Espiando a Bea: diez años después (7)

Continuación del relato Espiando a Bea, donde su novio Carlos, la descubre siéndole infiel. Una vuelta anticipada de un viaje,le hace encontrarse con su novia y dos amigas en casa. Y no están solas.Una noche agónica, escondiéndose por toda la casa y asistiendo al cortejo finalmente consumado de Bea

VII Carol.

Carol siente las gotas de sudor correr desde su frente hacia su nariz, y también resbalar por sus mejillas. Cierra los ojos, dejándose sumir en el dulce sopor que le provoca la bajada de tensión, debido a la alta temperatura y la humedad de la sauna. Nota un cosquilleo entre sus muslos cuando sus fantasías acuden a la mente, en ese estado parecido al duermevela. Fantasías muy concretas a las que lleva tiempo dándole vueltas.

Esta mañana ha tomado un primer café con Felipe. Sonríe al recordar la cara de sorpresa que puso cuando ella le dijo:

- Bueno, vas a invitarme a ese desayuno por fin ¿o no?

Los dos solos, en una pequeña confitería, alejada de donde se reúnen habitualmente los padres del cole para desayunar. Algo en aspecto muy formal, que no deja traslucir la guerra subterránea que se libra bajo las apariencias: Felipe intentando poner la directa y ella parándole los pies.

Hace mucho tiempo que no hacía algo así, de manera, que ahora no tiene prisa. Quiere marcar bien el terreno; quiere dejar claras las reglas del juego; pone sus condiciones y Felipe las acepta, y todo esto, sin decir apenas una palabra al respecto. Conversación intrascendente pero llena de propuestas veladas.

A Carol no le importaría follárselo esa misma mañana. En vez de irse al gimnasio, montarlo en el coche y llevárselo ella misma a un motel de carretera que conoce, apenas a quince minutos de allí. Discreto, fuera de la vista. Dónde suelen ir habitualmente parejas que buscan intimidad, como bien sabe por alguna de sus amigas y conocidas.

Felipe es el jefe de su propio negocio. No tendría ningún problema en justificar un retraso de dos o tres horas. Sexo intenso, calmando todas sus ganas, sacando fuera todos sus demonios, gritando como una perra en celo para ponerlo aún más caliente…Pero como acaba de pensar, prefiere que las cosas vayan pausadas para que salgan bien, que es tanto como decir “como ella quiere”.

No hay prisa. Puede esperar y además, así Felipe estará más caliente y desesperado. Lo quiere enfebrecido, ansioso. El primer encuentro tiene que ser brutal. Un cuerpo a cuerpo desenfrenado. Y también lo quiere manejable. Después de eso, rendido y agotado, hará su voluntad. Ella será la que marque el ritmo y las condiciones de la relación. Carol sabe que esa es la clave. Un primer destello cegador de placer sin límite, y ya será suyo, siempre que sepa jugar sus cartas. Lo difícil no es manejarlos al inicio, sino hacerlo una vez que han obtenido lo que quieren.

Vuelve a sonreír. Una vez más le viene a la memoria la cara con la que lo ha dejado, cuándo él le ha propuesto una cena.

- Si te portas bien tal vez... Pero yo decidiré cuando. Tú vete buscando las excusas que le vas a poner a tu mujer… le dice descarada.

Quizás es la única frase directa que se permite. Todos los demás se sobreentiende. Y los dos lo saben.

Carol lleva la mano a su entrepierna.

Sus dedos se meten debajo de la tela del bañador y recorren su rajita. Se siente húmeda. Aumenta el cosquilleo conforme se acerca a su clítoris, que está duro como un garbanzo. Lo pellizca lentamente haciendo pinza con dos dedos. Una arcada de placer le sube desde el vientre.

Haciendo acopio de toda su fuerza de voluntad, retira la mano.

En cualquier momento puede entrar alguien a la sauna. Quizás años atrás, a la otra Carol, no le hubiera importado, incluso le hubiera parecido divertido. Pero a la Carol actual, casada y con dos hijos, no le apetece ponerse en evidencia. Ahora, la provocación tiene un límite para ella.

Está dispuesta a resarcirse. Tiempo tendrá de dar rienda suelta a sus fantasías cuando se quede a solas con Felipe. Se va al vestuario y se ducha ¿Quizás en la intimidad de la cabina? No. Se aguanta hasta llegar a casa. Le apetece un orgasmo fuerte, salvaje…está muy caliente. No de pie, en la incomodidad de la ducha y ahogando los gemidos para que no la oigan.

Mientras se dirige a su hogar, excita su propio morbo pensando de qué manera se va a masturbar. Tiene varios juguetitos que puede utilizar. Finalmente se le ocurre cómo. Dispone de mucho tiempo, así que llenará la bañera de hidromasaje. Apagará la luz y encenderá unas velas olorosas. Y luego...

Veinte minutos después, Carol se sumerge en el agua caliente. Siente como se abren los poros de su piel y como el calor penetra dentro de su cuerpo. Se deja flotar un rato, aprovechando para desconectar de todo lo demás y concentrarse en imaginar cómo será ese primer encuentro con Felipe. Su primera aventura desde que está casada.

Un cuerpo distinto, un nuevo deseo, un amante diferente, perdiendo la cabeza por estar con ella, una nueva verga... Sonríe...Manuel no está mal dotado pero Felipe es más alto y corpulento. Esto promete... se dice para sí misma.

Se le va la mano a la entrepierna y comienza a acariciarse. Está muy caliente. Lleva así toda la mañana, desde su encuentro con Felipe. Pero ahora está en casa sola y puede dar rienda suelta a su deseo. Cuando nota que su clítoris hinchado comienza a emitir destellos de placer, se detiene.

- Vamos a innovar un poco … se dice a sí misma, recordando lo que le ha venido a la cabeza de camino a casa. Coge un consolador que simula perfectamente un pene. Últimamente, ese dildo le ha dado muchas alegrías. Le pone lubricante. Aúpa un poco el culo, para sacar su pubis del agua, y se pasa la punta por la rajita. La recorre a todo lo largo, deteniéndose en el clítoris para frotarlo. Repite el movimiento varias veces. Se siente mojada por dentro y por fuera. Luego, busca la entrada a su sexo y coloca el falo de látex. Empuja suavemente y nota cómo va entrando sin demasiada dificultad.

Se imagina que es la verga de Felipe follándola al fin, acoplándose a cada rincón de su vagina y llenándola. Cuando llega al fondo, nota un pequeño pinchazo que rápidamente se transforma en placer. Durante un rato, repite, sacándose y metiéndose el consolador. Con los ojos cerrados, se imagina que su nuevo amante la jode fuerte y entonces, acelera el ritmo.

La mano libre aprieta las tetas, pellizcando uno de los pezones. Se siente muy guarra. Necesita sexo fuerte y sucio. Sabe que Felipe se lo dará. No lo intuye, está segura. Todavía conoce muy bien a los hombres y piensa que no se puede equivocar con este.

De repente, abre las piernas poniendo cada una a un lado de la bañera. Se mueve hacia el grifo y se coloca de forma que el chorro de agua caiga directamente en su clítoris. Va regulando la temperatura hasta que alcanza la idónea para sentir calor, pero sin quemarse. Luego lo abre a tope. El chorro de agua impactando contra su botón del placer, le hace sentir un cosquilleo (al principio un poco molesto), pero luego, poco a poco, siente como pequeños calambres de placer.

Ella nunca se había masturbado así. Se lo ha oído contar a dos niñatas del gimnasio, mientras se cambiaban en el vestuario. Una dijo que lo hacía con mucha frecuencia y que alcanzaba unos buenos orgasmos. Que lo practicaba desde muy jovencita porque cuando era adolescente, no quería perder la virginidad. Y si se masturbaba con los dedos, al final siempre intentaba meterse alguno.

Fuera verdad o una chorrada que se había inventado la nena, excitó su curiosidad. Y claro, en cuanto tuvo oportunidad probó. Eso requería tener tiempo para montar toda la parafernalia, así que no era una forma fácil de desahogo. A ella no le resultaba fácil llegar así. Tenía que estar relajada y muy caliente. Tardaba, pero al final el orgasmo llegaba. Y quizás por ese tiempo de espera y por haberlo trabajado de menos a más, descubrió que además de diferente, era intenso.

Y ahí estaba ahora, con la innovación que se le había ocurrido. Simultanear el falo dentro de ella, con el chorro de agua por fuera.

Y ciertamente, estaba dando muy buen resultado. Porque si cierra los ojos, lo que siente dentro es la polla de Felipe. Imagina que el impacto contra su clítoris es el roce del pubis de su amante. Empieza a sentir contracciones de placer y una oleada de gusto la sofoca. El orgasmo nace de muy dentro, propagándose por su vagina y subiendo desde su vientre hacia arriba. Como si fuera una corriente eléctrica que pugna por salir a través de sus pezones, duros como piedras. Es dilatado y vivo. Aún sigue moviéndose un rato, apartando su coño del chorro de agua porque le hace unas cosquillas insufribles de lo sensible que lo tiene, pero permitiendo que siga impactando sobre sus labios vaginales y sobre su pubis. Se imagina a Felipe sudoroso, dejando caer su peso sobre ella, después de haberse vaciado dentro. Lentamente, se saca el consolador, imaginando que es su amante retirando por fin su verga de dentro.

La infidelidad ya está consumada en su mente. Toca llevarla a cabo físicamente.

Carol sale a la terraza. El pelo cubierto con la toalla. Solo el albornoz tapa su cuerpo. No suele beber a esas horas, pero se permite el lujo de ponerse una copa de frizzante de manzana bien frío, para equilibrar la temperatura de su cuerpo tras el baño caliente y el orgasmo más acalorado aún.

Se tumba en la hamaca y se entreabre un poco el albornoz dejando que el sol llegué a sus piernas y al inicio de sus pechos. Definitivamente ha sido una buena mañana.

De repente, en el móvil salta un mensaje.

Lo mira y ve que es Carlos.

- Vaya, no ha empezado mal el día, pero aún puede ponerse más interesante...

Una invitación a desayunar. La acepta. Cierran la cita en una cafetería cercana al hotel donde se aloja Carlos.

Lo piensa un poco y luego marca el número de Bea.

- Hola

  • Hola ¿qué haces?

  • Pues lo de siempre a estas horas. Ya sabes un poquito de jacuzzi, una buena paja, una copa de vino blanco fresquito, mi terraza, el sol, la tumbona... Lo típico ¿y tú?

  • Yo también lo típico, aquí trabajando. Todavía me quedan un par de horas hasta el almuerzo.

  • Oye me ha llamado Carlos. Vamos a desayunar mañana ¿te apuntas?

Breve silencio al otro lado.

- Bea ¿estás ahí?

Si, estaba ahí, rumiando lo que le acababa de decir su amiga.

- No creo que sea buena idea. Te ha llamado a ti no a mí. Si te parece invitamos también a Quique, a Javi y a Nerea y hacemos una fiesta "revival"...

  • Oye, seguro que no le importa que tú te presentes. Si quieres le doy un toque y le pregunto.  Creo que le gustaría que vinieras.

  • No tengo nada claro que me guste a mí. No hace falta que le preguntes: no voy a ir.

  • Cari, ¿te lo vas a perder? llevamos un montón de años sin verlo. Me ha invitado a mí, pero estoy segura de que te busca a ti.

  • Pues que siga buscando.

- No puedes esquivarlo, si quiere verte, te va a ver…

  • Bueno, pues que sea de cara. Que me lo pida él y no acercándose a través de una amiga.

Carol resopló.

- Como quieras, pero yo voy a ir. ¿No tienes curiosidad por saber qué ha sido de Carlos después de todos este tiempo?

  • Claro que me pica la curiosidad, pero para eso te tengo a ti, que ya me contarás.

- Vale. Y si me pregunta por ti… ¿qué le digo?

  • La verdad, que las cosas me van bien...

  • Y que tú y Quique ya no estáis juntos…

  • Carol que te conozco... No líes la madeja.

  • Jajaja, bueno mañana te cuento.

Pues sí, la cosa se ponía interesante. El pasado llamaba a sus puertas de nuevo. Y Carol no veía que había de malo en abrir y echar un vistazo. Le parecía incluso una aventura. Claro que ella era, dentro de lo que cabe, la que salió menos perjudicada de las tres.

Aún había tiempo antes de ir a recoger a los críos y ese día tocaba comer en el Burguer, así que podría prolongar su relax en la amplia terraza. Y qué demonios... Tomarse otra copa de vino.

Volvió atrás en la senda de la memoria, recordando los sucesos que los separaron años atrás. Que ella se considerara la menos perjudicada de las tres, no significaba que no le escocieran algunos de los sucesos. Como por ejemplo que Bea le quitara el novio. Aunque técnicamente hablando, se podía decir que no eran novios y que lo suyo nunca había sido una relación formal. Sea lo que fuera, ya estaba rota cuándo Quique se acostó con Bea.

Ella era consciente, de que Quique siempre había tenido la vista puesta en su amiga. De hecho, no es que ese tío le entusiasmara. Salió con él, simplemente porque lo llevaba en el ADN. Era el tipo que destacaba y que manejaba allí, así que ella no podía dejarlo pasar. No la Carol de aquella época. Luego le sorprendió lo bien que follaba. El tío estaba muy bien dotado y era una auténtica máquina. Sí, efectivamente se encoñó con él. Pero eso no era amor. Ni siquiera fue una relación especial. Fue solo el intento de ambos de plantar su bandera. De tomar posesión del territorio, más de cara a los demás, qué hacía sí mismos.

Algo muy satisfactorio desde el punto de vista sexual, pero que resultó cada vez más incómodo fuera de la cama. Así que, cuando Bea y él acabaron finalmente liados, no se sintió especialmente traicionada. De hecho el cabreo le duró lo justo hasta que encontró a otro más idóneo, según su criterio. Un nuevo novio en su ya larga lista.

Incluso se permitió el lujo de aconsejar a Bea que no se enrollara con Quique. No por despecho o porque le sentara mal. Fue genuino interés por su amiga. Ella sabía que Quique no era de los que cambiaban. Sabía que al final la decepcionaría.

La sorpresa consistió en todos los años que, contra pronóstico, estuvieron juntos, aunque al final ella tuvo razón. Quique no era para Bea. De hecho, el único hombre que había conocido que se imaginara con su amiga para toda la vida, era ese con el que tenía una cita mañana para tomar café.

Pero en aquel momento: ¿quién podía augurar nada? Si ella ni siquiera pudo adivinar cuál iba a ser su devenir, mucho menos el de los demás.

Lo cierto es que no había tenido mucha cabeza. En aquella época estaba en la cima de la ola. Pensaba que iba a ser una gran modelo, simplemente porque estaba en todos los eventos y se relacionaba con todo el mundo. No se molestó en prepararse, en observar lo que la rodeaba y establecer estrategias para el futuro. En aquel momento no consideraba necesario estudiar, ni hacer otra cosa que disfrutar el momento. No se dio cuenta que la vida de modelo pasaba en un suspiro. Muy pocas reinaban para siempre. Las más listas, se buscaban una salida en el mundo de la moda o de la publicidad, aunque no fuera posando. O se enrollaban con alguien importante…pero hasta en eso jugó mal sus cartas. Ella se acostó con casi todo el que era alguien allí. Unas veces por placer, otras por interés y otras por escandalizar. Que hablen de ti, aunque sea mal, pensaba. Lo importante es estar en el candelero.

¡Qué imagen más equivocada tenía del mundo en el que estaba metida! Carol se acostó con todos, pensando que esa forma de relacionarse le abriría las puertas…y fue al contrario. Consiguió que nadie la tomara en serio. En las agencias de publicidad, por no hablar de las pasarelas, la competencia era feroz. Continuamente se incorporaban nuevas chicas, cada vez más resabiadas, cada vez más dispuestas hacerse un sitio y aparcar a las que ya estaban. También más preparadas. Las escuelas de modelos estaban empezando a funcionar y además, cada una patrocinaba a sus pupilas entre las marcas y diseñadores.

Carol se estaba quedando al margen de todo eso y lo peor es que ni siquiera se daba cuenta. Cada vez la llamaban menos y también cobraba a la baja. Durante un tiempo, los contactos y los favores la mantuvieron a flote. Pero luego fue imposible luchar contra la marea. En apenas un año, se vio sin apenas trabajo, malviviendo de bolos puntuales y de los auxilios de sus amigos. Que jodida es la vida. Cuando mejor crees que te va, tiene la costumbre de venir y darte una patada en el coño. Para espabilarte y ponerte en tu sitio. Y lo peor era que no tenía muchas más opciones. Y que además se había acostumbrado a ese tipo de vida, a ganar dinero haciendo lo que le gustaba. La depresión absoluta. Tendría que trabajar de camarera en algunos de los pubs de moda o discotecas, que eran el único sitio donde lo tenía fácil para encontrar trabajo. Y eso le daría solo para pagarse la comida y alojamiento, nada que ver con los viajes, la ropa y las juergas que se había corrido hasta ahora.

Y al filo de la navaja, justo cuando había aceptado un trabajo en una de las discotecas de moda, fue cuando conoció a Manuel. Quizás un año después hubiera sido imposible deslumbrarlo. Solo hubiera sido para él un polvo más. Pero entonces, todavía podía presentarse como una modelo y avalarse con sus conocimientos y sus contactos. Consiguió impresionarlo. Con su físico y su desparpajo. Pero también haciéndole creer que aún era alguien en el mundo de las agencias. Con cualquiera que conociera el mundillo no habría colado. Pero con, Manuel, bastó para que la suma de cosas, lo pusieran a sus pies.

Lo demás, es historia conocida. Ella era lo que él buscaba, pero es que además hubo conexión entre ambos, con lo cual el trato entre los dos se cerró rápidamente.  Sí, porque en el fondo de eso se trataba, de un negocio que convenía a ambos, aunque la cordialidad, el deseo y el cariño que al principio tuvieron, lo disfrazaran de otra cosa.

Y así, hasta que las cosas empezaron a torcerse. Hubo una primera época, en la que Manuel se comportó como un buen esposo y un buen amante. Luego, empezó a buscarse la vida fuera de casa. Ella deducía que, hasta cierto punto, su relación no era una historia de amor al uso. Carol, hasta hubiera entendido que eso formara parte del contrato. Lo que más la molestaba, lo que le sentó peor, lo que no soportaba, era la crudeza con la que él lo había expuesto. La frialdad con la que lo había dado a entender:

Esto es lo que hay nena. Yo te quiero y tú siempre serás la primera para mí, pero no intentes controlarme. Si no te gusta, ahí tienes la puerta.

Se dio cuenta que no estaba en condiciones de exigir. Lo malo, es que su marido tenía recursos de sobra, para para pagarle un buen divorcio y para pasarle una pensión para los hijos. Si lo presionaba, podría dar el paso del divorcio. Y lo bueno, era también eso mismo, que su marido podía darle una vida regalada como la que llevaba hasta ahora y sin preocupaciones.

Carol valoró que hacer, y decidió, que había que dejar de lado el orgullo. No le daría a su suegra, ni a la familia de su marido, la alegría de divorciarse. Habían hecho separación de bienes así que, aunque podía negociar un buen pellizco y una buena paga, sabía que eso iría al final para sus dos hijos. Cuando ella estuviera más mayor y con menos ganas, tendría que salir a buscarse la vida. Posiblemente no dispondría de los recursos necesarios para mantener su nivel de gasto. Es más, si ella abandonaba el nido, otra pájara ocuparía pronto su lugar. Manuel era una pieza muy suculenta que cobrar, y con otra zorra metida en el gallinero, estaba claro que a ella le irían mal las cosas. Ninguna mujer aconseja a su marido a favor de su ex.

Estaba claro que la postura que más le beneficiaba, era hacerse la loca y continuar de jefa en casa, disfrutando de todo lo que la posición de Manuel le podía dar a ella y a sus hijos. Sin cederle el puesto ninguna otra y sin darle a su familia política el gusto de largarse. En cuanto a su orgullo, para eso también tenía solución: esa solución se llamaba Felipe.

Pero bueno. Ahora tenía otras cosas en la cabeza. Carlos había vuelto y con él, aires del pasado. Y habíamos quedado en que ella fue la menos perjudicada de las tres…

Se acordó de Nerea y lamentó profundamente haber pedido perdido el contacto con ella. Las amigas eran inseparables. Desde aquel día, ella y Bea habían sido uña y carne, pero apreciaban que les faltaba algo. En el fondo, no se sentía capaz de culpar a Nerea de todo, como sí hacía Bea. Fue una auténtica pasada que la dejara Javi, aunque comprensible ¿De qué otra forma podrían haberse arreglado las cosas?

Lograba entender a su amiga: sola, confundida, sintiéndose despreciada. Si le hubiera tocado a ella una situación así, habría tenido además, que sumar el consumo de alcohol y…otras sustancias peores. Sabe Dios lo que habría pasado. En estas circunstancias de confusión y vulnerabilidad, podría llegar a entender que Nerea se agarrara al único salvavidas que pudo encontrar: Carlos.

En ese momento no actuó correctamente ni fue capaz de juzgar adecuadamente a su amiga pero, con lo que Bea le contó después, sí.

¡Joder! En todo el galimatías ninguna de ellas había mantenido la cordura. Todas, de una forma u otra, habían sido infieles, así que ¿por qué no hacer tabla rasa y comenzar de nuevo? ¿Por qué no perdonarse? Y más aún, pasados los años. Nunca entendió del todo la cerrazón de Bea. Quizás, porque Carlos le importaba más de lo que ella misma estaba dispuesta a admitir.

¡Dios mío! Bea…

Aún recordaba el estado de agitación en que se la encontró, cuando después de diez días fuera, volvió a la ciudad ¿Pero qué narices había pasado? estaba todo patas arriba…

Nerea y Javi finalmente habían roto como era previsible. Bea y Carlos también se habían separado y nadie entendía muy bien por qué y ahora, encima, Nerea según le había contado Bea, se acostaba con Carlos. Pero ¿qué lío era este?

Fueron días de confusión y de locura. Al principio Carol tomó partido por Bea, con la que siempre había estado más unida y además por lógica. Todo indicaba que Nerea, la había cagado de todas las formas posibles. Cuando le explicó que estaba viviendo con Carlos y que los había sorprendido en actitud amorosa en el parque, ella se puso del lado de su amiga. Sin duda, Nerea había perdido la chaveta. Que Javi la pillara, la había descolocado. Tenía que estar mal de la cabeza para haberle quitado el novio a Bea.

Pero luego pasaron cosas que le hicieron templar su opinión. Como suele pasar, ni la mala era tan mala, ni la buena era tan buena. Apenas unos días después y a pesar de haberse puesto de su lado, Bea no tuvo ningún inconveniente para enrollarse con Quique. En justa medida, Carol debía haberla tratado igual que ella había tratado a Nerea. Recordó como había sucedido. En aquellos momentos habían alcanzado la cumbre del descontrol. Entre todos habían llegado al paroxismo de la locura.

Y Bea había formado parte de ello…

Sí, aquí no había nadie inocente. Todos tenían mucho que callar. Su amiga una de las que más. ¡Joder con Bea! pensó recordando aquella noche en que todo se fue definitivamente al carajo... Qué fuerte…