Esta noche volverás a ser mia
Hacía tiempo que tenía claro que me gustaban las chicas con sorpresa entre las piernas, hasta que decidí ser yo quien jugase ese papel.
Llevaba toda la semana pensando en ello, no quería olvidar ni un detalle. Había depilado, lubricado y perfumado todo mi cuerpo, el pubis incluso para que mi piel resultase femenina y suave. También me había vestido con la lencería más sexi que pude encontrar y un vestido ajustado con rellenos en las tetas.
A él aún no le conocía bién,
solo habíamos intercambiado nuestras fantasías, pero
la primera vez que nos vimos cruzamos complices miradas hasta que en un arrebato descontrolado me agarró del trasero, me apretó contra él y nos besamos tórridamente jugando con nuestras lenguas, mientras hincaba sus dedos en mis nalgas y pegaba su miembro duro contra el mío, también enhiesto. Seguimos bebiendo, charlando, fantaseando y jugando haciendonos cosquillas hasta llegar la madrugada y hoy habíamos quedado a las seis de la tarde, en mi casa.
Lo tenía todo listo para la 'ceremonia': mis sábanas negras limpias y planchadas, y dos velas encendidas para poder disfrutar del tacto de la piel en la penumbra.
Puntual, sonó el timbre y le abri la puerta. Entonces me obsequió con un húmedo beso en la mejilla, justo en la comisura de los labios y yo, sin dudarlo, ensortijando mis dedos en su cabello, asiendo su cabeza firmemente, le morreé con ansias
A empellones, chocando contra algún que otro mueble, le conduje hasta la habitación para caer entregados en la cama y t
endidos juntos los dos, abrí su camisa y acaricié sus hombros, su pecho sin vello, su liso vientre. Luego desabroché el pantalón y deslicé mi mano dentro para liberar su pene, tomarlo delicadamente entre mis manos y, subiendo y bajando lentamente la piel del prepucio, descubrir su majestuoso glande para darle pequeños picos como suspiros.
Sin dejar de lamerlo un solo instante, lo llené de saliva y dejé que su puntita húmeda recorriera mis labios hasta que con ansia lo metí entero en mi boca. Sentía que me llegaba hasta la garganta y crecía aún más dentro y eso hizo que una corriente eléctrica me recorriera el cuerpo, liberando más pasión y más instinto. Luego metí y saqué su pene frenéticamente entre mis labios prietos, escuchando como él me pedía más y más, viendo como se elevaba sobre su torso para poder ver mi boca llena, comiéndole todo.
-¡Te deseo tanto! ¡Te deseo tanto!- repetía una y otra vez.
Estaba como loco y asiéndome de las axilas, me alzó de nuevo y besó el cuello, y comió las orejas. Al mismo tiempo, me bajó el panty y las bragas y su mano descubrió mi sexo empalmado y venas amoratadas, y sucesiva y delicadamente recorrió de arriba hacia abajo haciendole llorar de excitación.
-¡Te quiero follar!- me dijo y eso me encendió y calentó aún más.
-¡Hazlo! ¡Quiero que tú seas el primero!
Energivamente me tumbó boca arriba, colocó las piernas sobre sus hombros y noté como apuntaba la entrada de mi culo. De nuevo me asustó la idea de que me penetrara por ahí, jamás creí que fuera capaz de hacerlo, pero el deseo era mayor y decidí no detenerlo. Con la promesa de que si me dolía mucho se lo haría saber, dejé que mi instinto me guiara y comencé a moverme al ritmo de sus primeros tientos.
Con la mirada perdida en el techo, le escuché escupir e inmediatamente sentí el certero disparo en mi ano, luego excitó la zona con la punta de su tallo hasta que de una embestida hizo ceder mi anillo. Cuando quise darme cuenta, ya la tenía dentro, follando mi agujero virgen y estrecho. ¡Qué placer mezclado de dolor fue tenerlo dentro, quería que ese momento fuera completamente inolvidable, y él lo estaba logrando!
Yo sentía como me penetraba, como entraba y salía despacio ya sin resistencia, dejando que su aliento me cubriera y su respiración calida me inundara. Cada vez que el sacaba su pene brillante y grande,
miles de rayos me atravesaban el cuerpo y le pedía que volviera a hundirlo, que me llenara hasta lo más profundo.
Crucé mis piernas alrededor suyo queriendo sujetarle para que no me la sacase y él, agarrado firme a mi cintura, cada vez lo hizo con más rapidez, ahora ya reventándome sin pudor, durante un tiempo infinito hasta que se corrió abundante, eyaculando dentro de mí.
Su semen me rebosaba cuando, bajando poco a poco y a la vez que me masturbaba con mi mano agarrada la suya, hundió su lengua en mi y lamió cada uno de los hilitos de leche y flujos qué salían de mis entrañas. Entonces me hizo vibrar de inmenso placer, salpicando al universo.
Bañados en sudor, follamos una y otra vez hasta caer rendidos, dormidos, fundidos el uno al otro. Me dejó a la mañana siguiente, con el recuerdo de sus restos en las sábanas de la cama desecha y una nota que decía: “Esta noche volverás a ser mia”