Esposo fiel, tentación irresistible...

La fidelidad conyugal cede a la tentación , facilitad por mi propia esposa sin quererlo claro...

Mi nombre es Pablo, soy un profesional joven casado con varios hijos; Con mi mujer nos llevamos de maravillas y me consideraba un esposo fiel ya que no soy de andar buscando aventuras pero hace poco las circunstancias y el animo solidario de mi mujer me pusieron en bandeja un platillo especial que no esperaba pero que resulto una de las mejores experiencias sexuales que he tenido.

El mes de Julio, mi mujer alojo en casa a Cinthya una ex compañera de colegio que venia de provincias a unos chequeos médicos especializados en los que llevaba varias venidas a la capital. Cinthya de 26 años, era casada sin hijos muy bonita: tez clara, ojos marrones claros de mirada inocente, nariz perfilada, pómulos llenos y sonrisa encantadora; además de una larga y sedosa cabellera hasta un poco por debajo de los hombros. Poseía una figura escultural curvilínea natural, con pechos medianos bien formados, así como caderas amplias y cintura delgada. Nada de fachas anoréxicas ni de fanáticas del gimnasio con mas músculos que un varón Su carácter era delicado y recatado. En las pocas ocasiones en que me cruzaba con ella, al llegar de mi trabajo era inevitable deleitarme con su belleza y su aire inocente pues se ruborizaba cuando a mi mujer se le escapaba alguna broma con tinte erótico o pícaro que le gustaba hacerme.

Mi mujer es muy discreta y no me daba muchos detalles sobre las cosas de su amiga lo que me intrigaba sobremanera. El ultimo viernes antes de su regreso programado, nos dieron salida temprano en la oficina y regrese a casa temprano, los chicos se encontraban en el colegio y mi mujer había salido con unas amigas. Mientras veía algunas películas, Cinthya que también había salido a sus chequeos regreso en esos momentos. Le abrí la puerta y apenas pude saludarla pues se encontraba algo turbada y se fue directo a su habitación.

Regrese a lo mío, sin embargo no pude evitar escuchar algunos lamentos y sollozos apagados. La curiosidad me asaltó y toque su puerta preguntando si había algún problema. Me abrió y secándose algunas lágrimas me dijo que no me preocupara. Su belleza era aun más excitante en esa situación y me inspiraba tanta lastima, así que no pude mantener la discreción e insistí:

  • Vamos Cinthya, déjame pasar y cuéntame lo que te pasa. De alguna manera te puedo ayudar, seguro que necesitas hablar con alguien siempre vale desahogarse.

Ella dudo unos segundos y me contesto:

  • Pasa, gracias por tu preocupación. Toma asiento.

Nos sentamos en un pequeño sofá de la habitación. Tenía puesto un camisón rosa hasta por debajo de las rodillas nada transparente, pero que aun así remarcaba sus líneas femeninas; lo que me excitaban sobremanera por lo que hacia esfuerzos para disimular.

  • Pensaras que solo doy problemas. Pero creo que si necesito hablar con alguien y tal vez como hombre me puedas aconsejar.

No escatimo en detalles, hacia más de un año se encontraba en chequeos de infertilidad y aquella mañana le habían confirmado que ella era completamente fértil y que el problema era marido. Las muestras de esperma que su esposo le había remitido especialmente congeladas para una posible inseminación por encontrarse ella en sus días mas fértiles revelaban una ausencia irreversible y absoluta de espermatozoides, siendo la única opción una inseminación artificial con donante de esperma. Temía que su marido, un hombre de ideas antiguas y machista se negara a cualquier intervención no convencional truncándole su anhelo de ser madre, además que ya casi no contaba con dinero para el donante aun si su marido lo aceptase.

Se me hizo claro que la situación se prestaba a favor de mis deseos reprimidos y aproveche la oportunidad. Le dije que era muy difícil para cualquier hombre aceptar un hijo que no llevara su sangre y podría arruinar su matrimonio; esto último provocó que se echara a llorar buscando instintivamente cobijo en mis brazos. La abrasé y mientras la consolaba acariciándole el cabello

  • Lo mejor seria que tu esposo no sepa de los resultados. Sobre los costos del tratamiento, porque gastar dinero que no tienes; no se te ha ocurrido que con lo hermosa que eres cualquiera quisiera poseerte aunque sea solo para procrear. Yo mismo podría hacerte el amor todas las veces que sea necesario.

Ella se sorprendió y no me dejo seguir; tratando de separarse, me recriminó el atrevimiento levantando su mano en un intento de abofetearme. La retuve con más fuerza y sujete su mano.

  • No seas tonta, sabes que no tienes muchas opciones; según me contaste estas en tus días fértiles e incluso si tu esposo aceptase no podrías costear otro viaje y el tratamiento. No tienes por que temer, sabes que estoy sano y mis hijos son saludables e inteligentes.

Simultáneamente me apreté más e intente besarla mientras mi otra mano recorría ávidamente sus muslos por debajo del camisón en búsqueda de sus partes íntimas. Se liberó de mi abrazo y sollozando me insulto, gritándome que ella no era una cualquiera y que ese mismo día se iba de mi casa, y que además agradeciera que no le contará a mi mujer lo sucedido para no lastimarla porque era una buena persona. Me empujo fuera del cuarto echándose seguro.

Me retire a mi cuarto avergonzado esperando que realmente no le dijera nada a mi mujer y arrepintiéndome de mi osadía. Me eche unos tragos para tranquilizarme y pensar en una solución. Luego de un par de horas, Cinthya me toco a la puerta; pensé que para seguir insultándome o para avisar que se largaba pero grande fue mi sorpresa de que aun no se cambiaba y aunque más serena todavía tenia lagrimas en los ojos y su voz temblaba. No me dejo hablar y paso a mi cuarto. Me dijo:

-- No creas que te perdonó, pero lo he pensado bastante. Hagámoslo, pero que te quede claro que hago esto porque que el deseo de ser madre es mas grande que los reparos morales. Nadie debe enterarse. De quedar embarazada prométeme que nunca intentaras acercarte a mí o al niño. Además no esperes que me esfuerce en satisfacerte, recuerda que esto es solo un trato de conveniencia. Mientras terminaba de hablar se saco mecánicamente el calzón y con camisón puesto se metió en mi cama cubriéndose con las sabanas y me tomo de la mano en señal de entrega.

Recuperado de la sorpresa, decidí ser agresivo:

  • Lo primero no hay problema. Sobre lo segundo, solo déjate llevar y veras si te gusta o no; no soy ningún energúmeno.

Me desvestí y me deshice de las sabanas. Ella quiso levantarse el camisón solo hasta la cintura pero venciendo su resistencia se lo saque rápidamente por encima de los hombros con un juego de manos. Así pude deleitarme con su desnudez que era tanta o más apetecible que la belleza de su rostro. Contemple la blancura y delicadeza de su piel, la redondez y firmeza de sus pechos, caderas, brazos, muslos y piernas bien formadas a la vez que mis manos la recorrían suavemente. Era un cuerpo ideal como me lo imaginaba. La vergüenza le hizo girar su cabeza de lado sobre la almohada y cerrar los ojos; a la vez que su cuerpo transmitía un leve temblor de ansiedad y pudor. Levanto sus rodillas y separo sus muslos insinuándome que consumase el acto. Sin preocuparme por esto, hundí mi cabeza en el lado libre de su cuello para besar y lamer esta zona y por detrás de la oreja, oliendo y aspirando su perfume y su olor natural. Puse una mano a su sexo sintiéndolo tibio pero aun seco.

  • Hay que corregir esto para no lastimarte.

Lleve mi mano a su boca y metí la punta de los dedos entre sus labios y pedí que los humedeciera lo que hizo algo torpemente. Con los dedos untados de su propia saliva, lubrique primero su clítoris, luego su entrada y el interior de su vagina con masajes circulares de sus suaves, tibias y estrechas paredes vaginales, recorrí todas sus paredes buscando las áreas mas sensibles, notando cada vez mayor reacción en ella hasta que se comenzó a humedecer espontáneamente; aunque ella trataba de mantenerse ajena a la excitación siempre rehuyéndome la mirada. Cuando la sentí bien húmeda, retire los dedos chorreantes de sus jugos y luego de deleitarme con su aroma, embadurne con ellos sus pezones y se los volví a meter en la boca; ella sintió su olor y opuso cierta resistencia.

  • Vamos preciosa, ya hemos llegado hasta aquí para ponerse difícil. Chupalos y sientes tus jugos.

Comenzó a lamerlos, primero mecánicamente y luego con cierto ritmo. Esto me puso a mil; ya en ese momento mi pene estaba en el máximo de su erección y el glande se encontraba totalmente embadurnado con pequeñas gotas de esperma. Tuve que hacer un gran esfuerzo para no penetrarla en ese momento. Comencé a besar y lamer en círculos sus areolas rosadas y sus pezones que ya se encontraban erectos e hipersensibles; cada lamida despertaba un sobresalto que ella trataba de disimular después de un rato descendí con mi lengua a su abdomen siempre lamiendo en círculos primero alrededor de su ombligo y luego en sus ingles y parte interna de sus muslos. Luego me concentre en su conchita. El pubis lo tenia coronado por vellos ensortijados de color negro brillante en la justa medida (ahí no me gustan las peludas ni las peladas). Sus labios vaginales carnosos y chorreantes de secreciones que corrían hacia su ano a manera de un fino riachuelo. El botón del clítoris prominente por las caricias previas. Comencé a lamerlo circularmente y luego a succionarlo sin soltarlo, pasando la lengua por debajo de su base, de rato en rato recogía con la punta de mi lengua sus jugos entre su vulva y la región del ano. Seguí en estas caricias y tome su mano para medir su reacción, a lo que respondió apretándola suavemente y entrecruzando sus dedos con los míos, aunque luego los soltó bruscamente por vergüenza de mostrar algún grado de placer.

Estaba decidido a que lo disfrutara y volví a sus pezones como al inicio. Sin soltar los pezones, dos dedos de mi otra mano entraban a fondo y salian rítmicamente de su vagina. Seguí unos minutos así; de pronto noté que cerraba sus muslos contra mi mano, a la vez que con movimientos cortos elevaba su pelvis como golpeando en forma rítmica y acompasada; lo hizo buen rato sin voltear su rostro ni abrir los ojos Seguimos así hasta que no pudo ocultarlo y acelero su ritmo en una rápida serie de 10 o 15 sacudidas pélvicas mientras emitía unos quejidos apagados hasta que sentí que se formaba una especie de anillo estrecho en su entrada vaginal que se contraía sostenidamente sobre mis dedos y paró sus sacudidas en lo alto con el torso arqueado y separado de la cama varios centímetros. Después de unos segundos, emitió un aaaaahhhhh…. Para luego dejar caer su espalda y nalgas sobre la cama, todo esto sin que aflojara la contractura de su vagina.

Habiéndole arrancado un orgasmo, era el momento de imponer nuevas reglas. Saque los dedos atrapados por su vagina que seguía contrayéndose en forma de anillo, busque su rostro, y aun extasiada me miro detenidamente y comenzó a acariciar con sus suaves manos mi nuca, hombros y espalda. No evito sonreír cuando me dijo:

  • Voy a ser sincera, aun no me has penetrado y me has dado el mejor orgasmo de mi vida. Ahora si hazme todo lo que quieras y enséñame como complacerte; quiero mucho a mi esposo pero no se compara en nada contigo; y me beso. Realmente no tenia mucha experiencia, pero mi lengua y saliva rápidamente le indicaron el camino y en segundos jugaba con mi lengua a la vez succionaba toda mi saliva la mezclaba con la suya y me la regresaba con movimientos ávidos de placer de su lengua.

Me puso como loco y me acorde de mi pene que reclamaba acción y decidí penetrarla. Ahora quiero que me sigas le dije. La hice echarse al borde de la cama sobre su costado derecho y la cadera sobre un par de almohadas de tal manera que quedase con la concha elevada y de costado. Me puse de pie junto a ella y la penetre en un solo viaje. Era bastante apretada pero buscando mayor placer le mantuve los muslos y piernas juntas, entrecruzando sus tobillos para que me apretase más. La bombeaba con fuerza y rítmicamente. Ella gemía de placer y trataba de seguir mis movimientos. La puse de espaldas todavía con los cojines y al filo de la cama. Manteniendo sus muslos juntos y tobillos entrecruzados, me los eche sobre uno de mis hombros para mantener la penetración apretada. Ahora ella tenia un poco mas de libertad de movimientos y golpeaba su pelvis contra la mía gimiendo de placer y alcanzando múltiples orgasmos que reconocí por las sucesivas secuencias de sacudidas aceleradas que terminaban al arquear su cuerpo y luego caer contra la cama para luego reempezar igual hasta en tres oportunidades. Volví a sentir su contracción vaginal sostenida y cíclica esta vez alrededor de mi pene con una sensación de placer indescriptible y comencé a agitarme como preludio a la eyaculación. Ella se dio cuenta y separando las piernas me aproximo a ella para besar y lamerle el cuello mientras me susurraba.

  • Termina ya, lléname el vientre con tu semilla todas las veces que quieras.

No me aguante más y eyacule en uno de mis mejores orgasmos. Sentí borbotones de mi esperma caliente que llenaban su vagina y embadurnaban mi pene. Me mantuve buen rato dentro de ella mientras nos besábamos. Al retirar mi pene sentí como su contractura escurría y no dejaba escapar ni una gota de semen Ella se encogió sobre su lado y la abrasé. Nos quedamos en silencio. Lo que siguió después vendrá en otro relato.