Esperando por ti - 2

Sam ha pasado toda su vida esperando. Esperando a que su madre deje de mentirle, que su amiga de la infancia le escriba, llame o regrese a visitar como prometió. Su tiempo se detuvo y su vida se ha vuelto insípida, rutinaria y piensa que así será siempre. Pero quizás ya no tenga que esperar más.

APARTADO PARA COMENTARIOS

Hola.

Gracias a todos por sus comentarios.

Aly, aquí está tu segunda parte jajaja. Van a ser varios capítulos, por cierto. Así que tienes bastantes continuaciones que esperar.

AoiYuki, pues a medida que pasa la historia veremos, pero por lo pronto, ¿tienes alguna teoría de que es lo que pasa con Kate?

HombreFX, gracias, espero que te gusten los demás capítulos también.

Los dejo para que lean. Espero les guste.

Desyre Maine.

Capítulo 2: Haciendo amigos.

Llegue a mi casa, y debo admitir que me sentía cansada hasta la médula. Pero no por haber caminado desde el colegio sino más bien por todas las cosas que habían pasado hoy. No estaba acostumbrada a que pasaran tantas cosas, estaba acostumbrada a esperar y pasar el día sentada contando las horas. Imagínate pasar un año acostado en tu cama sin pararte a menos que sea para ir el baño o para comer, y luego de repente tienes que caminar dos cuadras al súper. Terminarías exhausto y sin aliento después de la primera cuadra. Eso era justo lo que me pasaba, después de años de no sentir nada y ahora pasar por todas las sensaciones existentes y por haber en un abrir y cerrar de ojos era como mucho para mí. Entre a mí cuarto a dejar mi bolso y a ponerme un mono y un suéter antes de ir a la cocina a ver que hacía de cena hoy.

Mamá siempre llegaba a la casa tarde y venía cansada del trabajo, y bueno descubrí temprano en esta vida que o cocinaba yo o no comíamos. En un principio todo lo que hacía terminaba quemado, negro y crujiente, por no decir tieso e incomible. Mamá siempre sonreía y me decía que estaba delicioso cuando llegaba a la casa y de cierta forma se lo agradezco porque eso fue lo que me hizo esforzarme y mejorar. Sí es tonto, pensar que de verdad le gusta lo que cocinaba pero era chiquita y de verdad le creía y me hacía sentir mejor. Ahora, no era una chef ni nada por el estilo, pero la comida me quedaba de un bien.

Revisé la gaveta de los vegetales y vi papas, tomate, cebolla, cebollín, ajo porro y ajo. Revisé el congelador y vi que todavía nos quedaban unos bistecs. Los saque y los puse en el mesón junto con los vegetales. Podía hacer puré de papa y bistecs con mi salsa especial. Llené un pote con agua y puse los bistecs adentro. Era algo que siempre hacía, ponía la carne a descongelarse en agua antes de meterlas en el micro para que se terminaran de descongelarla. Agarré una olla, la llene de agua, le agregue sal y la puse en una de las hornillas a hervir. Empecé a pelar las papas y luego agarré la tabla de picar para cortarlas. Las puse en la olla con agua, cuando hirvieran les bajaría el fuego y las dejaría cocerse.

Una vez listas las papas empecé a pelar y cortar los tomates, los puse en la licuadora, luego pelé la cebolla y la corté por la mitad, agregándola a la licuadora también. Repetí este procedimiento con el cebollín y el ajo porro, luego piqué unos cuantos ajos y los agregué también. Le puse agua antes de prender la licuadora, después de todo, la salsa quedaría muy espesa nada más que con los vegetales. La apagué y vertí la salsa en una olla. La puse a cocinar y le agregué adobo, salsa inglesa, y salsa de ajo. En eso hirvió el agua de las papas y le baje la llama para que hirviera a fuego lento. En unos quince minutos derretiría un poco de mantequilla con leche y terminaría el puré.

Le di un último vistazo a la salsa antes de correr a mi cuarto a agarrar mi reproductor de música y luego correr de vuelta a la cocina. Nunca me ha gustado dejar la estufa prendida y sola. Lo había hecho solo una vez antes y aprendí por las malas que algo tan simple como crema podía hacer un desastre colosal. Fui al estéreo y conecté mi reproductor antes de presionar play. The xx empezó a sonar y yo empecé a tararear al son de Sunset.

Seguí cocinando y vigilando las ollas mientras bailaba al ritmo de la música, perdida en mis pensamientos. Eventualmente apagué la hornilla en la que estaba la salsa y puse a cocinar los bistecs. Machaqué las papas y les agregué la leche, la mantequilla y todo lo demás. Ahora faltaba nada más cocinar la carne. Cuando todo estuvo listo, lo serví en platos y puse la mesa. Me senté y esperé por un rato. Mi mamá casi siempre llegaba tarde para la cena, así que no le presté mucha atención y solo busqué algo que hacer mientras esperaba.

Pasó media hora. Empecé a robar pedacitos de comida, a mi mamá no le importaría, me rugía el estómago de todas maneras. Pasó una hora. Corte un pedazo de la carne solo para probarla. Ah. La salsa estaba perfecta. Hora y media. Su jefe debió pedirle que se quedara hasta más tarde. Dos horas. Me rendí y empecé a comer, le pediría perdón cuando llegara. Terminé de comer y noté que mi mamá iba tres horas tardes ya. Suspiré y decidí no llegar a conclusiones apresuradas. En cambio, lavé los platos y me volví a sentar en la mesa. A las tres horas y media estaba luchando contra el sueño. Oí algo de repente y me levante de un susto. Prendí la luz y allí estaba mi mamá, su ropa, su pelo, su maquillaje, su todo vuelto un desastre, mirándome como al niño que lo agarran en su travesura. Miré el reloj y vi que seis horas habían pasado desde que serví la comida. Hasta aquí llega esto.

“Sammy… Yo…” empezó a decir.

“¿Dónde coño has estado?” pregunté molesta.

“Fuera,” dijo tranquilamente.

“¿No me digas? No me había dado cuenta, de verdad, gracias por mencionarlo,” dije inexpresiva. “¿En dónde? ¿Con quién?”

“Con mis amigos, ¿qué te importa?” me preguntó molesta.

“¿Qué me importa? ¿De verdad me estas preguntando? ¡Pues me importa un mundo, una vida! ¡Me importa mucho! Pero, ¿sabes qué? Olvídalo, está claro que a ti no te importa.” Me di la vuelta y dejé la sala.

“Sam. Sammy. ¡Espera! Por favor. Disculpa. Sabes que…” empezó a decir en tono culpable.

“No mamá, tu sabes qué, pues no sé nada. No sé una mierda de ti. No sé con quién sales, no sé cuándo vas a salir con tus amigos, y no sé tu horario de trabajo, y sabes por qué, porque no me dices nada. ¿Es que no soy lo suficientemente importante como para saber eso? Soy tu hija por el amor de Dios. ¡Solo estamos tú y yo, somos todo lo que tenemos, y tú no puedes ni confiar en mí lo suficiente como para decirme tu horario de trabajo!

“Te esperé mamá. Te hice de cenar y esperé por horas a que llegaras. ¡Han pasado seis horas! Yo te esperé como la propia estúpida, preocupada de que te hubieran pedido quedarte hasta tarde o que te hubiese pasado algo, pero obviamente tú estabas demasiado ocupada de fiesta con tus putos amigos como para mandarme un mensaje. Solo era un mensaje de texto. Hoy llego tarde. No me esperes. Se me hizo tarde. No toma tanto tiempo escribir una sola oración,” dije, finalmente calmándome.

Estaba molesta al principio, ¿pero ahora? Ahora solo estaba triste, frustrada, impotente. Quería que todo este secreteo se acabara de una vez por todas, quería que me dejara entrar en su vida, quería que confiara en mí. Subí la mirada y ella solo seguía ahí, viéndome. Suspiré. Esto no iba a cambiar nada.

“Discúlpame. Fui grosera. No fue mi intención hablarte así. Solo estoy siendo estúpida. Solo… Olvídalo, ¿sí? Me iré a dormir. Buenas noches mamá.” Me volví a voltear y fui a mi habitación.

Por alguna razón esperaba que me siguiera, que me dijera algo, pero no lo hizo. Volví a suspirar y entré a mi cuarto. Apague las luces y me metí en la cama. Me sentía tan cansada. En menos de un minuto mi cerebro ya se había apagado.

¿Alguna vez has tenido la sensación de que no dormiste nada? ¿Sabes a que me refiero? Esas veces en las que te despiertas y en vez de sentirte descansado y fresco te sientes incluso más cansado que antes. Bueno, así me encontró la mañana. Estaba cansadísima y de un humor de perros. Fui a la sala y vi a mi mamá sentada en la mesa, mirando una taza de café. Parecía adusta en mi opinión, pero quién sabe, ayer llegó bastante tarde y a lo mejor ésta solo era su cara de ratón. Cuando entré, ella subió la mirada y solo me vio fijamente por unos segundos.

“Buenos días,” dije agarrando mi reproductor de música del estéreo.

“Siéntate,” dijo.

Suspiré y me quité el bolso antes de sentarme en una silla al lado de ella.

“Si esto es por lo de anoche, ayer te pedí perdón ma. Si quieres castigarme pues…” empecé a decir, de verdad no estaba de humor para esto hoy.

“No, por favor. Escúchame,” ella dijo suspirando y bajando la mirada a su taza de café. “Quiero disculparme por lo que pasó anoche, debí decirte que iba a salir. Prometo que no volverá a pasar, Sam. Disculpa que te deje esperando.” De verdad sonaba dolida y afectada, su voz temblando un poco.

Empecé a sentirme como una mierda. Ella de verdad se sentía mal y lo primero que hacía era contestarle feo. Cristo. ¿Cómo es que siempre logra hacerme esto?

“Yo también me disculpo por hablarte así ayer y hoy,” dije, deseando fervientemente que esta conversación se acabara de una vez por todas. “¿Ya me puedo ir?”

Mi mamá suspiró y asintió con la cabeza. Agarré mi bolso y literalmente hui. Bajé las escaleras de dos en dos y tres en tres, y en segundos ya estaba en la acera caminando tan rápido como mi estatura me dejaba. Una vez ahí tomé un respiro y bajé un poco mi velocidad. Busqué mis audífonos en mi bolso y los conecté a mi reproductor. Le di a reproducir y dejé que sonara lo que sea que estaba puesto antes mientras me dirigí al colegio.

La canción Dear Agony de Breaking Benjamin empezó a sonar y me dio risa la coincidencia del asunto. ¿La ironía quizás? Pasé la canción y sonó Home de Three Days Grace. Bueno, Dios debe tener ganas de ser gracioso el día de hoy. Me fui a la lista de artistas y decidí poner Maroon 5. Sus canciones siempre eran movidas y felices. Sad empezó a sonar y finalmente decidí mandarlo todo a la mierda y apagar el desgraciado aparato. Llegué al colegio aún más malhumorada que esta mañana. Me fui directo al salón, no tenía ganas de hablar con mis “amigos” hoy. Entré y me senté en mi puesto, subiendo mis pies al escritorio y recostándome hacia atrás.

El profesor entró unos minutos más tarde y saqué el primer cuaderno que encontré en mi bolso. Ni siquiera me había molestado en pasar por mi casillero y agarrar mis cosas. La clase pasó de manera lenta y tortuosa, la que le siguió también, y la que vino después de esa. El día enteró paso así, lenta y tortuosamente. Cuando llegue a la casa, ni me moleste en hacer algo muy complicado, solo hice pasta y le puse queso. Después de que la comida estuvo lista mamá me escribió un mensaje diciendo que llegaría tarde. Bueno, por lo menos cumplía sus promesas. El día siguiente paso tan lento como el anterior, y el siguiente después de ese igual. Cuando hubo pasado una semana estaba más malhumorada que nunca.

La mañana del jueves pasó como todos los días anteriores y para cuando sonó el timbre del recreo estaba que lloraba de felicidad. Caminé hacia mi casillero para depositar todas mis cosas y comer antes de que tuviera que pasar por otros tres profesores que hablaban de cosas que realmente no podían importarme menos. Estaba tan perdida en mi mundo que me choqué con alguien y caí de culo. Mi coxis gritó de dolor y gemí.

“¿Sera que puedes ver a dónde caminas?” dijo una voz molesta que me parecía familiar.

Miré para arriba y ahí estaba Katy mirándome fríamente. No por favor, no esto otra vez, de verdad tenía cero ganas de lidiar con su mierda. Durante la semana pasada cada vez que nos encontrábamos o teníamos cualquier tipo de interacción, ella me veía con cara de culo y me trataba mal. Ya me estaba cansando de ella y de que me viera con odio. ¿Cuál era su problema? ¿Qué demonios le pasaba? Ya me disculpé por confundirla y todo eso. ¿Por qué no lo podía superar y dejarme en paz? Respiré profundo para calmarme y no hacer nada drástico.

“Tú te chocaste conmigo también,” dije levantándome del piso y gimiendo, mi culo quejándose profusamente.

“Lo que sea,” dijo pasándome por al lado como sí nada.

De verdad lo intenté pero no pude evitarlo.

“¿Qué coño te he hecho yo para que me trates así?” grité para asegurarme de que me oyera, lo cual también aseguró que todos los que estaban en los pasillos oyeran.

Se volteó y su cara de culo estaba de vuelta y con más potencia.

“¿Perdón?” dijo, teniendo las bolas de sonar ofendida.

“Tú me oíste. ¿Por qué me odias tanto? Solo te confundí con alguien, ¿es eso un pecado? Somos humanos sabes, y los humanos se equivocan,” dije caminando hacia ella. Yo puede que sea chiquita pero era letal cuando me molestaba.

Kate caminó un poco hacia atrás, parecía sorprendida por mi actitud y mis palabras. La miré fijo unos segundos, esperando una respuesta a mi pregunta. Mientras más esperaba más segura estaba de que no iba a contestar.

“¿No tienes una razón, verdad? O sea, ¿solo me odias porque te parece divertido? Pues adivina que, no me la aguanto más. Consíguete a alguien más a quien fastidiar porque. Yo. Ya. Estoy. Harta.” Enfaticé mis últimas cuatro palabras con pasos, acorralándola contra los casilleros.

Ella no dijo nada, solo me miró con la misma cara de shock. Me volteé y me alejé, volviendo a dirigirme a mi casillero. Una vez ahí dejé todas mis cosas y fui a la cafetería a comprar una manzana o algo que se pueda comer igual de rápido. Seis malditos años esperándote tirados a la basura por un simple error.

“¡Sam!” alguien murmuró a mi lado.

Volteé los ojos involuntariamente y me pregunté, ¿ahora qué? Me di la vuelta y ahí estaba Riley. Cuando lo vi, me sentí un poco mejor e incluso sonreí. No lo había visto la semana pasada, y para ser sincera tampoco había puesto mucho empeño en buscarlo.

“Hola, Riles,” dije.

“Te he estado buscando por todos lados. ¿Dónde diablos has estado?” me preguntó con una mirada acusadora.

“Por ahí,” dije encogiéndome de hombros.

Riley me miró por unos segundos sin decir nada.

“¿Estas bien?” preguntó, todavía examinándome.

Suspiré. De verdad no quería mentirle, después de todo parecía genuinamente interesado.

“De hecho, no, no estoy muy bien que digamos,” admití finalmente.

La cola se movió y pasé al mostrador. Agarré una manzana y pagué por ella. Riley me esperó a un lado y una vez que pagué por la manzana me llevó a una mesa libre.

“¿Qué pasó?” preguntó con tono preocupado.

A ver, yo nunca he sido del tipo de quejarme y hablar sin parar con el primero que pregunte, pero tenía la sensación de que él realmente quería saber que me pasaba y que de verdad le importaba. Así que bueno, le conté sobre mi mamá, que llegó tarde todos los días de la semana pasada y que para cuando yo me despertaba ya se había ido. Le conté sobre Katy y acerca de lo que había pasado hace unos minutos. Él no dijo nada. Solo me miraba y escuchaba lo que decía. Cuando terminé, inclinó la cabeza como los perros y pareció pensar que decir por unos segundos.

“De verdad no sé qué hiciste que fue lo suficientemente malo como para que Kate te odie. Es un encanto con todos. Y de verdad me refiero a todos,” dijo pensativo.

Suspiré y las palabras salieron de mi boca sin filtro.

“Lo sé, ella siempre ha sido un encanto con todos.”

Riley se quedó atónito con mi comentario y en ese momento me di cuenta de lo que había dicho. Vaya. Supongo que esa olla se había destapado.

“¿Qué quieres decir?” preguntó estupefacto.

“Ya conocía a Katy,” admití.

“¿Cómo que la conoces? ¿De dónde la conoces?” preguntó con tono confundido.

“Ella solía vivir aquí antes de mudarse al otro lado del país. Éramos mejores amigas y todo. Cuando se tuvo que ir nos hicimos las típicas promesas de mantener el contacto, escribirnos y toda esa mierda. Solo la pude llamar una vez y fue cuando iba de camino a su casa nueva. Pero después de eso nunca, la operadora decía que el número estaba desconectado cuando llamaba. Nunca contestó mis emails tampoco. Y bueno, solo esperé a que me contactara pero nunca lo hizo,” dije encogiéndome de hombros como si nada, pero por dentro mi corazón se resquebrajaba un poco más.

“¿Qué? ¿Enserio? Pero ella no parece acordarse de ti,” dijo con el ceño fruncido.

“Si, ya lo sé,” dije con un poco de amargura.

“Disculpa, Sam, es solo que… no entiendo. Trataré de averiguar que pasó, ella es mi vecina y mi prima después de todo,” Riley dijo con una sonrisa tímida.

Lo interesado que parecía en mí y en mis problemas me hizo sonreírle de vuelta.

“Está bien, Riles. No tienes por qué hacer nada de eso. Han pasado ya seis años, cualquiera lo olvidaría,” dije con tono un poco nostálgico y triste.

“Voy a ver qué es lo que le pasa, por ti, solo trata de no empeorar las cosas más de lo que ya están,” dijo con una risita. “No creo que descargarla así vaya a hacer que le agrades más.”

Me reí involuntariamente, porque ciertamente, tenía razón.

“Y en cuanto a tu mamá, no te preocupes, solo ignórala. Eso es lo que hago yo con mi papá. Él siempre se queda en la calle hasta tarde con su novia y luego en la mañana se va tempranito para irla a buscar,” Riley dijo mientras se reía. “Es el novio ideal, te lo digo. Hace de chofer para ella día y noche. De verdad debe gustarle porque nunca ha hecho esto con sus otras novias.”

“De verdad no me importa tanto que salga con sus amigos, es solo que no me gusta quedarme sola en el apartamento. Mi vecino es un poco rarito. Hace unos dos años cuando nos acabábamos de mudar mi mamá iba tarde como siempre y él se pasó el día tocando la puerta y preguntándome cosas, que sí cuantos años tenía, en donde trabajaba mi mamá y que si me dejaba sola a menudo.” Temblé nada más de recordarlo. Había estado sola en el apartamento y me había pasado un gran susto ese día.

“Ya, vale. Pues sí es un poco rarito,” Riley dijo con los ojos desorbitados. “¿Lo has reportado o algo?”

“Sí, mi mamá habló con el dueño del edificio y él dice que cree que es un narco o algo por el estilo pero que sin evidencia no puede hacer nada.”

“Ya, bueno me imagino que eso te ayudó un montón, digo descubrir que tu vecino rarito además puede que sea narcotraficante debió haber funcionado como magia para calmarte,” Riley dijo a modo sarcástico.

Era un chiste tonto pero de todas maneras me morí de la risa. No me preguntes porque pero de verdad no pude para de reír por un rato. Él se unió a mí y solo nos reímos un rato hasta que me dolía la barriga y estaba llorando de la risa. Justo en ese momento sonó el timbre y agarré mis cosas levantándome y caminando con Riley por los pasillos. Todavía me reía pero no tanto como antes.

“Bueno, retomando, si quieres puedo hacerte compañía, de todos modos yo también estoy solo en mi casa,” dijo con una sonrisa.

“Vale, me gusta la idea, suena genial,” dije sonriendo de vuelta. “Gracias, Riles.”

Él se encogió de hombros y me dijo que no había problema antes de decirme adiós con la mano e irse a clases. Yo fui a mi propio salón, de mejor humor que antes. Un amigo iba a venir a mi casa. Había pasado tanto tiempo desde la última vez que había hecho esto. Las clases pasaron rápido, mi mente ocupada en Riley y que vendría a mi casa. Era bastante estúpido pero de verdad me sentía emocionada. Para cuando sonó el último timbre me sentí agradecida, por buenas razones esta vez. Agarré mis cosas rápidamente y me fui a buscar a Riley. Lo encontré parado al lado de mi casillero otra vez y consideré la posibilidad de que se esforzara por llegar a mi casillero antes que yo apropósito.

“Hola,” dijo con una sonrisa.

“Hola tú,” dije, sonriendo de vuelta.

Guardé mis cosas y cerré la puerta del casillero.

“¿Listo para irte?” pregunté.

“Sip,” dijo él.

No pude evitar volver a sonreír y nos dirigimos hacia las puertas del colegio en un silencio ameno. Riley se excusó para ir a decirle a Katie que no se iría con ella hoy, y ella se volteó a verme con una expresión extraña mientras Riley le decía que iba a ir a mi casa a estar un rato conmigo. Riley regresó prácticamente dando saltos y me tuve que reír. Si yo estaba feliz él estaba eufórico. Nos dirigimos a mi casa, él hablando de las clases y del colegio. Pareció sorprendido cuando descubrió que vivía en el cuarto piso y no había ninguna otra manera de llegar a mi apartamento aparte de las escaleras. Empezamos a subir y ya sonaba sin aliento para cuando íbamos por el segundo piso. Cuando llegamos al cuarto piso parecía que se le iba a salir el corazón.

“¿Quién era la floja?” pregunté con malicia.

“Vete a la mierda,” dijo enseñándome el dedo.

Me reí y fui a abrir la puerta. Riley entró y se tiró en el sofá respirando como alguien que llevaba décadas fumando.

“¿Quieres un poco de agua, flojo?” pregunté mientras me reía.

Me volvió a enseñar el dedo pero asintió con la cabeza. Fui a la nevera, todavía riéndome, y agarré una botella de agua, llevándosela al sofá donde aún estaba tirado. La agarró y se la tomó en cuestión de segundos. Yo sacudí la cabeza, pensando que Riley era una cosa seria, seriamente floja. Fui a conectar mi reproductor al estéreo para poner un poco de música.

“¿Qué quieres oír?” dije, volteándome a verlo.

“Lo que tú quieras,” dijo levantándose del sofá y luciendo un poco mejor que antes.

“Vale, pero ten en cuenta que te lo advertí,” dándole a reproducir para que lo que sea que estaba sonando antes llenara al aire el apartamento.

Sad de Maroon 5 empezó a sonar y pasé la canción. Basic Space de The xx sonó después y yo tarareé al son de la música. Riley se quedó callado, escuchando por unos segundos.

“Suenan bien. ¿Quiénes son?” preguntó.

“Son una banda llamada The xx,” dije, yendo a la cocina.

“Cantan muy bien,” dijo siguiéndome a la cocina.

“La voz de la chica es increíble. ¿Sabes cocinar?” pregunté volteándome a verlo.

“Si, cosas simples como bistecs y arroz y pasta,” dijo encogiéndose de hombros.

“Entonces este es tu día de suerte,” dije con una sonrisa, yendo a buscar una receta en el libro que mi abuela nos había dejado.

“¿Por qué? ¿Tú cocinas?” preguntó.

“Sip, me he vuelto bastante buena con los años,” dije ojeando las recetas del libro.

“Y bueno, ¿con qué me vas a sorprender?” preguntó divertido.

“Búrlate si quieres pero cuando acabes nada más con probar mi comida veremos quien se ríe,” dije escogiendo los tallarines salteados. Hmm. Podía hacerlos con carne de res en vez de cochino. Debería estar bien, pensé moviéndome a buscar la carne y los vegetales.

Riley se río con mi comentario y no dijimos nada por un rato aunque sabía que me estaba observando mientras me movía en la cocina. La canción cambio a Suitcase de Emeli Sandé y empecé a tararear otra vez.

“¿Quién es esta chica? Canta bastante bien también.”

“Emeli Sandé, tiene un solo álbum pero llego a los primero puestos en semanas. Su voz es increíble también,” dije distraída.

“Tienes que prestarme tus CDs, me gusta tú música,” Riley dijo.

Me empecé a reír enserio, encontrando su comentario bastante gracioso. Mi mamá siempre me decía que escuchaba pura mierda.

“Gracias,” dije aún riéndome.

Volvimos a quedarnos en silencio y me puse a pensar en temas de qué hablar, no porque el silencio fuera incomodo sino porque era del tipo de personas que les gusta llenar el silencio con ruido.

“¿Y quién era el chico que mirabas el otro día? ¿Tu crush?” le pregunté con un poco de malicia.

“Mi novio, de hecho,” Riley murmuró.

“¿Qué? No vale. Tu novio es una de esos idiotas del equipo de fútbol que no ha puesto el primer pie fuera del closet?” pregunté dándome la vuelta y mirándolo fijo. “¡Riles! ¡Todo el mundo sabe que eso nunca termina bien! ¿Es que no has leído suficientes libros y visto suficientes películas para saber que nunca funciona?”

“Esta en el equipo de básquet y no es un idiota,” Riley dijo apartando la vista.

“¡Vamos! ¿Le ha dicho a su familia? ¿A sus amigos?”

“No,” Riley dijo sin mucha fuerza.

“¡Riley! ¡No eres lo suficientemente importante como para que salga del closet!” dije, sonando un poco como una madre. ¿Desde cuando era del tipo protector?

“Hemos salido por ahí y nos hemos besado y eso,” Riley dijo debilmente.

“Y cuando se acerca alguien te suelta la mano y solo te besa en tu cuarto o en el cine donde nadie los puede ver,” dije sarcásticamente.

“¿No...?” susurró, y sonó más como una pregunta.

“¡Riley! ¡Tú vales más que eso!” Nada más imaginarme a este imbécil con Riley, soltándole la mano e ignorándolo olímpicamente hacía mi sangre hervir. ¿Desde cuándo tenía derecho a sentirme así? Acabó de conocer a Riley, ¿qué diablos me pasaba?

“¡De verdad no es tan malo como lo pintas, lo juro!” Riley dijo defensivo. Tuve ganas de voltearle los ojos. ¿Por qué es que la gente siempre defiende a sus parejas cuando es obvio que son imbéciles?

“Eso queda por verse,” dije imitando un tono amenazante.

“De todos modos, ¡no eres quien para hablar! He visto la manera en la que miras a Kate. Y como te veías hoy. Te gusta la hetero. Hablando de cosas que no van a pasar nunca. Por lo menos el mío es gay, solo sigue atorado en Narnia,” Riley dijo ceñudo.

“Ella no es hetero,” dije con sobriedad.

“¿Y cómo coño sabrías tu eso?” preguntó confundido.

“Porque me beso,” respondí.

“¿Qué? ¿Cuándo?” preguntó en shock.

“Justo antes de mudarse al otro lado del país. Me dijo que me amaba y que esperara por ella porque volvería. Selló su promesa con un beso. Mi primer y último beso. Desde ese entonces estoy esperándola y ahora aquí esta, de vuelta en el pueblo, y no recuerda media mierda sobre mí. Ni si quiera le agrado,” dije con amargura.

Me sentí tan estúpida en ese momento. ¿Teníamos qué? ¿Doce? ¿Trece? ¿Por qué mantendría una promesa que hizo hace años a una niña tonta que solía conocer? ¿Por qué se acordaría de la niña esa que vivía al lado de su casa? De verdad soy estúpida. Esperé por ti. Seis desgraciados años esperando por ti, solo para que te olvides de mí. Quería odiarla, lo deseaba fervientemente. Quería arrancarme lo que sea que quedaba del amor que había sentido por ella. Quería dejar de esperar con tantas ganas, dejar de amarla.

“¿Sam? Sam, vamos, concéntrate. El sartén. Sam, ¡se quema!” Riley gritó.

Volví al presente y automáticamente apague la estufa. Mire hacia abajo y en efecto las cebollas que estaba sofritando se habían quemado. Por suerte había más cebollas. Suspiré y me senté en un banquito al lado de Riley.

“Lamento haber dicho eso. No quise traerte malos recuerdos. Solo me metía un poco contigo,” dijo calladamente.

“Lo sé,” dije suspirando, “Es solo que… Riles, he estado esperándola. He estado esperándola fielmente, soñando con el momento en que nos volveríamos a ver. Con nuestro futuro. Con que retomáramos lo nuestro justo donde lo dejamos antes de que se fuera. Tenía hecho todo un estúpido cuento de hadas y estaba esperando a que mi princesa encantadora viniera a rescatarme de mi vida. Supongo que es mi culpa por volver esto en un cuento de los hermanos Grim.”

“No, Sam. Tenías todo el derecho de inventarte un cuento de hadas. Ella te hizo promesas y ustedes eran mejores amigas. Tú confiaste en ella. Y bueno, ahora a lo mejor solo tienes que dejarlo ir,” Riley dijo poniendo su brazo en mis hombros y halándome hacia él.

“Es difícil, Riles. He vivido por esto y solo por esto todo este tiempo. Que me lo quiten ahora es algo desconcertante. Es como mi propia zanahoria en un palo. Llevo años siguiéndola, si me la quitas, ¿qué diablos voy a seguir?”

“Nada,” Riley dijo tranquilamente después de un rato de silencio.

“¿A qué te refieres con nada? ¿Me estas jodiendo? ¿Qué clase de respuesta es esa?” pregunté ceñuda.

“No, lo digo enserio. A lo mejor es tiempo de que dejes de seguir la zanahoria y solo vivas,” dijo en tono sobrio.

“Supongo que sí,” dije débilmente.

Nos quedamos en silencio otra vez, y sabía que quería arreglar las cosas bien con Katie. Algo acerca de le hecho que no me pudiera ni ver sin poner cara de culo me parecía extraño.

“Supones que sí, pero igual quieres hablar con Kate, ¿verdad?” dijo con cara de, ‘a mí no me engañas’.

“Solo quiero hablar las cosas y que deje de odiarme,” dije un poco avergonzada de lo obvias que son mis intenciones.

“Vale. Pero te diré  que no creo que ayude en nada,” dijo encogiéndose de hombros.

“Puede que tengas razón, pero no pierdo nada intentando,” dije con insistencia.

“Está bien, es tu vida después de todo. Ahora, creo que alguien me prometió que vendría nada más con probar su comida,” dijo con una sonrisa.

Se notaba que intentaba distraerme y animarme un poco. Era tan adorable y lindo. ¿Cómo es que no la había conocido sino hasta ahorita? A lo mejor mi vida habría sido menos aburrida así. Recé porque su supuesto novio de verdad lo tratara bien porque Riley se merecía el trato de un rey si era así de atento con él también.