Esperé a que fuera mayor de edad...

Maravillosa juventud, que quita los ardores de la senectud.

PARTE PRIMERA

Juro por mi honor, que antes "me la corto" que follar con una menor de edad; aunque hay niñas de 15 o 16 años que están más ricas que el pan con tomate; y seguro que aguantarían "tres varas" en todo lo alto, mejor que una madura. Pero lo que un hombre en su cabales nunca debe sucumbir a las pretensiones sexuales de una menor por dos motivos fundamentales:

Uno: porque puede ser una maniobra maligna para denunciarte y sacarte los cuartos.

Dos: porque jurídica y socialmente, el adulto siempre llevará las de perder en caso de pedir responsabilidades.

Por eso un servidor nunca ha sucumbido a las pretensiones directas e indirectas, que a mis esplendorosos 40 años, menores de edad de mi entorno vecinal me hacían proposiciones sexuales. Pero una amiguita de mis hijos de la misma edad de ellos: unos 17 años, que le llamaremos Margarita, de una forma desvergonzada cuando se sentaba delante de mi, se abría de piernas para que le viera las bragas.

Estaba como un queso de buena. De 1.70 cm o quizás algo más alta. Las piernas parecían las dos columnas de Hércules; dos tetas...¡qué digo tetas! ¡Dos tetazas! Y lo sé porque la muy puñetera tomaba el sol en top- less, en una de las piscinas municipales de la localidad donde residimos.

Un buen día nos encontramos en la cabecera de la línea 10 del metro de Madrid, y se sentó a mi lado. Y sin más preámbulos me dijo:

-Tú estás muy enamorado de tu mujer, ¿verdad?

Sabía por donde venía la muy "putilla", y le dije muy serio - Pues la verdad que sí. Amo a mi mujer por encima de todas las cosas.

--Se te nota, además es que tu mujer es guapísima. Y por lo que he observado, le eres muy fiel.

--¿Y como lo sabes tú? –Le dije algo molesto.

--¡Bueno! Sé ve, sé ve. Yo misma me he insinuado un montón de veces, y no me has hecho ni puto caso. ¿O es que no te gustan los yogurcitos como yo?

¡Joder con la niña! Que desparpajo.

--Mira Marga. – Le dije muy serio: Eres menor de edad, amiga de mis hijos, a tus padres les conozco mucho; y por muy buena que estés, yo no me busco problemas con menores de edad.

--¿Y si fuera mayor de edad...?

--Cuando lo seas, ya hablaremos. –Le dije con deseos de cortar el tema.

Llegó a su estación y yo seguí hacia mi destino, no sin antes la muy puñetera al salir del vagón me tiraba un beso y me hacía un guiño. No me quitaba de la cabeza a la niña, y pensaba:

¡Cuántos adultos sin fuerza de voluntad deben caer en las redes de niñas como Margarita!

PARTE SEGUNDA

Pasó algo más de un año desde aquel viaje en el metro. Marga no se me había vuelto a insinuar más. Lo que me dejó muy tranquilo, ya que para sustraerse a sus encantos había que hacer esfuerzos subliminales. Hola y adiós, a partir de entonces fueron nuestras relaciones.

Un... (No sé si bueno o mal día) me la encontré en la Comisaría de la localidad; ella estaba en la cola de recogidas del DNI, y yo en la de pasaporte, iba a hacer un viaje a Copenhague por cuenta de mi empresa.

--Hola. ¿Qué haces por aquí?

--Pues mira, que hago un viaje de trabajo a Dinamarca.

--Qué suerte. Ten cuidado con las danesas, que dicen que son muy calientes.

Pensé para mi: --Pero no tanto como tú.

Que gesto no pondría, que me pilló el pensamiento. Y a continuación dijo:

--Ya puedes.

--Qué es lo que puedo. –Le dije algo mosqueado.

--¡Pues que va a ser...! que ya me puedes follar sin cargos de conciencia, desde ayer soy mayor de edad – Y acto seguido me enseño el carné de identidad que acaba de recoges del mostrador. Efectivamente, ayer había cumplido los 18 años.

Quedé patidifuso, confuso, sorprendido y sobre todo agilipollado.

--Venga; no te hagas el estrecho conmigo, que sé de sobra que lo estás deseando.

--Qué momento... qué momento!

-Le miré fijamente como pretendiendo saber si estaba jugando conmigo o hablaba en serio, por lo que se me ocurrió una idea de repente, y se la expuse.

--Mira Marga, busca una excusa con unos de mis hijos, y ven a casa. Si estás decidida a follar conmigo y no me vacilas, ponte unas bragas rojas, te abres de piernas como siempre haces cuando te sientas enfrente de mi, y si las llevas de ese color, me convenceré.

Efectivamente, al día siguiente se presenta en mi casa con uno de mis hijos para hablar de una materia de un examen próximo. Se sienta en el sofá, hago que paso por delante de ellos, se abre de piernas y ¡Zas! Las bragas más coloradas que " La Caperucita Roja".

La cosa estaba muy clara, la recién estrenada su mayoría de edad, estaba dispuesta a follar conmigo fuese como fuese.

PARTE TERCERA

Le llevé a un motel de carretera una mañana, y si les digo la verdad, iba conduciendo inquieto; todavía llevaba cierto resquemor, la diferencia de edad me abrumaba. No sé me podía quitar de la cabeza de que podía ser mi hija. Parece ser que ella se daba cuenta de mis dudas, por lo que me dijo muy segura:

--¿Te noto como si no fueras con muchas ganas?

--No cielo, no es eso. Lo que pasa, que de mayor nunca me he follado a una mujer tan joven...

--¿Y eso te preocupa? ¡Cuántos tíos estarían dando saltos de alegría de poder follarse a un yogurcito como yo! --A la vez que se echaba las faldas hacia atrás de forma que pudiera ver sus hermosos muslos.

--Como verás, me he puesto las bragas rojas, para que de una vez te convenzas de que me muero por follar contigo. –Mientras me echaba mano a la bragueta

¡Joder... jooder... joder...! Aquella visión me mareaba, y al sentir su mano encima de mi polla, que ya estaba en su máximo apogeo, fue el detonante para disipar mis dudas y complejos, por lo que me dispuse a follarme ese bombón con toda la intensidad que dan la pasión y el deseo.

Mientras ella esperaba en el coche, fui a recepción a recoger las llaves del apartamento. Eran una especie de bungalows independientes situados entre una arboleda espesa que le daban al sitio, un ambiente muy íntimo y acogedor.

Aparqué justo al lado de la puerta y me dispuse a degustar un de los platos más exquisitos que se me había presentado de una forma tan especial.

El marco era el adecuado para consumir tres horas de amor: ese era el tiempo de que disponíamos, tiempo suficiente para entrar los dos en el olympo de los dioses del amor.

--¡Por fín! –Dijo a la vez que me abraza y me miraba a los ojos. --¡Por fin he conseguido lo que hace años ansiaba!

--¿Y qué es eso tan importante que has conseguido? –Le pregunté con cierto tono de guasa.

-¡Venga! No te me hagas el estrecho, que lo sabes de sobra.

Los labios de Marga se fundieron con los míos, y su lengua socavaba mi boca. Nunca una mujer me había puesto la punta de su lengua en el paladar; por lo que la sensación fue excitante, una especie de corriente eléctrica recorría mi cuerpo desde la nuca hasta el final de la espina dorsal.

Entré en una especie de letargo al sentir su cuerpo pegado al mío; sus brazos rodeaban mi cuello; su vientre pegado a mi polla, y sus labios seguían sellados a los míos. Aquello rompía todos mis sentidos, la emoción que sentía era inexplicable, y eso que sólo era el preludio del amor más grande jamás vivido.

--Desnúdame muy lentamente cariño. Me dijo Marga poniendo carita de gatita en celo.

--Sí mi vida. Quiero besar cada centímetro de tu piel que vaya descubriendo.

--Antes he de hacer un pi pi. ¿Me pones a hacerlo tú?

--¡Claro mi vida! Pero esta vez vas a hacer un pi pi especial.

Ahora la sorprendida era ella.

--Yo siempre hago pis de la misma forma. Dijo con carita de duda.

--Esta vez no, será distinta, ya lo verás.

Me tumbé en la bañera boca arriba, y a ella la situé abierta de piernas entre a la altura de mi cabeza. Le bajé las braguitas rojas, y le dije.

--¡Venga! Has ahora ese pis.

Comprendió de inmediato. La bañera era de esas modernas, cuadrada, situada bajo nivel del suelo, de unos 50 centímetros de profundidad, y que se accedía por dos escaloncitos. De unos dos metros de larga por metro y medio de ancha; por lo que "la operación" se podía realizar con entera comodidad.

Se puso de cuquillas de tal forma, que su sonrosado coño quedaba a escasos 15 centímetros de mi boca. La visión fue alucinante; lo llevaba depilado por las ingles, por lo que la perspectiva del mismo era panorámica. Con los dedos índices de sus manos abrió aquella rajita, y emergieron como si se tratara de una rosa, dos pétalos y un pistilo. Vi perfectamente como se abría un pequeño agujerito de entre aquella especie de " Valle de las Hespérides" , y ¡de súbito! Un chorro de un líquido amarillento emanaba de allí. Sinceramente: Creí que eran los célebres y tan cantados, "los chorros del oro". Líquido que como cual agua bendita purificó todo mi cuerpo. La tomé en mis brazos, y como una recién desposada, llevé a Margarita al tálamo del amor.

--¿Te importa que sea yo la que folle? Me dijo muy dispuesta.

--Al contrario, me encantaría. Pensé hasta donde podría llegar la experiencia sexual de una chica de 18 años, y me agradaba comprobarlo.

--¿Me pongo preservativo? Le dije muy serio. --Oye Marga, a ver si te voy a dejar embarazada, y entonces no me vas a follar, me vas a joder de verdad.

Me dijo riéndose:

--A ver si te crees que las chicas de hoy somos como las de antes. La mayoría de nosotras sabemos perfectamente como debemos follar.

--Vale..vale... ya veo ya... que eso de la liberación sexual de la mujer es un hecho, no es una falacia.

Estaba tumbado boca arriba, tal como mi madre me trajo al mundo.

--Cierra los ojos, y entrégate a mis caprichos...

Cerré los ojos, y al momento empecé a ve lucecitas de todos los colores. Es verdad esa frase que dicen los chavales para determinar a los que dicen fantasías: "Alucinas en colores". Cuando sentí los labios de Marga succionando mi polla perdí toda noción del tiempo y del espacio; y al notar como acariciaba mis huevos con la punta de los dedos de una de sus manos, los espasmos, eran irrefrenables.

--Para... para... que me corro. Le dije casi suplicando. "Correrme" en ese momento hubiera sido un fracaso, ya que en esas dos horas que disponíamos, a mis 40 años, no creo que me hubiera recuperado para poder echar otro polvo. Por eso, como sabía que en ese tiempo sólo podría echar uno, quería que fuera bestial.

Marta se situó junto a mi, los dos de lado, abrazados y mirándonos a los ojos sin hablar.

Me parecía imposible que una niña como ella, tuviera esos de deseos tan enorme de follar con un hombre mayor; por lo que al cabo de unos segundos, le dije.

--Cariño, ¿porqué ese empeño de follar conmigo?

--No lo sé, sólo te puedo decir, que desde que empecé a sentir en mi cuerpo la llamada del sexo, me atraías tanto, que mi primera paja, fue pensando en ti.

De pronto me vino a la mente, algo en que no había reparado.

--¡Oye Marga! ¡No serás un virguito! ¿Verdad?

--No tonto, no creo que exista hoy en España una chica de mi edad virgen.

--Ya veo, ya; que la tan cacareada liberación sexual de la mujer es un hecho.

--¡Pues claro tonto! ¿O es que te creías que nosotras no tenemos las mismas necesidades sexuales que vosotros?

--¡Bueno...si! pero la mujer española... ya sabes... " Cuando besa es que besa de verdad"

--Y que piensas, ¿qué yo te estoy besando de mentira?

Esta media hora de conversación me vino de maravilla para relajarme. De no ser por ello, se hubiera acabado la fiesta. Tenía a Margarita junto a mi, resguardada en mi pecho. Sentía su calor y los latidos de su corazón, pero el estado de estupefacción que me produjo al ver su cuerpo, lo había superado. Por lo que le dije:

--¡Cariño! Ahora voy a ser yo el que te folle; así que prepárate a recibir mi cuerpo, porque voy a entrar hasta lo más profundo de tu alma.

--Si mi amor... Invade mi corazón... Soy toda tuya.

Despegué a Marga de mi cuerpo, y le situé boca arriba... Sus pechos no se desparramaron para los lados, como se esparcen los de una mujer madura debido a las leyes de la gravedad. Quedaron firmes mirando hacia el techo del bungalow (no a las paredes). Y cuando mis labios tomaron contacto con una de aquella fresa roja, y la otra con las yemas de mis dedos, noté como emergían de aquellas dos aureolas, sus encarnados pezones.

Otra vez me volvían los sacudidas. ¡Joder! Es que para un cuarentón como yo, acostumbrado a follar con damas "con sus rosaledas" bastante ajadas por el paso del tiempo, ver aquella rosa tan viva y encendida, me producía alucinaciones. Mamé de aquellos pedúnculos con una ansia inusitada; quería agotar las fuentes de esos dos gérmenes.

Desde la nuca hasta el pubis de Marga, no quedó ni un rincón de su piel que mis labios no libaran. Cuando llegué al mismísimo centro de su coño, parecía el surtidor de la fuente de unos jardines reales... La visión era realmente espectacular... Por sus muslos se deslizaban gotas de sus exudados... Aquel aroma enajenó mis neuronas... Aspiré profundamente para llenar mis pulmones de aquel perfume de hembra joven... y me depuse a agotar la miel que destilaba aquel panal.

Lamí su coño con desesperación; mis belfos y mi lengua eran como dos torbellinos, como dos tornados... Dos turbulencias que llevaron a Marga a experimentar el orgasmo más brutal que había tenido en su corta vida. Separó mi cabeza de su vulva con cierta brusquedad, dijo que de haber seguido mamando, hubiera llegado a perder el conocimiento de placer.

Había triunfado la experiencia sobre la impaciencia. El haberle producido varios orgasmos me llenaba de satisfacción. Por eso me dijo una vez que volví a abrazarla y traerla a mi regazo mientras encendía un pitillo que fumamos a medias.

--Por esto me gustan los maduros. Con uno de mi edad, seguro que ya se habría corrido dejándome "a la luna de Valencia". "Los niñatos", no saben nada más que ir "a su bola", te la meten, se corren... y adiós.

Su carita de virgen me abstraía de tal forma que con sólo ver sus ojos y sus labios me trasladaba a nirvanas desconocidas; nunca había sentido tanta ternura ante la contemplación de una mujer; por eso pensé, que estaba viviendo un sueño, sueño que no podría volver a repetirse por razones obvias. ¿Estaría haciendo una locura? todavía no le había penetrado; y me volvió a asaltar el temor; dejarla embarazada sería algo terrible, por eso le volví a preguntar.

--Marga: ¿Estás segura que lo podemos hacer sin condón?

--¡Qué sí, que sí! no te preocupes, sé perfectamente lo que hago.

Me convenció con la seguridad que hablaba, y me preparé para el asalto final; asalto que me juré quedaría en los anales de su vida sexual; que jamás olvidara " este polvo" , que quedara grabado en su memoria para siempre.

Ella, intuyendo mis intenciones, se abrió de piernas y sólo dijo:

--Fóllame como he soñado e imaginado un millón de veces que lo harías.

Cerró los ojos... Me situé de rodillas frente a su "sonrosado paraíso" . Noté como aquella abertura suplicaba ser penetrada y explorada hasta su último rincón. Tomó mi pene con su mano derecha y se lo llevaba hacia la embocadura de aquel puerto.

Empujé levemente... muy levemente... hasta que sentí como mis 18 centímetros llegaban hasta el fondo de aquella cueva. No pude resistir más. Sus movimientos de cadera, pelvis y culo fueron insoportables para que mi pobre polla que dormía en lo más profundo de aquella sima... Despertó gimiendo y llorando... Notaba como hasta el alma se me iba como una catarata por aquel conducto.

Quedé inane, extinto... Creí que mi vida sexual había acabado allí, ya que estaba convencido de que no habría una segunda vez con Margarita; y volver a follar con mis amigas cuarentonas, no me seducía; era como volver a degustar la hiel después de haber catado la miel.

Y así fue. Margarita al poco tiempo, se echo un novio tres años mayor que ella; parecía un chico muy formalito, chico que me presentó como el papá de dos compañeros de instituto.

Pero sé, que Margarita jamás olvidará aquella mañana, como tampoco yo he olvidado el sabor de aquella fruta temprana.

FIN DEL RELATO