Espiando a mamá

Una madre madura y un hijo con complejo de Edipo...

ESPIANDO A MAMÁ

Me llamo Diego, y tengo cuarenta años. Soy hijo único, y vivo con mi madre, viuda desde hace unos quince años.

Mi madre se llama Antonia, Toñi para los amigos, y para mí es la mujer más guapa y sexy del Mundo: Es bajita, apenas supera el metro cincuenta, pelo corto y siempre teñido, y es muy guapa de cara; está un poco rellenita, pero eso aporta sensualidad a su cuerpo, donde destacan una tetas grandes y duras, talla 130 un poco caídas por la edad, pues tiene sesenta años, pero que a mi me encantan y me vuelven loco. También tiene un buen culito, que sabe mover muy bien cuando anda. Otra cosa que me gusta mucho de ella es que siempre le fue fiel a mi difunto padre.

Y lo sigue siendo, pues no se volvió a casar, ni ha estado con ningún hombre tras su fallecimiento.

En cuanto a mí. Pues soy bajito, algo gordito, calvo y con gafas. No me considero agraciado, ¿para qué voy a mentiros? Pero la Madre Naturaleza me regaló unos atributos sexuales que son la envidia de muchos hombres, y el anhelo de muchas mujeres: Mi polla mide casi treinta centímetros y es muy gruesa, y tengo unos cojones bien gordos, donde se acumula cantidad de semen suficiente como para llenar una taza de café cada vez que me corro.

Por si aún no os ha quedado claro, sufro de complejo de Edipo, lo que significa que estoy enamorado de mi madre, y he de confesar que a veces la espío cuando se desnuda en su habitación, o cuando se masturba, momento que yo aprovecho para hacer lo mismo, pues vivimos juntos desde que yo me quedé en paro hace cinco años y me fue imposible pagar el alquiler de mi piso.

Es Sábado por la noche, y mi madre se va a acostar, yo me quedo en el comedor, chateando con los amigos en el Facebook, pero en cuanto ella se mete en su habitación, yo me levanto de la silla y la sigo en silencio.

Me muero por volver a ver esos tremendos pechazos suyos, y ese coñito peludo mientras se desviste y se pone el camisón.

Cuando se quita el sostén y sus tetazas quedan libres, saco mi verga y empiezo a pajearme.

Tan absorto estoy en mis calenturientos pensamientos, que no me doy cuenta de nada, hasta que oigo la voz de mi madre diciendo casi a voz en grito.

-¡Pero, Diego! ¿¡Qué coño haces!?

Y entonces, me la veo delante de mí, vestida sólo con un sujetador que apenas puede contener el ingente volumen de sus fabulosos tetones y que ha vuelto a ponerse al descubrir que la espiaba, y una braguita, por la que asoma su maravilloso matojo de pelo púbico.

Y también veo otra cosa.

Veo el brillo de sus ojos mientras miran con avidez mi enorme y enhiesta tranca de carne que yo, como en un acto reflejo, sigo acariciándome con total y desvergonzada parsimonia, mientras mi madre deja escapar un débil gemido y sus dedos comienzan a pellizcar sus enormes y oscuros pezones por encima del sucinto sostén de color blanco.

-H-hacía tiempo que no te la veía -susurra por fin al tiempo que su diestra sale disparada hacia mi vergón y comienza a acariciarlo, en tanto que con la otra mano se acaricia el sexo por encima de las braguitas- Es tan grande… Y está tan dura -añade luego, mientras sus dedos juguetean con mis gordas pelotas.

-¿Te gusta, mamá? -Le pregunto al tiempo que estiro una mano hacia una de sus magníficas tetazas y empiezo a estrujarla hasta notar como el pezón se pone duro contra mi palma.

Entonces, y antes de meterse mi polla en la boca, dice algo que me deja pasmado:

-Hace tiempo que sé que me espías; y me encanta cuando lo haces, me siento deseada y fantaseo con tu enorme cipote dentro de mi viejo coñito o entre mis grandes tetas.

-¿Y por qué no has dicho nada hasta ahora? -Inquiero mientras ella va mamando mi enorme y dura picha con un esmero que deja bien claro que no es su primera vez.

-No sé… -Responde ella, sacándose mi pollón de la boca y lamiéndolo desde la base de mis pelotas hasta el hinchado capullo antes de agregar con voz dulce y lujuriosa-: Quizás me daba algo de vergüenza, pero ahora ya da igual. Ahora quiero que me folles como la perra que soy, y que me la claves hasta el fondo en mi coño ardiente y chorreante.

-¿De verdad es eso lo que quieres? -Replico yo, mientras la empujo contra la cama y, tras obligarla a tumbarse de espaldas, comienzo a acariciar su húmeda vulva con mi nada despreciable glande, haciéndola gemir de placer como la vieja calientapollas que es.

-¡UFFF, SÍÍÍ! -Jadea sin dejar de pellizcarse los pezones, que ya deben de estar duros como garbanzos-. ¡FÓLLAME, CARIÑO! ¡FÓLLATE A LA GUARRA VICIOSA DE TU ANCIANA MADRE!

Y yo, como hijo obediente que soy, empujo mi polla hacia el interior de su mojada raja, haciendo que mi madre comience a retorcerse sobre la cama al sentir los casi treinta centímetros de mi dura verga en su interior.

-¡UFFF, SÍ, ASÍ, CABRÓN! ¡FÓLLAME! ¡REVIÉNTALE EL CHUMINO A LA PUTA DE TU MADRE CON TU GRAN POLLÓN, VAMOS! ¡QUE NO SE DIGA! -Chilla mi madre sin dejar de moverse ni de acariciarse las enormes y suculentas mamellas.

-Ahora quiero follarte por detrás, como la perra viciosa que eres -le digo entonces, jalándola del pelo y obligándola a ponerse a cuatro patas sobre la cama para poder joderla al estilo perro, postura que me encanta desde que la vi en una película porno.

-¡MMM, QUÉ DURA Y FIRME SE SIENTE TU CIPOTE EN ESTA POSTURA, MI HERMOSO SEMENTAL! -Jadea ella al notar como se la clavo hasta casi las pelotas, para luego iniciar un cadencioso vaivén primero, y un enloquecido metisaca después cuando noto que por fin mis cojones están a punto de reventar de lefa caliente, que la guarra de mi madre, al darse cuenta, reclama para sí, ofreciéndome sus tetazas y su boca para que me corra en ellas.

Cosa que hago gustoso, descargando sobre sus melones la corrida almacenada durante casi una semana, pues es el tiempo que llevaba sin hacerme un pajote.

-Tenemos que repetir esto, mi amor -susurra mi madre mientras recoge mi leche con sus dedos y se la lleva a la boca sonriendo con estudiada lascivia.

FIN