Esposas descarriadas (4)
Un trío de una esposa recatada con el amigo de su esposo.
Esposas descarriadas (4)
Raissa y Omar llevaban casi diez años de matrimonio y desde que empezaron a salir, a él le excitaba mucho cuando en cualquier situación, por algún descuido de su mujer, sea por llevar una falda corta o un escote generoso, descubría el deseo que despertaba en otros hombres al contemplar fugazmente esas braguitas o ese corpiño que se exponían involuntariamente.
Omar siempre se lo comentaba, diciéndole a Raissa que le daba mucho morbo que le mirasen el escote o las nalgas. Inclusive le pedía que se soltara otro botón o que usara faldas más cortas. Pero ella se sonrojaba y hacía lo contrario, abrochándose un botón más o poniéndose un pantalón para la próxima ocasión que salían.
Una fantasía recurrente de Omar era que su esposa le pusiese los cuernos con otro hombre pero los años pasaban y él no veía la forma de hacer realidad esa fantasía.
Bruce era un amigo al que conocían desde la adolescencia. Le gustaba hacer comentarios picarescos sobre los atributos físicos de las mujeres. A veces caía pesado con sus bromas pero era un buen amigo de ambos. Solían reunirse con frecuencia y tomar algunas cervezas. Con el alcohol, a Omar se le escapó un par de veces que le excitaba ver a Raissa siendo observada por otros hombres, que le gustaría verla siendo manoseada por desconocidos.
Motivado por el alcohol, Bruce le confesó que a él también le excitaba la idea de manosear a otras mujeres diferentes a su propia esposa, Gisella. Y que también le gustaría que su esposa fuera no solo manoseada sino también penetrada por otros hombres. Se la imaginaba participando en una orgía donde desconocidos la hicieran suya por todos sus orificios naturales.
Esas conversaciones sazonadas por bebidas espirituosas dieron pie a otras cuando estuvieron sobrios, llegando a desarrollar ideas para convencer a sus respectivas esposas de serles infieles con su pleno conocimiento y aceptación. Pero todo quedaba en ideas por el momento.
En los largos veranos que disfrutaban, Omar y Raissa solían visitar las playas. Él insistía en acudir a las más liberales donde se practicaba algo de nudismo. Allí le rogaba a su mujer que hiciera algo de topless a lo que ella siempre se negaba. Pero ante tanta insistencia de su esposo, terminó por aceptar.
Raissa tenía unos senos muy bien proporcionados, que llamaban la atención de los hombres que paseaban por la playa y se paraban a contemplarlos disimuladamente, lo cual excitaba mucho a su esposo.
Omar disfrutaba mucho cuando desconocidos de todas las edades se quedaban mirando las tetas de su mujer, con mayor o menor disimulo. Raissa tampoco era ajena a esas miradas deseosas y poco a poco se acostumbró a lucir sus atributos.
Ni corto ni perezoso, Omar se le comentó a Bruce. El muy ladino empezó a dirigirle mensajes en doble sentido a la mujer de su amigo. Sobre todo insistía en que le dejase ver sus senos. Usaba la lógica que si los mostraba en la playa a todo el mundo, por qué no se los podía mostrar a él.
Ella se reía pero no cedía a sus requerimientos.
A pesar de las insistencia de Omar y de las indirectas de Bruce, ella no parecía aceptar los pedidos de su esposo. Así que este no tuvo más remedio que llamar al número de que había obtenido del selecto grupo de “Esposas descarriadas”.
Raissa cayó ingenuamente en la red de ese exclusivo servicio. Un par de visitas a su centro de reprogramación y lavado de cerebro fueron suficientes para transformarla.
El siguiente fin de semana, ella misma invitó a Bruce a acompañarlos a la playa nudista.
Omar la acompañó a comprarse una nueva ropa de baño para ese día. Ella aceptó sin reparos la tanga que escogió él. Dejaba todo su culo al aire exponiendo sus nalgotas. La parte superior apenas si cubría sus pezones, pero eso importaba poco pues no lo conservaría mucho tiempo.
Bruce no dejó de piropear a Raissa desde que llegó. Ella se quitó el corpiño delante de él y no perdió ocasión de ponerle los pechos lo más cerca que podía con cualquier motivo. Omar estaba boquiabierto con la transformación de su esposa, antes tan recatada. Definitivamente esos tipos de “Esposas descarriadas” eran unos genios.
Desde ese día, Omar y Bruce no dejaban de comentar sobre la satisfacción que se habían dado los dos. Omar no paraba de hablar sobre el exhibicionismo de su esposa. Bruce no se cansaba de decir que Raissa estaba muy buena. Se moría de ganas de manosearla. Omar se lo comentaba a su esposa y ella se reía. Sus encuentros sexuales maritales eran más fogosos que antes.
Gracias al cambio experimentado por Raissa, ahora lucía su ropa más provocativa cuando Bruce los visitaba. Era frecuente que estuviera sin corpiño, lo que provocaba comentarios pícaros del hombre. No contento con eso, le pedía continuamente que le volviese a mostrar las tetas.
El siguiente fin de semana fueron sin Bruce a la playa nudista. Pero esta vez Raissa no solo se lució en topless sino completamente desnuda, dando un espectáculo a todos los hombres que había en el lugar. Más de uno tuvo que masturbarse para poder tomar el sol con calma.
Obviamente Omar le contó todo a Bruce, quien no perdió la oportunidad de decirle a Raissa que debería dejarle ver su coñito pues ya lo había exhibido a otros en la playa. La mujer se reía y le decía que eso nunca.
Pero gracias a la reprogramación experimentada por la mujer no pasó mucho tiempo antes de que fueran nuevamente a la playa nudista, donde Bruce no solo pudo verla completamente desnuda sino también mostrarle el pene bien depilado y grueso que tenía entre las piernas.
Esa situación fue alucinante para Omar. Estaba extasiado con el descaro de su mujer, ahora ella era toda una exhibicionista. Podía verla disfrutando al provocar a su amigo. Hasta podía ver su vagina húmeda por la excitación que sentía.
Al llegar a casa, ella le confesó a su marido que nunca se había imaginado que las sensaciones que le producía el hecho de sentirse observada pudieran provocarle tanto placer, fue todo un descubrimiento. Cada vez que hablaban sobre el tema, tenían sexo apasionado.
Finalmente, una noche en que él los visitó solo sin Gisellea, con un par de copas de más, Bruce se animó a masajearle la espalda. Raissa se dejó hacer. El muy ladino no contento con eso, le decía que se imaginase a dos hombres teniendo sexo con ella, con cuatro manos acariciando su cuerpo y dos lenguas lamiendo todos sus rincones. Raissa no hablaba, pero empezó a relajar su cuello y contonearlo al ritmo del masaje de Bruce.
Omar estaba a mil. Con una erección de piedra. Veía como su amigo le susurraba al oído a su esposa que ella se moría de ganas de aceptar, que tenía los pezones duros como piedras. Le pidió que se los dejase tocar.
Ella no se negó, así que las manotas de Bruce empezaron a acariciarle las tetas por encima del vestido, masajeándole los pezones con los pulgares y los índices. Raissa echó la cabeza atrás y se dejó hacer sin hablar pero empezando a mover ligeramente las piernas en un claro síntoma de excitación.
Bruce continuó preguntándole al oído si le gustaba. Ella contestó con un susurro que estaba toda mojada.
Omar no dudó un segundo en acercarse y subirle la falda a su esposa. Ella no opuso la menor resistencia. Lentamente dejó las bragas a la vista. Bruce le pidió que abra las piernas y ella obedeció. Su esposo la tocó por encima de las bragas y notó que estaba completamente húmeda.
Con un gesto, Bruce indicó que subieran a la alcoba matrimonial. Los tres se dirigieron para allá sin dudar.
Una vez en el dormitorio. Raissa empezó a desvestir a Bruce. Omar quedó boquiabierto contemplando todo aquello. Él también empezó a desnudarse. Su esposa empezó a acariciar el pene endurecido de Bruce, todavía cubierto por la ropa interior. Finalmente lo liberó y expuso la polla erecta del hombre. La cogió con una mano y se la acercó a su cara.
Omar pudo contemplar como abría exageradamente la boca para acaparar todo aquello. Empezó a hacerle una mamada de campeonato. Bruce la cogió de la cabeza con ambas manos para marcar el ritmo.
Omar no quiso quedarse como expectador y le desabrochó el vestido a su esposa. Le quitó el corpiño para exponer sus tetas y poder acariciarlas mejor. Empezó a pellizcarle los pezones que parecían botones de carne. Estaban duros y erectos.
Bruce terminó de quitarse la ropa hasta quedar completamente en cueros. Omar lo imitó prestamente.
Raissa no se cansaba de lamer la polla de Bruce. Omar la dejaba hacer mientras seguía estrujándole las tetas. Empezó a besarle la espalda y las nalgas.
La mujer estaba cada vez más excitada. Sacaba su lengua con ansia y gemía sin parar. Aún no estaba completamente desnuda por lo que Bruce terminó de despojarla de todas sus prendas. Ella no dudó en ofrecerle su coñito que parecía un charco por lo húmedo que estaba.
Bruce no dudó un segundo en acomodarse para empezar a lamer su vagina con avidez. Hacía unos ruidos muy sonoros que excitaron aún más a Omar.
Raissa no resistió mucho antes de llegar al orgasmo. Se corrió soltando unos grititos ahogados. Pero no demoró mucho en recuperarse y atender la verga de su esposo que hace buen rato necesitaba atención. Omar se acomodó para disfrutar de las caricias bucales de su esposa.
Bruce ocupó el espacio que le dejaba su amigo. Estrujó con ambas manos las dos rotundas tetas de Raissa. Ella le respondió cogiendo su verga con la mano derecha y empezó a masturbarlo.
De las tetas, las manos de Bruce pasaron a la vagina y el ano de la mujer. Omar tenía una vista privilegiada de su esposa con su polla en su boca, mientras tenía otra verga en la mano y su amigo metiendo sus dedos en la vagina y el culo de su mujer.
Cuando ella sintió los primeros estertores de su orgasmo no pudo soportar más. Soltó la polla de su marido y le pidió a Bruce que la penetrase.
Ese pedido sorprendió a Omar, completamente sorprendido por la transformación de su mujer, antes tan pudorosa.
Bruce no se hizo repetir el requerimiento y se acomodó con presteza para penetrar a Raissa. Mientras su marido observaba la escena embobado por ver su fantasía llevada a la realidad. Luego de horadar su vagina, Bruce colocó su glande en la entrada anal de la mujer y la fue penetrando lentamente. Omar pudo ver desde su lugar privilegiado como entraba en ese glorioso agujero que solo él había conocido hasta entonces. Observó atónito como iba desapareciendo poco a poco en su orificio anal.
Cuando Bruce hubo metido casi hasta los huevos, empezó a bombear lentamente. Era un mete y saca rítmico. Raissa se quejaba pero resistía estoicamente las arremetidas cada vez más firmes que el hombre imprimía con maestría y resolución.
Omar empezó a besarla apasionadamente, mientras le estrujaba las tetas y le pellizcaba los pezones. La mujer no paraba de gemir. También soltaba suspiros entrecortados. Después empezó a soltar grititos ahogados mientras suplicaba que le diera más rápido y sin parar.
Ella misma empezó a estimularse el clítoris, no paró hasta deshacer su cuerpo en un orgasmo espectacular. Arqueó su cuerpo y gritó sin cortapisas. Mientras su cuerpo se perdía en espasmos cada vez más prolongados.
Bruce se había corrido al mismo tiempo. Salió de su interior para caer a un lado, extenuado.
Raissa no descansó ni un segundo. Jaló a su esposo hacia ella y le pidió que la penetrase. Omar no se hizo repetir el pedido, se colocó sobre ella y se metió de golpe en su vagina, que estaba completamente lubricada y dilatada.
Empezó a follarla a un ritmo frenético. Completamente fuera de sí por la excitación de haber visto a su mujer siendo follada por otro hombre. No tardó en eyacular dentro de su esposa dejándole el coño repleto de semen. Ella tuvo otro orgasmo brutal.
Bruce no tardó en recuperarse. Como Raissa estaba cubierta de sudor, lo usó como lubricante para darle unos masajes profundos. Sus manos se orientaron nuevamente hacia el rotundo culo de la mujer.
El hombre era todo un experto. Raissa no se resistía a las nuevas sensaciones que experimentaba. Las manos masculinas bajaban y subían, separándole las nalgas. Ella levantó su trasero para facilitarle el trabajo. Los dedos del hombre fueron concentrándose en el ano, le introdujo el dedo índice de su mano derecha. Empezó a meterlo y sacarlo suavemente, después cambió y lo hizo con el dedo gordo.
Raissa iba levantando más su culo y ofreciéndoselo descaradamente haciendo movimientos sensuales. Bruce introdujo otro dedo y le dijo que la iba a follar nuevamente por ahí.
Ella ronroneó de gusto, aceptando sin dudar. El hombre puso el glande a la entrada de su culo y fue empujando lentamente hasta que su polla desapareció en el interior de la mujer. Ella hizo una mueca que era una mezcla de dolor y lujuria, y luego su rostro se transfiguró en un profundo placer.
Bruce empezó a bombear mientras con la otra mano le masajeaba el clítoris por debajo del cuerpo. Omar se acomodó sobre el rostro de su esposa para que ella le hiciese una mamada.
No tardaron en venirse los tres. Rodaron por la cama, completamente exhaustos y sudorosos. Raissa no podía creer lo que había hecho pero debía admitir que lo había disfrutado y quería inclusive un poco más.