Esposa engañada (2)

Sexo en venganza por el engaño. Lo recomiendo.

Luego de mediodía de sexo y venganza por el engaño que mi marido había cometido a solo seis meses de casado, me dediqué a tomar sol.

Por la noche convenimos hacer las pases con mi esposo en el momento de la cena. Salimos pues, los tres, mi esposo, Mario y Yo.

Para la ocasión me había puesto una minifalda diminuta de jean que me había comprado para darle celos a mi marido. Era realmente muy cortita y realzaba mis largas piernas bronceadas. Una camisa blanca completaba mi indumentaria. Pero solo la había abrochado en el botón que estaba a la altura de mi ombligo, por lo que cualquier movimiento podría dejar expuestas mis tetas.

Los dos hombres quedaron sorprendidos con mi indumentaria. Mi esposo miró con cara de culo mientras Mario se perdió en halagos, cosa que me hizo poner muy bien.

Nos sentamos en una mesa muy agradable. Sentí que el mozo escudriñaba mi escote en busca de cualquier visión de mis tetas.

  • Cúbrete un poco – dijo mi marido

¿Por qué? Pues porque el mozo está que vuela Me gusta eso – le dije con desparpajo – a ti Mario que te parece? Joder!! Estas que matas!! – contestó Que más da – dijo mi marido resignado – por lo visto harás lo contrario a lo que te diga. No es eso. Me gusta que me miren – dije segura de mi Creo que ya te has vengado lo suficiente. No? Si es verdad ya me he vengado Pues deberías dejar de hacer eso. Antes te vestías de manera que nadie pudiera ver tus encantos y ahora te presentas casi desnuda... Todo esto me ha cambiado... Me di cuenta de que puedo ser deseable, y eso me encanta – le contesté– me place hacerlo y a ti en el fondo también te gusta que me muestre No – mintió Es más. A ti te ha gustado verme desnuda, y te ha puesto cachondo verme follar con Mario. No. No me ha gustado en absoluto – Mintió otra vez Vamos. Tienes que reconocerlo. Te ha puesto a mil ver que me daba marcha al tope. Vi como te excitaste viéndome Vamos, hombre. Si no te hubiera gustado lo que viste te hubieras ido en lugar de masturbarte mientras otro hombre penetraba a tu esposa. Bueno. Está bien. Si me gustó... – reconoció. – Al principio tuve ganas de golpear a Mario y marcharme y no ver más a mi mujer... Pero luego explotó el morbo en mí y la cosa cambió Comenzó a gustarte verme en acción Si. Me encantó ver como gozabas como una marrana. Debo confesarlo – dijo mi esposo reconociendo aún cuando le había costado mucho hacerlo Carlos, yo debo reconocerte algo también – le dije – Todo comenzó por venganza por haberme engañado. Sino jamás hubiera hecho el amor con otro hombre. Pero la sensación que obtuve luego sabiendo que estabas allí mirando... fue extraordinaria. Mi placer se multiplicó. – fue el momento de mi confesión. Mario en tanto disfrutaba calladamente

La cena continuó de forma muy amena ya reconciliado con mi esposo, y con la expectativa de una noche extraordinaria de sexo con Mario, y mi marido como espectador privilegiado.

Cuando la cena terminó propuse ir a algún lugar a bailar. En el auto, Mario que se había sentado en el asiento trasero paso sus manos por sobre mis hombros y comenzó a jugar con mis tetas poniéndolas al descubierto sin importarle que alguien en la carretera pudiera verme.

Una vez en el lugar, mi marido se sentó a tomar un whisky mientras Mario y yo bailábamos. Su polla como estaca quería reventar su pantalón. La tenía apoyada contra mi vientre y la rozaba sobre mi cuerpo. Él buscó mis labios y me besó con una calentura extrema. Su lengua invadió mi boca una y otra vez mientras una de mis tetas era sujeta a una sensual caricia.

Terminó el tema y nos fuimos a sentar en los sillones junto a mi marido. Mientras bebíamos tomé el cierre del pantalón de Mario y saqué su falo de su interior.. Comencé a masturbarlo mientras miraba a mi marido fijamente escudriñando si estaba disfrutando eso. Me di cuenta que él también estaba a mil. Mario estaba totalmente entregado a lo que yo le hacía. Se encontraba inmóvil con su copa en la mano. Pero no quería que se corriera así que dejé de hacerlo. Mario salió de su extasis y se lanzó a la carga. Abrió mi camisa y comenzó a sobar mis tetas mientras una de sus manos se abría camino por debajo de mi pollera hasta mi coño que era un mar de flujos. Con facilidad dio alcance a mi clítoris que palpitaba tremendamente. Cerré mis ojos y me dejé llevar. Me penetraba con sus dedos mientras me mordisqueaba los pezones. De pronto recordé que mi marido se encontraba frente a mí. Extasiada abrí los ojos lo ví compenetrada con lo que me estaba haciendo. Un orgasmo profundo se apoderó de mi. Grité y arquee mi espalda con posesa. El sonrió. Fue fantástico. Cuando pude recobrar la respiración le pedí que volviéramos.

Quieres un buen espectáculo, amor esta noche?– le pregunté mientras lo besaba en la boca. Él no contestó pero yo sabía la respuesta - Pues lo tendrás – le prometí

Nos subimos al auto de inmediato. No veía la hora de llegar y darle marcha frenética a Mario.

Apenas llegamos Mario propuso seguir de copas pero esta vez con champagna de la buena. Fue a la cocina trajo dos copas y una botella de Dom Perignon helado.

Falta una copa – le dije No. Yo voy a tomar en otra copa – respondió mientras descorchaba y llenaba una copa para mí y otra para mi marido. Cual? – pregunté confusa Tu – contestó apoyando la botella en una pequeña mesa situada al lado de un sillón de tres cuerpos.

Mi marido se sentó con su copa frente a nosotros. Mario comenzó a quitarme la camisa. No le costó mucha ya que un solo botón la abrochaba. Mis pezones estaban duros y apuntando hacia arriba. Mario los pelliscó suavemente y luego los besó mientras desabrochaba mi pollera. Giré mi cabeza para ver a mi marido quien se encontraba conforme con la situación y bastante caliente a juzgar por sus pantalones hinchados. Mi pollera cayó. Mario acarició mi púbis por sobre la tela de mi ropa interior. Fueron solo unos segundos ya que después cayó al piso también. Yo seguía sin entender con claridad que pretendía.

Disfrutarán tu y tu marido una buena catarata Que es eso? Respondí aún más confusa Ya lo verás – respondió seguro mientras quitaba mi copa de la mano.

Mario me hizo sentar en el sillón apoyando mi culo bien contra el borde mi espalda reclinada hacia atrás y mis pies apoyados a ambos lados de mi culo. Mi coño quedó totalmente abierto a los ojos de mi esposo y mi amante que todavía se encontraba vestido. Mi cuerpo parecía una ladera que empezaba en mis tetas y terminaba en mi raja que se encontraba desplegada de par en par.

Imaginé por un momento las sensaciones de mi marido sentado frente a mi. El estaba viendo a su esposa de piernas abiertas mostrando con desparpajo lo que hasta hacía poco era su dominio sexual y totalmente entregada a lo que el hombre al que él odiaba profundamente, quisiera hacerle. Y lo que era peor, lo que ella quería dejarse hacer.

El morbo explotó en mi mente. Tuve una sensación muy extraña de placer y quería seguir gozando

Te gusta mi raja, Mario? – le pregunté totalmente fuera de mí pero mirando a mi marido para corroborar que él estuviera atento a mi juego Me pierde, nena – respondió mientras se arrodillaba cerca de mí

Mario sin decir más apoyó el pico de la botella entre mis pechos y derramó un poco de bebida. Un escalofrío me invadió de inmediato. La bebida helada cayó por mis pechos lentamente. Luego invadió mi vientre depositándose un poco dentro de mi ombligo. Pero el líquido seguía saliendo de la botella por lo que avanzaba por mi cuerpo en éxtasis. Mi pubis fue invadido primero y luego mi vulva cayó ante el burbujeante champagne.

Pero Mario no desperdició ni una gota. Comenzó a lamer el licor apoyando sus labios en mi raja y succionándolo para que éste no caiga al piso. El frío de la bebida había desaparecido y se había convertido en calor concentrado en mis entrañas. Lamió ese cóctel de jugos vaginales y vino apretando su boca y su lengua contra mi clítoris.

Un grito de placer me sorprendió. Un orgasmo tremendo me hizo quebrar la espalda y hundir mi húmedo paraíso en su cara mientras con mis manos apretaba su cabeza fuertemente contra mí. Mi marido me sonrió aprobando la situación. Una cadena de pequeñas convulsiones orgásmicas me atacó de pronto. No podía creer lo que me estaba pasando. Creí perder el conocimiento. Pero Mario no se detuvo dejó mi entrepierna y comenzó a subir por el río de alcohol lamiendo centímetro a centímetro. Llegó a mis tetas y se dedicó a mis pezones. Mi respiración era muy agitada cuando pude tomar noción nuevamente de semejante polvo.

Luego de unos segundos Mario se puso de pié y comenzó a desnudarse. Yo lo ayudé. Su verga se disparó hacia mi cara por lo que no tardé en meterla en mi boca.

Te gusta mi polla? – preguntó . Yo contesté solo con un sonido gutural de afirmación. – Y a tí? Te gusta como me lame tu esposa? – Le preguntó a mi marido Este tampoco contestó pero por Mario entendí que era afirmativo – Si ya sé que te gusta verla tomar mi semen... Pero tendrás que esperar para eso – le dijo mientras me quitaba su falo de mi boca y me obligaba a apoyar mis codos contra el respaldo del sillón y los pies en el piso. Esta vez fue mi espalda la que serviría de base para su catarata de champagne.

Tomó la botella y derramó entre mis omóplatos la bebida. Rápidamente corrió hacia abajo en busca indudable de mi culo. Mario contuvo allí el licor con su lengua. La sensación fría más la lengua que jugaba con mi culo volvió a ponerme agitada

Hermoso culo – dijo tomando un respiro – Ideal para mi polla – replicó –Como lo habrás disfrutado, Carlos – le dijo a mi esposo Pues nunca lo he hecho– contestó él Su culo es virgo? – gritó Mario desaforado a lo que mi marido asintió. – entonces será mío.

A mi me gusto la idea, que de no ser por la calentura hubiera rechazado a los golpes.

Él siguió lamiendo mi culo pero metiendo un poco su lengua dentro de él y así estuvo un rato. Luego subió por mi espalda saboreando la bebida. Dejó la botella a un costado y abrió mis nalgas de par en par como escudriñando la virginidad de mi recto. Luego apoyó si verga contras mis labios vaginales y me penetró hasta el fondo. Comenzó a entrar u salir de mi interior sacando fuera de mí hasta su capullo. Mientras lo hacía uno de sus dedos comenzó a girar por mi ano una y otra vez. Luego una falange de ese dedo se abrió camino ante el apretado músculo y comenzó a penetrarme despacio y siguiendo el ritmo de su polla en mi coño. Pero fue dilatando poco a poco sus dimensiones. Una segunda falange y luego todo el dedo entraba y salia de mí con placer. NO tardé en correrme una vez más gritando como una gata.

Parece que Mario hubiera esperado el momento de mi orgasmo ya que salió de mi raja y apoyó su glande en mi culo. Yo estaba desesperada, pedía a gritos que invadiera mi culo y mi extraordinario amante no se hizo esperar, empujó con sus caderas y me penetró. No sentí dolor, sino mas bien calor y placer. Durante un rato jugó con mi culo saliendo completamente de él y volviendo entrar en el. Perecía mostrarle a mi marido como la totalidad de su polla echaba por tierra lo inexporado de mi. Tuve otro orgasmo desgarrador. En ese momento el torso de Mario se apoyó contra mi espalda, Ahuecó sus manos sobres mis globos que colgaban deseosos de apretones. Los agarró con firmeza y comenzó a penetrarme con furia. Su pelvis golpeaban mis nalgas una y otra vez hasta que grité otro orgasmo. Ya había perdido la cuenta de las veces que acabé bajo la verga de Mario.

De pronto comenzó a ir más despacio, estaba por correrse, pero no lo hizo dentro de mi culo, cosa que me hubiera gustado.

Quieres mostrarle a tu esposo como bebes mi esperma? – me preguntó Si – quiero que me llenes de leche

Sin decir más salió de mi culo y haciéndome girar metió su verga en mi boca

Pues démosle el gusto

Yo comencé a masturbar a Mario mirando a mi marido desafiante y deseosa de una buena andanada de semen. Una enorme cantidad de líquido caliente se derramó en mi boca trague todo lo que pude aunque no todo. Parte quedó en mis labios y mis mejillas. Me relamí con cuidado mientras volvía a la cordura.

Quedé tendida en el sofá mientras miraba agradecida a mi marido que me había permitido semejante placer.

Lo que ocurrió luego jamás pude entenderlo. Me puse de pié, tomé de la mano a mi marido. Con mi boca con restos de semen de Mario lo besé largamente, pasándole parte de él. Luego lo llevé de la mano hacia el dormitorio y comencé a desnudarlo.

Era como si hubiera sentido pudor hacer el amor con mi marido frente al que hasta unos minutos había sido mi amante.

Esa noche follamos toda la noche, pero solo con mi marido. Mario desapareció. Todo lo que mario había hecho conmigo y que con mi esposo nunca lo habíamos hecho lo hice esa noche con el.

Mi vida sexual había cambiado definitivamente

Continuará.