Esposa viciosa mamona, Cap. 6
Ahora les toca a los indios disfrutar de la esposa. Es el último capítulo que he conseguido, aunque no parezca terminar la historia.
Esposa viciosa mamona
Título original: SlutWife Cum Sucker P6
Autor: Judeth (storygirl@bigfoot.com)
Traducido por GGG, enero de 2005
Capítulo 6
Fue al día siguiente cuando encontré la siguiente carta de Babette. Debía estar tan excitada que no podía esperar para contarle a su amiga Kat el resto de la historia de su comportamiento de puta. Todo esto era demasiado, no podía creer que ésta fuera la mujer a la que había amado, con la que me había casado y en la que había confiado. ¿Cómo podía cualquier mujer comportarse de esta forma? Hasta aquí todo había sido bastante terrible como para imaginarlo, pero esta parte ya era demasiado.
Kat,
Cuando llegué al rancho de Alan era casi medianoche, no había luces excepto la del porche, subí hasta la puerta delantera y vi una nota clavada en ella, decía: "Tu habitación es la tercera cuadra del establo, deja tu ropa en el porche." Me despojé de lo que quedaba de mi camisa, el liguero y las medias, fui a la cuadra, me tumbé sobre la paja sucia y lloré hasta quedarme dormida.
Estaba con Alan, él estaba desnudo y resultaba hermoso caminando hacia mí, me rodeaba con sus brazos y el calor de su cuerpo era como una fuerza curativa que apartaba todo el dolor de mi cuerpo hinchado y maltratado. Levanté la cara hacia él y abrí la boca para besarle, empezó a reírse y mientras lo hacía su cara se convertía en una Polla gigante que empezaba a hacerse cada vez más grande. Intenté gritar pero la Polla se abría paso en mi boca y mi garganta, moviéndose como una serpiente con vida propia. Siguió deslizándose más allá de mi garganta bajando por el interior de mi cuerpo, pasó el corazón y el estómago hasta que sentí que apretaba para salir por el culo. La Polla se enroscó en mis muslos y empezó a penetrar en mi coño abriéndose camino en su camino de regreso a mi interior, hasta que desapareció completamente dentro de mí. La Polla se retorcía y palpitaba en mi interior, moviéndose por todas partes, aumentaba de temperatura y sentía como si se estuviese hinchando. Luego empezó a explotar, sentí que el esperma abrasador me llenaba alcanzando hasta el último rincón de mi cuerpo, hasta que la corrida brotó por el coño, culo y boca. Caí al suelo revolcándome en la avalancha de simiente que me engullía. Arriba, tenía que levantarme antes de que me ahogara en ella, arriba, arriba. "Arriba," dijo la voz, "levántate puta," PLAS, el golpe del látigo me hizo despertar de golpe. La luz del sol tras el hombre del látigo me impedía ver quien era, pero era la voz del peón mexicano grande del rancho. "Levántate, puta," PLAS, me puse de pie y me quedé así un momento. El mexicano me agarró del brazo y me sacó fuera, al patio. Me empujó al suelo, había allí un montón de peones del rancho mirándome, sonriendo y riendo. Vi a Alan que miraba a través de la ventana de la casa, hacía una señal a alguien y sentí que una manguera empezaba a rociarme con agua gélida, el agua se paró y empecé a ser espolvoreada con jabón de lavandería. "Lávate puta," empecé a restregarme el cuerpo agradeciendo la oportunidad de limpiarme. Me apliqué el jabón hasta en la última pulgada de mi cuerpo dolorido, y me lavé el pelo enmarañado. Los peones del rancho hacían comentarios soeces mientras me restregaba los pechos y me lavaba los muslos y el coño. La manguera volvió con toda su fuerza, tuve que luchar para evitar caerme mientras me aclaraba. Uno de los peones del rancho vino hacia mí con una toalla y empezó a secarme, estrujándome los pechos como si disfrutara. Otro me pasó un cepillo por el pelo desde atrás, riéndose por lo bajo mientras me metía un dedo en el culo con la otra mano. El que me había secado me afeitó luego la pelusa del coño, abrí bien las piernas intentando no moverme para que no me cortara. Cuando terminaron me dijeron que esperara. Me quedé allí en pie mientras se marchaban a realizar sus tareas matutinas.
Alan salió más tarde y dio vueltas a mi alrededor, no podía mirarle. Dijo, "¿Estás preparada para lo que queda de tu castigo Putilla Corridas?" Asentí y empezó a vestirme. Me puso una tira de piel alrededor de la cintura que tenía dos piezas rectangulares que colgaban sobre mi coño y mi culo. Me tiró unos mocasines que me puse y me puso la parte de arriba de un bikini de piel que apenas me cubría los pechos. Luego tomó una cinta a juego con dos plumas que colgaban y me la puso en la cabeza. Me dijo que me diera la vuelta para que pudiera ver que aspecto tenía, luego me puso una cinta alrededor de los ojos y me la ató. Le oí decir, "hoy vamos a jugar a indios y vaqueros," mientras alguien me llevaba de allí. Me pusieron en una camioneta y salimos. Podía decir que no íbamos por una carretera, había demasiados baches.
Viajamos durante alrededor de una hora, el conductor se tomó todas la libertades para sondear los labios de mi coño desnudo, hundiendo los dedos dentro y fuera. Cuando tomábamos un bache grande los dedos se enterraban dentro de mí, para cuando paró la camioneta me había corrido dos veces. Me puso los dedos pegajosos en la boca y los chupé hasta dejarlos limpios, luego me abrió la puerta echándose encima de mí y dijo, "Sal fuera." Salí de la camioneta que se alejó inmediatamente, me quedé allí en pie esperando con la venda en los ojos, pero no pasó nada. El sol ya calentaba y estaba empezando a sentir el sudor gotearme por el cuerpo. Estaba a punto de quitarme la venda cuando escuché el sonido de caballos al galope y hombres gritando, venían hacia mí. Me levanté el pañuelo y vi a dos vaqueros cabalgando a toda prisa hacia mí, gritando, "Aquí hay una puta india (N. del T.: se utiliza la palabra 'squaw' que aunque en el idioma algonquiano propio de la tribu india de la bahía de Hudson significaba mujer o esposa, es frecuente su uso en plan despectivo para referirse a una mujer india), capturémosla." Me entró miedo y corrí, mirando hacia atrás mientras ellos me ganaban terreno. Ambos eran grandes y parecían malhumorados, gritaban que iban a cazarme de modo que seguí corriendo. Uno de los jinetes se me acercó por la derecha y se colocó delante de mí, me di la vuelta y corrí pero tropecé con el caballo del otro jinete y caí al suelo sudando y jadeando. El primer jinete desmontó y vino hacia mí, yo estaba de rodillas. Me agarró del pelo y me sonrió maliciosamente, "bien, ¿qué es lo que tenemos aquí? una putilla india." Me soltó y me miró relamiéndose los labios. De repente me lanzaron una cuerda que me rodeó y se tensó, el otro vaquero me había lazado y estaba atando la cuerda al saliente de la silla de su caballo. Mientras le miraba otra cuerda me rodeó y el primer vaquero hizo lo mismo con su cuerda. Me mantenían apretada, los brazos atados en los costados, entre los dos caballos. El primero silbó a su caballo y el caballo se movió hacia un lado tensando la cuerda. Me estaban levantando del suelo, empecé a caer de espaldas cuando mis pies dejaron el suelo, pero me agarró el otro. Ahora estaba suspendida horizontalmente, con las piernas colgando pero sin tocar el suelo. El retal de piel que me cubría el coño pelado se había levantado y el vaquero silbó. "Puro coño rosado," dijo mientras metía algunos dedos y los hacía girar. Oí su cinturón y su cremallera, luego me separaron las piernas. El que me sujetaba los hombros se inclinó hacia delante y me metió la lengua en la boca mientras me empujaban con una polla tiesa entre los labios del coño. Me estaba poniendo muy húmeda cuando la polla se deslizó en mi interior. El otro vaquero me agarró del pelo con una mano y con la otra se soltó el cinturón y se abrió la cremallera, bajándose los pantalones. El primero me estaba tirando de las piernas balanceando mi cuerpo hacia delante y detrás, con él allí de pie mientras mi cuerpo se lo follaba. El que estaba en mi cabeza me volvió a agarrar de los hombros, la cabeza me colgó hacia atrás y su polla quedó a unas pulgadas de mi cara. Mientras me balanceaba atrás y adelante, la polla que tenía ante la cara se apretó contra mis labios hasta que los abrí y la permití entrar en la garganta. Siguieron moviéndome mientras las pollas de cada extremo se deslizaban dentro y fuera de mí. El coño se me estaba haciendo agua y el ansia antigua de corrida se estaba fortaleciendo. Chupé la polla que tenía en la boca mientras mi coño ordeñaba la que golpeaba mi entrepierna. El orgasmo me sobrevino mientras ellos explotaban en los dos extremos a la vez, dejé de balancearme mientras los dos profundizaban en mi interior con sus pollas chorreantes. Tragaba y me atragantaba con la simiente bombeada en mi garganta, mi chocho ordeñaba con convulsiones la otra. Me sentía como en un sueño, suspendida allí corriéndome cuando se salieron de mí. Un hilillo de corrida siguió a la polla desde mi boca y se me enganchó en el labio y la frente. Me estaban bajando al suelo cuando escuché otras voces, gritos, voces enloquecidas cada vez más fuertes. Estaba en el suelo mientras el tirón de las cuerdas se aflojaba, oí a uno de los vaqueros decir, "Vámonos de aquí," mientras los gritos y el alboroto se hacían más fuertes.
Levanté la vista para ver llegar a un grupo de jinetes, no eran vaqueros, iban casi desnudos, eran indios. Sentí alivio cuando llegaron y me levantaron, quitándome las cuerdas. Me sujetaron con firmeza y me llevaron ante un indio que todavía estaba montado en su caballo. Era un hombre alto, de más de seis pies (como 1,80m), desnudo a excepción de un taparrabos como el mío. Se inclinó hacia delante y me tocó la cara. Su dedo tocó el esperma y lo limpió, lo miró y luego volvió a limpiárselo en mi cara. Podía ver como su taparrabos se movía mientras me miraba. La mano alcanzó la parte de arriba de mi atuendo, la agarró, tiró de ella y me la arrancó. Los ojos se le pusieron tan grandes como la sonrisa, y su gruesa polla morena se abrió camino desde debajo del trapo. Se dirigió a los otros, me levantaron hasta su caballo y me colocaron encima de él apoyada en el vientre. Empezó a cabalgar hacia las montañas, mientras los otros seguían alborotando y gritando. Podía sentir su pesada polla azotarme la cintura mientras el caballo galopaba, una de sus manos me estrujaba los cachetes del culo mientras cabalgaba. Me dijo algo que no entendí y mientras alzaba la vista me levantó y me hizo dar la vuelta poniéndome de cara a él. Me bajó y mientras separaba las piernas para colocarlas alrededor del caballo su polla de 12 pulgadas (unos 30cm) tocó mi coño empapado. Me mantuvo así durante un minuto mirándome, luego se clavó de golpe enterrando a fondo su carne en mi interior.
Estaba empalada en una polla que era tan gruesa como el brazo de un hombre, me agarró el cuello y me empujó hacia su pecho. El movimiento del caballo estaba haciendo que mi coño reaccionase a la rítmica follada que estaba recibiendo. Empezaba a prepararse mi orgasmo, la pasión animal de esta cabalgada salvaje era mejor que nada que hubiese sentido antes. Pasé los brazos alrededor de su musculosa espalda y empecé a besarle el cuello. Tomó las riendas y empezó a cabalgar más aprisa. La sensación era increíble, su polla palpitaba y la fricción sobre mi clítoris me estaba volviendo loca. Empecé a lamerle los hombros y el cuello, besándole la cara mientras gemía y me agitaba. Empezó a gritar algo mientras mi coño se llenaba con torrentes de cálida corrida bombeados dentro y que me llenaban, grité con él abrumada por la fuerza de mi propio orgasmo. Me enganché a él cabalgando su polla, nunca se puso flácida.
El caballo aminoró su marcha y vi que estábamos entrando en un campamento levantado entre unos árboles junto a una pequeña colina. Había mucha gente allí, hombres y mujeres, se acercaron cuando entramos. Las mujeres señalaban y hablaban mientras me miraban todavía empalada en su jefe, no parecían contentas de ello. El jefe me alzó de nuevo y me bajó hasta el suelo, me quedé allí hasta que desmontó, dijo algo a los otros, y tomándome del brazo me llevó a su tienda. Me empujó por la abertura y entramos. Su taparrabos parecía flotar como una alfombra mágica mientras su enorme polla lo empujaba hacia arriba. Me miró, dio vueltas a mi alrededor unas cuantas veces, me abrió la boca y observó mis dientes, levantó las piezas de piel y me inspeccionó el coño y el culo. Sus manos se dirigieron a mis pechos talla 36D y empezó a estrujármelos. Había notado que las mujeres del campamento eran de pechos pequeños, parecía fascinado con mis globos grandes y redondos. Siguió jugando con ellos acariciándolos y estrujándolos, pellizcándolos y tirando de los pezones que aumentaban hasta media pulgada (1,3cm) y se ponían duros. El jefe dobló la cabeza y empezó a chuparme los pezones, primero el uno y luego el otro. Otra vez me estaba poniendo verdaderamente caliente, recordando la sensación de su magnífica polla dentro de mí. Bajé la mirada hacia ella y allí estaba apuntando orgullosamente hacia mi cara, él lo vio y me hizo ponerme de rodillas.
Habló y aunque no entendía su idioma sabía lo que quería que hiciera. Era lo que yo quería hacer, levanté la mano y tomé su polla y llevé la cabeza hacia ella. Besé unas cuantas veces la hinchada cabeza, luego empecé a besar el dardo largo y grueso. Fui besando todo el recorrido hasta sus huevos grandes y gordos, lamiéndolos y gimiendo con suavidad. Él se limitaba a dejar que me trabajara su polla. Nunca mi hambre de polla había sido tan grande, la besé y lamí por todas partes, restregándomela en las mejillas y en los ojos. Empecé a acariciarla mientras intentaba trabajar con la boca en su cabeza. Absorbí la cabeza dentro, humedeciéndola con mi saliva. Deseaba tanto esta magnífica polla, levanté la vista y él estaba sonriente. Forcé la cabeza sobre ella tomándola pulgada tras pulgada. Era tan gruesa que los labios me dolían al estirarse tanto como para dejarla entrar. Seguí chupando y moviendo la cabeza de arriba abajo sobre ella, profundizando cada vez más. El jefe bajó las manos y me tiró de los pezones, una ráfaga me cruzó el cuerpo desde los pezones al clítoris. Trabajé furiosamente balanceando la cabeza en su trozo de carne. Tenía el coño encharcado, el culo me hormigueaba, todo mi cuerpo ansiaba su polla. La polla estaba empezando a hincharse y contraerse, sentía agitarse sus huevos mientras su semilla empezaba a formarse. Chupé como la puta que soy, tan hambrienta por paladearle, desesperada porque su corrida me bañase la garganta. Justo cuando pensaba que iba a tenerla me la sacó de la boca, le miré desesperadamente, "Por favor, por favor deje que me la coma." Se limitó a sonreír y me empujó de espaldas sobre las alfombrillas del suelo. Se puso en cuclillas sobre mí y colocó su enorme polla entre mis grandes tetas. Me tomó las manos y me hizo apretar los pechos rodeándola, mientras empezaba a follárselos atrás y adelante. Vi a algunos guerreros mirando al interior de la tienda mientras él estaba arrodillado sobre mí, el calor de su polla deslizándose entre mis pechos era maravilloso, las miradas de los otros me excitaban aún más. Empezó a gruñir y me agarró la cabeza y la empujó hacia delante. Abrí la boca y la polla se apretó contra mis labios a cada embestida. Mi lengua salía a su encuentro cada vez, se me recompensaba con los sabores de su jugo seminal depositado en la punta, que chupaba con avidez. Sus gruñidos se hicieron más sonoros y los otros hombres empezaron un canto rítmico. "Por favor," supliqué, "por favor déjeme saborearla, por favor." Tiró con fuerza de mi cabeza, avanzó gritando algo mientras me bañaba la boca y la cara con un chorro tras otro de su ardiente corrida. Me la tragué y lamí con la lengua cazándola al vuelo, esparciéndose por toda mi cabeza. Luego me la metió en la boca y me dejó que le chupara la polla chorreante. Me corrí mientras tragaba chorro tras chorro de su esperma espeso y cremoso. Me soltó la cabeza y la dejé caer hacia atrás mientras un último chorro aterrizaba en mi mejilla, lo lamí mientras se ponía en pie y salía fuera. Me quedé allí tumbada tragando, paladeando su maravillosa corrida, limpiándomela de la cara y lamiéndome los dedos hasta dejarlos limpios.
No había notado la entrada de los otros pero pronto estuve rodeada de pollas morenas empalmadas, manos acariciándome y estrujándome los pechos, luego uno por uno repitieron lo que el jefe había hecho, gruñendo y bañándome en su calientes corridas. Finalmente me desmayé de placer y cansancio. Cuando volví a despertarme había fruta y comida para que comiera en unos cuencos colocados a mi lado. No me había dado cuenta de lo hambrienta que estaba, realmente no había comido mucho salvo corridas en los últimos días. Comí como un animal, lamiéndome los dedos y los cuencos hasta dejarlos limpios hasta del último resto. Luego dormí el resto de la tarde.
Esa noche sonaban cánticos y tambores en el exterior de la tienda, dos mujeres entraron llevando un fardo y me despertaron. Hablaban entre sí mientras me tocaban el pelo y sentían mis pechos un poco grandes. Me hicieron ponerme en pie y me quitaron las tiras que me rodeaban la cintura y la cabeza, me peinaron el pelo y lavaron la corrida seca de mi cuerpo. Luego me vistieron. Me pusieron un taparrabos nuevo, bellamente adornado con abalorios, pero solo la mitad de ancho que el otro. Apenas me cubría el coño afeitado cuando me volví a poner en pie, no había paño que me cubriera el culo. Me pusieron una cinta a juego en la cabeza con dos plumas de águila colgando por detrás. Las mujeres empezaron a aplicarme algo de color a los ojos, mejillas y labios. Luego me restregaron algo en los pezones endurecidos.
Las mujeres me llevaron fuera. A la luz de la hoguera pude ver un círculo de guerreros en pie, esperando, en el medio del círculo había algo que no podía distinguir. Había dos filas de mujeres en pie, haciendo un pasillo a los guerreros. Las mujeres que me habían vestido me condujeron hasta las filas de mujeres y sentí una dura palmada en el culo con algún tipo de bastón, que me empujó hacia delante entre las otras mujeres. De repente empezaron a lloverme varas sobre la espalda y el culo, haciéndome correr hacia los guerreros. Me golpeaban una y otra vez mientras corría entre ellas, me maldecían en un idioma que no podía entender. Cuando llegaba al final de las filas de mujeres, me agarraron del pelo y caí al suelo de espaldas. Me pegaron y azotaron con las ramas, hiriéndome los pechos y muslos. Empecé a gatear para alejarme de ellas mientras me pegaban, gritaban y se burlaban. Tenía los ojos llenos de lágrimas cuando empecé a correr lejos de su alcance, pero cuando llegué al círculo de guerreros alguien tiró de mí hacia atrás y aterricé en el suelo.
Cuando volví a abrir los ojos vi el círculo de hombres cerca de mí, miré a mi alrededor y vi que estaba en el centro del círculo. Había un barril, tumbado sobre un costado, con dos estacas en el suelo separadas por una distancia de varios pies, debajo del barril había un gran trozo de piel de animal. Yo les gritaba que por favor me dejaran sola. El círculo se cerró y aparecieron algunas antorchas, me agarraron y me pusieron encima del barril, sobre el estómago, las manos y pies atadas bien separadas. Durante un largo instante se hizo el silencio, luego alguien se aproximó. Unos pies cubiertos con mocasines caminaron hasta colocarse delante de mi cara. Alguien me agarró del pelo y me levantó la cabeza, vi al jefe arrodillarse delante de mí, su enorme polla de 12 pulgadas (unos 30cm) me tocó los labios. En perfecto inglés dijo, "¡Chupa, puta!" Cuando abrí la boca me clavó la polla en la boca deslizándola por mi garganta, haciendo que me asfixiara por falta de aire. El dolor de mi boca al estirarse tanto me hizo gritar por encima de su trozo de carne, se rió y empezó a follarme con la polla, dentro y fuera. Cuando pensaba que podría desmayarme a consecuencia del abuso, empecé a sentir aguijonazos en el culo porque me estaban azotando incontables varas una y otra vez. "Chupa, puta blanca," ordenó el jefe y empecé a lamer y chupar mientras se follaba mi cara. Mi hambre se incrementó cuando la enorme polla empezó a destilar jugo preseminal sobre mi lengua. El coño me empezaba a gotear y los pezones se me pusieron duros y erectos. El jefe me agarraba las tetas a puñados y tiraba de ellas, mientras bombeaba adelante y atrás, gruñendo y chillándome que se la chupara. Me tragué su polla mientras me esforzaba en chupar de ella la corrida, luego sentí que sus manos liberaban mis doloridas tetas y se trasladaban a mi culo desprotegido. Me dio una palmada, luego lo abrió tanto que pensé que me iba a rasgar. Gritó algo y sentí que alguien se movía entre mis piernas extendidas y empezaba a empujar una polla en el seco agujero de mi culo. El guerrero embistió hacia delante y me empaló, mientras la polla del jefe volvía a llenarme la garganta. Se me escapaban las lágrimas de los ojos mientras las pollas aporreaban en mi interior, pronto el movimiento del culo al ser follado forzó a mi garganta a avanzar sobre la polla del jefe, mientras él me mantenía quieta. Atrás y adelante, rodaba con el barril, estampando mi cara contra el jefe. El primero se corrió en mi culo y fue reemplazado por otro que mantuvo el ritmo. Uno por uno los guerreros me violaron el culo, perdí toda noción de tiempo. Todo lo que podía sentir eran las pollas, hinchándose y bombeando en mi interior. Chupé, deseando que la corrida me bañara la boca, me sentía confusa, la cabeza me daba vueltas. El ser follada de esta forma me estaba colocando en un estado que nunca había sentido. Perdí todo el sentido de que era o de quien era. Todo lo que podía sentir era la polla. La polla palpitante y dura. La corrida ardiente chorreando en el interior de mi culo y el constante goteo de corrida deslizándose sobre mi lengua y bajando por mi garganta. Sentí que la polla abandonaba mi boca pero estaba perdida en el aporreamiento al que era sometido mi culo. Una polla tras otra invadiéndome, aporreándome, chorreándome, saliendo, y siendo reemplazada por otra, luego otra, luego otra, luego otra. Cuando aquello paró, todo lo que sentía era el dolor entre las piernas, y el hambre en la boca. Miré a través de los ojos llenos de lágrimas y vi al jefe situado a unos pocos pies delante de mí, su magnífica polla apuntando al cielo, brillando a la luz de las antorchas. Me soltaron las cuerdas que me ataban. Miré aquella polla, aquella polla maravillosa. Me deslicé sobre el barril hacia ella. Empecé a arrastrarme sobre el vientre sin perder de vista aquella polla. Tiré de mi cuerpo dolorido sobre el suelo, tenía que alcanzar aquella polla para tocarla, para adorarla, para venerarla. Tiré de mi cuerpo las últimas pulgadas y levanté la vista hacia ella.
No sabía nada excepto que tenía que conseguirla. Avancé la mano y la toqué como si fuera sagrada, las manos se me unieron en plegaria sobre el dardo duro y grueso. Avancé la cara y besé la raíz. "Te adoro," le dije a la polla, "te adoro." Saqué la lengua y empecé a lamerla. Mi lengua la lamió desde los huevos, subiendo por el dardo, hasta la hinchada cabeza púrpura, saboreando la sensación y el sabor. Cubrí de besos el camino de descenso por la polla y rodeé los enormes huevos. Besando y lamiendo, chupándolos dentro de mi boca y pasándoles suavemente la lengua. "Te adoro," le volví a decir a la polla, "Eres mi Ama." Besé todo el camino de subida todo lo que podía, hasta que tuve la boca sobre la cabeza. La besé, la lamí, y me la restregué en la cara. Bajé la cabeza hasta asfixiarme, luego la saqué fuera, lamiendo y paladeando cada pulgada. Forcé mi cabeza a subir y bajar más aprisa, gimiendo mientras mi coño empezaba a estremecerse y rezumar. La chupé profundamente y empecé a bombear con la cabeza arriba y abajo, cada vez más rápidamente. Todo lo que quería era aquella corrida, aquella dulce corrida. Movía la cabeza cada vez más rápida y profundamente, usando las manos en sus caderas para impulsar la cabeza hacia abajo. Gritaba y me retorcía en el suelo mientras pasaba mis labios por él. Todo lo que sabía era gemir y chupar. Saqué un momento la cabeza y grité "POR FAVORRRRRR," luego la hundí de nuevo para tragarme la polla, mientras explotaba dentro de mí, derramándose en mi garganta, llenándome el vientre de su gloriosa corrida. Seguí chupando y tragando mientras me desmayaba.
Kat, tengo que terminar esto más tarde, me he corrido tres veces mientras lo escribía, ahora necesito dormir.
.....