Espérame en el hotel

Como empieza nuestro primer encuentro. Relato con Dominación femenina

Entro en la habitación en la que habíamos quedado con un gran bolso en la mano y el sonido de mis tacones me sigue bajo mis pies.

Abro la puerta y ni siquiera detengo la mirada sobre tí. Me esperas al lado de la entrada de rodillas y sentado sobre mis talones, con la mirada agachada para no cruzarte con la mía y lo único que puedes ver son mis muslos envueltos por una falda de tubo, tus piernas con unas medias semitransparentes oscuras y tus pies.

Conforme avanzo hacia el sofá que hay en el centro de la habitación paso por tu lado y suelto el bolso sobre tus manos extendidas.

Mientras tratas de avanzar de rodillas hacia el único perchero de la habitación me siento en el sofá, aún sin mirarte en absoluto, y coloco mis pies sobre la pequeña mesa que termina de adornar la estancia. Intentas colgar mi bolso en el perchero sin levantarte pero aún tratando de alcanzar el enganche más bajo cometes un par de errores y tras algunos intentos que te hacen ponerte cada vez más nervioso lo consigues.

Te arrastras gateando hasta la pequeña nevera que se esconde en el armario y coges una botella de vino y una copa. Te aproximas a la mesa sobre la que descansan mis pies aún entaconados. Pones la copa y la llenas de vino.

-Creía que haberte dicho que me esperases desnudo por completo.

Bajas la mirada hacia los calzoncillos negros de cuero que recubren ti cintura y que envuelven ti pene de una manera que pensarías era seductora.

-Lo siento mucho… Pensé que una pequeña decoración sería de su agrado… - dices aún  con la cabeza gacha.

La manera en la que te lanzo ese estruendoso silencio es el peor castigo que podrías recibir, que unido a mi mirada de indiferencia, hacen que te apures para quitártelos y dejarlos doblados al lado del sofá.

-Mejor. – Te digo mientras bebo un sorbo de vino y hago una pausa. - ¿A qué esperas? Ya sabes lo que tienes que hacer, ¿no?

Dirijo mi mirada hacia otra pequeña mesa que hay al final de la cama y sobre la que descansan varios tipos de mordazas.

Te acercas a ella gateando y coges una que consiste en dos tiras de cuero unidas a un pequeño anillo de metal.

-Ejem… - carraspeo levemente para mostrar mi desacuerdo.

Vuelves a mirar a la mesa, sueltas la mordaza que habías cogido y eliges una similar con un anillo bastante más grande.

Te acercas a mi gateando y te colocas, en tu posición de sumisión, delante del sofá dándome la espalda y con la cabeza en alto.

-Abre la boca – te ordeno

Intentas abrirla lo máximo que puedes pero la anilla no parece encajar. Colocando mi mano debajo de mi barbilla, aprieto con mis dedos los laterales de tu boca forzándote a que la abras un poco más y consigo introducir la anilla que queda aprisionada entre tus dientes. Ato la correa alrededor de tu cabeza haciendo que te sea imposible quitártela sin usar las manos.

Me levanto sin decir nada más, me acerco a tu bolso y saco un libro. Vuelvo a sentarme en el sofá colocando los pies encima de la mesa y con una mano en el libro y la otra en la copa de vino comienzo a leer mientras te quedas de rodillas a mi lado tratando de no hacer ningún ruido para no molestarme y procurando no dejar que la saliva gotee de tu boca abierta porque sabes que  si eso llegara a pasar  te haría limpiarla del suelo con tu propia lengua...

Si gusta seguiré escribiendo sobre nuestro encuentro.

Será un placer recibir críticas constructivas, comentarios, opiniones e ideas.