Espetada por suegro y ofrecida a su hijo.
Lección magistral de mi suegro a su hijo, de cómo calmar las calenturas de una hembra.
Llego mi marido del trabajo y por mi mente deambulaba aun la matinal salvaje que había tenido con mi suegro y andaba dispuesta a contarle los detalles a Paco, al que abrace dándole un beso mientras el tomándome fuertemente en los suyos hacia lo mismo, rozando su paquete con mi castigada almeja como deseando entrar pronto en juego con ella.
Me pregunto cómo me había ido esa el día por casa, en el preciso momento que mi suegro entro en escena con su habitual decisión y picaresca y posicionándose tras de mí nos abrazó a los dos, aunque mi trasero era el que sufría la huella que dejaba su bulto, interrumpiendo y diciéndole a mi hijo:
Déjate de preguntas cursis hijo, con el pedazo de hembra que tienes en casa, que visto lo visto necesita de un buen semental para calmar y domar semejante yegua o de un ayudante que te ponga la día, y cuando llegues no pierdas el tiempo en mariconadas y entra a montar sin contemplaciones que es lo que realmente mi nuera necesita, no sea me tenga que quedar aquí más tiempo para decirte como hacer las cosas.
MI marido se quedó perplejo y no les digo yo, por aquel morboso pero en el fondo acertado comentario, y más cuando siguió diciendo: Esta mañana ya tuvimos unos buenos preliminares que después de contaremos, pero primero hay que calmar esta hembra y yo te voy a decir cómo hacerlo.
Sus manos ante nuestra sorpresa subieron mi vestido a la vez que deslizaron mis bragas hacia el suelo, dejándome semidesnuda en medio de los dos.
Toco mi mojado sexo con los dedos y tras untarlos en mi interior, se los ofreció a su hijo, diciéndole: “Mira huele, ves cómo esta esté mejillón, está deseando te lo comas y luego lo riegues y lo lubrifiques”.
Acto seguido soltó su pantalón dejándolo caer al suelo, y como no llevaba slip debajo, su duro rabo que yo ya había palpado quedo pegado a mi trasero, con una mano lo restregaba por el mismo mientras la otra sobaba mis pechos ofreciéndolos a su hijo que seguía medio cortado y aprisionado contra la pared por el empuje de mi suegro, pero no menos excitado pues notaba también su duro mástil que había crecido ante aquel excitante momento.
En un segundo y sin apenas darme tiempo a respirar ni reaccionar, me dio tal clavada por mi trasero que di un grito ensordecedor, a la vez que un fuerte respingo al sentir entrar aquel gordo aguijón sin previo aviso entrar en mis entrañas con una fuerza y una vitalidad asombrosa.
No solo me sorprendió a mí, que fui la que sufrí aquel duro golpe que pronto se transformó en gozoso, sino que su hijo puso cara de asombro por la actitud tan decidida de su padre que lo estaba dejando asombrado.
Me separo de mi marido un metro, llevándome espetada en su rabo que hacía de resorte ayudado por los dedos de mis pies para sujetarme al suelo a la vez que sus manos que me asían por las caderas, me ofrecerían a su hijo, allí empalada en aquel espeto, como si fuese una sardina dispuesta a ser comida, le dijo a Paco -- Venga hijo baja y como esta almeja de aperitivo que veo que llegas con hambre y como ves está en su punto, mientras yo por detrás te la sujeto para que la disfrutes,, riendo picaronamente después..
Paco bajo obedeciendo rápidamente a comer mi mojado conejito con unas voracidad desconocida, mientras su padre por detrás me estaba dando una suave sesión de embestidas, para evitar poner en dificultad la comida de su hijo.
Ne se cual fuel el responsable aunque pienso que fue tarea de los dos, pero no tarde en regalarle a mi esposo un gozoso orgasmo que le hizo resoplar como un miura, mientras mi suegro me susurraba al oído, confirmando con picaras frases sus previsiones hacia mí.
En uno de esos momentos le dijo a su hijo, “Palpa, Paco mis pelotas y dile a Tere como las tengo de gordas y de llenas de caliente crema para su bonito trasero”
Su hijo le hizo caso agarrándole aquellas dos hermosas bolas, y mirándome a la cara me dijo, “Joder Tere las tiene enormes esta noche, y que calientes están, están ardiendo y llenas, si parecen el doble que las mías. “
Yo ante el momento tan dulce de placer que estaba recibiendo, me delate inocentemente, diciéndole que las descargara rápido dentro de mí.
MI suegro resoplo a su estilo, y poniendo sus labios junto a mi oído me dijo, “Relájate Nuera que todo llegara en su momento, además esta noche tengo ayudante”.
Me levanto ahora en peso y sin sacar su duro rabo dentro de mí y dando unos pasos atrás se apoyó ahora sobre un taburete que había al lado, con sus manos ya libres de mis caderas, abrió mis piernas dejando mi sexo chorreoso, abierto al frente mientras su aguijón estaba clavado hasta el fondo de mi trasero por el peso de mi cuerpo, y llamando a su hijo le dijo:
Clávala ahora hijo, monta con clase a esta yegua hasta que deje de trotar agotada por nuestra monta.
Y en segundos ya me vi otra vez emparedada por Padre e hijo que sabiamente se movía frente a su padre dándome tanto placer que apenas podía aguantar tersa mi cabeza entre aquellos dos machos, llegándome el segundo y tercer orgasmo sin apenas margen de tiempo entre los dos.
Paco aguanto unos quince minutos embistiéndome hasta que no pudo más y soltó tal cantidad de semen por su esa noche, duro y gordo rabo, que me dejo asustada, celebrando mi suegro igualmente con calientes comentarios aquel polvazo.
Cuando la saco Paco, mi suegro le dijo, cambia hijo de postura y déjame a mí un poco por delante, siéntate aquí en el taburete y aguanta tu mujer que le voy a dar una clavada que la voy dejar sin gana de follar una temporada.
Paco me sentó sobre su morcilla ahora relajada abriendo mis piernas para su padre, que sorprendentemente al sacar su aguijón de mi trasero no lo dirigió rápidamente a mi almeja, sino que se agacho para comer y paladear los jugos que derramaba esta junto a los que había depositado su hijo, recreándose en ella un buen rato, y si no es porque me sujetaba mi esposo yo me hubiera desmallado por tan buena comida.
Cuando considero ya estaba a punto de explotar definitivamente, me taladro por delante con una fuerza que duras penas podía aguantarme Paco en el taburete, viendo este peligrar también su estabilidad en el, pues mi suegro me estaba follando con una intensidad y fuerza brutal, pero muy muy placentera.
Me llego mi último orgasmo de la noche, pues mi cuerpo no podía donar ninguno más, ya que no había aliento para generar otro, y lo esplendoroso del momento fue que coincidió con el de mi suegro, que tensando su cuerpo y aminorando sus embestidas en varios golpes secos, lleno mi mejillón de tal cantidad de crema que la que no podía retener mi conejito, era desaguada al suelo entre las piernas de mi marido.
Este me tuvo que sujetar fuertemente ahora y más cuando aquel viejo semental se retiró hacia atrás, no sin antes agarrar su mástil para golpear sobre mi sexo con unos leves toque con la cabeza para liberar las últimas gotas que fluían por ella.
De allí pase al sofá donde quede sin aliento un buen rato, junto a Paco mientras mi suegro, sorprendentemente tras ponerse los pantalones, se dispuso a prepararnos la cena, mirándolo su hijo y yo sorprendidos por tanta vitalidad.
La lección que le dio a su hijo aquella noche, marco en el futuro muchos polvos entre mi esposo y yo, recordando en numerosas ocasiones su estancia en nuestra casa aquella temporada, deseando que pronto nos hiciera otra visita.