Esperando al amo Drácula
Un caballero santo, de la orden de los cazavampiros, se ha propuesto una noble misión, acabar con Drácula. Ya que lo consiga, es otra cosa.
Por entre mortales caminos escarpados de la serranía transilvanita, una figura humana a caballo estaba por alcanzar el fin de su viaje. Un audaz, y puede que un poco estúpido, caballero templario, que había ascendido muy recientemente a cazador de vampiros, se dirige en el crepúsculo a vencer el mas temido de los temidos vampiros, al mas horrible de entre los seres de la oscuridad, al mas poderoso de entre los señores de las sombras y al mas peligroso adversario, el Conde Drácula. El camino de montaña es estrecho y pedregoso incluso para su caballo al que conduce con cuidado pues solo con que el animal pusiese una de sus patas fuera de sitio y los dos caerían a un abismo que parecía infinito, y mas en aquellos momentos que la luz ya había desaparecido casi por completo. Por suerte a lo lejos vio los muros y torres del castillo del Conde que ya se comenzaban a camuflar con la oscuridad. Solo cuando el antinatural temporal de nubes negras que se alzaba sobre el castillo despedía un rayo este quedaba iluminado por un segundos. El caballero tuvo que arriesgarse a acelerar el trote de su caballo en tan peligroso camino para alcanzar el castillo antes de que la oscuridad lo tragase. Y en poco estuvo ante el impotente castillo en donde haría acto de justicia poniendo fin a la maldad de aquel demonio, y con ellos callar las bocas burlonas de los idiotas de la cantina que hacía una semana se habían reído de él cuando juro en público, con la copa en alto y con cierta embriaguez, que juraba ante los presente matar a Drácula. Incluso cuando partió en su aventura pudo escuchar las risas y las apuestas sobre su muerte, pero tendrían que tragarse sus propias palabras en cuando lo viesen regresar con la cabeza del demonio.
A excepción del enorme castillo, que parecía no tener fin ni hacía arriba, ni hacía los lados, todo a su alrededor era absoluta negrura, como un colosal monstruo que se alzaba en la oscuridad. El viento era helado a tan alta altura que hacía daño al respirar. Antes de cruzar el puente de piedra, desmontó, atando al caballo a un mortecino árbol del que pendía con una soga un esqueleto. El caballero tragó saliva y comenzó a cruzar el puente sintiendo como las piernas le flaqueaban con cada paso. Tras él escuchó un ruido seco comprobando al mirar atrás que era su caballo que se había desplomado con último jadeo moribundo. Volvió a tragar saliva, haciendo sonar su nuez de Adán, volviendo a avanzar hacia el castillo con cierta rapidez, haciendo tintinear su armadura. Se le presentaba el primer gran desafió, penetrar en el castillo. Intentó e intentó escalar por el lateral del imponente muro pero cuando pensaba que levaba mas de cinco metros echaba la mirada abajo y comprobaba que apenas había dos metros de los que nunca pasaba ya que resbalaba lentamente abrazado al muro dar con sus posaderas en el suelo. Tuvo que darse por vencido, masajeándose el trasero, y pensar en otra forma de entrar, pero nada se le ocurría. Cansado por el absurdo esfuerzo, y muerto de frío, dejó a un lado el factor sorpresa, golpeando las inmensas puertas con una de las aldabas con forma de garra monstruosa sosteniendo un corazón humano. Desenvainando rápido su espada que empuño con ambas manos temblorosas. La nuez del caballero no dejaba nerviosa de subir y bajar entre tragos de saliva, las manos le sudaban y la tensión agarrotaba sus músculos, pero igualmente estaba preparado para atravesar el pútrido corazón de la primera criatura que se abalanzase sobre él. Una de las puertas comenzó a abrirse, surgiendo un enorme monstruo del que le salía fuego de la boca. El caballero tembló de miedo al tiempo que insertó su espada en el pecho de la criatura, que cayó de inmediato.
-¡Muere, maldita criatura de la oscuridad! – dijo con orgullo de su victoria, que no duró mucho cuando vio que el monstruo, lo que se dice monstruo, no era realmente. Un hombrecillo de un metro diez, sin garras a la vista, yacía en el suelo inmóvil con un candil agarrado, lo que el había creído ser el fuego que escupía la bestia.
Haciéndole dar un salto atrás al caballero, el extraño individuo se puso en pié con jadeos cansados sin que el detalle de que le hubiesen atravesado con una espada no tuviese importancia. Se sacudió el polvo de los raídos pantalones y levita que llevaba antes de volver a sostener en alto el candil.
-Buenas noches ¿Puedo ayudarle en algo? – dijo el resucitado hombrecillo con tono aburrido.
-Yoooo… pueeees… - balbuceó el caballero, demasiado abrumado por la parsimonia del extraño individuo, echándole un ojo a la mancha de sangre en el pecho por donde lo había atravesado de lado a lado – Vee… vengo a matar al Conde Dácula.
-Querra decir <
-Si, eso mismo – le respondió el caballero, con los ojos dolorido de tenerlos abiertos como platos.
-Sígame, por favor – le indicó el hombrecillo, dando media vuelta y echando a andar.
Lo siguió el caballero, mintiendo su espada en alto, mirando los recoveros en la oscuridad atento a cualquier ser de las tinieblas que puede estar acechándole. De vez en cuando se quedaba demasiado atrás de su guía, con lo que debía echar a correr hasta alcanzarlo, acojonado de que se perdiese en aquel horripilante castillo. Cuando alcanzaron una gran sala iluminada, se detuvieron frente a dos grandes escaleras que se abrían al piso de arriba.
-¿Quién era el que llamaba, Cuasimodo? – se escuchó en la estancia que una mujer preguntase y a la que el caballero le costó localizar al final de una de las escaleras con un vestido de gala y un gran moño.
-Señora, por favor, no me llame así – le pidió con un suspiro el pequeño individuo – Es otro cazavampiros que viene con la intención de matar al amor Drácula. Bueno, al amo “Dácula” como dice el, mi señora.
-¿Otro que viene a intentar matarlo? ¿Y lo hace viniendo de noche? En fin… que poca vergüenza tiene estos vivos. Me temo que el señor Drácula no se encuentra en el castillo, señor cazavampiros – se dirigió al caballero con la misma pasividad que el individuo del candil – Le recomiendo que dé media vuelta y regrese mañana, o pasado mañana, a intentarlo de nuevo.
-¡Jamás! – gritó bravo el caballero, saliendo un poco de su empanamiento – He venido con la noble y santa intención de poner fin a la vida del Señor de los Vampiros para librar al mundo de su oscura maldad.
-Que si, hombre, que si, pero ya le he dicho que ahora mismo no se encuentra aquí, pero si se empeña en esperarlo para intentar matarlos le acogeremos como huésped. ¡Cuasimo! Encárgate tú de disponerle una habitación al señor matavampiros donde pueda descansar hasta que llegue el amo.
-Si señora, lo que usted mande, señora. Pero que no me llame así, por favor – le volvió a pedir con desespero el individuo bajito sin que su señora pareciese tan siquiera escucharle.
Y así fue que, sin saber exactamente como, había llegado hasta aquella cama señorial, tapado hasta la barbilla por mantas de color granate y bajo las que se encontraba en paños menores. Su armadura y coraza descansaban, junto a su espada, sobre una silla a un lado. Por si acaso, sostenía entre sus manos una estaca bajo la sábana y portaba una cruz de plata al cuello. Su valía se veía intranquila en aquella habitación tan enorme que le hacía sentir como un pequeño cervatillo en pleno prado allí en la cama. En uno de los lados de la espaciosa estancia se extendía unas cristaleras que se iluminaban por los relámpagos de la extraña tormenta eléctrica del exterior. Por solo un pestañeo toda la habitación era iluminada, llenándolo todo también de amorfas sombras que sobrecogían al caballero, pero se veía en la obligación de seguir mirando para no perder cuidado de las puertas del dormitorio.
El tiempo fue pasando y habían pasado ya algunas horas. Entrecerrando los ojos de sueño, el caballero intentaba mantener la vista de las puertas. La mano con la que agarraba la estaca le dolía ya de tanto apretarla en su mano. De repente un nuevo rayo iluminó la estancia y tres bellas jóvenes completamente desnudas de piel mortecina lo contemplaban de pie una desde la puerta, otra desde una esquina, y la otra desde un lado. El caballero dio un súbito gritito, preguntándose si acababa de ver lo que creía o era fruto de su vigilia, por que no había escuchado ruido alguno de la puerta ni de los ventanales abriéndose, pero otro rayo volvió a iluminar la habitación y otra vez las volvió a ver, esta vez mas cerca de la cama con extrañas sonrisas que dejaban entrever unos colmillos afilados. Ocultó la cabeza en la manta, poniéndose a temblar, pues sabía de que se trataban, de las tres hermanas, hijas y amantes de Drácula. Asomó lo justo para mirar afuera y al iluminarse fugazmente todo las volvió a ver esta vez a un metro de la cama. Se volvió a ocultar con la manta la cabeza, arriesgando a los cinco segundos a mirar otra vez, pero esta vez no vio rastro de las jóvenes por ningún lado.
Iba a soplar tranquilo del caballero cuando sintió algo rozarle los pies. Tres bultos surgieron bajo las mantas desde los bordes de la cama y que fueron moviéndose lentamente. Con su espada demasiado lejos, rodeado de tres vampiros, el caballero supo que lo iban a devorar. Se preparó con su estaca, apretándosela contra el pecho, para al menos llevarse a alguno de aquellos demonios con el. Cada vez lo rodeaban más. Sintió ser rozada su pierna izquierda, luego su pié derecho por abajo, y después su cintura por el lado derecho, aunque en este caso fue algo mas que un roce. Unas frías manos penetraron vilmente por el borde de su pantalón y tiró de este hacia abajo. En un acto reflejo, el caballero soltó la estaca para agarrarse los pantalones, pero no fue lo suficientemente rápido y sintió como sus pantalones fueron sacados de un solo tirón. De inmediato sintió su desnudez, con sus genitales al tacto de las sábanas, lo que le hicieron sentir mas vulnerable aún. El conocía la retorcida lascivia de las tres hermanas que gustaban de jugar con los hombres antes de matarlos, pero el caballero, pese a que estaba atemorizado, no pensaba bajar la guardia ni sucumbir a las insinuaciones de placer carnal de las demonios,… o eso pensaba el, por que vio quebrada su voluntad cuando los bultos carnosos e inconfundibles de varios pechos se rozaron por sus piernas y su cadera, sintiendo el resto de los cuerpos femeninos al que pertenecían. Para sus adentro, el caballero comenzó a rezar a toda velocidad. Supuso que en cualquier momento lo morderían para alimentarse de él, pero solo sentía el frote de sus cuerpos desnudos contra él suyo, unas manos recorriendo sus piernas, subiendo por ellas lentamente, fluyendo por sus gemelos, sus rodillas, sus muslos,… con un movimiento brusco aquellas manos abrieron sus piernas. Tres bocas, o mejor dicho, tres labios, se arrojaron contra el interior de lo muslos del caballero, besándolos con pasión. Un cuarto bulto se dibujó bajo la manta perteneciente al miembro erguido de forma bruta del caballero que no pudo contenerlo y que se había perdido con el rezo. Uno de los bultos, correspondiente a la cabeza de una de las vampiros, se elevó mas que los demás, situándose sobre el bulto picudo correspondiente al falo del caballero.
-¡Santo padre…! – exclamó en el silencio, con los ojos cerrados al sentir su polla siendo envuelta por aquella boca que lo cubrió de saliva y sentía como el vació al succionarlo tiraba sutilmente de su polla mientras la lengua resbaladiza rodeaba como una serpiente su capullo.
El bulto sobre su miembro comenzó a subir y descender rítmicamente, sintiendo la fuerza de aquellos labios alrededor de su tronco, succionándolo sin parar. Su glande era plenamente descubierto una y otra vez, constantemente recibido por la lengua que lo relamía por toda su esférica superficie unas veces, y penetrando por los pliegues de su frenillo otras. Cientos de estimulaciones sobre su miembro que jamás hacía recibido de una boca, aunque dudaba el caballero que una chica humana pudiese tener tal maestría. A aquella boca se le unían también las otras dos, una dando fuertes, pero lentos, lametones en sus cojones que sentía encharcados de saliva, y la otra que no había parado de besar y lamer la cara interna de sus muslos y de su perineo.
-¡Malditas seáis! No conseguiréis interponeros entre mí y vuestro amo Drácula – bramó el caballero cuando se dio cuenta de que llevaba un buen rato embelesado por lo que le hacían, intentando recobrar el control, su dignidad, pero al decir aquello la boca que tragaba su polla descendió con gran ímpetu hasta sentir la nariz de la joven clavarse en su pubis, rozándose su capullo contra la garganta de ella – ¡Oh, Dioooossss – mugió de placer el caballero que arqueó toda la espalda.
El intento de las vampiros por tenerlo callado y paralizado de placer pareció dar todo el resultado posible. Cada vez que él intentaba pronunciar palabra, la pecaminosa boca de la vampiresa le asestaba una mamada profunda, acelerando su corrida a pasos agigantados. Como si lo presintiesen, la que lamía y relamía sus cojones, subió por su polla hasta comenzar a compartir con la otra boca el dominio de su glande. La otra hermana que se entretenía en el perineo de él, también subió hasta las otras dos. Las tres fueron turnándose su polla, chupándole solo la punta, mientras las otras dos aguardaban su turno lamiéndoles el tronco con la puntas de sus lenguas. El caballero hacía rato que respiraba agitado, que sentía sus pelotas recogidas bajo su polla, viendo imposible detenerlo.
-Santo Padre, perdóname ¡¡¡Hhhhhoooooooommmm…!!! – gimió finalmente, liberando su esperma en la boca que en ese momento devoraba su capullo y que sentía como ahora lo estrangulaba para absorber todo el semen que estaba expulsando a chorros.
El orgasmo se le hizo eterno, tensando su cuerpo de tal manera que en cuando acabó de vaciarse en aquella boca sintió sus glúteos, que se habían encogidos como dos cacerolas, se fueron aflojando. Fue el estruendo de un trueno quien lo sacó del profundo estado relajado en el que su clímax lo había sumergido. Recordó donde estaba, su propósito de matar a Drácula, y el peligro que corría allí. Aun podía notar las tres bocas pululando alrededor de su miembro, aun erecto, por lo que levantó la manta despacio para mirar bajo estas. No consiguió ver nada, solo los tres pares de ojos rojos brillando en la oscuridad, hasta que un nuevo rajo le permitió vislumbrar a las tres jóvenes, junto a su polla tiesa, lamiéndose las lenguas entre ellas para pasarse el espeso esperma blanco del caballero con el que jugaban a saborearlo, haciendo que hilachos densos de este conectasen sus bocas y estas a su vez a la punta de su polla, la cual dio un respingón inquieto.
Cuando acabaron al fin de degustar el semen del caballero, las tres chicas alzaron adelante sus brillantes ojos, mirándolo con sonrisas inquietas en las que mostraban sus amenazantes colmillos vampíricos. La nuez del caballero volvió a bailar al tragar este saliva. Había salido de su embobamiento contemplándolas y volvió a recordar que aquellas tres jóvenes eran realmente peligrosos demonios, de hecho las contempló compungido como fueron ascendiendo por encima suya como tres bestias hambrientas. Soltó la apertura de la manta que había mantenido en alto todo el tiempo para observar bajo las mantas en un intento absurdo de impedir su avance, y como era de esperar las tres jóvenes vampiras fueron surgiendo, una a cada lado apoyando sus cabezas sobre la almohada, y la otra sobre él, cara con cara. Volvía a estar atrapado, ahora incluso mas que antes. Con la mano, intentaba hallar la estaca que había soltado sin querer cuando le despojaron de sus pantalones, pero no conseguía dar con ella por ningún lado, solo tocaba de vez en cuando accidentalmente el cuerpo desnudo de la joven del lado por donde buscaba.
-Si estás buscando la estaca, tienes cosas mejores que clavarnos – le dijo la joven de su lado, sintiendo como bajo las mantas agarraba su mano y la llevaba a su sexo.
Retiró la mano el caballero de la vulva de la chica con divinidad, aunque antes había sentido la entrada de su vagina con dos de sus dedos al penetrar estos sin querer. Trago saliva. Volvió a mirar a la joven de encima suya, luego a la de su otro lado y otra vez a la arriba. Las tres no dejaban de mirarlo divertidas, poniéndolo nervioso…… y muy cachondo, por que dejaban asomar sus pechos pequeños, aunque firmes, sobre todo la de encima que veía colgar frente a él. Fue esta, la de encima, la que fue bajando su cabeza, acercando su boca a la suya pero pasando de ella hasta su cuello donde sintió la ausencia de su aliento. Cerró los ojos, con los dientes apretados, viendo que en cualquier momento sentiría los colmillos de ella clavarse en su cuello, pero en cambio lo que sintió fue una lengua lamerlo hasta su oreja, en donde se entretuvo. Con los ojos aún cerrado, pero con la boca abierta de par en par, al caballero se le escapó un gemidito al que le siguió que toda su piel se le pusiese de gallina. Ella se retiró para mirarlo de frente.
-Tranquilo, cazavampiros. La ama Mina nos ha prohibido alimentarnos de ti y ordenado que no te hiciésemos nada malo, pero no dijo nada de divertirnos contigo – dijo, sonriéndole mientras agarraba los huevos y la base de la polla de él con una sola mano y descendió su cadera de una vez, metiéndose su polla hasta el fondo de una estocada.
-¡Santo Padre… Haaaauuummm! – interrumpió con un gemido grave al sentir su miembro siendo atrapado por las paredes húmedas de la vagina de la joven que carecían de temperatura pero igualmente desfalleció de gusto al caballero.
Las caderas de la muchacha fueron meciéndose adelante y atrás muy poco a poco, demostrando un control imposible al apurar la liberación de su polla hasta justo cuando su enrojecido capullo quedaba a las puertas de su vagina, volviéndose a insertársela enterita. Y mientras, la hermana tendida a su derecha lo tomó con una mano por la cara y la hizo girar hacia ellas, abalanzándose para besarlo con una fogosidad jamás experimentada por el caballero. La otra hermana en cambio, la de la izquierda, pudo sentirla como echándose sobre su pecho y chupándole el pezón mas próximo a ella. Las intensas estimulaciones por los diferentes sitios provocaron la desorientación del caballero que se sentía girando sin sentido haciéndose uno con las hermanas. Sus objetivos e ideales se habían esfumado de su cabeza, abandonándose al sexo sin oponer mas resistencia. La hermana sobre él, la que lo cabalgaba, fue enderezándose sobre sus rodillas, arrastrando las mantas hasta que los cuerpos desnudos de los cuatros quedaron al descubierto hasta las rodillas, iluminados por los flashes relampagueantes. Clavaba las uñas con cuidado en el pecho de él mientras contorneaba ahora todo su cuerpo como una gran serpiente, subiendo y bajando sobre el caballero a la vez que danzaba en círculos con sus caderas, sin que nunca dejase escapar afuera el miembro de él.
-¡Hhaa… Hhaay… Hhaay… que dura siento tu polla en mi coño – gemía la de encima sin perder el ritmo.
Las otras dos también gemían, pero con sus bocas cerradas al estar una devorando su boca, y la otra sus pezones, lamiendo en círculo su aureola, pulsando con la punta de la lengua el pezón, y después atraía hacia ella la cara del caballero, lo besaba, siendo ahora la otra hermana la que descendía sobre el pezón mas cercano a ella, intercambiando los papeles.
-Déjame ahora a mí, hermana. Yo también quiero sentir su estaca atravesándome por entre mis piernas – dejó de besarlo una de las hermanas para decirle a la de arriba de él.
Al intercambiarse el sitio, el caballero se deleitó ahora con el coño de esta hermana que fue dejando entrar a su polla con cierto aprieto que le encantó. La agarró por la cadera, participando él también. La penetraba ligeramente desde abajo mientras ella subía y bajaba con esa misma maestría imposible de su hermana de sacarse su falo justo hasta la puntita sin que nunca fallase. Esta no se movía como bailando suave sobre él, si no que lo cabalgaba furiosa, pudiéndola ver cuando iluminaba un rayo como se agarraba los pechos y se estremecía de placer. Ni el tronar de la tormenta podían ahora sobreponerse al escandaloso gemido de las hermanas, al jadeo del caballero y al repicar de pelotas del caballero contra la vampira.
-¡Oh, Dios Santo!... jum-jum-jum-jum… ¡Oh Dios Santo! – grito entre esfuerzo cuando ya sentía que su polla iba a ceder por fin a aquel coño frio.
-¡Hazlo! ¡Llena y calienta mi coño con tu esperma! – dijo lasciva sobre él.
-¡Jum!-¡Jum!-¡Jum!-¡Jum!… Maldito… ¡Jum!… DemonioooOOOO – y con una ultima embestida, manteniéndose con el culo arriba, clavado hasta el fondo en ella, el caballero estalló en el interior de ella, llenándola con una desmesurada corrida que impresionaba siendo la segunda.
Amabas hermanas continuaron besándolo, y chupándolo, y lamiéndolo, a cada lado. Su polla había dejado de expulsar leche pero seguía convulsionando entre las rugosas paredes de aquella vagina. El éxtasis fue tan prolongado para el caballero que apenas pudo pensar, y cuando lo hizo solo fue para agradecer que si moría al combatir con Drácula al menos había echado el mejor revolcón de su vida. La joven desmontó de arriba del caballero liberando con su coño su fatigada polla envuelta en su propio efluvio y yendo a caer junto a su hermana de la derecha con la que comenzó a besarse entre caricias. Aun seguía él respirando sin aliento cuando esbozó una tonta sonrisilla al ver a las dos hermanas hacer. Se sorprendió al ver como la hermana del otro lado pasaba la pierna por encima de su cadera para sentarse encima suya.
-Aun no has probado mi coño, que anda sediento de chuparte toda la leche que aun pueda albergar en tus cojones – le soltó desde arriba.
Dudaba el caballero de que pudiese ser posible que su miembro volviese a erectarse tras semejante actividad y eyaculaciones, pero aquellos demonios, de alguna forma, lo consiguieron. El interior de la tercera hermana que le quedaba por penetrar se abrió a su paso con húmeda facilidad, exprimiendo su capullo justo al borde de su entrada, follandolo durante largo rato y en varias posturas. Al borde del agotamiento el caballero se corrió empalmando el orgasmo con el sueño.
Cuando la puerta del gran dormitorio se abrió con un chirrido desgarrador el caballero se despertó dando un bote en la cama. Estaba desorientado, confuso con la orientación y aun fatigado del esfuerzo.
-¿Señor matavampiros? – era el tal Cuasimodo, portando un candelabro y no un candil para variar – El amo Drácula ha regresado hace unos momentos. Le recibirá en el Gran Salón. Amanecerá en breve, así que le ruega no demoraste mucho.
El caballero salió de la cama sorteando a una de las hermanas que, como las otras dos, ni se habían inmutado con la intrusión. Dormían inertes las tres con sus preciosos cuerpos desnudos de color mortecino. Las observó un segundo y se preguntó si podría atrasar su enfrentamiento con Drácula para pasar otra noche con ellas pero no creyó prudente faltar al encuentro de un señor de los Demonios. Se limpió el miembro, amoratado y empapado en fluidos varios, con una de las cortinas antes de colocarse la armadura, que le incomodaba por la falta de los pantalones que a saber a donde lo pusieron las hermanas. Agarró la empuñadura de su espada enfundada, listo para desenvainarla. Dirigió una última mirada a las jóvenes desnudas, pero sin saber como lo habían hecho ya no estaban. Trago saliva sintiendo que el tembleque le regresaba a las piernas. Afuera el enano lo esperaba con el candelabro en alto.
-Acompáñeme – le dijo, aburrido como siempre.
Siguió al bajito por pasillos y bajaron por la misma escalera en la que la había atendido la señora. Supuso que el Gran Salón era el que estaba a un lado del recibidor de las escaleras por que el bajito se quedó como una estatua a un lado de unas enormes puertas sin decir nada de nada. El caballero lo dejó atrás, colándose por un entreabierto de las puertas. Había llegado a su destino, no cabía duda. En un majestuoso salón se sentaba al fondo el Señor de las Tinieblas en un enorme butacón de cuero rojo y calaveras humanas por reposabrazos. El fuego de una colosal chimenea lo iluminaba como si estuviese ardiendo el mismo. Pero por los ventanales podía verse como el cielo perdía oscuridad y ganaba un azul cada vez mas claro.
-Me temo, señor…… – empezó a hablar Drácula, observando al caballero mientras se acariciaba la perilla - ……como sea, que se me ha hecho tarde y está a punto de amanecer, así que le rogaría que zanjásemos estos cuando antes.
-Conde Drácula, vengo a poner fin a tu reino de terror, engendro de la oscuridad – dijo el caballero como si hubiese estado pensando aquellas palabras durante días, y que de hecho así era.
-Si, si, muy bien. Al grano. Ahora es cuando tú vienes corriendo con la espada en alto y…
Haciendo caso omito a Drácula, el caballero salió corriendo hacia el desenvainando la espada y sosteniéndola en alto.
-¡¡Muere, criatura de la noch…!! – no pudo acabar. Un fuerte dolor en la cara lo aturdió. Le humeaba la piel, pero la que se había expuesto a los primeros albores de luz que asomaron por las montañas y se colaban por los ventanales – ¿Pero como…? ¡¿Qué me has hecho criatura impía?! – le gritó a Drácula que lo miraba aburrido con el entrecejo fruncido.
-¿Yo? Que yo sepa nada – le respondió desde el trono – Pregúntate que habrás hecho tu. Parece que en mi espera te has divertido con las tres hermanas ¿O debería decir que son ellas las que se han divertido contigo?
-Pero eso no puede ser – dijo el caballero, palpándose con la lengua los afilados colmillos que le estaban saliendo – Ellas jamás llegaron a morderme.
-Son súcubos, maldito imbecil, no solo en la boca tienen colmillos ¿No se supone que eres un cazavampiros o algo así? Deberías saber que si follas con vampiresas acabas siendo un vampiro también, y por la lo poco que has tardado en trasformarte yo diría que has estado mucho tiempo con la polla metida en los coños de esas tres. Pero bueno, acabemos con esto de una vez – y diciendo esto, se transformo en una rápida neblina que se disipó al instante por alrededor del caballero, apareciendo el vampiro frente a el, agarrándole la muñeca con la que empuñaba la espada y haciéndole soltar esta. La espada tintineó sobre el suelo de mármol. El caballero cerró los ojos preparado para el golpe de gracia, otra vez quedándose confuso cuando el vampiro no le hizo nada y además le soltó la muñeca, dándole unos golpecitos amigables en los hombros – Ahora eres uno de los nuestros.
-Pero yo… yo… - intentaba decir el caballero, con la mirada cabizbaja, que no entendía nada.
-Que si, hombre, que si. Anda, vamos – llevo al caballero por la espalda – Retirémosno a las catacumbas antes de que amanezca del todo.
-Ssssi, mi amo – respondió, para su propio asombro, el caballero que no pudo resistir sentirse sumiso a Drácula.
-Te pondré en algún ataúd cerca de las hermanas – le fue diciendo al caballero, ya saliendo los dos del Gran Salón.
-Si, mi amo – repitió él, siendo lo último que se escuchó.
En…FIN
Relato editado por Pedivertido
pedivertido@hotmail.com