Esta vez me hizo caso
Siempre con escusas, llevabamos tiempo sin follar pero esa noche la puse donde yo quería.
Hacía tiempo que no tenía sexo con Mari, diversos acontecimientos no lo habían permitido, es lo que sucede en el mundo de las infidelidades, no siempre es posible encontrar el momento para poder quedar, aunque los dos lo necesitábamos, estábamos permanentemente calientes debido a nuestros mails y conversaciones subidos de tono pero no había forma de quedar, seguro que a muchos os suena lo que os cuento.
Yo tengo 50 años, ella 47, nos conocimos hace ya unos años en el chat de terra, si, hace ya tiempo que nos conocemos. Pretendemos que nuestra relación no sea sólo sexo, no queremos ser una pareja más que queda de vez en cuando echan un polvo rápido y hasta la próxima. Yo soy el que aporta ideas y ella está encantada con ello. A los dos nos gusta el morbo y las situaciones excitantes, lo que más nos pone es el juego de amo/sumisa, no creo que realmente lo seamos, pero a los dos nos pone enormemente jugar a ello.
Aquel día, tras varios intentos fallidos de quedar, le envié un mensaje, le dije que no me gustaba nada su actitud, que me estaba fallando como sumisa de mi propiedad y que me apetecía enormemente utilizarla. Le di instrucciones concretas que tenía que acatar, esta vez sin excusa. Ella sabe que me preocupo por su seguridad y que jamás haría nada que la pusiera en riesgo, aun así protestó hasta que finalmente le dije que o me hacía caso o sería mejor dejarlo. Todo era parte del juego, ella se resistía pero en el fondo lo estaba deseando, sólo necesitaba una excusa para dar el paso y arriesgarse. Finalmente aceptó.
Era invierno, las siete y media de la noche, la hora que más o menos habíamos quedado, tras pasar por el super de la esquina y comprar un par de cajas de leche me aposté frente a su casa. Un bloque de tres plantas con sólo dos vecinos por planta. Ella vive con su familia en el primer piso. Le mandé un whatsapp, le dije que tenía cinco minutos o que me iba y lo dejábamos correr. No me contestó.
Esperé nervioso, ¿y si se rajaba? yo había apostado fuerte, si no aceptaba el juego, mi autoridad quedaría afectada, ¿me planteaba realmente cumplir me amenaza? uf! Realmente preocupado vi que se hacía la hora, no… ya pasaban 15 segundos… ya no bajará, no funcionó…
Cuando ya habían pasado casi dos minutos me disponía a enviarle otro whatsapp diciéndolo que me había defraudado, que ya hablaríamos, cuando vi encenderse la luz de la escalera.
Todavía podía equivocarme y que fuera un vecino de otro piso, que no fuera ella, aun así me dirigí hacia el portal, haciéndome el despistado, cómo que esperaba a alguien pero atento para ver quien bajaba.
Si!!! era ella, bajaba nerviosa, se lo noté, pero también noté que al verme se relajaba. Llevaba un abrigo largo, toda arrebujada en él debido al frío del invierno. Me dirigí a la puerta del portal y en cuanto abrió la puerta empujé y entré.
- Muy bien putita, sabía que me necesitabas y que no me fallarías. ¿traes la llave?
Entre improperios de que si estaba loco, me contestó que si,
- Calla y pasa rápido, no quiero que hables más, hoy he venido a usarte y no quiero que me marees la cabeza.
La empujé hacia el lateral de la escalera que subía. Ella fue delante de mí, haciéndome caso, y se dirigió a una pequeña puerta al fondo. Sacó rápidamente una llave del bolsillo y la abrió lo más silenciosamente posible, Se echó a un lado pero yo la cogí del brazo y la empujé hacia dentro delante mío, poniendo la mano para que me entregara las llaves. Una vez con ellas en mi poder cerré la puerta tras de mí.
La sala no era grande, dos metros de ancho por tres de largo, el típico cuarto de contadores donde además almacenaban los útiles e limpieza, cubos, mochos, productos,... en fin, lo habitual en muchos edificios. No encendí la luz, no hacía falta, la puerta metálica tenía rendijas de respiración por la que se colaba luz de la escalera, también había unos pilotos de luz roja en los contadores de la compañía de la luz. La penumbra ya me iba bien para mis propósitos aunque por si acaso llevaba un linterna led en el bolsillo que sería suficiente en el caso de que hiciera falta.
Le puse la mano tapándole la boca y la empujé hacia la pared,
- No quiero oírte. ¿vale? ¿me has entendido?
Ella asintió. Le besé la boca y el cuello a la vez que la sobaba a gusto. Ella enseguida empezó a respirar rápido, Estaba caliente como una perra, como a mí me gusta tenerla. Me separé un poco de ella:
- Desabotónate el abrigo
Mirándome a los ojos lo hizo, rápido, nerviosa, transpirando deseo.
La hice girar y a la vez que se lo quitaba le alcé las manos y se las apoyé en la pared. Mientras con mis pies le forcé a separar las piernas. Le ordené susurrando:
- Separa las piernas, zorra.
Lo hizo, dejándola en esa posición colgué el abrigo en un gancho de la pared.
Llevaba unos legins negros ajustados como una segunda piel y un jersey corto, tal y como le había dicho en mis instrucciones.
- Estás muy buena zorra, de momento te estás portando muy bien. Espero que me hayas hecho caso en todo, no me gustaría tener que reprenderte. Como te gusta poner cachondo al personal ¿eh zorra?
En esas se apagó la luz de la escalera, pero no necesité la linterna, los leds de los contadores de luz iluminaban suficientemente la estancia, La visibilidad mejoraba rápidamente a la vez que se nos adaptaban las pupilas a la oscuridad.
Me acerqué a ella y le di un azote en la nalga que retumbó en la pequeña habitación, dio un respingo porque no se lo esperaba pero no dijo nada. Esperé unos segundos, le di otro, esta vez más fuerte. Aguantó sin rechistar.
Le metí las manos debajo del jersey, buscando sus pechos, a la vez que se los repasaba los saque del sujetador, por encima, dejándoselo puesto pero los pechos apretados completamente fuera. Se los continué acariciando, centrándome en sus pezones, castigándolos un poco. Se retorcía del ligero dolor que le infligía. Daba la sensación de tener el instinto de bajar las manos pero se aguataba.
- Muy bien zorra, estupendo. Me da la impresión que estás caliente, muyyy caliente… ¿es así?
- Sí, señor, lo estoy, dijo entre suspiros.
- Seguro que tienes el coño húmedo, deseando que lo use.
- Sí señor, así es.
Le apreté de nuevo los pezones esta vez no pudo resistir y bajó las manos a los pechos protegiéndoselos.
- Sube las manos! le ordené, no me hagas enfadar.
Lo hizo y le volví a castigar los pezones, diciéndole:
- Pórtate bien y tendrás lo que deseas.
Me separé de ella, medio metro, estaba deliciosa, jersey arremangado, los legins ajustados a mas no poder y sus piernas separadas apoyada en la pared.
- Quiero ver tu culo, a ver si has cumplido mis ordenes.
Se enderezó y junto un poco las piernas. Introduciendo los dedos en la goma, con un movimiento rápido bajó los legins, cuando iba por debajo de la rodilla le ordené que parara.
- Alto, para ya, déjatelos así, vuelve a la postura. Estaba con un mini tanga, que enterrado entre sus glúteos apenas se veían. Me has hecho caso, perfecto, ya verás cómo te harán falta..., ummm
Me acerqué y le acaricié con suavidad los dos glúteos, suave, suave,.. le pasé un dedo por la rajita del culo. Finalmente, dándole un cachete fuerte le dije:
- Echa el culo hacia atrás… ummmm siiii, perfecto. Ya veo que hoy está caliente mi zorra. ¿hoy harás todo lo que te pida?
- Sí, señor, lo haré.
- Perfecto, sé que lo haces por interés, quieres que te haga gozar, pero eso me gusta. ¿qué es lo que deseas?
- Que mi señor me folle.
- ¿sólo que te folle?
- No, que me folle y goce de mí.
- Ummm bien, aprendes rápido.
- Que sepas que me entretendría contigo toda la noche, pero te lo prometí, iré rápido, no quiero comprometerte.
- Gracias señor…
La giré y apoyé sus manos en las baterías de entrada de agua. Venían que ni pintadas. Estaba a mi entera disposición, estirada, la espalda casi horizontal y el culo en pompa con las piernas separadas, casi no se podía mover sin perder el equilibrio.
Me di prisa, me agaché y le comí el culo, apartando con mi lengua el hilo de su tanga a la vez que con mi mano derecha busqué su sexo. Se lo acaricié primero por fuera un poco pero enseguida ataqué su clítoris mientras mi lengua hurgaba en su agujero anal. Le encanta eso, se retorcía, suspiraba, gozaba en mis manos hasta que la hice correr costándome sujetarle las piernas para que no las juntara, como su instinto le pedía.
Me puse de pie, apoyando mi mano en su espalda para no dejarla levantar.
- Vaya, sí que tenías ganas, sí. Que mal follada andas. Menos mal que me tienes a mí que sé usarte.
- Si, gracias amo…
- No te levantes…
Diciendo esto me puse detrás de ella, deje de tocarla, lentamente haciendo ruido a propósito para que me oyera me bajé la bragueta y liberé mi miembro bajándome los pantalones hasta media pierna.
Mientras con una mano me la sujetaba, con la otra bajé el tanga hasta debajo de su culo. Estaba preciosa. Separé sus glúteos y acercándome acaricié su sexo con la punta de mi polla que chorreaba líquido de lo caliente que estaba. Usé mis dedos para separar sus labios y centrándola empujé. Lentamente, muy despacio pero sin ceder en ningún momento. Noté como se abría para mí, como apretaba húmedo y cálido mi polla deseosa de ella. Que placer. La tenia donde me apetecía, me partencia, acataba mis deseos con tal de que la hiciera gozar. Yo sonreía de satisfacción.
A partir de ahí, la cosa fue rápida, con ayuda de mi dedo le hice tener otro orgasmo con mi miembro dentro de ella, quieto, en el fondo, luchando para conseguir que no se moviera e hiciera el menor ruido posible. Cosa imposible ya que cuando se dispara no hay forma de hacerla estar quieta. Se corrió abundantemente, estremeciéndose y por un momento dio la impresión de que necesitaba relajarse, pero no se lo permití, la cogí del pelo, a modo de brida y estiré.
- Vaya gozas como una zorra. Eso me gusta. ¿Lo sabes verdad?
- Sí señor, lo sé, y me gusta que le guste.
Tiré más fuerte, y le dije ahora me toca a mí. Sujetándole del pelo, la cabeza inclinada hacia atrás sin dejarle soltar en ningún momento los tubos de la acometida del agua empecé a sacar mi polla de ella, sintiendo como rozaba con todos sus pliegues, una vez fuera totalmente, de golpe se la enterré, ella gritó. Ese fue el detonante, me puso a cien, a partir de ahí la follé sin contemplaciones.
Nos corrimos juntos, no la dejé moverse hasta que se me aflojó en su interior. Nadaba en mi esperma, estaba bien rellena, hacia días que no me corría. Dios, cómo lo necesitaba!
Le dije:
- Tranquila, No te muevas todavía.
Me separé de ella y le subí el tanga.
- Gírate y límpiamela zorra.
Diligente, se giró y semi arrodillada me relamió mi miembro flácido hasta dejarlo limpio.
- Ponte de pie. No separes las piernas.
Lo hizo, en esa postura, estaba seguro que mi leche escurriría y pringaría su minúsculo tanga. La besé, un beso profundo y largo que nos terminó de relajar a los dos.
- Eres una guarra, seguro que vas pringada de mi. Eso me satisface. Baja la mano y comprueba lo pringada que vas.
- Sí, señor, estoy pringada, pero es suyo y me gusta.
- Que no se te escape nada. Recoge lo que resbala por tus piernas, no se puede desperdiciar. Sabes que me gusta que vuelvas a casa oliendo a mí.
Lo hizo.
- Ahora unta bien tus pechos.
Se dio un ligero masaje en los pechos, orgullosa, sin dejar de mirarme a los ojos en ningún momento. Volvió a bajar las manos a buscar más. Terminó de recoger todo mi esperma que se había deslizado por los muslos y que se acumulaba en el borde del tanga. Completó la orden sonriendo.
- Perfecto, hoy te has portado, Quizás lo repitamos otro día.
Me agaché y con cariño le subí los leguins, se los arremetí en su sexo y en su culo, notando como traspasaba la humedad. Le metí los pechos húmedos, pringados de mi esencia, dentro de su sujetador y le bajé el jersey. Cogí su abrigo y le ayudé a ponérselo. La giré y le volví a dar un profundo beso, saboreándola y despidiéndonos.
- Es hora de que vuelvas a casa. Toma los dos cartones de leche. Dile al cornudo que te entretuviste charlando con la dependienta. Y ya sabes, nada de lavarte hoy, quiero que huelas a mi hasta mañana.
Le di un beso rápido y abriendo la puerta del cuartucho la hice salir, dándole un cachete en su imponente culo la dirigí hacia las escaleras mientras yo me fui hacia el portal a buscar mi coche.
Iba relajado y satisfecho. Esta vez mi zorra se había portado como una campeona.