Espiada por su placer
El deseo de todo voyeur y el morbo de cualquier mujer caliente. Basado en hechos reales.
Estoy en nuestro sofá, esperando que vengas.
Sé que entraras a esta hora como siempre, sin hacer apenas ruido, porque sé que te gusta verme como disfruto de mi cuerpo.
Sé que si abro los ojos te veré apoyado en el marco de la puerta, viéndome como me toco.
Sé que te excita verme, pero yo me excito más sabiendo que tú estas ahí, esperando a que te diga que vengas a darme tu placer.
Me estoy tocando por dentro de mi regalo de ayer, esa braguita brasileña que tanta pasión me da solo de recordar como pasabas tu lengua por encima de la tela, mojando hasta la etiqueta.
Mis dedos juegan con mi botón, duro, endurecido cada vez que lo toco, en círculos, presionando hasta hacer que se funda entre mis labios.
Abro los ojos.
Estas como siempre, admirándome como me doy placer.
Inmóvil.
Con tu cara sería pero a la vez que me hace estremecer todos mis sentidos.
Notas que con mi movimiento de muñeca ya están metidos algunos de mis dedos, y me preguntas:
— ¿Cuantos?
Te respondo con un gesto de que lo adivines tú.
En tu cara ahora hay un gesto de sonrisa maliciosa.
Como sabes que esa sonrisa me pone más cachonda.
Sigo tocando mi clítoris, cada vez más rápido y acelerando mi respiración.
No te digo los dedos que entran y salen de tu cueva del placer, pero sabes que luego querré que entren tus dedos.
Sigo follando mi coño, que tanto placer te da y que tantos orgasmos nos ha dado.
Acelero mis movimientos.
Cierro los ojos.
Sé que sigues en tu sitio, mirando como me doy placer.
Esa situación tuya, en la que te quedas mirando el cuerpo de la zorra que llevo dentro y que sale cuando me masturbo te hace excitarte más.
Sé que dentro de tu bóxer, ya tienes la dureza perfecta para que yo la deguste, pero también sé que eres de los hombres que les gusta recrearse en el cuerpo de ella, en este caso, del mío.
No quiero abrir los ojos, solo disfrutar de mi segundo orgasmo, porque ahora si que voy a explotar de verdad.
Siento como uno de tus dedos aparta ese trozo de tela de mi braguita y junto con mis dedos, se introduce en mí.
Joder, no sabes el placer que me estas dando cuando metes tu dedo junto a los míos.
Ya no aguanto más, cierro las piernas, estrujo tu dedo con los míos.
Gimo.
Grito.
Abro los ojos.
Te veo casi pegado a mi boca.
Quiero morderte el labio.
No me dejas que lo haga, por tanto, ahora quiero que me guíes tú y me preguntas:
— ¿Quieres otro o prefieres que siga con la cena?
No pienso responderte, quiero que me hagas lo que sabes hacerme.
Abro mis piernas.
Metes otro dedo.
Saco los míos, mojados, empapados, chorreando.
Los llevo a tu boca, que los engullen hasta casi desaparecer dentro de ella.
Sé que te gusta mi sabor, es una de las cosas que siempre me has dicho, que te vuelve loco.
Pero yo quiero volverme loca con tu sabor.
Como no te respondo, empiezas a follarme con esos dos dedos.
Joder, tenemos que asegurar tus dedos y manos, esto es lujuria bestial.
Metes y sacas tus dedos de mi coño de tal manera que no sé si son dos, tres o más, pero que vibraciones me haces tener dentro de mi coño.
Y vuelvo a oír tu voz que me pone perra perdida:
— ¿Quieres la mano entera o prefieres que te robe unos orgasmos más?
Sabes hacer que me vuelva loca solo con tus preguntas.
No te respondo.
Me bajo la braguita.
Abro mis piernas.
Mis manos tocan mis pezones duros.
Te dejo que me folles con lo que te dé la gana.
Tus dedos ya son cuatro.
Joder, me estas follando y aún no te he mamado lo que luego quiero que me folle de verdad.
Mi cuerpo con cuatro dedos ya empieza a temblar.
No voy a poder aguantar más y lo sabes.
Cuatro son el clímax de mi orgasmo.
Me agarras de una de mis tetas, la exprimes.
Aceleras las metidas de tus cuatro dedos, tanto que ahora si, lo siento, me meoooooo.
Y de mi coño sale un chorro.
Te ríes.
Lo has conseguido.
Otra vez.
Sacas tus cuatro dedos de mi coño, encharcado, mojado, corrido.
Te los llevas a tu boca, los chupas, los relames.
Me miras.
Te miro toda agitada y temblorosa por ese orgasmo que me has robado como solo tú sabes.
Me dices:
— Pero que zorra eres, mira que te gustan mis dedos dentro de tu coño.
Ahora si te respondo intentando recuperar mi respiración agitada por ese bestial orgasmo:
— Perdona, pero no soy una zorra. Soy tu zorra. Tú, mi cabrón.
Y me respondes casi riéndote del placer que siempre me das:
— Sabes que solo soy cabrón para ti, cuando tú sacas la zorra que llevas dentro.
— Ahora te dejo solo cinco segundo para que te recuperes, que quiero tragarme tus orgasmos que tienes saliendo de tu coño, para que así empecemos a jugar.
— Hoy toca…
No te dejo que lo digas, quiero que lo hagas.
Te alzo mis piernas, abiertas, quiero que me comas, como sabes hacerlo, y que tengas mi miel en tu boca, en tu perilla, para luego, cabalgar tu polla toda la noche.