Esta noche no duermo en mi casa.
Cuando un hombre se olvida del nombre de su mujer no puede traer nada bueno, o si, pero al despertar no sabrá el motivo del hueco en su cama.
Me llamo María y tengo 45 años y llevo casada con el que es mi novio desde la universidad desde hace 22 años, ya sé que va a sonar triste pero mi marido no me toca desde hace más de tres años y me imagino que algo de culpa tengo pero el tampoco ayuda mucho, estar todo el día sentado en el taxi no creo que sea lo más erótico del mundo y llegar a casa y verme sentada viendo a Jorge Javier imagino que no le levanta la lívido a ningún hombre, al final todo termina siendo un círculo vicioso y a fuerza de no tocarnos cada vez nos apetece menos estar juntos y eso que no tengo queja de nuestros primeros años de novios y casados. Creo que no estoy todavía mal, mido cerca de 1,65 y no peso más de 53 kilos y las pocas veces que he hecho sexo por internet con muchachos mucho más jóvenes que yo siempre he pensado que si les hubiera dado la dirección de mi casa habrían venido como un cohete a apagar sus ansías de sexo.
Yo sabía y sé que Daniel, mi marido, se va de putas pero al no tener contacto físico conmigo y salvo que las ETS se transmitan por la lavadora siempre me he sentido a salvo de agarrar nada, aunque no se, esos picores y rascadas que se da en la entrepierna, miedo me da algunas veces. El sexo con Daniel al principio era bestial, dotado con un miembro que es la envidia de todas mis amigas era infatigable y sus manos y boca era de una voracidad infinita, no pasaba noche sin que follásemos al menos un par de veces y que nos llevase horas pero todo eso se acaba y lo malo es que casi ni lo recuerdo.
Algunas veces cuando estoy sola y después de que despidieran de mi último trabajo, una empresa de publicidad en la que realizaba los castings de los modelos, mis ganas de sexo cayeron pero no solo las mías, las de Daniel ya estaban de capa caída me masturbaba con el grifo de la ducha o con un patito de goma muy pícaro que compré en una tupper sex en casa de mi amiga Carolina, una mujer muy cachonda que creo que siempre me está tirando los tejos y a la que nunca la he dicho que no.
El que Daniel no acabase la carrera nunca fue un freno a nuestra relación a pesar de lo que decían las lobas de mis amigas, más pendientes de que se quedase libre para amarrarlo con sus muslos pero Daniel es uno de esos hombres que la única fortuna que han conocido es que su equipo gane la liga una vez cada 20 años, el resto es todo trabajo y esfuerzo y creo que por eso disfruta tanto de lo que hace y como lo hace, incluso cuando me folla, o mejor dicho, me follaba.
Como nada es eterno, y por eso me he atrevido a escribir aquí, es que la semana pasada Daniel había llegado a casa con un humor de mil demonios, yo le había preparado una merienda y me dispuse a tender la ropa recién lavada de la lavadora; yo no oía si Daniel estaba tomándose ese gazpacho fresquito que decía que le encantaba y tampoco le estaba prestando atención, ya es mayorcito para levantarse a por algo si lo quiere, abrí el tambor de la lavadora y eché la ropa mojada al suelo, haciendo caso omiso de lo que dicen de que doblase la rodillas para agacharme yo doblaba la espalda poniendo en pompa mi trasero, esa semana había sido muy calurosa y llevaba una ligera bata que dejaba mis piernas al aire y que al inclinarme, permitía ver mis bragas color carne; con el pelo revuelto y apenas cepillado y casi saliéndose mis tetas por entre el escote de la blusa, era la cosa más anti-erótica que puede uno imaginarse y mis ganas de sexo pues otro tanto; agarré unas de sus cientos de camisas blancas y me coloqué sobre el borde de la ventana para tenderla, yo no prestaba atención a los posibles mirones, ya me consideraba demasiado mayor como para andar vigilando si algún adolescente se masturbaba mientras se asomaba alguno de mis pezones por entre la blusa, repetí la operación y a la tercera prenda, mientras estaba apoyada sentí unas manos duras y poderosas clavándose en mis caderas y una voz olvidada vino a mi cabeza.
- Había olvidado lo buena que estás.
Un aliento apestoso de ajo me llenó todo el cogote y sus manos su cuerpo ya gordo y torpe por los años se echaba sobre mi.
- Pues que mal estás de memoria, pues sigo llamando igual, peso lo mismo y lo único que cambio es el tinte, que el rubio platino me da alergia al chichi.
- Mira que eres, te digo un piropo y ya estás cortándome todo el romanticismo.
- ¿A eso le dice tu romanticismo? Respondí enojada aunque no tanto como quería parecerlo y más por lo que sentía entre mis glúteos creciendo poco a poco.
- Pssss, no hables, solo cierra los ojos.
Daniel metió sus manos por los huecos de la bata cubriendo mis senos, aún fríos pero ansiosos de caricias, sus manos cubrían mis pechos en una curva perfecta y entreabriendo los dedos dejaba salir mis pezones que pellizcaba suavemente, al ver que su piel estaba demasiado seca, llevó sus dedos a mi boca que los lamí y besé como si de una polla se tratase y cuando mi saliva impregnaba sus dedos volvió a llevarlos a mis tetas que agradecieron la humedad cálida de mi boca haciendo que se erigiesen apuntando al techo. La boca caliente de Daniel mordisqueaba mi cuello y el lóbulo de la oreja, nunca fue de meterme la lengua en el oído, siempre me pareció una guarrada pero sus suaves pasadas de la punta de la lengua en mi cuello eran una delicia y me llevaban al edén.
Sus piernas separaron mis apretados muslos colocándose entre mis glúteos y soltando uno de sus pechos se soltó el cinturón y se bajó los pantalones, su palpitante polla pedía salir de esos bóxer blancos amplios tan feos y que nunca llevaría George Cluny y levantándome la batita me bajó la braga antilujuira que llevaba puesta ese día.
Yo aún seguía con los ojos cerrados y apretaba mi culo contra su cada vez más dura polla, la quería dentro de mi, quería que me destrozase el chocho como hacía cuando aún éramos novios, un ligero gemido se escapó de mi boca pues me sentía la más puta de las putas y estaba siendo follada por un semental de bella estampa. Abrí ligeramente los ojos y aunque el sol se había puesto hace horas, aún había luz en el patio donde tendía. Daniel liberó su hermosa polla y la apoyó entre mis glúteos para que sintiera su dureza, al sentirse poderoso de nuevo la metió entre mis muslos, acariciaba los labios de mi chocho mojándose de una humedad ya casi olvidada, mientras su polla se acariciaba con mi chochito cada vez más caliente calvó sus dientes en mi hombro derecho mientras su mano derecha buscaba mi clítoris.
Tengo que reconocer que Daniel sabía muy bien como tocarme, y sus hábiles dedos, mojados aún por mi saliva se movían con extrema dulzura, unas veces jugando con mis labios, otras abriéndolos para tocarme mi botoncito de placer, vibraba con sus caricias y poco a poco mi chochito empezaba a mojarle la polla. Se mojó los dedos con los jugos de mi sexo y se los llevó a la boca, ahora era él el que gemía de excitación y placer y me echó sobre la ventana con mis tetas al aire, yo ni miraba, me limitaba a poner mis sentidos al resto de emociones que Daniel me estaba brindando.
Daniel se separó ligeramente y agarrándole la polla con mi mano derecha, se la puse en la puerta de mi chochito hambriento casi suplicándole que me la metiese hasta las entrañas y Daniel fue todo lo que casi había olvidado, una toro salvaje que me la metió casi de un golpe, a pesar de la excitación casi llegué a sentirme molesta pero no era verdad, sus 18 cm de polla se acomodaban divinamente dentro de mi, Daniel se paró una instante para acariciarme la espalda y agarrándose de las caderas como si la vida le fuese en ellos empezó a moverse con suavidad pero en movimientos muy profundos. El olor de la lejía de la ropa contrastaba con la peste a gasoil de sus prendas y los botones de su camisa incluso se me marcaban en la espalda y el sudor de su barriga se mezclaba con el mío, me estaba emputeciendo por instantes, estando tan sucia y vulgar y sentir esa polla dentro de mi por un hombre que se había olvidado por completo de que existía era como un volver a nacer. Apoyó sus manos ahora sobre mis hombros arqueando mi espalda haciendo que su penetración más profunda, pues sentía su polla tocar el fondo de mi chocho y llenándome por completo, un ruido húmedo era lo único que se podía escuchar cada vez que entraba y salía de mi, unas especie de chof, chof que turbaba mi sentidos y que delataba que no había ni espacio para el aire dentro de mi cuando esa polla entraba hasta el fondo.
La forma de la polla de Daniel confieso que me parece perfecta, debería ser actor porno, si no fuese por esa barriga que se le ha puesto, aún sería un tipo muy apuesto, pues su polla es grande y si una mujer os dice que no importa el tamaño os miente, cosa que dice mucho de ella pues lo hace por satisfaceros y no daros un disgusto, pues mide calculo unos 18 cm y gruesa debe andar por los 5 cm, pienso que en un vaso de cubalibre no le cabe pero nunca he hecho la prueba; tiene la forma de un champiñón, si de esas que es más gruesa en la punta y cuando entra y sale de mi es casi eléctrico, mmm, casi me corro solo de recordarlo.
Perdonar, se me va la cabeza, Daniel apretaba sus manos y me arrimaba cada vez con más fuerza, pero sus movimientos seguían siendo lentos y muy profundos, mi chochito cada vez más mojado dejaba deslizar mis jugos por el interior de mis muslos y se mezclaban con el sudor que estábamos generando los dos, sea como fuere, su mano izquierda se soltó de mi cadera y la llevó a mi cuello y boca y sin poderlo remediar, le mordí levemente los dedos saboreando su piel mientras él aumentaba el ritmo de sus embestidas. A pesar de la acción el silencio era tremendo, sólo se oía nuestra respiración que se confundía con el ruido de los aires acondicionados del patio, ahogábamos nuestros gemidos como podíamos hasta que Daniel rompió ese silencio:
- Que puta eres Verónica, como me gusta follarte desde atrás, te va a doler el coño una semana.
Yo no hice oído a lo que acababa de escuchar, estaba a punto de correrme y si cortaba en ese instante, sería pasar otro día sin sexo. Sus ásperas manos me acariciaban y sentía el calor de su cuerpo a pesar de esas lijas que tenía por manos, yo era una mera espectadora pasiva, dejaba que ese hombre empujara su cuerpo contra el mío como si la vida le fuese en ello y mi espalda soportaba todo su ímpetu. Jadeos silenciosos y mis temblorosas piernas avecinaban que estaba a punto de correrme.
- Me corro, me corro dije entre los dedos de su mano que me cerraban la boca.
Apenas unos segundos después mientras soportaba mi peso sentí el caliente chorro de semen de Daniel entrando como una bala dentro de mi inundado chochito y sus espasmos me abrasaban por dentro.
Un vozarrón me dejó medio sorda cuando su semen me empapaba y se escurría entre los labios de mi chocho cuando sacaba la aún grande y palpitante polla y yo seguía sin girarme para no mirarle a la cara.
- Uf chata, que polvo más rico, me decía mientras se subía los pantalones con la polla aún llena de semen y se volvía a la salita de estar.
Yo aún sin girarme noté como el hijo pequeño de la vecina de enfrente estaba mirando por entre la cortina, un muchacho de 17 años bien parecido que no me hubiese importado que hubiese sido él el que me hubiese follado, lo que si me importaba es que no conocía ninguna clínica para que me hiciesen los análisis rápidos de las ETS y por donde dormiría esa noche, porque un polvo no se desperdicia porque te llamen Verónica, pero si un matrimonio.