Esperando al autobús

El hombre mira a la mujer que bajo la lluvia espera al autobús.

ESPERANDO AL AUTOBÚS.

In memoriam de Stieg Larsson

Echó una ojeada a la chica, y luego al entorno. No había nadie, chispeaba y la mujer era un bomboncito de los que a él le gustaban. Una indiecita de esas que habían emigrado a España a ganarse la pasta. La miró con más detenimiento, con el Audi parado, mientras la muchacha intentaba taparse con un paraguas. No muy alta, morena, con ojos grandes y negros, la boca de labios grandes. Era bonita y parecía tener un buen cuerpo. La iluminó con las luces del auto y bajando la ventanilla, le pregunto a voces.

"Nena, ¡ quieres que te lleve a Madrid o prefieres mojarte esperando al bus?"

"Se lo agradezco"- respondió la mujer, acercándose al coche. El hombre abrió la puerta, y ella se sentó a su lado. Al hacerlo la gabardina dejó ver las piernas morenas, apenas cubiertas por una minifalda.

"Yo me llamo Nicolás y ¿tú?"

"Evangelina. Muchas gracias por ofrecerse a llevarme a Madrid. He perdido el autobús y el siguiente pasa dentro de una hora, por la noche hay menos servicios. Perdone , ¿ me puedo quitar la gabardina?.Está mojada y me da miedo enfriarme"

"Si, quítate lo que quieras."- la miró goloso, cuando al sacarse la prenda, un cuerpo pequeño pero voluptuoso se le ofreció a la vista. Pensó en follársela, en la ruta había un desvío que llevaba a una zona solitaria. A él una hembra así, no se le escapaba. Debía tranquilizarla hasta llegar a donde podía hacerla suya. Si era necesario, usaría la violencia, eso le excitaba aún más.

" Guapa, ¿ de donde eres?"

"Peruana, llevo un año en España. Me gusta mucho su país"

A Nicolás le divertía el respeto con que le trataba, y le gustaba lo que veía. Al quitarse la gabardina, la mujer se había quedado con una blusa blanca abierta tres botones, el canal entre los senos se mostraba en su plenitud, eran dos montañas gemelas cubiertas por un corpiño rosa. La falda, corta, azul oscuro, apenas cubría las piernas morenas hasta la mitad del muslo.

Nicolás puso una mano en la carne femenina, era suave y caliente. La muchacha no hizo ademán de retirarla, y él la subió camino del triángulo del sexo.

Había llegado a la desviación, la tomó, en apenas dos kilómetros encontró el sitio que buscaba, solitario, oscuro. Los árboles tamizaban la lluvia, el suelo estaba húmedo pero no encharcado.

Paró. No se entretuvo en rodeos, la besó, la mujer no se resistió, al contrario respondió con pasión, y su mano busco el bulto de la entrepierna.

No estaba totalmente duro, pero sí grueso, era una buena estaca, que con las caricias iba endureciéndose.

"Te voy a follar hasta romperte, nena. Sabes ponerme loco"

De un tirón abrió la blusa, rompiéndola. Los pechos eran voluptuosos, los sacó del sujetador, los pezones oscuros en la piel morena le atrajeron como un imán. Sus labios chuparon las puntas erguidas. Mordió, no le importó hacer daño, aquella mujer iba a saber lo que era un macho.

La muchacha seguía acariciando el pene, que quería romperle pantalón.

" ¿ Puedo chupársela?. Me está calentando lo grande que es."

"Chúpala un poco, y luego vamos atrás y te destrozo, putita"

Aquella viciosilla le estaba volviendo loco. Una mamadita y se la iba a clavar hasta los huevos, pensó Nicolás.

Le abrió la cremallera, y con habilidad sacó del calzoncillo la polla dura, grande, como un ariete dispuesto a derribar un muro.

"¡Es enorme!, ¡que hombre es Usted!. ¿No le importa que me la coma?"

"¡Mámala puta!"- ordenó el hombre.

No le iba a caber en la boca, así que con una mano apretó el tronco del badajo , de modo pudiera chupar la parte que su puño no abarcaba. La metió en la boca, la lamió, Nicolás creyó desmayarse de placer.

Cerró los ojos.

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Juana tenía el glande en la boca. Conocía aquella polla. Diez años antes era el arma con la que había sido desvirgada. No lo olvidaba, apenas dieciséis años, recién llegada a España, ilegal, saliendo de la disco, y como hoy lloviendo. La había recogido en la parada del bus. Amable al principio, la había llevado a un descampado y allí la tumbó en los asientos traseros, ella se resistió, pero dos bofetadas la hicieron ver que estaba a merced de aquel hombre.

Le rompió las pantaletas de un tirón, y la obligó a que le bajara los pantalones. Era la primera vez que vió una polla dura. Le pareció enorme, y cuando empujó el arma contra sus labios, no pudo resistirse y la tragó.

El problema surgió cuando se atragantó, tenía la boca llena, y cuando chocó contra la garganta, no pudo evitar el vómito.

"¡Guarra!"- gritó Nicolás, volviendo a golpearla.- "sácate la blusa, y límpiame los pantalones"

La muchacha lo hizo, los senos juveniles quedaron al aire, puso las garras en sus pezones, apretándolos, haciendo daño. Las lágrimas saltaron de sus ojos.

La giró, tumbándola sobre el asiento, tiró de las caderas para levantar sus nalgas.

"¡ Estate quieta, puta!"- le ordenó. Semiarrodillada, con su feminidad expuesta, estaba aterrorizada.

Notó la dureza de la carne contra los labios de su concha.

Cuando la penetró de un golpe, sintió un desgarro en lo más profundo de su ser, chilló de dolor. El hombre bombeó en su cuerpo, rápido, con fuerza, rompiéndola hasta que un torrente de leche la inundó.

"Eres una niña buena, anda chupa y límpiamela. Pero lame y no me vuelvas a vomitar"

Juana lamió los restos de semen mezclados con la sangre de su virgo, obedecía intentando que no la volviera a pegar. La polla se volvía a endurecer, agarró su tronco para evitar que al meterla en la boca, la ahogara de nuevo.

" Y ahora, te voy a romper el culo. Date la vuelta y ponte a cuatro patas como una perra "

Le obedeció temblando, él untó con saliva el valle entre sus nalgas y se colocó tras ella. Apoyó la cabeza en la entrada del orto, y la clavó hasta el fondo.

El dolor la desmayó.

Volvió en sí, estaba tirada en un descampado, apenas cubierta con la blusa y la falda.

Habían pasado los años, todavía recordaba el miedo a estar embarazada, el saber que no podía hacer ninguna denuncia al ser ilegal, nunca había podido estar con un hombre, le daban miedo y asco.

Le vió , cuando salía del hospital donde trabajaba de enfermera. Le siguió durante un mes, aprendió sus rutinas.


Y ahora estaba allí, chupando aquella polla que le había cambiado la vida, el hombre tenía los ojos cerrados. Estiro la mano, abrió el bolso, metió la mano, y sacó el bisturí.

Fue un solo corte, la sangre brotó como un geiser, la manchó.

El grito del hombre fue agónico.

"Guarro, bájate o te corto el cuello"- le ordenó poniendo la punta del arma bajo la barbilla temblante.

Cuando él salió huyendo intentando contener la hemorragia, se sentó en el asiento del conductor y arrancó el coche. Al tomar la carretera principal, arrojó el pingajo por la ventanilla.

Llegó al lugar donde había aparcado su viejo SEAT, paró, bajó del coche, dejó las llaves a la vista para que fuera una tentación al robo, y se quedó parada bajo la lluvia, hasta que el agua le lavó la sangre y el odio.