Esta vez no capítulo 3

Un beso extraño, cargado de recuerdos

CAPITULO III

El sonido de mi celular me despertó, abrí los ojos lentamente, me dolía la cabeza de forma considerable, moví mi mano hacia el bolsillo de mi pantalón para tomar el teléfono, pero noté que estaba en ropa interior. Empecé a sentir pánico, ¿qué había pasado la noche anterior? Vi mi ropa doblada en un sillón, me levante rápidamente para vestirme, mi celular estaba en una mesita, lo revise, tenía 15 llamadas perdidas de Renata y muchos mensajes en WhatsApp.

No parecía haber nadie conmigo en la habitación, eso me tranquilizo un poco. Me senté en el sillón para escribirle a Renata, le dije que estaba bien y que le llamaba más tarde. La cabeza estaba matándome, beber ya no me sentaba nada bien, supongo que son cosas que vienen junto con la edad. Intenté recordar: la fiesta, el baile, salí para pedir un Uber, Nicole. Nicole, mi mente se detuvo en ese último recuerdo, subí a su auto, entonces, esta debía ser su casa, me levante para salir de la habitación, era un departamento muy lindo y espacioso, no se mucho sobre diseño, pero me atrevería a decir que tenía un toque minimalista, escuche música en lo que parecía ser la cocina y me acerque.

Ahí estaba ella, de espaldas hacia mí, removiendo algo en un sartén.

-          Hola. -Dije sin poder evitar que me temblara la voz, increíble que después de todo este tiempo siguiera poniéndome nerviosa.

-          Hey, hola, como te encuentras? – giro para saludarme y me ofreció un vaso de jugo de naranja.

-          Bien, aunque me duele un poco la cabeza. ¿Qué estoy haciendo en tu casa Nicole? – lance la pregunta en forma de reclamo.

-          Bueno, en cuanto subiste al auto te dormiste y no me dijiste la dirección, intenté despertarte, pero fue imposible, así que te traje aquí, el conserje del edificio me ayudo a subirte.

-          Qué vergüenza. ¿Pero era necesario que me quitaras la ropa?

-          Umm si, vomitaste durante la noche. Pero descuida, la lave. -sonrió y regreso a lo que estaba cocinando.

-          Gracias. -fue lo único que pude articular.

-          No ha sido nada, ¿acostumbras a beber de esa forma?

-          No, hace años no lo hacía, creo que es hora de irme. – me voltee para irme, pero me tomo de la mano.

-          Al menos desayuna conmigo. – asentí, la situación era bastante extraña pero no me parecía correcto solo huir.

Había preparado una tortilla de queso que estaba realmente buena. Mientras comíamos me conto que llevaba un mes en el país, había realizado su maestría en Canadá, su vida había tomado el rumbo que siempre deseo. Construyo su carrera, hizo contactos con profesionales importantes en el sector inmobiliario, ahora mismo lideraba tres de las constructoras más grandes a nivel mundial, tuvo un par de novios, pero termino con ellos debido a su trabajo lo cual no me sorprendía, si no recordaba mal era el mismo motivo que nos había separado. Era tía de dos niños, Mateo de 8 años y Domenica de 6, se notaba en su forma de hablar cuanto había madurado, ya no estaba frente a la chica del colegio, estaba frente a toda una empresaria.

Me sentí feliz por ella, persiguió sus sueños y cumplió muchos. Llego mi turno de contarle sobre mi vida, no me demore mucho en hacerlo, cuando llegue a hablarle de mi padre me abrazo fuerte. Eso me transporto a un recuerdo. Mis padres se habían separado un tiempo, mi madre y yo la pasamos mal, tuve que conseguir empleo y fue una época difícil. una tarde, cuando no podía más con todo lo que sucedía, ella se sentó en las gradas de mi casa junto a mí, me rodeo con sus brazos mientras yo lloraba y recuerdo haberme sentido profundamente amada. Cabe recalcar que nunca he sido alguien que puede hablar con facilidad de sus sentimientos o emociones pero con ella lo hacía.

Al recordar esto le devolví el abrazo, cuando nos alejamos tomo mi rostro y me dio un beso. Al principio no supe cómo reaccionar. Después le correspondí, fue un beso extraño, cargado de recuerdos. Me separe alejándole con mis manos en sus hombros, su expresión fue de preocupación y tristeza. Me levanté de la mesa y salí del departamento. Ni si quiera espere el ascensor, baje los 12 pisos casi corriendo por las gradas. Llegue al lobby y mire con agradecimiento al portero. Una vez en la calle tome una gran cantidad de aire, sentía que me ahogaba. Detuve un taxi, miré por última vez hacia el edificio y subí al vehículo. No volvería a ese lugar.