Esposa viciosa mamona, Cap. 5
Esto es un "no parar"
Esposa viciosa mamona
Título original: SlutWife Cum Sucker P5
Autor: Judeth (storygirl@bigfoot.com)
Traducido por GGG, enero de 2005
Capítulo 5
Hoy me llevé una gran sorpresa, cuando volví a casa y revisé el correo, había otra carta de Babette a Kathy, la habían devuelto de correos por franqueo insuficiente. Un fallo afortunado para mí, habían pasado solo dos días desde que mandó la última carta, no creí que debiera buscar otra tan pronto. Subí las escaleras y la escaneé, la devolví al buzón con el franqueo adecuado. Además de leerla para averiguar qué otras cosas había hecho mi esposa durante su infame viaje a Arizona, tenía curiosidad y empecé a investigar entre sus cosas. Busqué en su armario y allí estaba el par de botas blancas vaqueras con incrustaciones de bisutería que Alan le había dado para la noche del Bull Pen en Stafford, tenían manchas, manchas de corrida sin duda. El collar de perro a juego estaba dentro de la bota izquierda. No podía dejar de pensar en lo insoportable que debía ser moverse por una zona donde tantos hombres habían usado a mi mujer y sido testigos de su comportamiento de fulana con tantos otros. No sabría cuales la habían tenido, sería el hazmerreír del valle. El pensar en esto hacía que me excitara extrañamente ante la perspectiva de saber qué otras cosas había hecho en su viaje al oeste. Empecé a leer la última carta a Kathy.
Kat,
Tenía el cuerpo exhausto de tantos días sirviendo a los deseos de Alan, y mi espíritu estaba ahora machacado. Había llegado a amar tanto a Alan, más de lo que nunca había amado a ningún hombre. Siempre había sido capaz de separar los placeres del amor, incluso con Steve. Siempre mantenía el control, incluso cuando los hombres pensaban que me estaban usando, era lo que había querido que ocurriera. Ahora era esclava de mi deseo hacia Alan y parecía que él no sentía nada por mí, pero una parte de mí me decía que podía ganar su amor si me dedicaba a obedecer cada una de sus órdenes, tenía que ser capaz de hacer que me amara, era todo lo que tenía que hacer. Tumbada allí, lamiéndole el culo como me había dicho, llorando para mí misma me quedé dormida.
Me desperté con los sonidos de carcajadas y gruñidos y gemidos de placer. Intenté moverme pero no podía, abrí los ojos, parpadeando ante el sol matutino que entraba por la ventana, para encontrarme atada a una silla de cara a la cama de Alan. Se estaba follando a una de las fulanas de la cantina mientras otra le estaba acariciando y besándole el cuerpo. Realmente él estaba disfrutando con ella, y ella estaba sumida en un orgasmo mientras su preciosa y larga polla la rebanaba de delante atrás en su interior. El cuerpo de Alan se puso tenso y empezó a correrse, ella dejó escapar un grito agudo mientras sus ojos se clavaban en mí. Su deliciosa corrida malgastada en aquella fulana. Las dos fulanas empezaron a reírse de mí, "la putilla está despierta, mirad que triste parece," dijo la que estaba debajo de Alan. Alan parecía divertido mientras las fulanas se burlaban de mí, se levantaron y empezaron a tocarme y a empujarme, diciéndome la miserable muchachita que era, y que Alan necesitaba una mujer de verdad para satisfacerse. Empecé a llorar mientras me puteaban. Alan se levantó y me sujetó la cara y me miró un momento a los ojos. Olvidé todo salvo sus ojos, perdida en mi necesidad y en mi amor por él. "¿Cómo te llamas?" me preguntó. "Putilla Corridas," contesté. Sonrió acariciándose la polla tiesa tan cerca de mi cara y me preguntó si quería paladear su corrida. Dije, "Sí, oh sí, por favor Alan, claro que quiero." Dijo, "Anita pásale mi corrida." La fulana que se acababa de follar se subió a los brazos de la silla, me puso las manos en la cabeza y la empujó hacia su chocho goteante, apestaba pero le lamí y chupé la corrida usada de Alan mientras se reía de mí. Había un montón de corrida que se deslizaba fuera de ella y luego hice lo mismo con la otra fulana. Alan se vistió, y dijo, "Tú ya has desayunado, voy a tomarme yo el mío," y me dejó allí atada y salió con ellas.
Supongo que llevaba allí como unas dos horas cuando Alan volvió al fin, me desató y me dijo que me vistiera. Me pasó una bolsa y me dijo, "aféitatelo y ponte esto." Dentro de la bolsa había un liguero negro y medias negras, zapatos de tacón a juego y una camiseta minifalda negra que decía "PUTA" en la parte delantera con letras grandes blancas. La camiseta era ceñida y mis pechos sobresalían tensando el tejido. Volví a afeitarme el coño, me vestí y salimos del hotel, Alan me dijo que estaríamos de vuelta en Arizona para el mediodía, adelantó las manos y me colocó al cuello un collar rojo de perro y lo enganchó a una correa. La falda no me cubría el coño cuando me senté en la camioneta, de nuevo Alan me había separado los muslos mientras me azotaba los labios del chocho con el extremo de la correa. No hablamos en todo el camino hasta la frontera. Uno de los guardias de la frontera se lo pasó bien cuando miró al coche y directamente a mi entrepierna durante un rato. Tenía que mear pero Alan me dijo que no había tiempo, siguió azotándome lo que me hacía más difícil retener la orina. Pasaron otras dos horas y pensé que me reventaría la vejiga, le supliqué que parara y me dejara mear. Alan se metió en una parada de camiones y condujo hasta la parte de atrás donde estaban aparcados los camiones. Aparcó cerca de tres camioneros que estaban sentados en un banco en el exterior de los servicios. Nos dirigimos hacia los servicios llevándome de la correa, y antes de que pudiera entrar Alan tiró de la correa y me paró. Los camioneros estaban mirándome a la camiseta y el collar y la correa y riéndose por lo bajo cuando Alan me dijo que ya podía ir. Intenté entrar dentro pero me retuvo y me dijo que lo hiciera donde estaba. No podía creerlo, los camioneros estaban justo delante de mí. Dijo, "agáchate y mea, puta." Debí ponerme roja como un tomate cuando me levanté la camiseta, me agaché y empecé a mear allí mismo en el suelo. Los camioneros empezaron a señalar y a hacer comentarios mientras lo hacía con ellos mirándome. "¿De dónde sacaste a esa puta?" preguntó uno. "La encontré en la basura," les dijo Alan. "¿Crees que podrías compartirla?" preguntó otro. "Por supuesto tíos, que os divirtáis," dijo Alan mientras me empujaba hacia ellos. Caí hacia delante a cuatro patas, le pasó la correa a uno, mientras se levantaban y me rodeaban. "Llevémosla dentro para que no nos vea nadie," dijo el primero, me llevaron al lavabo de caballeros. Cerraron la puerta y fueron hacia mí. Unas manos me levantaron la falda y me agarraron los pechos mientras dos juegos de manos me separaron las piernas y sentía el coño y el culo. Un tío me metió dos dedos en el chocho mientras otro se sacaba una polla de 8 pulgadas (unos 20 cm) y empezaba a acariciársela. El que tenía la polla fuera dijo "ponedla contra la pared" y mientras lo hacían se apretó contra mi entrepierna y la deslizó dentro de mí. Me apretaba el culo contra la fría pared mientras me martilleaba el coño, lamiéndome el cuello y forzando su lengua a entrar en mi boca. Se corrió y fue reemplazado por otro, follándose mi resbaladizo chocho hasta que se corrió. El último dijo, "Ponedla abajo, con el culo para arriba." Me tomó desde atrás el coño clavándola con fuerza hasta que se corrió. Se fueron sonriendo y salí con la cabeza gacha y Alan me llevó de vuelta a su camioneta. No me dejó entrar en la camioneta hasta me metí los dedos en el chocho y saqué toda la corrida y me la lamí de los dedos. Varios camioneros me vieron e hicieron comentarios soeces mientras pasaban. Luego Alan me empujó sobre el capó de la camioneta y me azotó por haberle hecho parar. Me dijo que sería castigada si llegábamos tarde.
Cuando llegamos a Tucson miró al reloj y me dijo que habíamos llegado tarde. Empecé a temblar, no quería hacer nada que le hiciera enfadarse conmigo. Le supliqué que me perdonara por favor, prometiéndole que nunca más le haría llegar tarde. No dijo ni una palabra, se limitó a seguir conduciendo. Nos salimos en un área industrial, y dijo que tenía que ganarme su perdón. Le dije que haría cualquier cosa para contentarle, sonrió y dijo, "ya veremos." Pasamos por delante de algunas naves industriales y aparcamos. Alan me llevó de la correa, cruzando calles, los hombres que estaban descansando silbaban y hacían comentarios soeces sobre mí, llamándome putilla. Él solo sonreía y en una de las naves me metió dentro.
Había unos 20 tíos desayunando, hombres grandes sucios y algunos larguiruchos sin afeitar, todos me miraron mientras me llevaba hacia ellos. Luego Alan me levantó la falda dejando al descubierto mi coño pelado y dijo, "¿alguien quiere follarse este jugoso chocho de puta?" Se acercaron todos más mientras él mantenía la falda en alto y tiraba de la correa. Me estaba poniendo verdaderamente roja mientras se acercaban mirándome directamente al coño. Cuál es el trato, dijo un mexicano grande, Alan le dijo que era una puta y estaba aquí para follar, y que solo les costaría un dólar a cada uno el tomarme.
Empezaron a sacar dólares y a pasárselos a él mientras tomaban la correa y me llevaban detrás de unas filas de cajas. Alan les siguió y vio como sus manos me cubrían por todas partes agarrándome los pechos y el chocho con fuerza y estrujándome y restregándose. Gemí y chillé un poco cuando me quitaron la falda y me tumbaron sobre una caja. Algún tío debía haber pisado la correa porque no podía mover la cabeza. Alan les dijo que sería mejor que me trataran como a una furcia asquerosa y sucia si querían conseguir esto otra vez. El mexicano me agarró del pelo y me abofeteó unas cuantas veces. Otras manos me abofetearon las piernas, los pechos y el culo. El mexicano me separó bien las piernas, pasando sus dedos bastos por la totalidad de los labios de mi coño afeitado.
Con las piernas bien separadas el mexicano grande me clavó tres dedos dentro de un tirón. Siguió avanzando hacia arriba usando cada vez más dedos. Cuatro dedos me invadían, luego cinco, luego sentí una ráfaga de dolor cuando toda su mano entró dentro de mí. Cerró el puño y lo movió hacia atrás y hacia delante. El cerebro me ardía, el dolor era increíble, grité solo para conseguir que me pusieran algo de cinta adhesiva en la boca. El dolor empezó a dejar paso a oleadas de placer cuando tiraron de cada uno de mis pezones separándomelo del cuerpo, más dolor, luego las manos empezaron a abofetearme la cara. "Furcia, fulana asquerosa, sucia ramera, jodido chocho," distintas voces me insultaban mientras el castigo continuaba. Me retiró el puño con rapidez, con casi tanto dolor como el que me había producido al entrar. Me desmayé, supongo, porque me echaron agua en la cara para que me despertase. Se me puso en la boca una mano apestosa goteando mis jugos mientras la polla de 12 pulgadas (30 cm) se me clavaba. Mi primer orgasmo se produjo mientras me aporreaban como a un trozo de carne, el culo arañándose a todo lo largo de la caja de madera. Me pusieron otras pollas en las manos y me las restregaron por toda la cara. Me estaban follando tan violentamente que gruñía, mientras el grande me llamaba cosas asquerosas y seguía pellizcándome los pezones y los pechos. Me arrancaron la cinta de la boca y una polla forzó la entrada y me bombeó en la garganta. Oí a otros hombres hablar y ofrecer a Alan el dólar que pedía. Uno tras otro los hombres me separaban las piernas y me follaban con violencia, se corrían dentro de mí y lanzaban sus chorros sobre mi coño afeitado. Mientras me follaba cada uno de ellos Alan me hacía decir "Gracias por tu preciosa polla, ¿por favor, puedo disponer de otra?" Perdí la cuenta mientras los hombres seguían follándome una y otra vez, pollas en mi coño y mi boca, corriéndose y salpicándome.
Un tío dijo que pagaría 50 dólares por follarme el culo, Alan le dijo que mi culo de puta solo valía 50 centavos porque en todo caso era una fulana de 25 centavos. Escuché monedas cayendo por todas partes mientras uno tras otro me machacaban el culo, mientras usaban el culo me abofeteaban y azotaban, y durante todo el tiempo él me hacía darles las gracias y pedir más.