Espiando a mis compañeras de trabajo en el baño
He aqui la historia de un hospital donde trabajo en la limpieza y me escapo a ver a las compañeras cuando van al baño en un miradero que hice...
Hola a todos.
Soy yo de nuevo Martín Mercer.
El segundo relato que les voy a contar me ha pasado hace dos años que empecé a trabajar en un hospital de aquí de la ciudad, haciendo la limpieza. Como ya les conté en mi primera contribución
Que me encanta espiar en los baños, y pues desde el primer DIA de labores en ese hospital me di a la tarea de empezar a identificar los baños de las mujeres, pero como en un hospital hay muchos y mas que este edificio es de cuatro pisos, mejor empecé por el baño de mujeres mas concurrido y ese resulto el de las empleadas del hospital.
Ahí en ese baño entran la mayoría de las enfermeras, las doctoras, las compañeras de limpieza y hasta una que otra visita de los pacientes enfermos, entonces como verán "adopte" ese bañito, que se ha vuelto mi preferido, hasta la fecha.
Quiero compartir con ustedes lo organizado que empecé con las espiadas, pero antes de eso les diré que ya una vez que localice el baño empecé la tarea de realizarle el orificio en el techo del baño para poder hacer el miradero discreto y no ser descubierto. Lo hice de una manera pequeño el orificio y a un ladito de una lámpara, esto para que cuando llegasen a ver el orificio se encandilen con la luz y no me puedan ver. Una vez hecho el miradero empecé a monitorear los horarios de todas las empleadas y empecé ha hacer hasta selección, por ejemplo de las mas buenas maduras, de las mas buenas jovencitas, de las gorditas deliciosas, de las flaquitas preciosas y me fui adaptando a cada uno de los horarios para espiarlas a cada una de mis favoritas que eran muchas.
Se preguntaran ustedes como le hacia con mi trabajo para que no sospecharan mi ausencia, pues les diré que empecé a hacer meritos con mi patrón y le caí muy bien, claro que tenia que hacer mi trabajo rápidamente para que me quedara tiempo suficiente para poder ir a espiar.
El me toleraba las ausencias cuando me andaban buscando y mis pretextos predilectos eran: "andaba para la tienda a comprar unos refrescos que me encargaron los doctores" otro muy bueno era cuando me preguntaban ¿Dónde cabrones estabas, te anda buscando todo el mundo? Mi respuesta era: "estaba en el cuarto piso, o en el segundo piso, depende de quien me lo preguntara, al fin y al cabo el hospital es grandísimo y es muy difícil saber sonde anda cada persona exactamente".
Les voy a contar de una de mis espiadas favoritas, es la de una doctora como de 38 años pero estaba buenísima la mujer, era una rubia naturalita de una estatura mas o menos 1.65 mts. Y con un culote de esos que al caminar se le mueve riquísimo para un lado y para el otro, sus pechos eran pequeños, pero acordes a su cuerpo. Cuando la veía por el pasillo y sabia que su horario coincidía para ir al baño, empezaba mi carrera contra el tiempo, esto para ganarle a la doctora y llegar antes que ella al miradero y observar todo el espectáculo y así no perderme de ningún detalle.
Desde que habría la puerta del baño, encendía la luz, se miraba al espejo, se peinaba el cabello rubio y lacio, para después desabrocharse la bata blanca típica de los médicos, se tumbaba la bata y la colgaba el lugar para ello, luego se desabrochaba el pantalón blanco también típico, para después bajarlo hasta las rodillas, quiero que sepan que los pantalones que usaba mi doctora eran de esos que se pegan al cuerpo y como tenia un culo endemoniado, el solo hecho de bajárselos tardaba algunos segundos, sin mentirles, se hacia para un lado y se le bajaban un poquito y luego se hacia para el otro lado y se le bajaban otro poco mas y esto de estar espiando todo, no saben lo caliente que pone, ya cuando lograba el tremendo trabajo de bajarse los pantalones le quedaba la tanguita que usaba de esas que tienen muchos encajitos, esas eran sus preferidas, la tanga era mas fácil de quitar, ya que es mas flexible y no se le atora tanto en las caderas, pero cuando se baja la tanga, ves ese culo precioso, de esos culos que cuando se quedan sin nada con cualquier movimiento que hacia la doctora se empezaba a mover como gelatina, no por aguado, sino por lo enorme de las carnes, total algo fenomenal, y después de toda esa labor de despojarse de la ropa se disponía a sentarse en el retrete para darme a mi el gusto de poder escuchar el típico chasquido que hace el ruido de la orina al caer en la taza del baño, si me tocaba oír un que otro gasesito era que me sacaba el premio mayor porque eso me excita demasiado oírlo que viene de una mujer.
Pero aun no termino, cuando ya terminaba de orinar como es lógico, agarraba un pedazo de papel lo doblaba con mucho cariño, como para que no se le arrugara el papel y no se raspara la panochita peluda, que por cierto casi no se la podía ver muy bien por el ángulo de donde yo espiaba no me era muy favorable, entonces se limpiaba con una delicadeza y una calma todo la panochita y los pelos que se quedaban húmedos por el orín y empezaba otra vez la difícil tarea de subirse la tanguita y acomodársela para proseguir con el pantalón blanco, luego su bata, se miraba en el espejo, se lavaba las manos, se secaba, se ponía crema nívea en sus manitas, se repintaba un poco los labios, se veía de perfil, de frente, se miraba el trasero y no conforme con eso se levantaba la bata para vérselo, ya que las batas de ese hospital son largisimas que casi le llega a los pies, cosa que odio, pero en fin. Y por ultimo habría la puerta del baño, apagaba la luz y se marchaba. Y he ahí yo con toda esa calentura desenfrenada, me quedaba otro rato mas en el miradero para esperar a mi compañera, una empleada de la limpieza que según mis cálculos de horario, era la que seguía. Para no aburrirlos mucho, esa historia la cuento después.