Esta era nuestra fiesta
Que ocurre cuando una amiga se folla a otra delante de público masculino...
Como acabaron allí es una larga historia que me da mucha pereza contar, pero la causa: se lo merecían, simplemente eso.
Un grupo de amigos, un loft, una cena, charlas, risas, juegos…
¿Recordáis el juego de la botella? En este caso estaba ligeramente modificado, tampoco a estas alturas de nuestra vida iba a ser aquello beso, atrevimiento, verdad.
Se gira la botella, se saca un objeto de una caja y… echarle imaginación y utilizar ese objeto con la persona que te ha tocado; un tarro de miel, mmm que rica sobre un pecho, una cuerda, que sirve para un sujetador improvisado, un vibrador, que termina acariciando algún sexo, objetos y objetos que sirven para ir acercando poco a poco a los componentes de aquella fiesta. Algo más que divertido, morboso y excitante que va ayudando poco a poco a que la temperatura que aquel frío diciembre suba.
Las escenas picantes comienzan a sucederse y, pronto, el ambiente empieza a ser más sexual.
¿Y si subimos a la habitación?
Llegados a este punto quizás deberíamos intentar describir la estancia.
Un loft, como todos diáfano, y en la parte superior, un dormitorio y un baño, a unos cuatro metros del suelo, con una barandilla de forja como si de una terraza se tratara.
Pero, sigamos con la historia.
Los juegos continuaron, los cuerpos se mezclaban, las manos se confundían, las bocas se encontraban, mujeres, hombres, travestis.
Dos de las mujeres se besan, poniendo toda su fuerza en ello, excitadas se agarran del pelo en un juego de poder que ninguna desea ganar, nunca desean ganar. Siguen jugando y una cuerda hace su aparición, una de ellas la pasa por el cuello de la otra, la acaricia con el suave algodón, la pide que la permita hacerla un sujetador, mientras habla con los chicos. Todos están atentos a ese nuevo juego.
Las cuerdas van pasando, la excitación va subiendo, la improvisada modelo se va dejando hacer, confiada en su amiga, una mano a un barrote, otra mano a otro.
Semidesnuda, se encuentra a merced del grupo, la excita esa sensación, pero ya se sabe, ni en las amigas se puede confiar…
Probablemente pensó que iba a ser el centro del juego imaginado por aquella mente perversa, pero nada mas lejos de su intención, la intención de atarla era que solo se la permitiría mirar.
El resto del grupo siguió con el juego mientras se escuchaban sus gritos pidiendo ser soltada.
Se abre un bolso y el arnés hace su aparición, la malvada amiga se lo coloca,
la tercera, hasta ahora mera espectadora, cuando lo ve dice:
- Nena, ven aquí, que si mueves las caderas con eso como para bailar, yo quiero probarlo.
Comienza a follarla al tiempo que el resto de asistentes a la fiesta se retiran de la cama, dispuestos a observar la escena, o quizás incapaces de meterse en ella.
Gimen, gozan, gritan, los jadeos de placer habrían inundado la estancia de no ser por los gritos de la tercera.
- Soltarme, soltarme cabronas.
Mirándola y jadeando aun mas al escucharla, una seguía follando mientras la otra seguía gozando, según mas tarde confesaría, como pocas veces en su vida.
Los chicos y la travesti, alrededor de la cama, observaban la escena alargando sus manos y acariciando tímidamente los cuerpos.
- Ven, ven un momento.
Un chico se acerca a la barandilla.
- Si me desatas luego prometo hacer lo que quieras.
Pero el chico se vuelve a la escena de la cama.
- Cabronas, cabronas desatarme.
Daba patadas, se retorcía, cuanto mas veía gozar a sus amigas, mas irascible se volvía, la barandilla comenzó a moverse; a pesar de la distancia que la separaba de la cama, sus patadas comenzaron a sentirse en ella, pero sus amigas seguían, y sus gritos, ya amenazantes, se volvieron ensordecedores, pero en la cama, los dos cuerpos seguían unidos por aquel juguete de plástico que, viendo la escena y a juzgar por los orgasmos, tanto placer era capaz de procurar.
La ira era tal que estaba sacando fuerzas insospechadas de ese cuerpo, hasta el punto que se temió por que arrancara la barandilla, sus amigas la miraban, con cara de gozo y ella respondía con cara de odio. El juego se terminaba, a ver ahora quien la desataba, pero evidentemente, aquello le correspondía a la misma persona que le había atado.
Se acercó a ella, la besó, intentando calmarla, pero sería necesario mucho más para conseguirlo.
Poco a poco se libró de las cuerdas y, cuando al fin estuvo libre, agarro fuertemente del pelo a su captora, besándola y diciéndola:
- Eres una cabrona, esta me la pagas.
Si hubo venganza o no, no se sabe, quizás de para otra historia.
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