció que en la entrepierna, el muy bien cortado pantalón de Andrés hacía un defecto, algo estiraba la tela.

Bajas?

No hubo respuesta, Andrés subió al ascensor.

La puerta automática se cerró y ambos quedaron nuevamente mirándose, con intensidad y pasión, a los ojos.

Elena, yo...

Shhhhh!!! Fue la respuesta, mientras un dedo se apoyaba en los deseados labios masculinos.

La mano izquierda de Elena, buscó nuevamente la derecha de él. Esta vez ella guió todo el recorrido y la mano de Andrés volvió a estar en el mismo lugar, del cual no debió apartarse. Sin guía, la otra mano del hombre se apoyó en la rolliza cadera femenina. Sus ojos los tenían casi atados. Ella inclinó levemente la cabeza y nuevamente se elevó poniéndose en puntas de pie. Era la señal esperada, él no lo dudo. Esta vez los labios se encontraron en toda su longitud. Ella sintió la presión en su boca, instintivamente aflojo la tensión y dejo que él entreabriera su boca. La lengua de Andrés se disparó en la boca de Elena y se enlazó con la de ella. Las manos de Elena se apoyaron en los anchos hombros masculinos. Por fin, lo recibía, desde el primer día que lo conoció, Elena quiso estar en los brazos de Andrés y recibir su boca en un prolongado beso. Su deseo se cumplía y su cuerpo estaba reaccionando ante el momento. Ella sintió una leve humedad en su entrepierna, y un leve calor que se generaba en medio de su vagina corría por su cuerpo y llegaba a su mente. Andrés con sus manos en las caderas, comenzó a acerca el cuerpo de la joven mujer. El ascensor paró en la planta baja, la puerta automática se abrió. Unas personas, que estaban esperando, se quedaron mirando a la pareja. Un fuerte color rojo cubría la cara de Andrés y la excitación tenía pintada toda la piel de Elena.

  • Estamos bajando. dijo Andrés al tiempo que apretaba el botón del segundo subsuelo.

Ambos sentían el latido de sus excitados cuerpos, se miraron, nuevamente la puerta se abrió.caminaron de la mano hasta el auto de Andrés. Allí volvio a tomarla por la cintura, ya no necesitaba una mano guía ni nada. Nuevamente se besaron, esta vez la pasión los envolvió absolutamente sin posibilidad de retorno. Las manos de Andrés buscaron la espalda de la mujer, ella lo tenía asido de la cabeza y empujaba su cara y su lengua dentro del joven. Las manos bajaron a las redondas nalgas, Elena sintió la firmeza de las manos masculinas, ahora la humedad entre las piernas se convertía en casí un río. Quiso desabotonar la camisa de Andrés, quitarle la corbata, en un rápido movimiento él la hizo girar y levantó su falda. Ella apoyó sus manos en la parte delantera del vehículo. La mano de Andrés rozó el vientre, Elena se desesperaba, estaba muy caliente, necesitaba sentir al hombre que ahora urgaba en su tanga, en su pelo púbico, en sus hinchados y empapados labios vaginales. Los dedos de Andrés encontraron la ruta desea, a su presión los labios se abrieron y los dedos penetraron la caliente y mojada cueva. Elena dio un fuerte suspiro, tomó conciencia de donde estaban, miró un poco asustada hacia los lados, tratando de adivinar entre las sombras si ojos indiscretos los observaban. Un segundo suspiro, dio muerte a sus temores, Andrés ya tenía tres dedos dentro de ella y comenzaba a moverlos ritmicamente. Entre consciente e inconsciente Elena separó sus piernas para facilitar el accionar del hombre. Se apoyó con el brazo izquierdo sobre el auto, inclinó su cuerpo hacia delante, los pechos se movían al influjo de la mano de Andrés, y su mano derecha salió a buscar con desesperación el pene de Andrés que ella sabía estaría pronto para la acción. Una descarga en la palma de Elena le recorrió todo el cuerpo, al contacto con el enhiesto pene bajo la tela del pantalón.

Andrés como pudo, con una mano, bajo su pantalón y el boxer. Al ser liberado de la prisión de la ropa el pene golpeó la mano de Elena, ella lo asió con fuerza. Al sentir la carne dura como piedra en su piel no pudo evitar otro suspiro, mientras pensaba: como lo imaginé, es hermosísimo... El separó la tela de la tanga que intentaba inutilmente cubrir las blancas nalgas de Elena, haciéndola pasar por sobre una nalga. Ella tiró del palpitante pene hacia si, quería sentir esa especie de víbora recorrer su piel, su cuerpo. Andrés avanzó su cadera hacia la mujer, el pene se posó entre las nalgas. Elena abrió su mano para permitirle apoyarse en lo profundo del valle y sentirlo como un hierro caliente que separaba sus carnes. Apoyó su mano sobre las nalgas de modo de impedir que el miembro se alejará del lugar. Andrés movía con más ritmo su cadera y no dejaba de acariciarle la vagina. Acarició su espalda, se inclinó sobre ella, buscando besarla. Elena llevó su mano al nacimiento del pene, contra el vientre masculino. Giró un poco su cadera para que aquella dureza ya no ocupara la totalidad del valle de sus nalgas. Lo tomó firmemente con su mano y comenzó una ritmica e intensa caricia, hacia arriba y hacia abajo. El pene respondió al contacto y al firme movimiento, poniéndose más duro, si esto podía ser posible. Un intenso cosquilleo comenzó a sentirse en su vagina, el clítoris, duro y firme palpitaba ante el roce y presion de los dedos de Andrés. El cosquilleo llenaba ahora sus caderas, inundaba por dentro sus nalgas, bajaba por sus piernas, subía por su vientre, sus pechos, sus brazos. Elena no quería dejar de sentir esa placentera sensación y de pronto, un rayo se disparó desde el centro de su vagina, lleno su cuerpo, golpeó en forma muy fuerte en su cerebro, anudó sus cuerdas vocales, permitiéndole, tan solo, emitir un grito de placer. Las contracciones en los músculos vaginales eran intensas, su cuerpo se movía anárquicamente, su cabeza iba hacia los lados, los músculos de las piernas y brazos se tensaban en forma indescriptible. Un segundo espamo y luego otro, y a este continuaron varios más. Elena perdió la cuenta de los espasmo que tuvo, pero el placer del orgasmo invadió todo su ser. Cómo la estaba haciéndo gozar, como había disfrutado de la intensa caricia, de la riesgosa situación. Andrés la hizo girar, la recostó en el capot del auto, su vagina quedó frente al duro pene. Con suavidad él le hizo apoyar sus pies sobre sus hombros. Elena estaba definitivamente entregada, aún gozaba de la sensibilidad en el cuerpo que el intenso orgasmo le había dejado. Andrés apunto el instrumento hacía la cálida y húmeda cueva. Ella adivino la intención y con sus manos por fuera trato de abrirse al máximo para recibir el amado instrumento. Cuando el glande se posó sobre sus labios vaginales, sintió una rara sensación de placer, dolor e hipersensibilidad. Su cuerpo dio un leve salto.

Todo bien mi amor? Fue la reacción de él ante el movimiento.

Si... si... está todo muy bien... pero sigue por favor,... quiero sentirla bien adentro...

Andrés no se hizo esperar, volvió a apoyar el firme glande en la vagina y ésta, literalmente, lo devoró sin más trámite. Lentamente, Andrés veía como su verga se perdía dentro de Elena. Ella sentía un sinfín de palcenteras sensaciones mientras sentía que esa dureza se abría camino en su cuerpo y la llenaba completamente.

Cuando Andrés vió que ya no había más que introducir en Elena, comenzó un ritmo de vaiven, metiendo y sacando, casi en su total longitud, el pene en ella. Elena trataba de agarrar las caderas de Andrés para obligarlo a que la penetre y le deje bien adentro el caliente cilindro. El joven continuaba con su metódico movimiento, aunque éste lo hacía cada vez con más ritmo. Ya la cadera golpeaba las blancas nalgas de Elena, cuando ella le pedía, le gritaba, le rogaba, que le diera más, con más fuerza. Andrés incrementaba su ritmo y su fuerza. La tensión entre ambos aumentaba, los ojos de Andrés se comenzaron a nublar, no veía, no oía, tan solo sentía le placer de penetrar a la hembra que no dejaba de pedirle más... Sus testículos ya golpeaban contra las nalgas, ella captó la tensión, los músculos de Andres se endurecían, Elena deseo abrirse más para que Andrés la penetrará más profundamente. Andrés había perdido todo control, se venía el momento deseado y quería gozarlo con intensidad. Por un momento en su mente apareció un pensamiento, no se había puesto preservativo, podría dejarla embarazada... en ese momento, pareció que Elena tuvo el mismo pensamiento. Tan conectados estaban que por esa vía debían estar compartiendo también las neuronas...

No te preocupes, dame, quiero toda tu leche dentro mío, dame, dame Andrés...

Y Andrés descargo con fuerza el caliente jugo de vida, con el que obsequió a Elena. Sintió como un calambre en su piernas, que rapidamente pasó, quiso mirar a la mujer pero sus párpados no respondían. Su pene palpitaba y se contraía y no dejaba de inundar la vagina de Elena. Por fín, el se desplomó sobre el cuerpo de la joven. Quedaron por unos segundos abrazados, ambos sonreían, y respiraban en forma agitada.

Se miraron, el brillo en los ojos de ambos no dejaban lugar a dudas sobre el placer vivido.

Vamos a mi casa, le dijo Andrés imperativamente a la joven, que respondió incorporándose para subir al auto.

Iosy